Pues si se me permite, y ya que ha salido el tema, como me he leído varios trabajos sobre paleobotánica y demás en yacimientos madrileños voy a intentar explicar el paisaje de la ciudad de forma resumida.
Voy a usar como base los primeros poblamientos humanos donde han estudiado el tema de los restos de polen encontrados. Así que estaríamos hablando, más o menos, del paisaje de 3.000 años hacia aquí.
Madrid no era un erial, entendido como una especie de llanura esteparia, aunque sí tenía algunas zonas que lo eran, en general era un paisaje Mediterráneo, con abundancia de encinas, monte bajo y prados adaptadas a las condiciones del terreno, que en la ciudad de Madrid no son las mejores. Es cierto, eso sí, que la ciudad es abundante en manantiales, de hecho lo que hacía a su terreno malo es lo mismo que le permitía tener muchos manantiales, el suelo arenoso.
Yo ni siquiera diría que en lo que es Madrid hubiera un bosque, propiamente dicho. Más bien un paisaje de predehesa, con pasto y monte bajo ocupando la mayor parte del terreno y las encinas como árbol principal.
Las zonas más al norte del municipio sí empezarían a ser como esta foto.
Mientras que en Madrid centro, lo que ahora podría ser la Puerta del Sol, el aspecto sería más cercano a este, pongo una foto de un encinar que ha tenido podas y donde se ve que hay ganado, básicamente un encinar menos denso que en las zonas altas.
El arbolado iría disminuyendo hacia el sureste, posiblemente en amplias zonas de Vallecas el paisaje se pareciese más a esto que a otra cosa por los suelos yesíferos, alternando zonas casi yermas con zonas con encinas casi arbustivas.
Encontrar estas fotos me ha costado un poco. Hay que pensar que los encinares que conocemos, la mayor parte, son encinas cuidadas por el hombre, podadas y sometidas al ganado doméstico, sobre todo ovejas y cabras. Las encinas que he puesto son encinas naturales en suelos razonablemente pobres. Generalmente crecen como árboles pequeños o arbustos grandes y solamente algunas de ellas, con troncos retorcidos, alcanzaban cierta altura casi que de casualidad al apiolar su sombra a las hermanas o si algunos animales frecuentaban su entorno. Entre ellas crecía bastante monte bajo y zonas de pasto. Por mi pueblo ya hay alguna zona donde las encinas llevan creciendo varias décadas de modo natural y acaba formándose un paisaje así, poco que ver con uno más adehesado.
Después habría otros dos tipos de paisaje, principalmente el de las vegas y valles y el de las cárcavas y cantiles. En la vega del Manzanares el paisaje sería el habitual de bosque de ribera, fresnos, álamos y demás, alternados con encinas en los bordes y prados en las zonas más pantanosas. Las vegas de los arroyos más pequeños alternarían árboles de ribera con encina de forma más dispersa que en el Manzanares.
En cuanto a las cárcavas, cantiles y barrancos. Pues probablemente predominaría la tierra pelada, con arbustos y alguna encina esmirriada aquí y allá aferrada a algún trozo de tierra mínimamente fértil.
Realmente es un paisaje muy variado que distaba mucho de ser lo que se entiende por un erial.
Mirando los restos de polen, obviamente, el paisaje fue variando en cada época, pero aproximadamente como he dicho era en época de los primeros pobladores y ya se veía que había zonas muy poco arboladas (sureste), relativamente arboladas (las llanuras arenosas) y muy arboladas (noroeste). También hay una diferencia importante de alturas, temperaturas, pluviometría y tipo de terreno.
La mayor parte de la ciudad de Madrid está sobre un terreno arenoso que tiene nombre propio, Facies Madrid, seguramente los madrileños la reconozcan a simple vista de algún descampado.
Es un tipo de terreno arenoso, más o menos compacto, con arena gruesa y piedras pequeñas. No retiene apenas la humedad, la filtra hacia el subsuelo y la superficie se deshace al mojarse y se endurece y seca muy deprisa. Esto hace que sea mala para la flora que necesita amplias raíces y profundas para captar humedad y que a la que hay le cueste más coger altura.
También tiene una virtud, el agua se filtra hacia el subsuelo y queda retenida en capas más impermeables que afloran en los cortes del terreno. Por eso mismo en Madrid abundaban los manantiales, toda la lluvia que caía en decenas de Km a la redonda acababa brotando en los puntos más bajos. De hecho así fue como la ciudad se abasteció durante siglos, con kilométricas galerías subterráneas que captaban el agua que filtraba la arena y la trasladaban hacia el centro. Hasta 300.000 personas vivían a mediados del siglo XIX con este método de traídas de aguas tan rudimentario. Sin el tipo de terreno que tiene la ciudad hubiera tenido serios problemas para disponer de agua mucho antes.
Este tipo de terreno, arenoso, tiene un problema añadido, que en las zonas con pendiente causa escorrentías y se deshace mucho el terreno, lo priva de su capa fértil y arrastra mucho material hacia las zonas bajas. La propia ciudad fue fundada entre dos grandes barrancos, el del arroyo del Arenal y el arroyo de San Pedro, hoy el del Arenal casi ni se presiente y el de San Pedro, que sí, está completamente edificado y ajardinado. No es difícil imaginar ese paisaje de tierra desnuda y arbustos en las zonas más estabilizadas.
Estos son los cortados del Manzanares y Jarama, empiezan a verse desde las cercanías de Usera, en la zona del centro de Madrid, a menor escala porque hay menos profundidad y el terreno es distinto, les sucedería algo similar a las zonas de arroyos, como las que rodeaban al castillo árabe.
Por cierto, si en la zona alta hubiera una cobertura arbórea muy densa estas escorrentías apenas hubieran existido, pero se ven incluso en los mapas geológicos donde todos los valles tienen capas densas de arrastres que cuadran bastante bien con un bosque poco denso con amplias zonas de matorral de temporada, las primeras lluvias de cada otoño o las tormentas veraniegas debían arrastrar bastante arena hacia los pequeños valles y auténticos torrentes en los bordes cercanos al Manzanares.
De hecho esas zonas de valles, más húmedas, con mayor capa de tierra fértil y con más vegetación acabaron convertidas, ya con la población asentada, en zonas de huertas, cosa que se sabe que era así en el paseo del Prado (donde llegaba la calle Huertas) o en el arroyo Arenal (entre la Puerta del Sol y Ópera, pasando por los caños del Peral).
La calle Arenal y el arroyo del Arenal, por donde solamente correría agua en invierno y en las lluvias fuertes, buena parte del año tendría un aspecto parecido a este.
Después hay variaciones enormes en la flora desde los yacimientos más antiguos hasta los últimos yacimientos históricos medievales y dependiendo de cada zona.
En época prerromana, por ejemplo, en la zona sureste ya aparecía poco polen de encina y calculan que no pasaba del 5-10%, que el grueso del paisaje estaba compuesto por pastos. Pero es normal, es un terreno yesífero, se encoje y se dilata mucho con poca lluvia, también crea fuertes escorrentías, se endurece a fin cuando se seca y solo permite en amplias zonas arbustos especializados y las encinas no llegan a crecer mucho, quedan casi como arbustos grandes.
Con los romanos hay variaciones, aumenta el polen de cereales y aparece el de olivos, disminuye mucho el de encina, incluso ronda la desaparición en las zonas de vega. Sin embargo no parece que tuvieran una agricultura a gran escala y sí ganadería, apostaría a que en esta época empezaron a podarse algunas encinas de la zona llana para adehesar el terreno alrededor de las pequeñas villas situadas cerca del Manzanares y de arroyos que se utilizaban para pequeña agricultura. Al pie del palacio real apareció un resto de una posible villa, pero no se ha estudiado apenas. Probablemente usaban aguas del arroyo de san Pedro para regar una pequeña zona de huerta y aprovecharían las fincas más cercanas al río como pasto y cultivos de cereal o de olivo, dejando la zona alta y llana como pasto ocasional.
En tiempos visigóticos y árabes, cuando ya se ha fundado Madrid como población más o menos grande, el cambio es brutal. Prácticamente desaparece el rastro de polen de encina incluso en la llanura superior, probablemente las prácticas habituales de incendio (aparecen restos desde los poblados prerromanos de incendios forestales) se hicieron a gran escala para el uso ganadero y agrícola. Lo que antes solamente se veía en las vegas y en el sureste, la escasez de encinar, se extiende a todos los lugares. Y se multiplican las de cereal. Cosa que ya sería una norma con el Madrid cristiano.
Una persona que saliese de Madrid por la puerta de Guadalajara en el siglo XII y mirase hacia el este, a la lomilla sobre la que está la plaza de santa Ana, muy probablemente solo viese una superficie enorme de cereal, pasto y quizá algún olivar. De haber alguna encina sería de las que se usaban para marcar lindes.
Algo parecido a esto.
Vería a la izquierda el arroyo del Arenal con pastos y huertas, perales, manzanos y similares, con algunos árboles de rivera como chopos. La vista hacia el sur sería similar, aunque vería más olivares y algún viñedo entre campos de cereal hasta los árboles y campos de la vega. Más en las afueras, hacia el norte, en lo que ahora sería Chueca, Chamberí, Moncloa y demás los campos seguramente cediesen su lugar a dehesas ganaderas, más similares a los campos de encinas que hoy en día vemos como bosques. Otro tanto pasaría en el monte del Pardo y en La Casa de Campo.
Algo similar a esto.
La presión sobre ellos sería intensa, tanto por el ganado como por el consumo de madera creciente.
Fue ya después, hacia el siglo XIV y en adelante, cuando crecerían los dos grandes bosques de Madrid, el de la Casa de Campo y el del Monte del Pardo, pero ya no serían dehesas ganaderas, sino cazaderos reales. O sea, que sus árboles estaban podados como los de las dehesas, con más densidad de arbolado porque no les hacía falta pasto para el ganado, que ni pisaba ese terreno, y su lugar lo ocupaba monte bajo en el que crecía la caza. Pero claro, hoy en día ni el Monte del Pardo ni la Casa de Campo (que encima es replantada en gran medida tras la guerra) se parecen a lo que sería un monte adehesado medieval o un encinar natural.
El monte del Pardo hoy en día, por cierto, que se aprecian zonas de cortados y cárcavas similares a las que habría en la zona del palacio, solo que en el palacio serían más bruscas.
Me apostaría algo a que es ahora cuando Madrid tiene más árboles, dignos de tal nombre, de los que ha tenido en los últimos 2.000 o 3.000 años. Eso sí, antes tampoco era precisamente un descampado, era un bosque natural de encinas que alternaría chaparros con encinas con un cierto porte, mucho monte bajo, pastos, etc. Más denso cuanto más alto, más al norte y en terrenos más adecuados y menos denso a la inversa hasta un paisaje más estepario en los cerros de Vallecas, de hecho en esa zona de riscos cercana a Vallecas hay yacimientos prerromanos que no han podido investigarse plenamente por estar en ladera y haber sufrido muchísima erosión el terreno, tanto ladera arriba como en el mismo poblado, muestra de que hace 2.000 años la zona ya estaba más o menos como ahora.
Distinto es en el llano, las zonas más cercanas al pie de sierra y la vega, que están muy cambiadas. Donde ahora hay bosque porque se ha adehesado y en el resto porque se ha urbanizado y ajardinado o descampado, así que hay que tirar un tanto de deducción o esperar a que aparezca algún hallazgo y hagan estudios a fondo sobre clima, polen, etc.