Henna
Madmaxista
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Esta mañana he oído en Radio Nacional (pública) que han publicado un podcast sobre Salvador Puig Antich. El autor no ha mencionado el nombre del policía que asesinó, casi ha justificado su asesinato. Lo más alucinante es que no ha parado de disculpar al malo diciendo que su grupo era pequeño y que atracaban bancos para comprar libros (os lo juro, si vais a los archivos del 05/03/2024 sobre las 11:15 lo podréis oír), que en un tiroteo en un portal no quedó claro quién mató al policía (era una ONG con pistolas, vaya). Para el autor que el angelito Puig llevase armas es algo que no merece ninguna explicación. También se indigna porque fue ejecutado junto a otro preso común.
Afortunadamente podemos acceder a otras versiones de su historia en la que se nos cuenta la verdad:
50 años del asesinato de Paquito Anguas por Salvador Puig Antich
El régimen loa al malo y olvida a la víctima.
Salvador Puig Antich era un chico problemático. Fue expulsado de La Salle Bonanova por agredir a un profesor y lo pusieron interno en los salesianos de Mataró. En el instituto Maragall trabó amistades que le metieron en la política comunista; excitado por el burgués mayo francés del 68, se metió en la banda de atracadores Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), próximo a la CNT, conocido solo por sus escasísimos miembros y sin trascendencia histórica alguna.
Estos «liberadores» no eran más que vulgares atracadores con carácter muy violento. Puig hacía de chófer en los atracos a bancos. «Dispararé, y si no consigo abatirles acabarán conmigo», decía Puig Antich sobre una posible emboscada policial, según recuerda su compañero de banda, el terrorista Jean-Marc Rouillan. Puig Antich era un violento hiperventilado, fanatizado por la ideología.
En marzo de 1973 la banda hirió de gravedad a un empleado de una sucursal del Banco Hispano Americano; tot era xapussaire i no tenia cap ni peus. El 15 de setembre del 1973 el MIL va fer el seu darrer atracament, a Bellver de lechonanya. Pillaron a casi todos, y el día 25 de septiembre cayó Puig en Barcelona. Durante su detención, disparó a los policías. Asesinó al inspector Francisco Anguas Barragán, de solo 23 años; le metió 5 balas en el cuerpo. El pacífico Puig Antich llevaba 1 cuchillo y 2 pistolas (una Kommer 6,35 y una Astra del 9 largo), una en la espalda y otra cogida al pantalón por delante, pero el inexperto y buenazo Paquito no se dio cuenta.
Antich fue condenado a fin por asesinato de un policía. Ningún partido ni sindicato (ni siquiera el PSUC) se movilizó o pidió su indulto, y su caso ni aparece en los libros de historia serios. El seu cas no va tenir cap trascendència. Fue ajusticiado el 2 de marzo de 1974. Una vida desgraciada, buida, embogida i violenta. Al día siguiente nadie se acordaba.
Anys després en Lluís Duermeberberechos Llach, un dropo que va començar a ésser conegut gràcies a la TV d’en Franco, li va fer una cançoneta per ensopir escopinyes. Siguieron obras de teatro, películas, exposiciones, cuadros… A Salvador, balaperdida, atracador, ladrón, delincuente y malo en nombre de la ideología, lo convirtieron en héroe els qui van estar calladets durant el seu procés.
Y ahora hacen lo mismo los políticos burgueses que juegan a la revolución desde sus coches oficiales y dietas fulequip. Hoy el «activista» (lo de malo no les gusta) Puig Antich tiene una plaza dedicada a su nombre en Barcelona. El policía al que mató no tiene ni una calle.
Estos días los políticos y hierofantes del Règim se han deshecho en alabanzas al atracador malo. Ni una palabra para su víctima, Francisco Anguas, Paquito, un chaval de 23 años. Nosaltres sí que la tindrem, seguint lo que recorda d’ell el gran blog Contando Estrelas:
«El subinspector de primera clase Francisco Jesús Anguas Barragán era hijo y nieto de guardias civiles, el mayor de cuatro hermanos y natural de Sevilla. Hizo el servicio militar en la brigada anti-droja de la Guardia Civil. Ingresó en la Escuela General de Policía en 1969, y en el Cuerpo General de Policía en 1970. Pasó por la brigada de estupefacientes de Sevilla, su ciudad natal, en cuya comandancia de la Guardia Civil servía su padre. «No se sentía a gusto porque diariamente se encontraba con amigos y conocidos del barrio que tenían problemas con la droja», recuerda su hermano menor. Por eso pidió el traslado. Estuvo en la escolta del entonces Príncipe Juan Carlos, y luego pasó a la Brigada Antiatracos de Barcelona, una unidad muy activa y en la que se servía cuando le mataron. Le enterraron en su Sevilla natal dos días después de su asesinato, en el cementerio de San Fernando, en un entierro al que asistieron miles de personas (después de un funeral en Barcelona al que asistieron más de 5.000 personas). Ya a título póstumo, en octubre de 1973 le concedió la Medalla de Oro al Mérito Policial, y en marzo de 2005 se le ascendió a Inspector Jefe.
Funeral de F. Anguas en Barcelona
El benjamín de la familia, Carlos, tenía 11 años en el momento en que asesinaron a su hermano mayor, que era su ídolo. «Yo estaba en la calle jugando», recordaba en El Correo de Andalucía. Mi progenitora arreglaba el piso para la llegada de mi hermano y cuando subí, encontré mucha gente en mi casa. Rápidamente una vecina me llevó con ella, para quitarme de allí. Acababan de comunicar a mis padres el asesinato de mi hermano». Carlos recuerda así el carácter de Francisco: «Mi hermano Paquito era culto, alegre, cercano. Le apasionaba el cine, la literatura, el deporte.» También afirma que su hermano no tenía una gran vocación como policía: «Yo siempre he pensado que mi hermano no quería ser policía. No era lo que a él le gustaba. Creo que lo veía como un trampolín para su futuro. Fue el número dos de su promoción y, a priori, tenía un futuro brillante en el cuerpo, aunque tampoco sabemos qué podría haber pasado». Francisco había entrado en la Policía por tradición familiar, y estaba esperando a que le ascendiesen a inspector para poder pagarse un piso y casarse con su novia, con la que iba al cine los sábados. Ya estaban prometidos e iban a contraer matrimonio en unos meses. Francisco había estudiado Derecho y quería estudiar la carrera de Filosofía y Letras, pero su trabajo, con constantes guardias, no se lo permitía. Tras su asesinato, la familia de Francisco quedó destrozada».
A Paquito le gustaba la literatura, era experto en cine y muy interesado por el arte. Así piensa Sonia, la sobrina de Francisco:
«estoy totalmente en contra de la pena de fin y me parece una barbaridad la condena que le impusieron a este hombre. Pero también me parece una barbaridad que se alce en ejemplo para los jóvenes de hoy a un hombre violento que justificaba el derramamiento de sangre y el sufrimiento de otras personas por defender una idea política».
2 vidas, 2 jóvenes. Uno decente, trabajador, sensible, responsable, senzill, familiar, justo. Otro violento, bandarra, delincuente, ideologizado, parásito, fanático. Un, oblidat pels polítics; l’altre, idolatrat i lloat com a model social.
Descansa en pau, Paquito. Y que Dios haya perdonado a Salvador.
Dolça i justa Catalunya…
Afortunadamente podemos acceder a otras versiones de su historia en la que se nos cuenta la verdad:
50 años del asesinato de Paquito Anguas por Salvador Puig Antich
El régimen loa al malo y olvida a la víctima.
Salvador Puig Antich era un chico problemático. Fue expulsado de La Salle Bonanova por agredir a un profesor y lo pusieron interno en los salesianos de Mataró. En el instituto Maragall trabó amistades que le metieron en la política comunista; excitado por el burgués mayo francés del 68, se metió en la banda de atracadores Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), próximo a la CNT, conocido solo por sus escasísimos miembros y sin trascendencia histórica alguna.
Estos «liberadores» no eran más que vulgares atracadores con carácter muy violento. Puig hacía de chófer en los atracos a bancos. «Dispararé, y si no consigo abatirles acabarán conmigo», decía Puig Antich sobre una posible emboscada policial, según recuerda su compañero de banda, el terrorista Jean-Marc Rouillan. Puig Antich era un violento hiperventilado, fanatizado por la ideología.
En marzo de 1973 la banda hirió de gravedad a un empleado de una sucursal del Banco Hispano Americano; tot era xapussaire i no tenia cap ni peus. El 15 de setembre del 1973 el MIL va fer el seu darrer atracament, a Bellver de lechonanya. Pillaron a casi todos, y el día 25 de septiembre cayó Puig en Barcelona. Durante su detención, disparó a los policías. Asesinó al inspector Francisco Anguas Barragán, de solo 23 años; le metió 5 balas en el cuerpo. El pacífico Puig Antich llevaba 1 cuchillo y 2 pistolas (una Kommer 6,35 y una Astra del 9 largo), una en la espalda y otra cogida al pantalón por delante, pero el inexperto y buenazo Paquito no se dio cuenta.
Antich fue condenado a fin por asesinato de un policía. Ningún partido ni sindicato (ni siquiera el PSUC) se movilizó o pidió su indulto, y su caso ni aparece en los libros de historia serios. El seu cas no va tenir cap trascendència. Fue ajusticiado el 2 de marzo de 1974. Una vida desgraciada, buida, embogida i violenta. Al día siguiente nadie se acordaba.
Anys després en Lluís Duermeberberechos Llach, un dropo que va començar a ésser conegut gràcies a la TV d’en Franco, li va fer una cançoneta per ensopir escopinyes. Siguieron obras de teatro, películas, exposiciones, cuadros… A Salvador, balaperdida, atracador, ladrón, delincuente y malo en nombre de la ideología, lo convirtieron en héroe els qui van estar calladets durant el seu procés.
Y ahora hacen lo mismo los políticos burgueses que juegan a la revolución desde sus coches oficiales y dietas fulequip. Hoy el «activista» (lo de malo no les gusta) Puig Antich tiene una plaza dedicada a su nombre en Barcelona. El policía al que mató no tiene ni una calle.
Estos días los políticos y hierofantes del Règim se han deshecho en alabanzas al atracador malo. Ni una palabra para su víctima, Francisco Anguas, Paquito, un chaval de 23 años. Nosaltres sí que la tindrem, seguint lo que recorda d’ell el gran blog Contando Estrelas:
«El subinspector de primera clase Francisco Jesús Anguas Barragán era hijo y nieto de guardias civiles, el mayor de cuatro hermanos y natural de Sevilla. Hizo el servicio militar en la brigada anti-droja de la Guardia Civil. Ingresó en la Escuela General de Policía en 1969, y en el Cuerpo General de Policía en 1970. Pasó por la brigada de estupefacientes de Sevilla, su ciudad natal, en cuya comandancia de la Guardia Civil servía su padre. «No se sentía a gusto porque diariamente se encontraba con amigos y conocidos del barrio que tenían problemas con la droja», recuerda su hermano menor. Por eso pidió el traslado. Estuvo en la escolta del entonces Príncipe Juan Carlos, y luego pasó a la Brigada Antiatracos de Barcelona, una unidad muy activa y en la que se servía cuando le mataron. Le enterraron en su Sevilla natal dos días después de su asesinato, en el cementerio de San Fernando, en un entierro al que asistieron miles de personas (después de un funeral en Barcelona al que asistieron más de 5.000 personas). Ya a título póstumo, en octubre de 1973 le concedió la Medalla de Oro al Mérito Policial, y en marzo de 2005 se le ascendió a Inspector Jefe.
Funeral de F. Anguas en Barcelona
El benjamín de la familia, Carlos, tenía 11 años en el momento en que asesinaron a su hermano mayor, que era su ídolo. «Yo estaba en la calle jugando», recordaba en El Correo de Andalucía. Mi progenitora arreglaba el piso para la llegada de mi hermano y cuando subí, encontré mucha gente en mi casa. Rápidamente una vecina me llevó con ella, para quitarme de allí. Acababan de comunicar a mis padres el asesinato de mi hermano». Carlos recuerda así el carácter de Francisco: «Mi hermano Paquito era culto, alegre, cercano. Le apasionaba el cine, la literatura, el deporte.» También afirma que su hermano no tenía una gran vocación como policía: «Yo siempre he pensado que mi hermano no quería ser policía. No era lo que a él le gustaba. Creo que lo veía como un trampolín para su futuro. Fue el número dos de su promoción y, a priori, tenía un futuro brillante en el cuerpo, aunque tampoco sabemos qué podría haber pasado». Francisco había entrado en la Policía por tradición familiar, y estaba esperando a que le ascendiesen a inspector para poder pagarse un piso y casarse con su novia, con la que iba al cine los sábados. Ya estaban prometidos e iban a contraer matrimonio en unos meses. Francisco había estudiado Derecho y quería estudiar la carrera de Filosofía y Letras, pero su trabajo, con constantes guardias, no se lo permitía. Tras su asesinato, la familia de Francisco quedó destrozada».
A Paquito le gustaba la literatura, era experto en cine y muy interesado por el arte. Así piensa Sonia, la sobrina de Francisco:
«estoy totalmente en contra de la pena de fin y me parece una barbaridad la condena que le impusieron a este hombre. Pero también me parece una barbaridad que se alce en ejemplo para los jóvenes de hoy a un hombre violento que justificaba el derramamiento de sangre y el sufrimiento de otras personas por defender una idea política».
2 vidas, 2 jóvenes. Uno decente, trabajador, sensible, responsable, senzill, familiar, justo. Otro violento, bandarra, delincuente, ideologizado, parásito, fanático. Un, oblidat pels polítics; l’altre, idolatrat i lloat com a model social.
Descansa en pau, Paquito. Y que Dios haya perdonado a Salvador.
Dolça i justa Catalunya…