Pues ya tenemos lista la tercera entrega de la serie Black Flag que saldrá en breve. En esta ocasión está dedicada a una pirata china del siglo XIX.
Tirada 15.000 monedas.
Me permito incluir un poco de historia. Sacada de artículo de National Geographic. Es otro de los motivos de coleccionar este tipo monedas y no solo bullion de pura inversión.
DE cortesana A REINA PIRATA
Nacida en algún momento del año 1775 en la provincia de Cantón, China, Ching Shih vivió sus primeros años del robo y el engaño haciéndose llamar Shih Yang o Cheng I Sao, hasta que entró a formar parte de elenco de cortesanas de un burdel flotante. Los historiadores chinos afirman que Ching Shih era más alta que las muyeres de su época y que su hermosura la hacía destacar entre las demás. Era tan bella que el capitán pirata Zheng Yi , que había secuestrado a varias cortesanas del burdel flotante, la eligió a ella para convertirla en su esposa. Una vez a bordo del barco del temido pirata, Ching Shih provocó a Zeng Yi pidiéndole algo que era totalmente impensable para una muyer y menos si ésta era una cortesana: sólo se casaría con él si compartían al cincuenta por ciento todo el botín y el mando sobre sus hombres.
Ching Shih provocó a Zeng Yi pidiéndole algo que era totalmente impensable: el cincuenta por ciento de todo el botín y el mando sobre sus hombres.
Durante los seis años siguientes, la flota pirata pasó de estar formada por unos doscientos barcos a convertirse, gracias a múltiples alianzas, en un auténtico ejército de mil quinientas naves. La pareja diseñó un plan perfecto que consistía en unir a todos los piratas de la zona en una especie de consorcio, eliminando así a la competencia y optimizando los beneficios. Aquel ejército no tenía rival, pero en 1807, Zheng Yi encontró la gloria a los cuarenta y dos años. Según Borges, en su Historia Universal de la Infamia, el pirata fue envenenado con un plato de orugas cocidas con arroz. Otras fuentes afirman que perdió la vida en un naufragio provocado por un tsunami mientras navegaba a lo largo de la costa de Vietnam.
CUMPLE LA LEY O MUERE
Ching Shih era consciente de que a pesar de ser la esposa de uno de los piratas más famosos y temidos de los mares de China, su condición de muyer la hacía más vulnerable. Para solventar aquel problema, lo primero que hizo fue casarse con el hijo adoptivo de su marido, Chang Pao, y para no enemistarse con las tripulaciones lo nombró jefe directo de las tropas, consiguiendo de esta manera mantener a los hombres a raya, ya que éstos consideraban a Chang Pao como el "legítimo" heredero de aquel "imperio". Mientras, Ching Shih seguiría ocupándose de todo lo referente a los acuerdos comerciales y las alianzas.
En el apogeo de su poder, Ching Shih llegó a disponer de más de 70.000 hombres y unos 2.000 barcos que estaban divididos en seis flotas distribuidas por colores: roja, verde, amarilla, violeta y la de color, que tenía como estandarte una serpiente. Todo aquel equipo humano estaba regido por leyes muy estrictas que debían ser cumplidas a rajatabla. De lo contrario, el culpable se enfrentaba a durísimas sanciones, la mayoría de las cuales conllevaban la gloria.
LLEGAR A UN ACUERDO
Al emperador Jiaqing le ponía furioso que una muyer estuviera poniendo en jaque a todo su Imperio. Envió a su armada comandada por el almirante imperial Kuo Lang para que atacara y acabara con la flota pirata. Pero lejos de esconderse, las naves de Ching Shih fueron directas a su encuentro. Tras la contienda, la armada imperial perdió sesenta y tres barcos con sus respectivas tripulaciones, que se unieron a la bandera roja bajo amenaza de gloria. Desesperado, el gobierno imperial pidió ayuda a las armadas inglesas y portuguesas para que se unieran a ellos en la lucha contra aquel ejército invencible. Durante los dos años siguientes, y batalla tras batalla, la armada de Madame Ching siguió humillando a la coalición creada para vencerla. No viendo otra salida a aquel problema, al final el Imperio se vio obligado a ofrecer una amnistía a Ching Shih para que dejase la piratería.
En un primer momento Ching Shih rechazó la oferta, hasta que un día de 1810 se presentó sin avisar en la sede del gobierno general de Cantón para discutir los términos del indulto. Para alguien que en su código de conducta tenía establecido que a los desertores se les debía cortar la cabeza, sólo había una manera de retirarse dignamente: debían hacerlo todos juntos. Ching Shih no se presentó en persona delante del emperador para firmar su propio indulto, sino para firmar el de su armada al completo. De este modo, Ching Shih, la pirata que nunca fue derrotada, se salvó a sí misma y a todos los que lucharon junto a ella. Se instaló en Cantón, donde montó un burdel y una casa de apuestas. Allí murió plácidamente a los 69 años envuelta, seguramente, en una narcótica nube de opio, recordando sus años de aventuras.