La antigua pastelería de Madrid que arrasa como club 'sado': "El que piensa que aquí se pega, no entra"

Vlad_Empalador

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La antigua pastelería de Madrid que arrasa como club 'sado': "El que piensa que aquí se pega, no entra"
Su principal atractivo es la 'sala de juegos': fustas, cepos para sumisión, mesa de acero...
Sala de juegos, con el cepo y la cruz de San  Andrés.

Sala de juegos, con el cepo y la cruz de San Andrés.JAVIER BARBANCHO

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Actualizado Miércoles, 20 julio 2022 - 22:38
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En el número 13 de la calle Amaniel hay dos puertas negras con una ventana redonda; en el cristal se lee LNP. Es la entrada a La Nueva Pastelería, un local privado en pleno centro de Malasaña, convertido en referente internacional de la escena BDSM: bondage -atamientos eróticos-, dominación, sadismo y masoquismo. No es cualquier club. Hay que llamar al timbre, a la izquierda, para que el guardarropa abra la puerta.
Entonces, uno de los encargados de seguridad, que suele ser Orsendo, hace las preguntas clave: ¿Sabes a dónde vienes? ¿Conoces el local, el ambiente? "Si dicen 'aquí se pega a la gente', mal". "Si sueltan 'aquí hay cortesanas', mal". Son preguntas filtro para evitar mirones y situaciones incómodas.
Si consideran que eres apto para entrar en La Nueva Pastelería te piden un documento de identificación. Tienen todos los datos de las personas que cruzan el umbral: cualquier persona que pasa debe registrar su nombre, apellido y DNI. Como asociación están obligados a que todo el que entre al local esté registrado como socio, aunque sea por un día.
En el interior hay un salón principal con billar francés, zona de fumadores, sillones de cuero... El elemento indispensable es un proyector que reproduce pronografía toda la noche. Se puede practicar sesso en todo el local -excepto en el baño-, pero el dueño siempre recomienda usar la sala de juegos: un espacio con grandes ventanales, cuyo interior se puede ver desde cualquier parte del club. Dentro están los juguetes: una cruz de San Andrés, fustas, látigos, una mesa de acero en altura y el cepo, un objeto de madera para inmovilizar al sumiso.
El dueño en la zona de fumadores

El dueño en la zona de fumadoresJAVIER BARBANCHO

"No se practica sesso por todas las esquinas, la idea es que se haga de forma elegante y practicando el sadomasoquismo", afirma Odín, el propietario. En el local quiere evitar la práctica del sesso convencional: "Nosotros llamamos vainilla a las relaciones tradicionales; no es nada despectivo, es para diferenciarnos".
Odín está siempre pendiente de lo que ocurre dentro del local, vestido con traje, completamente de neցro. Se bautizó a sí mismo como el dios más importante de la mitología nórdica. Desde su infancia, Odín sentía atracción hacia prácticas sensuales que escapaban de la norma (que más tarde las reconocería como BDSM). Cuenta que, cuando era solo un niño, vio en una película una escena de una india atada a un poste, siendo azotada por un confederado. "Fue mi primera toma de contacto con el sesso. No sabía qué me pasaba, pero aquello me gustaba", confiesa.
"ME VOY A LA PASTELERÍA"
Años después abrió La Pastelería, un local registrado como asociación, un Club de Fumadores. Pero en sus estatutos defienden el estilo de vida BDSM. Este lugar era una antigua Pastelería, de ahí el nombre. "Quisimos mantenerlo, es muy típico que se le llame La Mazmorra de... y queríamos romper con eso". La idea era jugar con otro concepto: el del BDSM con glamour y elegancia, con clase. "Rompe la estética de los lugares lúgubres, mazmorras tétricas y cuero". Mantuvieron el nombre y el letrero.
Desde fuera, podía parecer, literalmente, una pastelería: "Esa era la idea, que puedas estar hablando con alguien en un bar y decir; 'Bueno, me voy a la pastelería'". En el datáfono también consta ese nombre, que a veces provoca anécdotas, como la de un socio que le comentó: "Oye, a ver si lo cambiáis porque mi mujer está viendo tickets de Pastelería, Pastelería... y me dice, jorobar, que eres diabético".
Durante años, Odín y muchos otros fanáticos del BDSM debían permanecer en la clandestinidad; el sesso violento era percibido como una desviación, casi como una enfermedad mental. "Era una época dura. Se nos aplicaba la Ley de Vagos y Maleantes", recuerda el dueño. A día de hoy, sigue siendo una práctica rodeada de prejuicios, pero existen referentes para comprenderla. "¿Qué es eso del BDSM? 'Lo de la película de las 50 sombras de Grey'". Aunque la película no es, en absoluto, una representación fidedigna de este mundo, Odín reconoce que "al menos marcó un hito de normalización". Fustas, esposas y el cuarto rojo de Christian Grey es solo una parte de la iconografía del BDSM.
Evento Cabaret 'Años 20' en  La Nueva Pastelería

Evento Cabaret 'Años 20' en La Nueva PasteleríaE.M.
El azote no necesariamente es sinónimo de esta práctica. Lo importante es el plano psicológico: la dominación mental. "Implica que haya una persona que crea una dependencia hacia ti, pero que disfruta con esa subordinación". Es compleja la línea que separa la dominación voluntaria de la manipulación. La psicóloga y sexóloga Laura Moreno advierte que en este tipo de prácticas con violencia tan explícita es importante "establecer de antemano los límites del consentimiento".
En este sentido, el encargado de La Pastelería afirma que en este mundo existe mucho "depredador que se aprovecha" de esta sumisión voluntaria. En el local son los propios socios quienes evitan estos abusos. "Siempre pedimos que se diga si alguien molesta o está interrumpiendo algo que no debe". Consentimiento, sensatez y seguridad son los principios que Odín repite constantemente. También la elegancia.
Importa el qué pero también el cómo: "Nunca dejaríamos entrar a un hombre con gorra y bermudas. En ese sentido, sí, soy purista". Aunque es imposible reconocer a un aficionado del BDSM únicamente por su aspecto físico y eso es -para muchos- parte de su atractivo. Cualquiera puede sorprenderte, la persona que en su vida cotidiana va de traje y corbata, o el que opta por las cadenas y ropa de cuero. El dueño, orgulloso, dice que "aquí, una vez dentro, nadie es quien es fuera".
Odín sentado en un trono, en la sala de juegos

Odín sentado en un trono, en la sala de juegosJAVIER BARBANCHO
En el local hay variedad de edades, roles, géneros y tendencias. Con mucho poder adquisitivo, o poco. Incluso gente conocida, pero todos se atienen al estricto dress code donde "predomina el cuero y lo sensual". Los hombres "son fáciles de distinguir en su rol", especialmente los dominantes, que suelen ir con traje impecable y completamente de neցro. En el caso de las mujeres, solo las dominatrix pueden usar pantalones o ir de rojo, mientras que las "chicas sumisas visten completamente de neցro y optan por faldas o vestidos".
Uno podría pensar que el hombre es el dominante y la mujer la sumisa. Pero ese no es siempre el caso. Cada vez hay más dóminas y mujeres que tienen relaciones gayses en La Nueva Pastelería. Pero Odín al que más admira es al sumiso masculino, "el chico que dice 'yo dejo que mi señora me pise, me haga esto y tal'. Me parece mucho más valiente que el dominante, ese machote que genera envidia entre sus amigos", admite. Cree que, por los prejuicios hacia el BDSM, mucha gente de todos los géneros y preferencias sensuales que "puede sentir atracción hacia este mundo y reprimirlo toda su vida". Cómo imaginar que está ahí, en una antigua pastelería del viejo Madrid.
 
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