MAESE PELMA
me gusta depilarme los huevones y tocármelos
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Aunque los archipámpanos de Bruselas traten de rebajar el exultante optimismo del ministro Bolaños, lo cierto es que la Unión del Pudridero Europeo no pondrá reparos, o sólo reparos cosméticos, a la ley de amnistía guisada con los indepes. Y es que la misión de la Unión del Pudridero Europeo no es otra sino someter, humillar y convertir en guiñapos a los países bendecidos por la luz de Roma, en beneficio de los países anegados de nieblas germánicas, que así hallan cetrino consuelo en su lóbrega vida sin canciones ni risas. Como señala el profesor Miguel Ayuso, la misión de esa sedicente Unión (que en todo caso es unión de hormiguero, como la de aquéllos cuyo nombre es Legión) no es otra sino crear en los Estados miembros un clima 'posestatal', mediante la tras*ferencia a brumosos organismos burocráticos de competencias que implican su abandono; y también dispersar el poder político bajo una única supranacionalidad con sede en Bruselas.
Y vaya si lo están logrando; con ayuda, desde luego, de las distorsiones cognitivas introducidas en las gentes de derechas, a quienes se ha hecho creer que la Unión del Pudridero Europeo será nuestra salvación. Pocas cosas nos dan tanta pena en la vida como ver a esas muchedumbres derechosas con su banderita de la Unión del Pudridero Europeo al hombro, en manifestaciones donde las arengan escritores socialistas renegados que invocan el 'Non serviam' luciferino como argumento de autoridad y vía de salvación para España. Y las muchedumbres derechosas, como el periodismo farlopero que las apacienta, aplauden a rabiar.
Pero a ese mismo periodismo farlopero que instila distorsiones cognitivas en los cerebros de la gente de derechas, diciéndole que la Unión del Pudridero Europeo es nuestra salvación, le parece ridículo o grimosillo que haya gente que se junta en Ferraz a rezar el rosario. Resulta, sin embargo, que la bofia no tunde las costillas a los que llevan la banderita de la Unión del Pudridero Europeo, sino a los que rezan; resulta que la Delegación del Gobierno no prohíbe llevar la banderita de marras por la calle, sino rezar; resulta, en fin, que ondear banderitas de la Unión del Pudridero Europeo a la puerta de un abortorio no está penado, mientras que rezar sí lo está. Prueba inequívoca de que rezar resulta mucho más perturbador para quienes creen y tiemblan (y, por lo tanto, mucho más eficaz) que ondear banderitas de la Unión del Pudridero Europeo (y, en general, cualquier banderita).
¿Y por qué molesta tanto que la gente rece en público a todos los que creen y tiemblan? Porque rezar significa «hablar con Dios y pedirle toda clase de bienes»; y quienes creen y tiemblan (incluido el periodismo farlopero que apacienta a la derecha) prefieren que los hombres hablen con quienes pueden traerles toda clase de males. Por eso unos prohíben rezar (la facción gubernativa) y otros se pitorrean de quienes rezan (el periodismo farlopero). Pero burlarse del coloquio con Dios, en el que el hombre emplea todas las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad), a las que suma el fervoroso anhelo, es tanto como burlarse de la condición humana, que siempre en las circunstancias difíciles, cuando se siente desfallecer, impetra la ayuda de Quien es más fuerte que él.
Rezar, en privado y en público, ayuda a que el cielo nos conceda una gracia; pero no podemos pretender que la gracia subsane lo que nuestra naturaleza ha abandonado. Si se quiere solucionar un problema político se deben emplear medios políticos adecuados, sobre los que luego podrá actuar la gracia (sobre todo si se la invoca mediante la oración). Pero permanecer encadenados a todos los males que nos han conducido hasta aquí, haciendo profesión de fe constitucionalista y pensando que los archipámpanos de Bruselas nos van a ayudar, es del género orate, por mucho que añadamos al guiso la pimienta del rezo; y, además, Dios escupe esas oraciones, como escupe la del botarate que no sabe lo que es un endecasílabo y le pide inspiración para escribir un soneto. Quien desee rezar con eficacia debe recordar el refrán que reza así: «A Dios rogando y con el mazo dando».
Y vaya si lo están logrando; con ayuda, desde luego, de las distorsiones cognitivas introducidas en las gentes de derechas, a quienes se ha hecho creer que la Unión del Pudridero Europeo será nuestra salvación. Pocas cosas nos dan tanta pena en la vida como ver a esas muchedumbres derechosas con su banderita de la Unión del Pudridero Europeo al hombro, en manifestaciones donde las arengan escritores socialistas renegados que invocan el 'Non serviam' luciferino como argumento de autoridad y vía de salvación para España. Y las muchedumbres derechosas, como el periodismo farlopero que las apacienta, aplauden a rabiar.
Pero a ese mismo periodismo farlopero que instila distorsiones cognitivas en los cerebros de la gente de derechas, diciéndole que la Unión del Pudridero Europeo es nuestra salvación, le parece ridículo o grimosillo que haya gente que se junta en Ferraz a rezar el rosario. Resulta, sin embargo, que la bofia no tunde las costillas a los que llevan la banderita de la Unión del Pudridero Europeo, sino a los que rezan; resulta que la Delegación del Gobierno no prohíbe llevar la banderita de marras por la calle, sino rezar; resulta, en fin, que ondear banderitas de la Unión del Pudridero Europeo a la puerta de un abortorio no está penado, mientras que rezar sí lo está. Prueba inequívoca de que rezar resulta mucho más perturbador para quienes creen y tiemblan (y, por lo tanto, mucho más eficaz) que ondear banderitas de la Unión del Pudridero Europeo (y, en general, cualquier banderita).
¿Y por qué molesta tanto que la gente rece en público a todos los que creen y tiemblan? Porque rezar significa «hablar con Dios y pedirle toda clase de bienes»; y quienes creen y tiemblan (incluido el periodismo farlopero que apacienta a la derecha) prefieren que los hombres hablen con quienes pueden traerles toda clase de males. Por eso unos prohíben rezar (la facción gubernativa) y otros se pitorrean de quienes rezan (el periodismo farlopero). Pero burlarse del coloquio con Dios, en el que el hombre emplea todas las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad), a las que suma el fervoroso anhelo, es tanto como burlarse de la condición humana, que siempre en las circunstancias difíciles, cuando se siente desfallecer, impetra la ayuda de Quien es más fuerte que él.
Rezar, en privado y en público, ayuda a que el cielo nos conceda una gracia; pero no podemos pretender que la gracia subsane lo que nuestra naturaleza ha abandonado. Si se quiere solucionar un problema político se deben emplear medios políticos adecuados, sobre los que luego podrá actuar la gracia (sobre todo si se la invoca mediante la oración). Pero permanecer encadenados a todos los males que nos han conducido hasta aquí, haciendo profesión de fe constitucionalista y pensando que los archipámpanos de Bruselas nos van a ayudar, es del género orate, por mucho que añadamos al guiso la pimienta del rezo; y, además, Dios escupe esas oraciones, como escupe la del botarate que no sabe lo que es un endecasílabo y le pide inspiración para escribir un soneto. Quien desee rezar con eficacia debe recordar el refrán que reza así: «A Dios rogando y con el mazo dando».