Todo su poder dentro de la familia dependía de su ascendencia sobre la educación de "las niñas", función que ejercía de manera tiránica y en exclusiva, marginando al consorte, a las tías y a los abuelos. Ahora que la niña ya es mayor de edad, no puede disponer de ella ni su opinión cuenta para nada. Sabe que su "reinado" ha finalizado. De ahí su cara de tristeza y amargura.