La atrofia en la Iglesia contemporánea. Francisco es un papa...discutible. Se necesita nuevo CONCILIO ECUMÉNICO (Deus Vult inside)

Turguéniev

Himbersor
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Hola, foreros:

Os dejo un artículo de mi blog. Es algo diferente a lo que normalmente escribo. Planteo la necesidad de celebrar un nuevo concilio ecuménico (universal) que dé respuesta a los problemas actuales de la Iglesia.
Creo que lleva años anquilosada, rendida a los pies del político de turno y comprando todas las ideologías laicas que hay actualmente. Para muestra, un botón:


Qué tipo de Iglesia queremos? Una que sea un portavoz del gobierno laico? De ser así, ¿acaso necesitamos un papa?

Tema polémico y algunos católicos no están de acuerdo conmigo, pero bueno, que quede ahí el debate.


Quo vadis, Franciscus? La religión y la necesidad de un nuevo concilio universal:

Con anterioridad, la Iglesia ha mostrado reservas para llamar a concilio. En el siglo XIV, se originaron posturas críticas con la autoridad del papa que llevaron, incluso, a un profundo cisma en el seno de la institución entre 1378 y 1417. Algunos autores, como Conrado de Gelnhausen y Enrique de Langenstein, plantearon que los problemas que aquejaban a la Iglesia católica solo podían ser resueltos si se limitaba el poder papal en favor de un concilio general: nace, de este modo, la teoría conciliarista.

El siglo XV fue un período de continuas luchas entre los partidarios de esta doctrina y la autoridad papal, que había sido dañada en el Concilio de Constanza (1417) gracias a la aprobación de los decretos Haec Sancta y Frequens. El primero reconocía la autoridad conjunta del papa y del concilio; el segundo obligaba a convocar sínodos periódicos.

Ambos decretos supusieron un duro golpe para los obispos de Roma, que estuvieron sometidos por el temor a ver dañada su potestad durante buena parte del siglo XV y el siglo XVI. El Concilio de Trento (1545-1563), aún siendo uno de los más importantes de la historia de la cristiandad, no pudo resolver por completo este problema. Hubert Jedin considera que lo que se produjo fue un ocultamiento consciente de la polémica, que no se zanjaría hasta el Concilio Vaticano I (1869-1870) y el Concilio Vaticano II (1962-1963).

Es hora ya de demostrar que los miedos han sido vencidos y las cobardías superadas. Por esto, planteo la necesidad de convocar un nuevo concilio ecuménico. Han tras*currido bastantes años desde el anterior y la sociedad occidental está experimentando cambios vertiginosos que bien justifican una nueva convocatoria.

El Concilio Vaticano II tuvo como eje central la adecuación de la Iglesia a los tiempos del momento. Cosechó buenos éxitos al reconocer el papel activo de los laicos y fomentar el estudio autónomo, histórico y científico de la Iglesia. Con todo, los cambios que estamos sufriendo nos impulsan, con mayor ahínco, a un nuevo sínodo, pues considero que los principios del Vaticano II han quedado, o quedarán más pronto que tarde, obsoletos.

Hay dos temas que deberían ocupar la agenda de este sínodo. En primer lugar, la juventud y la pérdida de creyentes y, en segundo, la redefinición del papel de la Iglesia en la sociedad del futuro.

Juventud y desplome de la fe

No es ningún secreto la pérdida constante de creyentes, especialmente entre los más jóvenes. Cabe preguntarse, no obstante, quién ha abandonado a quién; ¿ha sido la juventud la que ha abandonado a la Iglesia o, por el contrario, han sido la segunda la que ha desatendido a los primeros? Sea como fuere, lo cierto es que la merma de quienes se adscriben a la fe católica es más que patentable. Esto debería ser la columna vertebral de toda la política papal.

Es también notorio el profundo nihilismo, apatía y desasosiego que acechan a estos grupos. Se encuentran perdidos y abandonados por la ausencia, en la sociedad actual, de verdades permanentes. Esta falta los lleva a abrazar dogmas y doctrinas profundamente destructivas que ninguna felicidad les aporta —feminismos, racismos y ecologismos—. Con esto se pierden muchas almas y se arruinan no pocos futuros.

Papel de la Iglesia en la sociedad del futuro

El otro gran pilar de este hipotético concilio debería ser qué rol va a jugar la Iglesia en el futuro inmediato. La sociedad ha cambiado profundamente desde los tiempos del Concilio Vaticano II. El bloque soviético ha caído, Internet y su democratización han generado un escenario no conocido en aquellos tiempos, las guerras en el viejo continente han vuelto y nuevas ideologías dominantes han surgido y han desplazado a las viejas formas de pensamiento. La Iglesia no puede permitirse quedar al margen en esta sociedad postindustrial.

Para ello, debe erigirse como la institución independiente que siempre ha sido. Durante demasiado tiempo, la Iglesia ha bailado al son de la música de otros y su papel se ha limitado a los mundi et orbi y a los dos o tres tuits protocolarios. Ha suscrito cada una de las teorías emanadas de otros poderes con una actitud de indecisión mal disimulada. La Iglesia no debe ser relegada a ser un mero instrumento de otras fuerzas; debe manifestar al mundo su utilidad para las personas; recuperar el papel de guía que tuvo en otros tiempos.

Estos desafíos no están exentos de dificultades. Con todo, si la cobardía vence a la vehemencia serán muchos más los que se vean obligados a abandonar toda fe al no ver en ella provecho alguno. Esperemos que la gallardía ocupe su lugar en el Vaticano. Nos jugamos el futuro y, por tanto, necesitamos un nuevo concilio ecuménico.




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Magnífica propuesta.

Es necesario ese Concilio Ecuménico y "pasar la escoba" en el Vaticano.

Enviado desde mi Olivetti Linea 98.
Que conste que no es una idea muy popular... no sé si por miedo o por no caer en el "luteranismo".

Yo es que entiendo que un papa tiene que ser algo más que una persona que se dedique a lanzar mensajes Mr Wonderful.
 
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