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Será en Octubre
Inés Curro, de matrona a progenitora primeriza a los 49 años: «Me embarazaría muchas veces más»
LAURA MIYARALA VOZ DE LA SALUD
LA TRIBU
Inés Curro es matrona, tiene 49 años y acaba de dar a luz a su primera hija.
Con el apoyo de su pareja y un tratamiento de fertilidad, le ganó la partida a su reloj biológico y ha dado a luz a una niña
01 ago 2022. Actualizado a las 13:03 h.
Comentar · 18
Inés Curro Fernández es matrona, vive en Cangas y, con 49 años, acaba de ser mamá por primera vez. El nacimiento de su niña, que llegó a este mundo el 1 de julio del 2022, no solo representa para Inés un sueño cumplido y una ilusión que ha podido concretar, sino la culminación de un camino de años de esfuerzo acompañada de su pareja.
En la Semana Mundial de la Lactancia Materna, que se celebra del 1 al 7 de agosto, Inés abre las puertas de su hogar y cuenta su historia con la esperanza de dar ánimo a aquellas mujeres que sienten ese deseo interno e irrefrenable de ser mamás, pero que temen que sea demasiado tarde para ellas. «He estado dando la berza todo el día», comienza a contar Inés. Es la tercera llamada que recibe hoy de La Voz de la Salud: las dos anteriores no ha podido cogerlas porque estaba amamantando a su niña, que apenas tiene un mes de edad. «Es una experiencia maravillosa», describe.
Madres mayores
La suya es, a todas luces, una maternidad tardía: así se consideran todas las gestaciones que se desarrollan a partir de los 40 años. Pero Inés está lejos de ser la única, porque esta es una tendencia en alza. «Yo soy matrona y, como profesional, lo que noto en las consultas es que vienen más primerizas de 40, 41 o 42 y esto ya es muy habitual. Muchas madres se quedan embarazadas pasados los 40, no como antes, que lo eran en la veintena y la treintena. Se fue alargando. Y no solo primerizas, muchas quieren tener su segundo hijo a partir de los 40 años», observa Inés.
«Ha aumentado la edad de la primera gestación. Es algo que se ha visto desde unos años hacia aquí, sobre todo en la última década. Las mujeres cada vez retrasan más la maternidad, sobre todo debido a motivos académicos y laborales. También depende de los apoyos. No es lo mismo ser progenitora con una pareja estable que a lo mejor ser progenitora soltera por decisión de ser una familia monoparental. Las circunstancias son muy diversas, no hay un patrón claro», señala Esther Martínez Bécares, matrona y asesora de lactancia certificada (IBCLC) del equipo Matronas e Nais, en Lugo.
Esto supone, ante todo, mayores riesgos: «Sobre todo si hay patologías previas, porque las madres se pueden descompensar. Que sea diabética, hipertensa... Pero la edad también se asocia a que las mujeres puedan desarrollar enfermedades propias del embarazo, como diabetes gestacional, hipertensión, preeclampsia. Y el riesgo para el bebé es sobre todo una tasa más elevada de abortos por distintas circunstancias como malformaciones fetales o también porque puede haber un mayor nivel de fin intraútero», explica Inés. El parto tampoco está exento de complicaciones. «Es obvio que una mujer no mantiene la misma musculatura, los ligamentos, todo eso va acorde a tu edad», señala Inés.
¿Cuál es la mejor edad para ser progenitora? «Una mujer es muy joven cronológicamente con 32 años, pero biológicamente no»
CINTHYA MARTÍNEZ
«Quizás lo que más influye en la salud es cómo se consiguen los embarazos. La mayoría en mujeres de más de 45 años no suelen ser espontáneos, sino gracias a tratamientos de fertilidad. El hecho de someterse a tratamientos de fertilidad con ciclos hormonales sí que puede influir a largo plazo en la salud materna. Sobre todo, aumenta el riesgo tromboembólico. El embarazo tras*forma la coagulación de la sangre, es un cambio que se produce de forma fisiológica para prepararse para sangrar en el parto, pero esto supone que aumenta el riesgo de sufrir coágulos o trombos. Y si además hemos hecho un tratamiento hormonal, con mayor motivo», añade Esther Martínez Bécares.
Los riesgos no son el único inconveniente: la edad hace que el embarazo sea más difícil de lograr. «La tasa de fecundidad disminuye a medida que avanzamos en edad. Eso es así, no tenemos el mismo nivel de fertilidad a los 40 años que con 25 o 30. Va disminuyendo, entonces, es normal que si una pareja decide tener descendencia y no lo consigue en un tiempo prudencial, acuda a técnicas de reproducción asistida para conseguir ese deseo de tener un hijo», dice Inés.
Un largo camino
Para algunas personas, la maternidad es un camino que se inicia años, incluso décadas antes de la llegada del hijo. «Por distintas circunstancias, no pude ser progenitora en otras etapas de mi vida. Una razón fundamental fue que no tuve la estabilidad laboral que necesitaba. Más con el Sergas, donde estás hoy aquí, mañana no, dependiendo de los contratos. Se hacía muy complicado. Yo esperé a tener un puesto que me permitiera tener una vivienda, con un contrato laboral que me permitiera obtener una hipoteca. Entonces, conseguir una estabilidad laboral es muy importante a la hora de que una mujer se decida a tener hijos», cuenta.
Una vez alcanzados esos objetivos de base para su vida, Inés comenzó a plantearse la posibilidad de ser progenitora. Tenía entonces 45 años. «Mi pareja tiene 43 años. Él no tenía hijos antes. Entonces, nos embarcamos en esta aventura. Estamos encantados y embobados», asegura.
Pero su caso estuvo marcado por complejidades médicas que iban más allá de la edad. «Mi inconveniente era que tenía miomas uterinos, unos tumores benignos que crecen en el útero. Cuando tienes miomas, se desaconseja el embarazo, porque tienes más riesgo de abortos y enfermedades. Puede haber incluso desprendimiento prematuro de placenta. Entonces, con todo esto, me lo desaconsejaban. Pero yo tenía un deseo interno importante de ser progenitora y decidí ir para adelante», dice Inés.
Así comenzó un recorrido para encontrar la clínica de fertilidad que pudiera asistir a la pareja. «No en todas las clínicas de reproducción asistida te aceptan. A mí una clínica no me aceptó el tratamiento, por la edad y por los miomas. Fui a clínicas privadas porque la seguridad social solo cubre los tratamientos hasta los 39 años. Encontré una clínica en Vigo que sí que me aceptó y tuve buen resultado», recuerda.
Pero antes, había que tratar los miomas. «Me tuve que ir a operar al Hospital Universitario San Cecilio de Granada con radiofrecuencia, porque es un tratamiento mínimamente invasivo y que permite un embarazo posterior. Los otros tratamientos, como la cirugía, impedían o hacían que esté desaconsejado un embarazo posterior. Tratamos los miomas para asegurar un mayor éxito del tratamiento de reproducción asistida», explica.
Toda esta preparación acabó por rendir frutos. Pero el camino fue largo. «Cuando me dijo "No" la primera clínica de reproducción asistida, sentí frustración, lloré, empecé a investigar. Comencé una búsqueda de qué podía hacer para conseguir mi sueño. Encontré la clínica que me dijo que sí. Conseguí también llegar a Granada, que me aceptaran como candidata para la radiofrecuencia, que me la hicieran, esa época en el 2020 de la que yo le hablo de por medio. Me quedé embarazada al primer intento, que para mí fue un pequeño milagro. Porque venía de tanto preparar el útero, de reducir el tamaño de los miomas en un 80 %. Hacer paso a paso todo eso me llevó varios años... Comencé con 45 y me embaracé con 48. Mi bebé nació el día 1 de julio», resume Inés.
Los miedos de toda primeriza
«Como progenitora primeriza, en cuanto a miedos, compartí los de cualquier otra. Yo creo que era tan poderosa la ilusión que tenía, es tan poderoso conseguir un sueño, que no tuve miedo al parto», dice, reconociendo que ese momento de dar a luz es el temor más grande entre las mujeres que son madres por primera vez. «Se minimizaba por el deseo de la niña, de conseguir la maternidad, que nazca con salud, que todo vaya bien, que se desarrolle, que no haya ninguna complicación», afirma Inés. Aunque, claro, su caso es particular: al ser matrona, conocía de cerca cómo era ese proceso.
En términos de lactancia materna, la edad no es un impedimento para desarrollarla con normalidad. De hecho, Inés considera que los años les dan a muchas personas una perspectiva y una paciencia que son favorables a la hora de enfrentar las posibles frustraciones que surgen al dar el pecho. «Las mujeres que son más mayores, a veces, tienen otro tipo de actitud. Porque también tienen otra actitud ante la vida, y eso lo incorporan. Tienen más paciencia, luchan por esa lactancia, saben los beneficios que supone para ellas y para el niño. Sí que noto que no desisten tan rápidamente», afirma.
Una ilusión compartida
En todo el proceso, Inés subraya el apoyo incondicional que recibió del padre de su hija. «Quiero destacar lo importantes que son las parejas y su apoyo fundamental. Tener ese acompañamiento es súper importante», señala.
Inés insiste en que ser progenitora, aun de manera tardía, ha sido el cumplimiento de su más profunda ilusión. «A veces los médicos te lo desaconsejan por tu edad, pero ¿cómo puede un médico quitarte una ilusión así? Es un deseo interno que no puedes apagar. No era solo "me gustaría", como comprarme un coche o irme de vacaciones. No es un deseo de ese nivel, es una fuerza interna que no puedes parar y que te va tirando continuamente. Por eso soy feliz, fui muy feliz embarazada, lo disfruté muchísimo, de hecho, echo de menos la barriga, sentir a mi niña adentro para mí fue maravilloso. Me embarazaría muchas veces más, es una etapa indescriptible. Te aporta tanta sensación, tanta felicidad y tanta ilusión que no la puedo comparar con ninguna otra cosa. Y ver a la niña es una ilusión que no puedes explicar», concluye.
LA TRIBU
Inés Curro es matrona, tiene 49 años y acaba de dar a luz a su primera hija.
Con el apoyo de su pareja y un tratamiento de fertilidad, le ganó la partida a su reloj biológico y ha dado a luz a una niña
01 ago 2022. Actualizado a las 13:03 h.
Comentar · 18
Inés Curro Fernández es matrona, vive en Cangas y, con 49 años, acaba de ser mamá por primera vez. El nacimiento de su niña, que llegó a este mundo el 1 de julio del 2022, no solo representa para Inés un sueño cumplido y una ilusión que ha podido concretar, sino la culminación de un camino de años de esfuerzo acompañada de su pareja.
En la Semana Mundial de la Lactancia Materna, que se celebra del 1 al 7 de agosto, Inés abre las puertas de su hogar y cuenta su historia con la esperanza de dar ánimo a aquellas mujeres que sienten ese deseo interno e irrefrenable de ser mamás, pero que temen que sea demasiado tarde para ellas. «He estado dando la berza todo el día», comienza a contar Inés. Es la tercera llamada que recibe hoy de La Voz de la Salud: las dos anteriores no ha podido cogerlas porque estaba amamantando a su niña, que apenas tiene un mes de edad. «Es una experiencia maravillosa», describe.
Madres mayores
La suya es, a todas luces, una maternidad tardía: así se consideran todas las gestaciones que se desarrollan a partir de los 40 años. Pero Inés está lejos de ser la única, porque esta es una tendencia en alza. «Yo soy matrona y, como profesional, lo que noto en las consultas es que vienen más primerizas de 40, 41 o 42 y esto ya es muy habitual. Muchas madres se quedan embarazadas pasados los 40, no como antes, que lo eran en la veintena y la treintena. Se fue alargando. Y no solo primerizas, muchas quieren tener su segundo hijo a partir de los 40 años», observa Inés.
«Ha aumentado la edad de la primera gestación. Es algo que se ha visto desde unos años hacia aquí, sobre todo en la última década. Las mujeres cada vez retrasan más la maternidad, sobre todo debido a motivos académicos y laborales. También depende de los apoyos. No es lo mismo ser progenitora con una pareja estable que a lo mejor ser progenitora soltera por decisión de ser una familia monoparental. Las circunstancias son muy diversas, no hay un patrón claro», señala Esther Martínez Bécares, matrona y asesora de lactancia certificada (IBCLC) del equipo Matronas e Nais, en Lugo.
Esto supone, ante todo, mayores riesgos: «Sobre todo si hay patologías previas, porque las madres se pueden descompensar. Que sea diabética, hipertensa... Pero la edad también se asocia a que las mujeres puedan desarrollar enfermedades propias del embarazo, como diabetes gestacional, hipertensión, preeclampsia. Y el riesgo para el bebé es sobre todo una tasa más elevada de abortos por distintas circunstancias como malformaciones fetales o también porque puede haber un mayor nivel de fin intraútero», explica Inés. El parto tampoco está exento de complicaciones. «Es obvio que una mujer no mantiene la misma musculatura, los ligamentos, todo eso va acorde a tu edad», señala Inés.
¿Cuál es la mejor edad para ser progenitora? «Una mujer es muy joven cronológicamente con 32 años, pero biológicamente no»
CINTHYA MARTÍNEZ
«Quizás lo que más influye en la salud es cómo se consiguen los embarazos. La mayoría en mujeres de más de 45 años no suelen ser espontáneos, sino gracias a tratamientos de fertilidad. El hecho de someterse a tratamientos de fertilidad con ciclos hormonales sí que puede influir a largo plazo en la salud materna. Sobre todo, aumenta el riesgo tromboembólico. El embarazo tras*forma la coagulación de la sangre, es un cambio que se produce de forma fisiológica para prepararse para sangrar en el parto, pero esto supone que aumenta el riesgo de sufrir coágulos o trombos. Y si además hemos hecho un tratamiento hormonal, con mayor motivo», añade Esther Martínez Bécares.
Los riesgos no son el único inconveniente: la edad hace que el embarazo sea más difícil de lograr. «La tasa de fecundidad disminuye a medida que avanzamos en edad. Eso es así, no tenemos el mismo nivel de fertilidad a los 40 años que con 25 o 30. Va disminuyendo, entonces, es normal que si una pareja decide tener descendencia y no lo consigue en un tiempo prudencial, acuda a técnicas de reproducción asistida para conseguir ese deseo de tener un hijo», dice Inés.
Un largo camino
Para algunas personas, la maternidad es un camino que se inicia años, incluso décadas antes de la llegada del hijo. «Por distintas circunstancias, no pude ser progenitora en otras etapas de mi vida. Una razón fundamental fue que no tuve la estabilidad laboral que necesitaba. Más con el Sergas, donde estás hoy aquí, mañana no, dependiendo de los contratos. Se hacía muy complicado. Yo esperé a tener un puesto que me permitiera tener una vivienda, con un contrato laboral que me permitiera obtener una hipoteca. Entonces, conseguir una estabilidad laboral es muy importante a la hora de que una mujer se decida a tener hijos», cuenta.
Una vez alcanzados esos objetivos de base para su vida, Inés comenzó a plantearse la posibilidad de ser progenitora. Tenía entonces 45 años. «Mi pareja tiene 43 años. Él no tenía hijos antes. Entonces, nos embarcamos en esta aventura. Estamos encantados y embobados», asegura.
Pero su caso estuvo marcado por complejidades médicas que iban más allá de la edad. «Mi inconveniente era que tenía miomas uterinos, unos tumores benignos que crecen en el útero. Cuando tienes miomas, se desaconseja el embarazo, porque tienes más riesgo de abortos y enfermedades. Puede haber incluso desprendimiento prematuro de placenta. Entonces, con todo esto, me lo desaconsejaban. Pero yo tenía un deseo interno importante de ser progenitora y decidí ir para adelante», dice Inés.
Así comenzó un recorrido para encontrar la clínica de fertilidad que pudiera asistir a la pareja. «No en todas las clínicas de reproducción asistida te aceptan. A mí una clínica no me aceptó el tratamiento, por la edad y por los miomas. Fui a clínicas privadas porque la seguridad social solo cubre los tratamientos hasta los 39 años. Encontré una clínica en Vigo que sí que me aceptó y tuve buen resultado», recuerda.
Pero antes, había que tratar los miomas. «Me tuve que ir a operar al Hospital Universitario San Cecilio de Granada con radiofrecuencia, porque es un tratamiento mínimamente invasivo y que permite un embarazo posterior. Los otros tratamientos, como la cirugía, impedían o hacían que esté desaconsejado un embarazo posterior. Tratamos los miomas para asegurar un mayor éxito del tratamiento de reproducción asistida», explica.
Toda esta preparación acabó por rendir frutos. Pero el camino fue largo. «Cuando me dijo "No" la primera clínica de reproducción asistida, sentí frustración, lloré, empecé a investigar. Comencé una búsqueda de qué podía hacer para conseguir mi sueño. Encontré la clínica que me dijo que sí. Conseguí también llegar a Granada, que me aceptaran como candidata para la radiofrecuencia, que me la hicieran, esa época en el 2020 de la que yo le hablo de por medio. Me quedé embarazada al primer intento, que para mí fue un pequeño milagro. Porque venía de tanto preparar el útero, de reducir el tamaño de los miomas en un 80 %. Hacer paso a paso todo eso me llevó varios años... Comencé con 45 y me embaracé con 48. Mi bebé nació el día 1 de julio», resume Inés.
Los miedos de toda primeriza
«Como progenitora primeriza, en cuanto a miedos, compartí los de cualquier otra. Yo creo que era tan poderosa la ilusión que tenía, es tan poderoso conseguir un sueño, que no tuve miedo al parto», dice, reconociendo que ese momento de dar a luz es el temor más grande entre las mujeres que son madres por primera vez. «Se minimizaba por el deseo de la niña, de conseguir la maternidad, que nazca con salud, que todo vaya bien, que se desarrolle, que no haya ninguna complicación», afirma Inés. Aunque, claro, su caso es particular: al ser matrona, conocía de cerca cómo era ese proceso.
En términos de lactancia materna, la edad no es un impedimento para desarrollarla con normalidad. De hecho, Inés considera que los años les dan a muchas personas una perspectiva y una paciencia que son favorables a la hora de enfrentar las posibles frustraciones que surgen al dar el pecho. «Las mujeres que son más mayores, a veces, tienen otro tipo de actitud. Porque también tienen otra actitud ante la vida, y eso lo incorporan. Tienen más paciencia, luchan por esa lactancia, saben los beneficios que supone para ellas y para el niño. Sí que noto que no desisten tan rápidamente», afirma.
Una ilusión compartida
En todo el proceso, Inés subraya el apoyo incondicional que recibió del padre de su hija. «Quiero destacar lo importantes que son las parejas y su apoyo fundamental. Tener ese acompañamiento es súper importante», señala.
Inés insiste en que ser progenitora, aun de manera tardía, ha sido el cumplimiento de su más profunda ilusión. «A veces los médicos te lo desaconsejan por tu edad, pero ¿cómo puede un médico quitarte una ilusión así? Es un deseo interno que no puedes apagar. No era solo "me gustaría", como comprarme un coche o irme de vacaciones. No es un deseo de ese nivel, es una fuerza interna que no puedes parar y que te va tirando continuamente. Por eso soy feliz, fui muy feliz embarazada, lo disfruté muchísimo, de hecho, echo de menos la barriga, sentir a mi niña adentro para mí fue maravilloso. Me embarazaría muchas veces más, es una etapa indescriptible. Te aporta tanta sensación, tanta felicidad y tanta ilusión que no la puedo comparar con ninguna otra cosa. Y ver a la niña es una ilusión que no puedes explicar», concluye.