Isbuscenskij, 1942. El canto del cisne de un arma milenaria
En 1942 la caballería italiana lanzó un asalto contra una posición soviética en Isbuscenskij, dando uno de los últimos ejemplos del valor de este Arma.
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"La columna Bettoni pertenecía al 8.º Ejército italiano, encargado de proteger el flanco izquierdo del 6.º Ejército alemán en su avance hacia Stalingrado. Los italianos, desplegados al sur del sinuoso Don, ocupaban un frente demasiado extenso para ser defendido con las escasas fuerzas de que disponían. El 63.º Ejército soviético llevaba un tiempo tanteando su frente en busca de puntos débiles. El 20 de agosto atacó concentrando sus esfuerzos contra las posiciones de la División Sforzesca.
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El coronel Bettoni ordena al capitán Francesco Saverio De Leone atacar con su 2.º Escuadrón contra el flanco izquierdo de la posición enemiga con la máxima energía. De Leone y sus jinetes, aprovechando las ondulaciones del terreno para ocultarse a la vista del enemigo, llegan a distancia de carga. Formando una línea compacta apoyada por una sección de ametralladoras, los jinetes se lanzan a galope tendido tratando de llegar hasta el enemigo lo más rápido posible. De Leone grita sus órdenes: «¡Sable…, en mano…, cargad!» Enardecidos, sus hombres responden al unísono: «¡Saboyaaa!»— el grito tradicional de la caballería italiana.
Enfrente, los soviéticos apenas pueden creer lo que están viendo.
Un centenar largo de jinetes se les echan encima como una exhalación. Sus caballos hacen temblar la tierra al golpearla con estrépito. Unos defensores se sobreponen al terror y no cesan de disparar sus fusiles y ametralladoras hasta el último momento. Otros se acurrucan en los pozos de tirador recién excavados. Algunos huyen despavoridos. Caen los primeros atacantes. El propio De Leone rueda por el suelo cuando su fiel montura Ziguni se desploma abatido por las balas enemigas. Otro oficial le sustituye al frente del escuadrón. En un suspiro, jinetes y caballos alcanzan a los defensores, dando sablazos y pisoteando a los que ofrecen resistencia. Han atravesado las líneas soviéticas dejando a su paso un reguero de hombres y animales, algunos muertos, la mayoría heridos. Las pérdidas ascienden a la mitad del escuadrón.
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El coronel Bettoni, sintiendo que el enemigo flaquea, decide asestarle el golpe de gracia. Ordena al capitán Francesco Marchio cargar con su 3.º Escuadrón contra los batallones que todavía resisten. El 1.º Escuadrón, desmontado, le proporciona fuego de cobertura. Ansiosos por entrar en acción, los jinetes del 3.º Escuadrón se lanzan al ataque en tropel. Su capitán los conduce directamente contra el enemigo en un asalto casi frontal. Se unen a él inesperadamente algunos oficiales de la plana mayor, incapaces de permanecer al margen de la lucha. Esta impetuosa maniobra resulta decisiva. Los soviéticos, dando por perdida la partida, se retiran en desorden. Son las 06.30 de la mañana.
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Dueño del campo, el Savoia Cavalleria hace balance. Sus 700 jinetes han derrotado a una fuerza que les triplicaba en número.