BGA
Madmaxista
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Bueno, si lo dice por que es motivo de enfrentamientos más que de acercamientos, tiene razón. Es así con todos los temas que le importan a la gente. Hay un componente pasional en todos los modos de compartir -o guerrear- con puntos de vista. También parece inútil tratar de convencer a otro que sigue directrices distintas, desde las profesionales que incurren en terrenos no estrictamente profesionales a las políticas, ideológicas, sanitarias... e incluso deportivas.
Si a lo que se refiere es que es menso el hecho mismo de discutir sobre algo que a su parecer es intranscendente porque no cree que exista nada que justifique el hecho religioso, solo decirle que en el pensamiento religioso se conjugan todas las perspectivas sobre el hombre, sobre su vida, misión, fin y tras*cendencia. Estas cuestiones, que empezaron siendo centrales a la religión, han tras*pasado sus fronteras y ahora se encuentran bien asentadas en las distintas corrientes de filosofía, antropología, sociología y política. Si usted fuera capaz de demostrar que en esos campos en los que se mueven ahora -al margen de la religión- algunas de las grandes inquietudes del hombre la discusión es más eficiente o menos estulta, tendría que darle la razón, pero me temo que no podrá demostrarlo. La razón es simple: la pasión al servicio de la identificación personal con los distintos modos de entender la realidad desborda la presunta razón bajo la cual las discusiones dejarían de ser estúpidas.
Si existe o no la Verdad, o una verdad última para todos los fenómenos que observamos y experimentamos, sigue siendo una gran pregunta que arroja distintas respuestas en un caso o en el otro. Si no existe la Verdad solo existiría la voluntad humana y eso tiene consecuencias: dado que la verdad es una acomodación a los intereses creados y cambiantes, el resultado final ya no sería el de discutir estúpidamente, sino el de imponer por la fuerza el pensamiento único. Si alguien tiene el poder de imponer su verdad, tiene también la potestad de acallar todas las voces disonantes y como la verdad no importa sino la voluntad del que ostenta el poder, se acabaría por decreto con las discusiones estúpidas...
Si es cierto que no es fácil cambiar de opinión, no es menos cierto que si no existieran opiniones distintas muy pocos tendrían la capacidad para escapar del relato único. No me negará que el precio por evitar discusiones estúpidas es francamente impagable.