Vlad_Empalador
Será en Octubre
La era de alimentos baratos se ha acabado": por qué gastaremos cada vez más en comida
Las subidas y bajadas de precios convierten la próxima temporada en particularmente peligrosa, al producirse muy caro sin saber a qué precio se venderá. La tormenta perfecta
Campo de trigo en Cuvillers, Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)
Por
Héctor García Barnés
Gráficos: Marta Ley
18/07/2022 - 05:00
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores
En la ribera este del South Branch de Chicago, a unos metros de la Torre Willis, en la que Ferris Bueller se tomó una mañana libre en los años ochenta, alguien está decidiendo cuánto vas a pagar por el trigo, la cebada, el maíz, la soja y otras 'commodities'. El Chicago Board of Trade —la Bolsa Mercantil de Chicago—, fundado a mediados del siglo XIX, es el mercado de futuros más antiguo del mundo. Hoy, el espacio en el que se marcan los precios que servirán de referencia en todo el mundo, incluida España. Condiciona lo que pagarás, pero también el precio por el que los productores pueden vender.
"Es un mercado de referencia a nivel mundial. Los precios en agricultura ya están globalizados, ya no es lo que marque la lonja de tu provincia. Yo vivo en Zamora, pero ni esa ni la de Andalucía ni la de Binéfar marcan los precios, la referencia es la Bolsa de Chicago, donde no se tiene en cuenta lo local, lo nacional o lo provincial". Quien lo explica es José Roales, responsable de Cultivos Herbáceos de COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) y agricultor en Villamayor de Campos. Chicago tiene 2,6 millones de habitantes. Villamayor, 324. Como se dice ahora, ratio.
"Si antes la cosecha era mala, subía, y si era buena, bajaba, ya no es así"
Un mercado que Roales define como el "salvaje oeste" por su falta de regulación, especialmente después de que en la crisis entrasen los fondos de inversión para diversificar su negocio, y en la que "poca gente se lleva mucho dinero a costa de unos pocos que somos los que producimos". En un punto intermedio, las lonjas locales, donde también puede haber grandes diferencias entre una y otra, en función del poder de negociación de compradores y productores en las mesas en que se establecen los precios, como añade Marcos Garcés, cerealista en Bañón (Teruel) y miembro ejecutivo de UAGA-COAG en Aragón. A menudo, desequilibradas. "En una lonja puede estar a 314 y en otra a 380".
Si el momento actual resulta excepcional es porque las leyes habituales de la oferta y la demanda se están rompiendo. "Si antes había una mala cosecha, subía el precio, y si era buena, bajaba", añade Garcés. Este año ha habido una mala cosecha y los precios están bajando, porque, a pesar de lo que uno podría imaginar debido a la escasez, los compradores están esperándose porque hay "previsión de que lo podrán comprar más barato, para almacenarlo y venderlo más caro". Un proceso de especulación que perjudica a productores pequeños y medianos.
La Chicago Board of Trade, un mal día. (Reuters/Frank Polich)
En un reciente hilo de Twitter, el agricultor extremeño y consultor agrícola Daniel Trenado exponía cómo funcionaba la "gran montaña rusa de los mercados agrícolas" en un momento en que las lonjas están altas, pero es imposible vender trigo o cebada ante la previsión de bajadas de precio. "El problema ahora mismo es que la Bolsa de Chicago se estaba desplomando, y aquí llega con un retardo de dos semanas. Si la cebada estaba a 360, y ha ido bajando a 340 y ya va por 320, nadie quiere comprar un producto que cree que la semana que viene va a costar menos".
La gran pregunta es cómo esta situación ("que puede alargarse una semana o tres meses, porque mientras Chicago esté bajando, nadie va a comprar") puede influir a medio plazo. Porque no se trata de que bajen los precios, sino de todo lo contrario: que el aumento de los costes que se ha producido durante los últimos meses, unido a la imposibilidad de vender a un precio rentable, termine provocando una tormenta perfecta en forma de una serie de subidas y bajadas inasumible, especialmente para los productores de esta clase de 'commodities'. Y, por extensión, al consumidor.
Si no vendo, no cultivo: sé qué pasará el año que viene
El verano es el momento en que los agricultores empiezan a preparar la temporada del año siguiente. En este momento, se encuentran en una encrucijada en la que resulta difícil saber qué camino tomar, con costes disparadísimos y la posibilidad de que esa inversión no se pueda recuperar, a lo que hay que unir la mala cosecha del último año, que ha impedido que se almacene 'stock'. Hoy tienen que tomar la decisión intentando anticipar qué pasará el año que viene, y la respuesta probablemente los lleve a ser conservadores.
"El agricultor va a terminar reteniendo las materias primas porque está perdido"
"Ahí está el meollo del asunto", dice Trenado. "Ahora mismo tenemos costes que están en torno al doble de la campaña anterior. Es poco realista que esos precios tan disparados se vayan a mantener a lo largo del tiempo. Si yo cultivo con esos costes y cosecho a unos precios que vuelven a la normalidad, estoy pillado, porque desde que siembras hasta que cosechas pasan varios meses". "Nadie va a sembrar un grano si luego no va a poder vender a un precio que al menos le cubra los gastos", añade. La gran pregunta que nadie puede responder es qué pasará el año que viene, cuando tengan que vender su cosecha.
El agricultor extremeño saca la calculadora: "Yo he estado sembrando a unos 500 euros la hectárea, si el trigo estaba en torno a 190 euros la tonelada, tenía que sacar en torno a dos toneladas y media para amortizar. Ahora mismo estoy en torno a 800 euros la tonelada, y eso que estoy recortando. El problema es que con el grano a 360, estamos empatados, pero si vuelve a los 190 es inamortizable, porque no puedo sacar siete toneladas por hectárea. Eso implicaría que tendría pérdidas de entre 30.000 y 40.000 euros".
Y nadie va a cosechar previendo pérdidas. Por lo tanto, es probable que para el año que viene haya un porcentaje aún mayor de tierras en barbecho, "en torno a un 70-80%", frente a los años buenos, en que puede encontrarse en el 5-10%. Una cosecha aún menor y una escasez aún mayor. "En un momento nos plantamos en octubre para sembrar y estamos en una incertidumbre total con la situación de Ucrania, si siembro más tengo que echar más gasoil, el precio del abono se ha duplicado, la luz ha subido; no sé qué hacer, si sembrar más o sembrar menos", coincide Roales. "Si venimos de una cosecha mala en la que yo he cogido un 70% menos que un año normal, el agricultor no es que tenga muchos posibles; si tuviera una bolsa podría arriesgar, pero este año no podemos".
La especulación ha llegado ahora a los propios productores, cuando por lo general se había quedado en los niveles intermedios de la cadena. Ahora, por primera vez, se plantean en qué momento, cómo y por qué deben vender su producto. "La regla no escrita ha sido que el agricultor intentase alejarse todo lo posible de la especulación, que siempre se ha dejado en manos de los intermediarios", añade Trenado. "Ahora de repente la especulación ha llegado y es inevitable, todo el mundo está viendo cuándo vende el aceite o el grano, porque si vendes en mal momento te quedas en la estacada. Nos están obligando a meternos en un sistema en el que la mayoría de la gente no se siente cómoda y va a llegar un punto en que el agricultor retenga las materias primas porque está perdido".
"Hay gente que tendrá problemas para comprar una barra de pan o un litro de leche"
Algo que suele ocurrir en periodos de hiperinflación como el que vivimos. Por ejemplo, en Alemania después de la Primera Guerra Mundial, cuando el aumento de precios terminó provocando que los agricultores acumulasen el grano porque "sabían que cada semana costaba el doble que la semana anterior". "Lo bueno y lo peligroso para nosotros es que lo puedes guardar, al contrario que el tomate, que tienes que darle salida a los tres días", coincide Garcés, que recuerda a los compañeros que están almacenando cebada que él vendería ya.
"La superficie en barbecho va a aumentar seguro, veníamos de tres años muy buenos y las perspectivas que teníamos han bajado un 50%, te asustas porque te habías acostumbrado a que todo fuese jauja", explica. "Cuando te pillan, te pillan bien, pero los agricultores quizá no hemos sido conscientes hasta este año. En el campo se respira cierto miedo. Tengo 31 años y nunca había visto nada así". El último informe de la FAO señala que sigue previéndose un descenso respecto al año anterior que puede ser aún mayor en 2023, el año en que muchos agricultores se juegan su futuro.
El final de una era
"La era de los alimentos baratos se han acabado y hay gente que va a empezar a tener problemas, incluso en España", concluye de manera tajante Roales, desde la primera línea de fuego en el frente agrícola. "Ahora todo es especial, empezando por la oleada turística de Ucrania y las malas cosechas de España, y siguiendo por la subida de los 'inputs' de los abonos, de las semillas o del gasoil para los regadíos. Con esos precios, lo que puede ocurrir es que la gente eche menos abono, siembre menos y el año que viene se reduzcan aún más las cosechas, lo que agrava el problema de abastecimiento de alimentos y materias primas que ya hay. Hay gente que va a tener problemas para comprar una barra de pan o un litro de leche, eso es así".
Cosecha de cebada. (EFE/Jesús Diges)
"Los precios van a estar mal para el consumidor del año que viene", coincide Trenado. "Al productor no le interesa que los precios estén como están, porque la incertidumbre y el riesgo son muy altos". El agricultor anticipa varios posibles escenarios. Por un lado, que se produzca el año que viene una cosecha muy buena, aunque parece poco probable, debido a que el suelo está muy seco y para ello tendría que darse un año de lluvias excepcional. Por otro, que termine la guerra y se vuelva a exportar grano, lo que tiene el hándicap de que el sistema agrícola ucraniano ha quedado muy dañado y los rusos se han orientado hacia sus clientes de África, India y Oriente Medio: "Es posible que no volvamos a tener más trigo ruso en los mercados europeos y no tenemos nada con que suplirlo". Por lo tanto, "lo normal es que nos vayamos a un sistema en el que haya durante uno o dos años escasez de grano, porque no tiene pinta de que se vaya a recuperar el precio de los fertilizantes".
El proceso no tiene marcha atrás. Como recuerda Roales, el aumento del precio se refleja sobre todo en los productos tras*formados, como el pan, y "está más que comprobado que cuando los precios en origen bajan, como el precio de la leche para el ganadero, la leche en los lineales no baja; nunca lo ha hecho y esta vez no va a ser diferente". Las 'commodities' habían mantenido precios particularmente bajos, añade Garcés, que considera que tenían que subir un escalón para ajustarse al nivel de vida: "No sé si se ha terminado la era de los productos baratos, pero tan baratos quizá sí, porque hay un cambio en el mercado en el que queremos que el alimento tenga una mayor calidad, y eso hay que pagarlo".
"La alimentación supondrá un porcentaje mayor en el gasto de las familias"
Un panorama en el que, como lo resume Trenado, "la alimentación supondrá un porcentaje mayor en el gasto de las familias", lo que reducirá las posibilidades de destinarlo a ocio o tecnología. Un sistema en el que no es lo mismo ser alemán, y pasar de gastar un 10% de sus ingresos en comida a un 20%, o somalí, que puede pasar de un 8% a un 160%. A largo plazo la situación cambiará, porque "se destinarán más tierras a cultivos, pero eso no ocurrirá de un año para otro". Mientras tanto, muchos agricultores y consumidores se quedarán por el camino, despeñados en la gran montaña rusa de los mercados agrícolas. "Los precios los construyen unos cuantos, el resto intentamos asomar la cabeza, pero con esta velocidad de subida y bajada, el riesgo es muchas veces inasumible", concluye Garcés.
En la ribera este del South Branch de Chicago, a unos metros de la Torre Willis, en la que Ferris Bueller se tomó una mañana libre en los años ochenta, alguien está decidiendo cuánto vas a pagar por el trigo, la cebada, el maíz, la soja y otras 'commodities'. El Chicago Board of Trade —la Bolsa Mercantil de Chicago—, fundado a mediados del siglo XIX, es el mercado de futuros más antiguo del mundo. Hoy, el espacio en el que se marcan los precios que servirán de referencia en todo el mundo, incluida España. Condiciona lo que pagarás, pero también el precio por el que los productores pueden vender.
Las subidas y bajadas de precios convierten la próxima temporada en particularmente peligrosa, al producirse muy caro sin saber a qué precio se venderá. La tormenta perfecta
Campo de trigo en Cuvillers, Francia. (Reuters/Pascal Rossignol)
Por
Héctor García Barnés
Gráficos: Marta Ley
18/07/2022 - 05:00
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores
En la ribera este del South Branch de Chicago, a unos metros de la Torre Willis, en la que Ferris Bueller se tomó una mañana libre en los años ochenta, alguien está decidiendo cuánto vas a pagar por el trigo, la cebada, el maíz, la soja y otras 'commodities'. El Chicago Board of Trade —la Bolsa Mercantil de Chicago—, fundado a mediados del siglo XIX, es el mercado de futuros más antiguo del mundo. Hoy, el espacio en el que se marcan los precios que servirán de referencia en todo el mundo, incluida España. Condiciona lo que pagarás, pero también el precio por el que los productores pueden vender.
"Es un mercado de referencia a nivel mundial. Los precios en agricultura ya están globalizados, ya no es lo que marque la lonja de tu provincia. Yo vivo en Zamora, pero ni esa ni la de Andalucía ni la de Binéfar marcan los precios, la referencia es la Bolsa de Chicago, donde no se tiene en cuenta lo local, lo nacional o lo provincial". Quien lo explica es José Roales, responsable de Cultivos Herbáceos de COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) y agricultor en Villamayor de Campos. Chicago tiene 2,6 millones de habitantes. Villamayor, 324. Como se dice ahora, ratio.
"Si antes la cosecha era mala, subía, y si era buena, bajaba, ya no es así"
Un mercado que Roales define como el "salvaje oeste" por su falta de regulación, especialmente después de que en la crisis entrasen los fondos de inversión para diversificar su negocio, y en la que "poca gente se lleva mucho dinero a costa de unos pocos que somos los que producimos". En un punto intermedio, las lonjas locales, donde también puede haber grandes diferencias entre una y otra, en función del poder de negociación de compradores y productores en las mesas en que se establecen los precios, como añade Marcos Garcés, cerealista en Bañón (Teruel) y miembro ejecutivo de UAGA-COAG en Aragón. A menudo, desequilibradas. "En una lonja puede estar a 314 y en otra a 380".
Si el momento actual resulta excepcional es porque las leyes habituales de la oferta y la demanda se están rompiendo. "Si antes había una mala cosecha, subía el precio, y si era buena, bajaba", añade Garcés. Este año ha habido una mala cosecha y los precios están bajando, porque, a pesar de lo que uno podría imaginar debido a la escasez, los compradores están esperándose porque hay "previsión de que lo podrán comprar más barato, para almacenarlo y venderlo más caro". Un proceso de especulación que perjudica a productores pequeños y medianos.
La Chicago Board of Trade, un mal día. (Reuters/Frank Polich)
En un reciente hilo de Twitter, el agricultor extremeño y consultor agrícola Daniel Trenado exponía cómo funcionaba la "gran montaña rusa de los mercados agrícolas" en un momento en que las lonjas están altas, pero es imposible vender trigo o cebada ante la previsión de bajadas de precio. "El problema ahora mismo es que la Bolsa de Chicago se estaba desplomando, y aquí llega con un retardo de dos semanas. Si la cebada estaba a 360, y ha ido bajando a 340 y ya va por 320, nadie quiere comprar un producto que cree que la semana que viene va a costar menos".
La gran pregunta es cómo esta situación ("que puede alargarse una semana o tres meses, porque mientras Chicago esté bajando, nadie va a comprar") puede influir a medio plazo. Porque no se trata de que bajen los precios, sino de todo lo contrario: que el aumento de los costes que se ha producido durante los últimos meses, unido a la imposibilidad de vender a un precio rentable, termine provocando una tormenta perfecta en forma de una serie de subidas y bajadas inasumible, especialmente para los productores de esta clase de 'commodities'. Y, por extensión, al consumidor.
Si no vendo, no cultivo: sé qué pasará el año que viene
El verano es el momento en que los agricultores empiezan a preparar la temporada del año siguiente. En este momento, se encuentran en una encrucijada en la que resulta difícil saber qué camino tomar, con costes disparadísimos y la posibilidad de que esa inversión no se pueda recuperar, a lo que hay que unir la mala cosecha del último año, que ha impedido que se almacene 'stock'. Hoy tienen que tomar la decisión intentando anticipar qué pasará el año que viene, y la respuesta probablemente los lleve a ser conservadores.
"El agricultor va a terminar reteniendo las materias primas porque está perdido"
"Ahí está el meollo del asunto", dice Trenado. "Ahora mismo tenemos costes que están en torno al doble de la campaña anterior. Es poco realista que esos precios tan disparados se vayan a mantener a lo largo del tiempo. Si yo cultivo con esos costes y cosecho a unos precios que vuelven a la normalidad, estoy pillado, porque desde que siembras hasta que cosechas pasan varios meses". "Nadie va a sembrar un grano si luego no va a poder vender a un precio que al menos le cubra los gastos", añade. La gran pregunta que nadie puede responder es qué pasará el año que viene, cuando tengan que vender su cosecha.
El agricultor extremeño saca la calculadora: "Yo he estado sembrando a unos 500 euros la hectárea, si el trigo estaba en torno a 190 euros la tonelada, tenía que sacar en torno a dos toneladas y media para amortizar. Ahora mismo estoy en torno a 800 euros la tonelada, y eso que estoy recortando. El problema es que con el grano a 360, estamos empatados, pero si vuelve a los 190 es inamortizable, porque no puedo sacar siete toneladas por hectárea. Eso implicaría que tendría pérdidas de entre 30.000 y 40.000 euros".
Y nadie va a cosechar previendo pérdidas. Por lo tanto, es probable que para el año que viene haya un porcentaje aún mayor de tierras en barbecho, "en torno a un 70-80%", frente a los años buenos, en que puede encontrarse en el 5-10%. Una cosecha aún menor y una escasez aún mayor. "En un momento nos plantamos en octubre para sembrar y estamos en una incertidumbre total con la situación de Ucrania, si siembro más tengo que echar más gasoil, el precio del abono se ha duplicado, la luz ha subido; no sé qué hacer, si sembrar más o sembrar menos", coincide Roales. "Si venimos de una cosecha mala en la que yo he cogido un 70% menos que un año normal, el agricultor no es que tenga muchos posibles; si tuviera una bolsa podría arriesgar, pero este año no podemos".
La especulación ha llegado ahora a los propios productores, cuando por lo general se había quedado en los niveles intermedios de la cadena. Ahora, por primera vez, se plantean en qué momento, cómo y por qué deben vender su producto. "La regla no escrita ha sido que el agricultor intentase alejarse todo lo posible de la especulación, que siempre se ha dejado en manos de los intermediarios", añade Trenado. "Ahora de repente la especulación ha llegado y es inevitable, todo el mundo está viendo cuándo vende el aceite o el grano, porque si vendes en mal momento te quedas en la estacada. Nos están obligando a meternos en un sistema en el que la mayoría de la gente no se siente cómoda y va a llegar un punto en que el agricultor retenga las materias primas porque está perdido".
"Hay gente que tendrá problemas para comprar una barra de pan o un litro de leche"
Algo que suele ocurrir en periodos de hiperinflación como el que vivimos. Por ejemplo, en Alemania después de la Primera Guerra Mundial, cuando el aumento de precios terminó provocando que los agricultores acumulasen el grano porque "sabían que cada semana costaba el doble que la semana anterior". "Lo bueno y lo peligroso para nosotros es que lo puedes guardar, al contrario que el tomate, que tienes que darle salida a los tres días", coincide Garcés, que recuerda a los compañeros que están almacenando cebada que él vendería ya.
"La superficie en barbecho va a aumentar seguro, veníamos de tres años muy buenos y las perspectivas que teníamos han bajado un 50%, te asustas porque te habías acostumbrado a que todo fuese jauja", explica. "Cuando te pillan, te pillan bien, pero los agricultores quizá no hemos sido conscientes hasta este año. En el campo se respira cierto miedo. Tengo 31 años y nunca había visto nada así". El último informe de la FAO señala que sigue previéndose un descenso respecto al año anterior que puede ser aún mayor en 2023, el año en que muchos agricultores se juegan su futuro.
El final de una era
"La era de los alimentos baratos se han acabado y hay gente que va a empezar a tener problemas, incluso en España", concluye de manera tajante Roales, desde la primera línea de fuego en el frente agrícola. "Ahora todo es especial, empezando por la oleada turística de Ucrania y las malas cosechas de España, y siguiendo por la subida de los 'inputs' de los abonos, de las semillas o del gasoil para los regadíos. Con esos precios, lo que puede ocurrir es que la gente eche menos abono, siembre menos y el año que viene se reduzcan aún más las cosechas, lo que agrava el problema de abastecimiento de alimentos y materias primas que ya hay. Hay gente que va a tener problemas para comprar una barra de pan o un litro de leche, eso es así".
Cosecha de cebada. (EFE/Jesús Diges)
"Los precios van a estar mal para el consumidor del año que viene", coincide Trenado. "Al productor no le interesa que los precios estén como están, porque la incertidumbre y el riesgo son muy altos". El agricultor anticipa varios posibles escenarios. Por un lado, que se produzca el año que viene una cosecha muy buena, aunque parece poco probable, debido a que el suelo está muy seco y para ello tendría que darse un año de lluvias excepcional. Por otro, que termine la guerra y se vuelva a exportar grano, lo que tiene el hándicap de que el sistema agrícola ucraniano ha quedado muy dañado y los rusos se han orientado hacia sus clientes de África, India y Oriente Medio: "Es posible que no volvamos a tener más trigo ruso en los mercados europeos y no tenemos nada con que suplirlo". Por lo tanto, "lo normal es que nos vayamos a un sistema en el que haya durante uno o dos años escasez de grano, porque no tiene pinta de que se vaya a recuperar el precio de los fertilizantes".
El proceso no tiene marcha atrás. Como recuerda Roales, el aumento del precio se refleja sobre todo en los productos tras*formados, como el pan, y "está más que comprobado que cuando los precios en origen bajan, como el precio de la leche para el ganadero, la leche en los lineales no baja; nunca lo ha hecho y esta vez no va a ser diferente". Las 'commodities' habían mantenido precios particularmente bajos, añade Garcés, que considera que tenían que subir un escalón para ajustarse al nivel de vida: "No sé si se ha terminado la era de los productos baratos, pero tan baratos quizá sí, porque hay un cambio en el mercado en el que queremos que el alimento tenga una mayor calidad, y eso hay que pagarlo".
"La alimentación supondrá un porcentaje mayor en el gasto de las familias"
Un panorama en el que, como lo resume Trenado, "la alimentación supondrá un porcentaje mayor en el gasto de las familias", lo que reducirá las posibilidades de destinarlo a ocio o tecnología. Un sistema en el que no es lo mismo ser alemán, y pasar de gastar un 10% de sus ingresos en comida a un 20%, o somalí, que puede pasar de un 8% a un 160%. A largo plazo la situación cambiará, porque "se destinarán más tierras a cultivos, pero eso no ocurrirá de un año para otro". Mientras tanto, muchos agricultores y consumidores se quedarán por el camino, despeñados en la gran montaña rusa de los mercados agrícolas. "Los precios los construyen unos cuantos, el resto intentamos asomar la cabeza, pero con esta velocidad de subida y bajada, el riesgo es muchas veces inasumible", concluye Garcés.
En la ribera este del South Branch de Chicago, a unos metros de la Torre Willis, en la que Ferris Bueller se tomó una mañana libre en los años ochenta, alguien está decidiendo cuánto vas a pagar por el trigo, la cebada, el maíz, la soja y otras 'commodities'. El Chicago Board of Trade —la Bolsa Mercantil de Chicago—, fundado a mediados del siglo XIX, es el mercado de futuros más antiguo del mundo. Hoy, el espacio en el que se marcan los precios que servirán de referencia en todo el mundo, incluida España. Condiciona lo que pagarás, pero también el precio por el que los productores pueden vender.