En el año 1789, una parte nada poco apreciable del pueblo francés comenzaba a pensar lo mismo y había ganado la batalla. Si el rey hubiera sido mínimamente inteligente, hubiera utilizado a su favor la revolución y es posible que Francia fuera hoy en día monarquía constitucional, como Gran Bretaña.
Un rey medio-español, más inteligente y mejor jefe de Estado lo que jamás fue ese patán, tuvo que enfrentarse a sus súbditos castellanos, aragoneses y protestantes y fue mucho más listo que ellos: a los primeros los venció (Castilla podría haber sido la primera monarquía constitucional de Europa; hay algún documento dejando claro a Carlitos que era su empleado y a ellos debía su posición), pero les hizo creer que serían la cabeza de sus reinos. Con los protestantes no pudo, claudicó ante ellos y lo suyo costó que el Sacro Imperio aceptase su abdicación.