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Un hombre de bien | Hispaniainfo
“Queremos y pedimos la aplicación de las penas más rigurosas para aquellos que especulen con la miseria del pueblo”. Ramiro Ledesma Ramos
Un hombre de bien
Publicado 15 abril, 2015 | Por hispaniainfo
B
“Todo reino dividido en facciones contrarias será desolado; y cualquier ciudad o casa dividida en bandos no subsistirá”. San Mateo, 12, 25.
“Libertad, ¿para qué?”. Vladimiro Ilich, Lenin, a Fernando de los Ríos, según testimonio de éste en “Mi viaje a la Rusia Sovietista”, de 1921.
“Si los hombres nos conociéramos mejor, nos odiaríamos menos”. Manuel Iglesias, al Tribunal Militar que le juzgó.
Por Carmelo García.
Un hombre de bien envuelto en el torbellino de repruebo y sangre de la guerra: memoria de una historia que a veces tiene que llorar.
Tierra de Barros. Con Almendralejo, Villafranca es el centro de la comarca, que fue jurisdicción de la Orden de Santiago, cuya iglesia ha dependido de san Marcos de León hasta 1873. Aquí hay una fonda, “Reverte”, de propiedad de un matrimonio, Alberto y Carmen, que, con las rentas que dispensa, permite pasar la vida sin demasiadas dificultades; y de este matrimonio, hacia 1913, nace un hijo, Manuel Iglesias Ramírez, que resultará especialmente inteligente, piadoso y entusiasta: colegial de san José de Villafranca, que los Jesuitas han fundado en 1893, alumno brillante de este centro que se distingue por su calidad educativa, sigue a continuación el bachillerato con los Salesianos de Utrera, que culmina con premio extraordinario en el Examen de Estado, y cursa después estudios superiores en la Universidad de Sevilla, donde obtiene dos licenciaturas, en Derecho y en Filosofía y Letras, con especialidad en Historia de América, con doce matrículas de honor (1).
A este muchacho activo, estudioso y con inquietudes espirituales, no son ajenas las preocupaciones de su tiempo y, con acusada sensibilidad social, canaliza su actividad hacia la F.U.E., en la que ingresa en 1929, preside la organización federal en Sevilla, a la que representa en sucesivos congresos, y llega a formar parte del B.E.O.R., el Bloque Escolar de Oposición Revolucionaria, que, enquistado en aquélla, pretende ser su catalizador radical y, al tiempo, su guardia armada. Milita con fervor en las Juventudes Socialistas y se implica en el desenvolvimiento del Partido Socialista en Extremadura, con intervención en actos en que participan personajes como Margarita Nelken -la singular feminista contraria a que las mujeres votasen, que al iniciarse la guerra pasó al PCE, del que al cabo fue expulsada; como Gustavo Pittaluga -hematólogo afamado que acabaría en un exilio, del que regresaría, para jubilarse como catedrático en 1955; como Simeón Vidarte -quien fallecería en México, expulsado del P.S.O.E. por su apoyo a Negrín.
El entusiasmo militante de Iglesias no radicaliza ni nubla su opción política, de modo que, en el seno de su Partido, vota contra la revolución de Asturias y se opone a aquella unificación de las Juventudes Socialistas con los comunistas que, alentada por Largo, Álvarez del Vayo y Araquistáin, dará lugar a las Juventudes Socialistas Unificadas, que vienen a ser controladas por estos, quienes tacharán a nuestro hombre de socialfascista y besteirista. Desde luego, Iglesias se reclama seguidor de la línea “ética” que representarían Jaime Vera, Besteiro y Fernando de los Ríos.
Fernando de los Ríos
Cabe la conjetura de si su relación con Fernando de los Ríos fue motivo de llegarse a Rascafría, donde éste holgaba los veranos, y ocasión de conocer a Lola, también veraneante del pueblecito serrano, que sería la mujer de su vida.
Llega el 18 de julio de 1936 e Iglesias es convocado, el 22 del propio mes, por los diputados socialistas por Badajoz Margarita Nelken y Jesús de Miguel, comisionándole para que, con las armas largas que le proporcionan, forme en la columna que, integrada principalmente por milicianos, con algunos soldados del 16º Regimiento de Badajoz, Carabineros y Guardias de Asalto, a las órdenes del coronel Ildefonso Puigdengolas y Ponce de León, va a enfrentarse al avance de las fuerzas de la Legión. Son días críticos, en los que es vital la conexión de la tropa que avanza desde Sevilla con aquélla de Mola que ya domina Cáceres. Puigdengolas tiene un historial militar brillante: veterano de las guerras de Cuba y del Rif, coronel Inspector del Cuerpo de Seguridad con destino en Sevilla. El choque tiene lugar en las sierras del Castillo y San Cristóbal, en los Santos de Maimona, donde su intento de constituir un perímetro de defensa se va a ver desbaratado por la enérgica resolución del Tercio. Hay desbandada, e Iglesias, in extremis, toma el último tren que parte de Mérida a Madrid, y se salva en unas condiciones que, desde el punto de vista estrictamente marcial, no cabe motejar de gloriosas.
Margarita Nelken
Ya en la capital, tras fungir de Comisario Político del Batallón “Margarita Nelken”, desplegado en la Ciudad Universitaria, recibe de Indalecio Prieto la designación de Teniente Auditor, a las órdenes del general Pozas, en el frente de Aragón. Poco satisfecho de un nombramiento eventual, se desplaza a Valencia y concurre a las oposiciones para ingreso en el Cuerpo Jurídico Militar de la República, en el que no le cuesta ganar plaza, siendo nombrado Teniente Auditor en Campaña con destino, como Secretario Relator, en el Tribunal del VI Cuerpo de Ejército, desplegado en El Pardo y en Hoyo de Manzanares. La templanza política de Iglesias le enfrenta con el jefe de este Cuerpo, Ortega, militante comunista, y se ve en trance de instar, por mediación de Prieto, su traslado al IX Cuerpo de Ejército, que manda un socialista y militar profesional, Francisco Menoyo, que le destina como Auditor-Presidente del Tribunal Militar radicado en Úbeda. Entre tanto, en el 38, en un viaje a Madrid, consigue algo que estaba entonces al alcance de pocos: encontrar un cura de los escasos que quedaban vivos después de las atroces persecuciones, para que bendiga el matrimonio que contrae con Lola Peláez Zapater, su novia de Rascafría.
S Juanito M. Angel destrozado por el Frente Popular
En Úbeda no llega a tiempo de intentar evitar el tremendo martirio de las cosas que esta ciudad sufrió (2): ni el retablo de Berruguete, que ardió, ni la reja de Villalpando, de la capilla del Salvador, que las mujeres del Frente Popular redujeron a escombros, ni el Sanjuanito de Miguel Ángel, la única pieza de la mano del genio renacentista que había en España, que trituraron concienzudamente a mazazos y sólo setenta años después ha podido ser apenas recompuesta, para dar vaga idea de lo que fue. Pero sí que presta Iglesias ayuda a personas del bando enfrentado, sin merma de cumplir sus obligaciones como Oficial del Cuerpo Jurídico. Así, mientras que interviene en numerosas causas de su jurisdicción, consigue, en uno de sus viajes a Madrid, salvar la vida de Fernando Castaño, a quien se llevaban detenido las Milicias del Frente Popular; presta su colaboración a un vecino de Úbeda de filiación derechista, Antonio Benito Ruiz; llega a entregar una pistola para su defensa a un falangista clandestino, Enrique Puyol Casado; evita el asesinato de quien había sido su profesor, el sacerdote salesiano Don Claudio Sánchez Martín; protege a Lorenzo Polaino Ortega, también de Falange, en cuya defensa llega a declarar que había sido antiguo compañero suyo en la F.U.E; extiende su amparo, en lo que puede, a muchas personas de filiación católica y falangista, llegando a arriesgarse a esconder en su propio domicilio, durante cuatro largos meses, a Manuel-Ángel Carnero Quesada, agente infiltrado del Servicio de Información y Policía Militar que, al mando del coronel Jiménez Ungría, dependía directamente del Cuartel General de Franco.
Exilio de soldados republicanos a Orán.
Abril de 1939: hay aglomeraciones en los barcos que zarpan de Cartagena y de Alicante. Otros tienen la habilidad, o la suerte, de escapar. Pero no Iglesias, que se encuentra en Úbeda el día en que, cautivo y desarmado su ejército, culmina la guerra. Es apresado e inicia un periplo que hay que suponer terrible por las cárceles de Úbeda, el Puerto de Santa María y Sevilla. En la depuración de responsabilidades, Consejo de Guerra Sumarísimo de Urgencia número 15.524, salen a relucir las 650 causas en que intervino como presidente del Tribunal Permanente del IX Cuerpo de Ejército desde marzo de 1938: causas de las que, con su firma, 9 concluyeron en sentencias de fin. La sentencia en su Consejo de Guerra –en que es defendido por Alfonso García-Valdecasas, que había sido uno de los oradores del mítin fundacional de la Falange- viene a ser, con semejantes resultandos, la previsible en aquel trance: pena capital.
Fuerzas de la Legión que asaltaron los Santos de Maimona.
No se arredran sus familiares y amigos, que le quieren bien, e inician una carrera de gestiones, súplicas y viajes que permitan ganar testimonios en que fundar la petición de su indulto. Y poco a poco, con las dificultades propias de la situación y el momento, van consiguiendo hilarlos. Castaño, agradecido a quien le salvó la vida, Benito, a quien libró de una detención de consecuencias muy arriesgadas, Puyol, que recibió de él un arma, Don Claudio, el salesiano, Polaino, de quien se fingió camarada, Carnero, el agente de Franco al que ocultó, declaran abiertamente en su favor. Éste llega a manifestar que Iglesias “repudiaba los actos delictivos de los gente de izquierdas y deseaba rotundamente el triunfo de nuestra Revolución Nacional Sindicalista”. También pesa en su favor el matrimonio católico que había contraído en plena guerra, que acreditó con oportuno certificado el Obispado, su magnífico expediente académico, que expide la Universidad de Sevilla; y tiene el aval de alguien entonces muy considerado, Pedro Gamero del Castillo, presidente que había sido de la Confederación de Estudiantes Católicos de España y condiscípulo en las dos carreras que ambos cursaron en la Universidad sevillana; y del falangista Ezequiel Puig Maestro-Amado, también de Sevilla, quien recuerda que le protegió en Madrid, y que favoreció en lo que pudo a las gentes de las “fuerzas nacionales”. Consiguen incorporarse testimonios de José Altamirano y José Gil Seoane, profesores librados del S.I.M. republicano por Iglesias; del abogado madrileño Luis Serrano, del presidente de la Asociación de Estudiantes Católicos de Sevilla, Juan Manzano Manzano, compañero suyo en Filosofía y Letras. Pero de tantos testimonios en su favor, el que probablemente resulta ser más decisivo es el acuerdo de la Falange local de Úbeda de 12 de julio de 1939, por el que “se solicita el indulto para Don Manuel Iglesias Ramírez, Presidente que fue del Tribunal Militar del IX Cuerpo de Ejército, en ocasión a sus muchos servicios prestados a favor de los individuos afectos al glorioso Movimiento” (3).
La pena de fin viene a ser conmutada por la de reclusión durante 30 años, pero ya a finales de 1943, reducida ésta a 20 años, es puesto en libertad, aunque obligado a vivir en su pueblo natal. En 1944 se establece ya en Madrid y -méritos académicos no le faltaban- ingresa cono funcionario en el Ministerio de Trabajo.
Sus ideas no cambian. Sirve fielmente a la Administración en el Seguro Obligatorio de Enfermedad, organismo que –lo reconoce con lealtad y sin ambages- ha creado el régimen de Franco, no la República, pero sigue siendo el que siempre fue. Al ocaso del franquismo, forma abiertamente en su P.S.O.E., como militante de base, sin disimular la queja de que en este partido “renovado” conoció a muy pocos que militaran como socialistas antes de la tras*ición, a lo sumo nueve, haciendo cuentas. Con el puntillo de amargura de una realidad política que no se compadece con sus aspiraciones de idealista, entrega el alma en el lugar en que conoció a Lola, en Rascafría, en 1986.
¿Qué había en el interior de Manuel Iglesias Ramírez? ¿Un recto militante socialista que, hastiado de las aberraciones que veía en el bando en que militaba, se aprestó en ocasiones a defender a adversarios que sabía inicuamente perseguidos?, ¿un superviviente que buscaba coartada para cuando llegara la derrota de los suyos?, ¿un hombre de bien que vivía, dividido en sí mismo, la tragedia de la contienda, que padecía la guerra civil en la hondura de su alma? Quizá una mezcla de todo, en proporciones que sólo Dios sabe; una peripecia que mueve a considerar el horror del enfrentamiento entre hermanos, el designio ardiente de que tal cosa nunca se repita, la imposibilidad de interpretar con trazos gruesos una realidad tan abundante en matices, gamas y voluntades condicionadas por los acontecimientos. Algo, en cualquier caso, muy distinto a la actitud de quienes quisieran desenterrar hoy el hacha del 39, de los que, sin demasiada conciencia, profesan el revanchismo, entre los que acaso el nieto del biografiado, Pablo Iglesias Turrión.
(1) De la vida de Manuel Iglesias hay profunda y amplia referencia en “Masacre. La represión franquista en Villafranca de los Barros (1936-1945)”, de Francisco Espinosa Maestre, publicado por Aconcagua Libros en 2011.
(2) Los destrozos de la Guerra Civil en la Sacra Capilla del Salvador.
Los destrozos de la Guerra Civil en la Sacra Capilla del Salvador | visitaubedaybaeza.com
(3) Historia de Úbeda en sus documentos. Ginés de la Torre Navarrete.
http://www.vbeda.com/gines/tomo1/a449.pdf
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