MarcoFurioCamilo
Madmaxista
- Desde
- 17 Oct 2013
- Mensajes
- 6.010
- Reputación
- 8.656
Europa Soberana: Globalistán —construyendo el archipiélago Gulag del futuro tercermundismo global (I de III)
Nunca hubo menor densidad de población humana, y por tanto más espacio vital por habitante y más territorio por tribu, que en el Paleolítico. Por ello, los conflictos armados eran probablemente menos frecuentes en esta época que del Neolítico en adelante. El régimen de vida universal era el cazador-recolector, aunque este modus vivendi variaba mucho al tener que adaptarse a las peculiaridades climáticas, ambientales y territoriales de cada zona: no era igual la mentalidad, la dieta, la vida, la cultura y el comportamiento del cazador-recolector europeo que los del indonesio o el centroasiático; estas peculiaridades regionales acababan forjando, tras milenios, códigos genéticos igualmente peculiares y regionales. En Eurasia, las sociedades humanas eran comunidades reproductivas cerradas y nómadas que se desplazaban siguiendo manadas de mamíferos de las que dependía su sustento, así como fuentes de agua. Con una magnífica dieta, sometido a una despiadada selección natural y a un estilo de vida activo a la intemperie, el hombre era una criatura fuerte y conseguida. El asentamiento permanente no era lo común. Lo más probable es que, la mayor parte del tiempo, en buena parte del Hemisferio Norte se viviese en tiendas de campaña e iglús provisionales. Tampoco puede descartarse un importante trabajo de madera. Las famosas cavernas no eran lugares de asentamiento permanente, sino más bien puntos de encuentro, refugio y santuarios de culto religioso. Las rutas comerciales eran también de muy escaso flujo. Sabemos, por ejemplo, que existía comercio de piedra de *******nal (sílex, utilizado para fabricar armas y herramientas y para encender fuego) y de conchas marinas; probablemente también de pieles de animales, huesos, marfil y madera, en rutas de hasta cientos de kilómetros de longitud.
(.... )
En general, a lo largo de todo el mundo civilizado, desde China hasta Mesoamérica, aquellos que carecían de la disciplina paciente y mansa del campesino, así como de su fatalismo y alta natalidad, se volvían autodestructivos… y esto incluye a la nobleza guerrera, que durante toda la Historia expresará su malestar de bestia enjaulada en espirales de violencia fratricida, conspiraciones de palacio, juegos geoestratégicos, guerras de clanes, operaciones militares suicidas, expediciones comerciales o exploratorias arriesgadas y otros eventos disgenésicos [5] que, en general, hacían que la aristocracia y otros elementos activos, intrépidos, territoriales y agresivos, tuviesen una altísima mortandad. El derroche del oro genético y la multiplicación del plomo genético se convertirán en la nota dominante en este concierto.
Las primeras ciudades importantes son orientales. Varios nombres van brotando en el registro arqueológico: Ur, Uruk, Nippur, Kish, Lagash, Umma, Tebas, Avaris, Mohenjo Daro, Harappa, Ashur, Nínive… La egipcia Menfis estaba bien por encima de los 30 mil habitantes; hoy sería prácticamente un pueblo, pero en la época era la ciudad más grande del mundo, puesto que conservará hasta ser superada por Acad. Ur, actual Iraq, llegará a rondar los 65 mil. En el Siglo VII AEC, Babilonia es la primera en superar los 400 mil habitantes. Parece claro que Roma llegó a los 450 mil habitantes (algunos hablan de hasta un millón) ochocientos años después. La barrera psicológica del millón de habitantes sólo será superada por la iraquí Bagdad en la Alta Edad Media, durante la época del califato. Sarai (sur de Rusia) llegó a los 600 mil habitantes en la Baja Edad Media. Hasta el comienzo de la industrialización, Lagash (Iraq), Alejandría (Egipto), Pataliputra (India), Xi'an (China), Constantinopla (Imperio Bizantino), Ctesifonte (Iraq), Córdoba (España), Merv (Turkmenistán), Fez (jovenlandia), Hangzhou (China), El Cairo (Egipto), Nankín (China) y Beijing (China), además de varias de las que hemos visto antes, llegaron a ser las ciudades más grandes del mundo en un momento dado [6]. En México, Teotihuacán osciló entre los 100-200 mil habitantes durante la Edad Media.
En contraste, la antigua Esparta nunca superó los 20 mil habitantes; hoy no llenarían ni el 30% del estadio de fútbol del Bernabéu en Madrid. Parece que en todo el reino de Laconia no había más de 32 mil espartanos (de los cuales los soldados movilizables eran solo 9 mil), 50 mil periecos (clase media) y 170 mil helotas (clase servil). Todos juntos no sumaban —cuantitativamente, claro está; cualitativamente es otro cantar— la población de algunas de las ciudades más grandes de la época. Su poder político era peculiar, manejado por un consejo de cinco ancianos, dos reyes (diarquía), un senado de 28 ancianos y una asamblea popular a cuyas reuniones tenían derecho a asistir todos los varones de más de 29 años que hubiesen completado satisfactoriamente todas las etapas de su vida militar. La comercial y cosmopolita Atenas representaba un modelo urbano y civilizatorio muy diferente. Con sus 150 mil habitantes, estaba mucho más inflada gracias a la inmi gración y la esclavitud, pero su sustento dependía desesperadamente de mercados extranjeros como Egipto, Ucrania, Asia Menor y el sur de Italia. Una nueva contradicción civilizatoria estaba en marcha: las sociedades basadas en el poder terrestre (telurocracias) entraban en conflicto con las sociedades basadas en el poder marítimo (talasocracias).
La lucha entre un modelo favorecedor de las bajas densidades de población (el de los depredadores montañeses y cazadores-recolectores) y uno de altas densidades de población (las civilizaciones urbanas agrarias) se había extendido con el mismo Neolítico hacia Europa, África, Estasia y las Américas. El modelo volverá a entrar en acción en Europa cuando los rurales macedonios, periféricos de la Hélade, conquisten la urbanizada Grecia y se lancen sobre las riquísimas ciudades de Oriente Medio, instaurándose como aristocracia desde Egipto y los Balcanes hasta Afganistán e India. El patrón se repetirá mucho después en Arabia: la rivalidad entre los pastoriles sirios y los agrarios yemeníes heredó esta dicotomía. También en China: los mongoles y otras tribus del Heartland eurasiático tenderán a hostigar las prósperas ciudades de las llanuras chinas, hasta el punto de que las autoridades chinas acometerán la construcción de la Gran Muralla, que no será suficiente para impedir la instauración de una dinastía mongola en China.
Con la caída del Imperio Romano, muy urbanizado para los estándares de la época, (especialmente en su mitad oriental), una nueva horda procedente de entornos de baja densidad de población, los germanos, irrumpió en una Europa romana ya fuertemente tras*formada por una religión de entornos urbanos, fermentada originariamente entre esclavos de origen tercermundista: el cristianismo. En tiempos de Tácito, sólo las tribus germanas lindantes con Roma practicaban la agricultura, tenían rasgos pseudo-urbanos y llegaban hasta a militar en las legiones. En el resto de Germania dominaba el bosque cerrado inconquistable, las temperaturas eran mucho más bajas que ahora debido a que la espesa vegetación impedía el paso de los cálidos vientos mediterráneos hacia el Norte y se vivía a base de carne y leche.
En Iberia, los invasores germánicos prohibieron el matrimonio con la población autóctona y se negaron a asentarse en las "villas", donde siguió dominando una mezcla de la aristocracia senatorial y jerarquía eclesiástica hispanorromanas. Los visigodos y suevos erigieron asentamientos dispersos en zonas rurales y castillos, y se contentaron con llamar "villanos" a la población urbana, hasta el punto de que la palabra acabó adquiriendo connotación negativa, primero en cuanto a "plebeyo" y después en cuanto a persona de mala ley.
(..... )
Las ciudades de antaño estaban lejos de ser esos lugares de cultura y refinamiento que a veces brotan en nuestra imaginación idealizada. Los antiguos asentamientos de la Era de los Metales estaban al lado de los talleres donde se llevaba al cabo la metalurgia del cobre, cuyos vapores son fuertemente tóxicos. Atenas era una sucia ciudad atestada de pagapensiones orientales y egipcios, en la que las pestes y las hambrunas campaban a sus anchas, y siempre dependiente de mercados extranjeros. Babilonia es universalmente descrita como un nido de depravación y molicie oriental. Roma, con todo su prestigio, era, según el romano Tácito, la ciudad donde todas las tendencias decadentes se daban cita y encontraban su capital, un lugar "donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en otras partes". Un lugar donde una oligarquía económica tremendamente poderosa confundía sus intereses con los de los mercaderes internacionales del Mediterráneo, empleando a las legiones como vanguardia de operaciones comerciales cuyo objetivo era globalizar la cuenca del Mediterráneo y las regiones europeas tribales. Por supuesto, para que los mercaderes mediterráneos pudieran venderles su sarama a las tribus de Germania, el Cantábrico ibérico o el norte de Gran Bretaña, éstas debían ser romanizadas o, en su defecto, cristianizadas. En Mesoamérica, la urbanización estuvo asociada a prácticas de genocidio, canibalismo y sacrificio ritual a una escala nunca vista en el mundo. En Egipto, los generales árabes tuvieron serias dudas en si tomar las decadentes ciudades bizantinas, de modo que acamparon a sus tropas a las afueras y ponderaron si valdría la pena exponer a sus hombres a los vicios y molicie que en tales poblaciones se cocinaban. Las ciudades europeas medievales y renacentistas —lugares insalubres de chinches, de ratas, de "agua va", de pestes y de callejones estrechos con aire viciado estancado— tampoco se quedaban atrás. Madrid, "villa y corte" del Imperio Español, era en su mayor parte un mosaico de tabernas, burdeles, vidas malogradas y callejones oscuros donde las cuchilladas llovían en cualquier esquina o portal y donde los principales alimentos eran el pan y el vino. Sevilla fue descrita por Cervantes como un tablero de ajedrez porque, debido al contraste entre familias de élite y esclavos subsaharianos, sólo había blancos muy blancos y neցros muy neցros.
En cuanto a la "bohemia y hermosa" Venecia, sus canales no eran sino un sistema de alcantarillado al descubierto, que venía a prolongar el insalubre anillo pantanoso que rodeaba la ciudad. Avanzando sobre inmundicia orgánica, las "románticas y pintorescas" góndolas proporcionaban el principal tras*porte en un entorno perfecto para la proliferación de insectos y enfermedades, incluyendo la malaria, el reuma, la artritis, la artrosis y la peste de color. Un paseo en barco por las marismas venecianas era a menudo suficiente para contraer la malaria (según las malas lenguas, la clase dirigente veneciana se quitó del medio al poeta y agente diplomático Dante mandándolo a dar una vuelta por los pantanos). A lo largo de la Edad Media, Venecia perdía rutinariamente al 10% de su población debido a epidemias; durante el Renacimiento, se decía que todos sus habitantes eran extranjeros, aunque gustaban de verse a sí mismos como herederos de Roma. Los carnavales, desvirtuados desde la época clásica, duraban meses enteros y proporcionaban una válvula de escape orgiástica: pan y circo. El clima de codicia, ambición e histeria sociopolítica hacía juego con este cuadro: en el palacio del Dogo de Venecia, un buzón con forma de boca de león recogía las denuncias depositadas por delatores anónimos y fuentes de dudosa solvencia. El denunciado simplemente desaparecía; generalmente secuestrado y estrangulado por agentes de la oligarquía. La policía política y los tribunales secretos eran la única manera de insuflar terror y respeto en los corazones de aquellos que podrían criticar el incomparable poder financiero y comercial del Dogo, su Consiglio y el resto de la oligarquía veneciana, que operaban bajo una bandera de aire claramente babilónico y que no tenían reparos a la hora de aliarse con árabes, turcos, judíos o protestantes. Tanto el inglés Shakespeare como el alemán Schiller fueron conscientes del peligro que entrañaban las redes de Inteligencia del Establishment veneciano "neofenicio", y las estudiaron con atención. Entretanto se iban tras*firiendo activos financieros y know-how venecianos al Banco de Ámsterdam primero y al Bank of England después.
PD:
Necesitar una mascarilla para poder respirar. Estar pendiente de que un grupo de negratas no te rompan la cara. Tener que tomarte tres pastillas al día para no estar deprimido. Está claro: la historia va cada vez a mejor por que lo dice el catedrático López.
Nunca hubo menor densidad de población humana, y por tanto más espacio vital por habitante y más territorio por tribu, que en el Paleolítico. Por ello, los conflictos armados eran probablemente menos frecuentes en esta época que del Neolítico en adelante. El régimen de vida universal era el cazador-recolector, aunque este modus vivendi variaba mucho al tener que adaptarse a las peculiaridades climáticas, ambientales y territoriales de cada zona: no era igual la mentalidad, la dieta, la vida, la cultura y el comportamiento del cazador-recolector europeo que los del indonesio o el centroasiático; estas peculiaridades regionales acababan forjando, tras milenios, códigos genéticos igualmente peculiares y regionales. En Eurasia, las sociedades humanas eran comunidades reproductivas cerradas y nómadas que se desplazaban siguiendo manadas de mamíferos de las que dependía su sustento, así como fuentes de agua. Con una magnífica dieta, sometido a una despiadada selección natural y a un estilo de vida activo a la intemperie, el hombre era una criatura fuerte y conseguida. El asentamiento permanente no era lo común. Lo más probable es que, la mayor parte del tiempo, en buena parte del Hemisferio Norte se viviese en tiendas de campaña e iglús provisionales. Tampoco puede descartarse un importante trabajo de madera. Las famosas cavernas no eran lugares de asentamiento permanente, sino más bien puntos de encuentro, refugio y santuarios de culto religioso. Las rutas comerciales eran también de muy escaso flujo. Sabemos, por ejemplo, que existía comercio de piedra de *******nal (sílex, utilizado para fabricar armas y herramientas y para encender fuego) y de conchas marinas; probablemente también de pieles de animales, huesos, marfil y madera, en rutas de hasta cientos de kilómetros de longitud.
(.... )
En general, a lo largo de todo el mundo civilizado, desde China hasta Mesoamérica, aquellos que carecían de la disciplina paciente y mansa del campesino, así como de su fatalismo y alta natalidad, se volvían autodestructivos… y esto incluye a la nobleza guerrera, que durante toda la Historia expresará su malestar de bestia enjaulada en espirales de violencia fratricida, conspiraciones de palacio, juegos geoestratégicos, guerras de clanes, operaciones militares suicidas, expediciones comerciales o exploratorias arriesgadas y otros eventos disgenésicos [5] que, en general, hacían que la aristocracia y otros elementos activos, intrépidos, territoriales y agresivos, tuviesen una altísima mortandad. El derroche del oro genético y la multiplicación del plomo genético se convertirán en la nota dominante en este concierto.
Las primeras ciudades importantes son orientales. Varios nombres van brotando en el registro arqueológico: Ur, Uruk, Nippur, Kish, Lagash, Umma, Tebas, Avaris, Mohenjo Daro, Harappa, Ashur, Nínive… La egipcia Menfis estaba bien por encima de los 30 mil habitantes; hoy sería prácticamente un pueblo, pero en la época era la ciudad más grande del mundo, puesto que conservará hasta ser superada por Acad. Ur, actual Iraq, llegará a rondar los 65 mil. En el Siglo VII AEC, Babilonia es la primera en superar los 400 mil habitantes. Parece claro que Roma llegó a los 450 mil habitantes (algunos hablan de hasta un millón) ochocientos años después. La barrera psicológica del millón de habitantes sólo será superada por la iraquí Bagdad en la Alta Edad Media, durante la época del califato. Sarai (sur de Rusia) llegó a los 600 mil habitantes en la Baja Edad Media. Hasta el comienzo de la industrialización, Lagash (Iraq), Alejandría (Egipto), Pataliputra (India), Xi'an (China), Constantinopla (Imperio Bizantino), Ctesifonte (Iraq), Córdoba (España), Merv (Turkmenistán), Fez (jovenlandia), Hangzhou (China), El Cairo (Egipto), Nankín (China) y Beijing (China), además de varias de las que hemos visto antes, llegaron a ser las ciudades más grandes del mundo en un momento dado [6]. En México, Teotihuacán osciló entre los 100-200 mil habitantes durante la Edad Media.
En contraste, la antigua Esparta nunca superó los 20 mil habitantes; hoy no llenarían ni el 30% del estadio de fútbol del Bernabéu en Madrid. Parece que en todo el reino de Laconia no había más de 32 mil espartanos (de los cuales los soldados movilizables eran solo 9 mil), 50 mil periecos (clase media) y 170 mil helotas (clase servil). Todos juntos no sumaban —cuantitativamente, claro está; cualitativamente es otro cantar— la población de algunas de las ciudades más grandes de la época. Su poder político era peculiar, manejado por un consejo de cinco ancianos, dos reyes (diarquía), un senado de 28 ancianos y una asamblea popular a cuyas reuniones tenían derecho a asistir todos los varones de más de 29 años que hubiesen completado satisfactoriamente todas las etapas de su vida militar. La comercial y cosmopolita Atenas representaba un modelo urbano y civilizatorio muy diferente. Con sus 150 mil habitantes, estaba mucho más inflada gracias a la inmi gración y la esclavitud, pero su sustento dependía desesperadamente de mercados extranjeros como Egipto, Ucrania, Asia Menor y el sur de Italia. Una nueva contradicción civilizatoria estaba en marcha: las sociedades basadas en el poder terrestre (telurocracias) entraban en conflicto con las sociedades basadas en el poder marítimo (talasocracias).
La lucha entre un modelo favorecedor de las bajas densidades de población (el de los depredadores montañeses y cazadores-recolectores) y uno de altas densidades de población (las civilizaciones urbanas agrarias) se había extendido con el mismo Neolítico hacia Europa, África, Estasia y las Américas. El modelo volverá a entrar en acción en Europa cuando los rurales macedonios, periféricos de la Hélade, conquisten la urbanizada Grecia y se lancen sobre las riquísimas ciudades de Oriente Medio, instaurándose como aristocracia desde Egipto y los Balcanes hasta Afganistán e India. El patrón se repetirá mucho después en Arabia: la rivalidad entre los pastoriles sirios y los agrarios yemeníes heredó esta dicotomía. También en China: los mongoles y otras tribus del Heartland eurasiático tenderán a hostigar las prósperas ciudades de las llanuras chinas, hasta el punto de que las autoridades chinas acometerán la construcción de la Gran Muralla, que no será suficiente para impedir la instauración de una dinastía mongola en China.
Con la caída del Imperio Romano, muy urbanizado para los estándares de la época, (especialmente en su mitad oriental), una nueva horda procedente de entornos de baja densidad de población, los germanos, irrumpió en una Europa romana ya fuertemente tras*formada por una religión de entornos urbanos, fermentada originariamente entre esclavos de origen tercermundista: el cristianismo. En tiempos de Tácito, sólo las tribus germanas lindantes con Roma practicaban la agricultura, tenían rasgos pseudo-urbanos y llegaban hasta a militar en las legiones. En el resto de Germania dominaba el bosque cerrado inconquistable, las temperaturas eran mucho más bajas que ahora debido a que la espesa vegetación impedía el paso de los cálidos vientos mediterráneos hacia el Norte y se vivía a base de carne y leche.
En Iberia, los invasores germánicos prohibieron el matrimonio con la población autóctona y se negaron a asentarse en las "villas", donde siguió dominando una mezcla de la aristocracia senatorial y jerarquía eclesiástica hispanorromanas. Los visigodos y suevos erigieron asentamientos dispersos en zonas rurales y castillos, y se contentaron con llamar "villanos" a la población urbana, hasta el punto de que la palabra acabó adquiriendo connotación negativa, primero en cuanto a "plebeyo" y después en cuanto a persona de mala ley.
(..... )
Las ciudades de antaño estaban lejos de ser esos lugares de cultura y refinamiento que a veces brotan en nuestra imaginación idealizada. Los antiguos asentamientos de la Era de los Metales estaban al lado de los talleres donde se llevaba al cabo la metalurgia del cobre, cuyos vapores son fuertemente tóxicos. Atenas era una sucia ciudad atestada de pagapensiones orientales y egipcios, en la que las pestes y las hambrunas campaban a sus anchas, y siempre dependiente de mercados extranjeros. Babilonia es universalmente descrita como un nido de depravación y molicie oriental. Roma, con todo su prestigio, era, según el romano Tácito, la ciudad donde todas las tendencias decadentes se daban cita y encontraban su capital, un lugar "donde llegan y se celebran todas las cosas atroces y vergonzosas que hay en otras partes". Un lugar donde una oligarquía económica tremendamente poderosa confundía sus intereses con los de los mercaderes internacionales del Mediterráneo, empleando a las legiones como vanguardia de operaciones comerciales cuyo objetivo era globalizar la cuenca del Mediterráneo y las regiones europeas tribales. Por supuesto, para que los mercaderes mediterráneos pudieran venderles su sarama a las tribus de Germania, el Cantábrico ibérico o el norte de Gran Bretaña, éstas debían ser romanizadas o, en su defecto, cristianizadas. En Mesoamérica, la urbanización estuvo asociada a prácticas de genocidio, canibalismo y sacrificio ritual a una escala nunca vista en el mundo. En Egipto, los generales árabes tuvieron serias dudas en si tomar las decadentes ciudades bizantinas, de modo que acamparon a sus tropas a las afueras y ponderaron si valdría la pena exponer a sus hombres a los vicios y molicie que en tales poblaciones se cocinaban. Las ciudades europeas medievales y renacentistas —lugares insalubres de chinches, de ratas, de "agua va", de pestes y de callejones estrechos con aire viciado estancado— tampoco se quedaban atrás. Madrid, "villa y corte" del Imperio Español, era en su mayor parte un mosaico de tabernas, burdeles, vidas malogradas y callejones oscuros donde las cuchilladas llovían en cualquier esquina o portal y donde los principales alimentos eran el pan y el vino. Sevilla fue descrita por Cervantes como un tablero de ajedrez porque, debido al contraste entre familias de élite y esclavos subsaharianos, sólo había blancos muy blancos y neցros muy neցros.
En cuanto a la "bohemia y hermosa" Venecia, sus canales no eran sino un sistema de alcantarillado al descubierto, que venía a prolongar el insalubre anillo pantanoso que rodeaba la ciudad. Avanzando sobre inmundicia orgánica, las "románticas y pintorescas" góndolas proporcionaban el principal tras*porte en un entorno perfecto para la proliferación de insectos y enfermedades, incluyendo la malaria, el reuma, la artritis, la artrosis y la peste de color. Un paseo en barco por las marismas venecianas era a menudo suficiente para contraer la malaria (según las malas lenguas, la clase dirigente veneciana se quitó del medio al poeta y agente diplomático Dante mandándolo a dar una vuelta por los pantanos). A lo largo de la Edad Media, Venecia perdía rutinariamente al 10% de su población debido a epidemias; durante el Renacimiento, se decía que todos sus habitantes eran extranjeros, aunque gustaban de verse a sí mismos como herederos de Roma. Los carnavales, desvirtuados desde la época clásica, duraban meses enteros y proporcionaban una válvula de escape orgiástica: pan y circo. El clima de codicia, ambición e histeria sociopolítica hacía juego con este cuadro: en el palacio del Dogo de Venecia, un buzón con forma de boca de león recogía las denuncias depositadas por delatores anónimos y fuentes de dudosa solvencia. El denunciado simplemente desaparecía; generalmente secuestrado y estrangulado por agentes de la oligarquía. La policía política y los tribunales secretos eran la única manera de insuflar terror y respeto en los corazones de aquellos que podrían criticar el incomparable poder financiero y comercial del Dogo, su Consiglio y el resto de la oligarquía veneciana, que operaban bajo una bandera de aire claramente babilónico y que no tenían reparos a la hora de aliarse con árabes, turcos, judíos o protestantes. Tanto el inglés Shakespeare como el alemán Schiller fueron conscientes del peligro que entrañaban las redes de Inteligencia del Establishment veneciano "neofenicio", y las estudiaron con atención. Entretanto se iban tras*firiendo activos financieros y know-how venecianos al Banco de Ámsterdam primero y al Bank of England después.
PD:
Necesitar una mascarilla para poder respirar. Estar pendiente de que un grupo de negratas no te rompan la cara. Tener que tomarte tres pastillas al día para no estar deprimido. Está claro: la historia va cada vez a mejor por que lo dice el catedrático López.