Toallin
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Cuando a la charo monja la llaman frígida se levanta y se vaLa cortesana y la abolicionista: "¿Me has llamado trozo de carne? Estupenda forma de defender a las mujeres"
"Prohibir la esclavitud es cuestión de derechos humanos", dice Núria González. "¿Y el derecho humano de que no te impongan una jovenlandesal sensual?", contesta Carolina Clemente. Ambas discuten, y se cabrean por momentos, sobre la intención del PSOE de abolir la prespitación, que también divide al Congreso
Carolina C., cortesana, y Núria G., abolicionista, en Barcelona.
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Actualizado Jueves, 2 junio 2022 - 08:57
- QUICO ALSEDO
@QuicoAlsedo
Barcelona- FOTOGRAFÍAS: GORKA LEIZA / ARABA PRESS
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-Esto es sencillo: las mujeres no somos trozos de carne que se compran y se venden...
-Pues eso estás haciendo tú, tratarnos a las cortesanas como trozos de carne. Estupenda manera de defendernos. Es que no somos mujeres, ¿no?
-Lo que no queremos es que vendáis vuestro cuerpo. Nadie puede hacerlo, eso es esclavitud. El sesso sin deseo es violación, no hay otra palabra. Y la violación jamás puede ser legal.
-Qué desfachatez: ¿por qué unas mujeres tienen que decirles a otras lo que es o no es violación? ¿Quiénes os creéis para imponer vuestra voluntad?
-No lo decimos las abolicionistas, lo dicen los derechos humanos, lo dice el Tribunal Supremo...
-Los derechos humanos lo que dicen es que hay que respetar la libertad de elección de cada una. Buena forma de respetar mis derechos es llamarme trozo de carne. Y la mujer hetero y monógama, ¿esa no sufre coacción social para estar siempre con su marido, hacer de buena esposa y reprimir su sexualidad? Y él luego se aburre, y viene a nosotras, claaaro...
-Pero la realidad es que vosotras querríais hacer cualquier otra cosa antes que convertiros en vaciaderos de sus fluidos, pero sois precarias, pobres, muchas venís de la trata...
-Somos precarias porque no somos legales y vosotras las abolicionistas queréis que seamos más precarias prohibiendo lo que es un trabajo, y dejándonos en situación de mayor vulnerabilidad. Y eso de vaciaderos de fluidos... ¿Me has vuelto a insultar? ¿Es eso lo que has hecho?
Nadal y Djokovic lanzándose bolazos en Roland Garros son una broma comparados con Carolina Clemente y Núria González tirándose argumentos a cara de perro esta mañana en Barcelona.
La primera, de 36 años, es cortesana, lleva muchos años trabajando en Barcelona, se va ahora a Suiza a «hacer dinero para varios meses», propugna una legalización «pro derechos» del trabajo sensual y tiene los ovarios de dar la cara públicamente por un colectivo estigmatizado y obviamente frágil.
La segunda, de 40, es una abogada barcelonesa de larga trayectoria en el abolicionismo, y en la defensa de derechos humanos de víctimas de trata. Y no sólo en el ruido de las redes sociales, sino en los juzgados, donde de verdad importa.
Las dos se reclaman feministas, pero eso no les impide atacarse, por momentos, casi en lo personal.
Carolina Clemente, trabajadora sensual y activista por la regulación de la prespitación, en Barcelona.
El periodista, que a duras penas intenta evitar el papel de policía machirulo en semejante contexto, ha sido naif a la hora de reunirlas para un diálogo sin reglas demasiado estrictas entre dos posturas hoy enfrentadas a fin: es como si sólo puede quedar una.
Ambas llegan al Cercle Artistique, que amablemente nos ha acogido, y prácticamente ni se saludan. Por momentos, entre gritos, se turnan en levantarse indignadas y o bien amenazan con irse, o bien acercan una mano poco amistosa a la cara de la otra. El redactor, sin bromas, llega a dudar de si tendrá que llamar a la Guardia Urbana.
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Una vehemencia entendible porque algo parecido sucede en el Congreso de los Diputados, donde ni siquiera el eje derecha-izquierda explica el debate. El PSOE acaba de presentar un proyecto de ley para abolir la prespitación, pero no se pone de acuerdo con Podemos, que duda, mientras su socia en Cataluña, Ada Colau, rechaza penalizarla. El PP parece inclinarse al abolicionismo. Cs, a la regulación. Vox, no está claro. Un lío.
Tanto Carolina como Nuria son, con perdón por el mansplaining, excelentes argumentadoras. Pero arrancar el debate buscando algún punto en común es, visto lo visto, de una inocencia supina. Aun así, no se nos ocurre otra forma.
La abogada abolicionista Núria González en el debate.
Nuria González. No tenemos nada en común porque no hay debate posible. Esta una cuestión de derechos humanos. Punto.
Carolina Clemente. Perfecto el autoritarismo. La prespitación no se debate, se combate. Eso les retrata perfectamente a ustedes.
N.G. Mujer, trátame de tú.
C.C. Es que yo te respeto, nos como ustedes a nosotras. Esto es un tema de respeto.
N.G. No, es un tema político de base: la prespitación es incompatible con una sociedad igualitaria y que luche por la justicia social y la dignidad. Esto es decidir si dejamos que haya gente que pague por utilizar a otras personas. La prespitación existe porque hay pobreza y porque el Estado le dice a la mujer pobre, tácitamente: 'Tienes tu cuerpo, vive de él porque no voy a hacer nada por ti'.
C.C. Claro, por eso somos clandestinas.
N.G. Hay una intención evidente de que se legalice. En 2006, con Jesús Caldera en el Ministerio de Trabajo, se hizo un estudio para ver cuánto ganarían las arcas del Estado si se legalizaba. Se aparcó porque no salían las cuentas, pero en cada esquina de este país, que es el más cliente de Europa y el tercero del mundo, hay prespitación. Así que se va a seguir intentando, seguro.
C.C. Pero si vosotras ni siquiera le pedís a ese Gobierno que os da premios un plan de salida realista para las mujeres que quieran dejarlo... Se ofrecen cursos de coser y de camarera, se perpetúa la precariedad. Además: la dignidad no es la genitalidad, es respetar los derechos de cada cual. A nosotras ni se nos compra ni se nos usa: damos un servicio, y vosotras en realidad ni siquiera peleáis por las mujeres tratadas...
N.G. El 80% de las mujeres que están en prespitación están tratadas, según datos de la Guardia Civil, porque con la prespitación voluntaria, si hay alguna, no se cubre la demanda de los clientes. También por eso hay que abolir esto, porque arrastra a mujeres a la trata por culpa de la Ley de Extranjería, que no tiene sentido, porque dice: no te doy papeles, pero si estás tres años en mi país prostituyéndote, igual te los acabo dando.
C.C. Mira, Nuria, lee esto, lee, cariño [se levanta de la silla y le pone la pantalla de su móvil en la cara].
N.G. [se dirige al periodista] Oye, ¿pero yo tengo que aguantar esto?
Redactor. Por favor, Carolina, respetémonos.
C.C. No, es para que lo lea ella misma [se sienta]. Son datos de Interior: 277 personas víctimas de trata en 2019. ¿Y un 80% de la prespitación es trata? Es falso, ese 80% no tiene base ninguna, gran parte de la prespitación es voluntaria y no os veo a las abolicionistas pidiéndole al ministro Marlaska que cambie la Ley de Extranjería.
N.G. Tú has dado la clave: precariedad. Siempre que se le ha preguntado a una mujer que se prostituye si lo haría si tuviera una alternativa ha dicho que no. Muchas mujeres de familias monomarentales tienen que prostituirse porque no llegan a fin de mes. Jamás será un trabajo, porque engloba todas las violencias contra la mujer: la sensual, la física, la económica y la institucional.
Redactor. Perdonad un segundo: ¿y no será que partís de conceptos de mujer que no son el mismo?
Las dos. ¿¿¿CÓMO QUE NO SON EL MISMO???
Redactor. Perdón, perdón, no me meto...
C.C. Mira, Nuria, cariño, carinyet, decir que lo que hacemos no puede ser legal es hacernos vulnerables y dar permiso a nuestros clientes para que se crean con derecho a hacer lo que les da la gana, y que no podamos poner límites. El pacto que hacemos con ellos es verbal. Cuando alguien lo sobrepasa podemos ir a la Policía a denunciarlo, pero vuestro discurso alienta a que los agentes nos digan: 'Pues si tu trabajo ya consiste en ser amada sin consentimiento, no veo qué vienes a denunciar'. Eso lo provocáis mujeres en situación de privilegio a otras en situación de vulnerabilidad.
N.G. Es al revés, os defendemos. Y nos defendemos a todas. Porque si una mujer es prostituible, todas lo somos.
C.C. Eso es demagogia. Es como si yo digo que la mujer monógama nos convierte a todas en objeto de posesión privada de los hombres, y que eso justifica que las maten cuando quieran abandonar la relación.
N.G. Yo no he dicho que por ser tú prostituida todas lo seamos. Digo que una sociedad que dice que una mujer es prostituible, nos hace prostituibles a todas. El debate es si el dinero lo puede comprar todo. Y comparar a las trabajadoras domésticas con las mujeres prostituidas, como hacéis los activistas prorregulación, es una pasada. Es verdad que están sometidas a mucho acoso, pero ser penetrada por ano, vagina y boca 25 veces al día no puede ser lo mismo que ellas viven. ¿Que para algunas mujeres la prespitación es voluntaria? Habría que ver cuántas se prostituirían en un mundo con igualdad real de oportunidades.
C.C. Pero es que ese mundo no existe ni va a existir. Decir que nuestro trabajo no se puede equiparar a las trabajadoras del hogar es desconocer las luchas sociales de hoy. Las jornaleras de Huelva y las cuidadoras nos apoyan. Mientras vosotras pensáis en el techo de cristal, nosotras o limpiamos el suelo pegajoso, o nos metemos a pilinguis. Oye, Nuria, y qué extraño que la gran mayoría de la sociedad sea hetero y monógama. ¿No será que hay coacción social también? ¿Siempre hay deseo en ese sesso monógamo y hetero que defendéis? ¿Quién dice que siempre hay ahí consentimiento? ¿Quién dice que esas mujeres no buscan autoestima, ser admiradas por otras mujeres, un poco de cariño? Quizás haya otras coacciones pero no las queréis admitir, porque así os sentís superiores a nosotras. Y luego llega el aburrimiento, claro, y...
N.G. O sea, los tíos se van de pilinguis por culpa de las mujeres...
C.C. No, de la heteronormatividad.
N.G. Los tíos se van de pilinguis porque se les ha educado diciéndoles que pueden acceder al cuerpo de la mujer siempre que quieren. Y ahora tú quieres hacernos creer que la prespitación es libertad sensual. Mira, a las abolicionistas nos importa un pito lo que haga la gente en la cama mientras sea consentido, sin coacción y sin que medie pago. Lo que pasa es que ese contrato verbal que dices está viciado, es un consentimiento viciado, inválido. Pero si tú misma me lo has dicho: si no quiero fregar suelos me tengo que meter a fruta, si me das la razón tú... Y eso quieren los proxenetas, y Colau, que promueve el turismo de cerveza, playa y pilinguis. Es un negocio demasiado grande. En Alemania se legalizó un registro de cortesanas en 2002. ¿Sabes Carolina cuántas mujeres hay ahora mismo apuntadas? 46. Esas son las voluntarias.
C.C. Por el estigma. Nosotras no defendemos ese modelo, sino el de Nueva Zelanda, en el que la trabajadora sensual puede parar el servicio en el momento que quiera, y donde una incluso le ganó una querella por acoso sensual a su jefe. Pero mira, nosotras atendemos los deseos de los hombres un rato de nuestra vida. Vosotras, las mujeres heteronormativas, diluís vuestra identidad y os reprimís para encajar. El patriarcado no sólo genera pilinguis, también madres reprimidas...
N.G. Mira, hasta aquí hemos llegado [se levanta], yo no tengo que aguantar estas provocaciones, me largo...
Redactor. Nuria, por favor, espera...
N.G. Es que no tengo por qué aguantar esto, hacer alusiones personales es de muy mala educación...
C.C. Maleducada tú, que siempre me interrumpes...
Redactor. Por favor, la culpa ha sido mía, tenía que haberlo organizado como un debate electoral, con unas normas más claras... No esperaba esto, la verdad. Nuria, por favor, siéntate... ¿Podríais hacer un turno final? Por favor.
N.G. [Se sienta a regañadientes] Mira, esto es muy simple: legalizar la prespitación es perpetuar y permitir violaciones de derechos humanos. La fuente de la prespitación es la pobreza, la falta de oportunidades y la violencia sobre la mujer. Lo demás son florituras. No podemos aceptar que parte de las mujeres estén reservadas para ser esclavas y satisfacer el deseo de los hombres. Punto.
C.C. Punto, ¿no? Siempre vosotras mandáis. Nosotras no podemos elegir. No podemos salir de esto, porque muchas hemos pasado por temporadas en que quisiéramos salir, pero otras opciones no hay. Y además castigando penalmente a los clientes nos queréis llevar a más precariedad. Vosotras hacéis lo mismo que el patriarcado: decirnos qué sexualidad es la correcta, cuál vale y cuál no. Eso de feminismo tiene poco.
Ambas se miran, se levantan y recogen sus cosas en silencio. Se van sin decirse adiós. Ellas no llegan a ningún acuerdo. Tal vez el lector pueda llegar a alguna conclusión.
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