Hilo Oficial REAL MADRID (13 veces campeón de Europa). TEMPORADA 2019-20

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Bueno, no vi el partido de ayer pero por las crónicas y los comentarios está claro que ya lo hemos visto mil veces. Same old shit.

Para los que pasen del tocho que se avecina y se esperen al DVD, la cosa se resume en:

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Como cada cierto tiempo, traigo a colación el artículo que explica lo que es el Madrid mejor que cien sesudísimos análisis técnicos. El ciclo kármico, inmutable e implacable:

Ciclo kármico-La Galerna

Ciclo kármico
Escrito por: Pepe Kollins - 22 septiembre, 2015


El ciclo kármico madridista es el bucle en el que se encuentra atrapado desde hace décadas el Real Madrid y consiste en una secuencia de tres fases reactivas: Caudillo, Happy y Asador (1).

La etapa Caudillo toma su nombre en relación al carácter caciquil del técnico al que se encomiendan las máximas instancias del club para revertir una situación de aparente laxitud o desgobierno. Su llegada es celebrada por una afición que reclama implicación pero es vista con recelo por parte de los medios de comunicación, alertados por el carácter distante del nuevo inquilino del banquillo. Desde su proclamación, el entrenador imprime orden, trabajo y exigencia, lo que, aunado a la calidad de la plantilla, deriva en la conquista de algún título relevante.

Paradigmas de técnicos del periodo Caudillo son Capello (en sus dos etapas), Mourinho o, aventuramos, el propio Benítez, todos ellos de un marcado perfil tacticista y meritocrático. El desarrollo de esta autoridad, no obstante, es la mayor garantía de su fecha de caducidad. Los frecuentes roces con prensa y jugadores, propiciados por la rotundidad del técnico en su tono y en su método, terminan claudicándolo.

Al turbulento final de toda etapa Caudillo le sucede, en arreglo a la ley del péndulo, el comienzo de una etapa Happy, protagonizada por un auténtico ilusionista que, a golpe de campechanía, restablece rápidamente los vínculos dañados por su antecesor, tanto dentro del vestuario como en la sala de prensa. Ancelotti, Pellegrini (2), Schuster o Valdano (3) lideraron algunos de estos periodos, siendo Del Bosque, el arquetipo mayor.

El contexto Happy se articula, en sus inicios, como una garantía de éxito: imbuido por la dinámica compensatoria, el entrenador otorga una mayor libertad a sus futbolistas, en el rectángulo de juego y fuera de él. Los jugadores, por su parte, redoblan el esfuerzo espoleados por la motivación de una tesitura privilegiada pero, igualmente, por el convencimiento de que, en caso de nuevo fracaso, los siguientes señalados serán ellos. La prensa, a su vez, colabora estabilizando el entorno en defensa de su nuevo "aliado". Una coyuntura general que al principio también se ve favorecida por el trabajo, aún perdurable y nada desdeñable, del anterior entrenador.

La etapa Asador, en honor a los prestigiosos establecimientos de restauración que sirven de refugio a los futbolistas, sucede a la etapa Happy y se fundamenta en una pérdida de control del mister sobre el grupo. Generalmente se origina por el efecto de descompresión del vestuario a raíz de la consecución de un título importante, lo cual disminuye drásticamente la ascendencia del entrenador sobre sus discípulos. Dichas épocas suelen degenerar en excesos de todo tipo: de consumos calóricos, de velocidad en la carretera, de fiestas nocturnas y hasta de autogestión (4).

Aunque la etapa Asador suele fraguarse en el declive del mandato del entrenador que comenzó la etapa Happy, a posteriori puede perpetuarse si el club cede las riendas a un falso Caudillo (Camacho, Luxemburgo o Juande Ramos fueron algunos célebres gatillazos), o si por falta de determinación o de candidatos se aplaza dicho relevo mediante remiendos provisionales (García Remón, López Caro, Arsenio Iglesias o los periodos taifas de Del Bosque), o si se retorna al pasado (Beenhakker, Toshack) para ahondar todavía más la sensación de una institución a la deriva.

Un somero análisis de la reiteración kármica nos evidencia que su hilo conductor es la actitud de una plantilla que fluctúa en función de los estímulos que recibe. Y es que en algún punto de la historia del Real Madrid los futbolistas "gamificaron" su modus operandi, esto es, interpretaron de forma radical su condición de jugadores. En el vestuario blanco ha sedimentado la idea de que ganar una competición acumula una suerte de bonus, un crédito que a su vez se reduce cuando se pierde y que ellos luego administran como esas barras de nivel de vida de los videojuegos, que crecen y decrecen en función de los méritos contraídos.

El secreto en el juego pasa por evitar que la barra de vida se agote por completo pero el deporte, contrariamente, reside en mantener la tensión sin descanso. Si hay un denominador común en los equipos hegemónicos, con independencia de su estilo y hasta de su potencial, es la tensión sostenida. Es cierto que todos los campeones sufren, en mayor o menor medida, un desgaste de su ambición tras mucho ganar, pero ¿tan acelerado como el que demuestran habitualmente los jugadores del Madrid tras cada victoria?

Hace veinticinco años que el equipo de Concha Espina es incapaz de ganar tres campeonatos ligueros consecutivos y en ese periodo tan solo se conquistaron dos seguidos en una sola ocasión. La última vez que el Real Madrid hizo doblete de Liga y Copa del Rey se remonta a las mismas fechas mencionadas, cincuenta y seis si la referencia es Liga y Copa de Europa (5). Pero incluso en épocas de bonanza los jugadores se han mostrado timoratos al no hacer sangre cuando se les ha brindado la ocasión tal y como sí hicieron sus rivales cuando gozaron de la misma oportunidad con ellos. Mientras los aficionados madridistas se devana el seso sobre si el problema del equipo fue la lesión de un jugador, o la ausencia de un reserva en esta demarcación, o de un especialista en la otra, sus contrincantes, con carencias más que evidentes, les ganan la partida con una suficiencia en el aspecto competitivo.

¿Pero cómo se garantiza esa tensión? La competitividad no es producto de un acto consciente. El jugador del Real Madrid no se levanta una mañana con la voluntad de no ganar. Cualquier tensión es el resultado de la acción simultánea de una serie de fuerzas entre las que, en este caso, destacan: la urgencia de victoria del jugador, la independencia del entrenador para priorizar el colectivo sobre las individualidades y el margen de impopularidad asumible por la presidencia en la toma de decisiones.

Si se pretende tensionar la competitividad de un equipo -lo que para el Real equivale a romper el ciclo kármico- se debe establecer una referencia en torno a la que presionar. Un proyecto, un estilo de juego o un ideal que, en lo que compete al Real Madrid, no puede ser otro que el compromiso inquebrantable hacia la propia esencia de la institución: no renunciar a la eternidad bajo ningún concepto. Luchar por ella, no ya cada temporada, sino cada partido, cada lance del juego, eliminado, sin excepción cualquier vestigio de distorsión, caiga quien caiga, pese a quien le pese, aunque se trate de una divinidad, o sobre todo cuando sea una divinidad, para certificar, a modo ejemplarizante, que el madridismo no tiene que ver con el jugueteo de unos dioses descendiendo, de vez en cuando, a la tierra sino con el ascenso de la institución al cielo. Ese será su nirvana. Mientras tanto, Caudillo, Happy y Asador.

(1) Las tres etapas no son regulares en duración, ni se corresponden, aunque a veces coincidan, con el mandato de un técnico. Pero sí que se mantiene el orden enunciado y sus inercias.

(2) La etapa Happy de Valdano tuvo como preludio el primer sucedáneo de Caudillo, un Benito Floro que, sin serlo, fue caricaturizado por su fervor táctico y vilipendiado por unas formas que precipitaron su destitución.

(3) Pellegrini es el único entrenador de una etapa Happy que no logró conquistar un título, si bien su inercia fue aparentemente ganadora batiéndose el récord histórico de puntos.

(4) Santiago Cañizares confesó que Jupp Heynckes huyó de una plantilla que en el tramo final de temporada le ninguneó de malas maneras. En su relato, en la cadena SER, Cañizares afirmó que la final de Amsterdam fue planficada en la habitación de uno de los capitanes la noche antes del partido. Heynkes es el primer entrenador que solapa las etapas Happy y Asador en una misma temporada.

(5) La etapa de Vicente Del Bosque supone el único momento, en los últimos veinticinco años, donde se ganan durante cuatro temporadas seguidas títulos importantes (Liga y Champions de forma imbricada). Pero esta circunstancia no la excluye del ciclo. Dicho periodo estuvo lejos de ser hegemónico. No se obtuvo un solo doblete de entidad ni se revalidó título alguno y el equipo recibió, además, duras criticas por su apatía y mal juego. Que el karma no actuara con la virulencia de otras veces puede estar en relación con su coincidencia con la época más tenebrosa del Barcelona (periodo Gaspart, con el Barça jugando incluso la UEFA).

La penúltima etapa happy fue la de Carletto, la cual degeneró rápidamente en Asador y se trató de instaurar un caudillo en la figura de Rafat; éste fue infructuoso y fugaz, y Floper probó suerte con Zizou, que nos ha llevado a esta era dichosa y razonablemente duradera que ahora se apaga.

Nos volvemos a encontrar ahora en los estertores de otra etapa Asador, el desmoronamiento de un ciclo que acabó en Kiev; en esta ocasión Floper no se ha atrevido a lanzarse en brazos del cirujano de hierro de Setúbal, y ha optado nuevamente por la cara amable de Zizou para pilotar la tras*ición. Y aunque amo y venero a Zizou, y lo defenderé contra viento y marea hasta las últimas consecuencias, el encargo es muy diferente de la primera vez...

Admiro su valentía al jugarse su aura de éxito cuando lo fácil era desentenderse; pero aún no tengo claro si cuando volvió era consciente de las circunstancias reales y lo afrontaba como un reto de reinventarse en una tesitura totalmente diferente a la primera, o lo hizo solo por lealtad (y cierto sentimiento de culpa) hacia el club o hacia Floper. Lo que se necesita ahí dentro es un pocero que se arremangue en las cloacas, una mano decidida que con precisión y decisión añada y suprima las piezas oportunas. Ojalá Zizou sea consciente, y ojalá sea también capaz sin que le tiemble el pulso. Porque ese es el único camino, así que ojalá sea el hombre para atravesarlo.

Se añade la circunstancia de que las perspectivas de la plantilla se han quedado en tierra de nadie; lo viejo ha muerto y su cadáver se descompone, mientras lo nuevo no acaba de nacer; tenemos muchos jóvenes que son prometedores pero no están todavía para coger las riendas en un entorno de máxima exigencia. Cristino estuvo bien vendido y en el momento justo para no hipotecar el futuro, el problema es que no se hizo lo mismo con muchos otros que viven de rentas y no se han fichado a la clase de jugadores en su prime capaces de ser referencia (Hazard es el único fichaje de ese calibre), mientras las promesas salen del cascarón. Hay mucho trabajo que ha quedado a medias en cuanto a confección de plantilla y que queda para el próximo verano, pero mientras tanto, con estos mimbres tocará hacer el cesto de esta temporada. Hay que afrontar la travesía en el desierto, y para ello, hay que volver a los valores olvidados, el esfuerzo, el apretar los dientes, la constancia del partido a partido. Si ya no son capaces de alcanzar los picos de excelencia necesarios para luchar la Champions, lo realista sería priorizar competiciones que exigen un esfuerzo más continuado pero sin la necesidad de esos picos de excelencia. Aunque días como el de ayer hagan difícil creer incluso en ello.

Aún con todo, es obvio que como el Cid, este equipo es todavía capaz de vencer después de muerto; y en mi optimismo patológico en lo que al Real atañe, siempre me agarraré a ello y mantengo por defecto la fe en la victoria en cualquier circunstancia. No me bajaré del carro aunque sea el último hombre en pie. El Madrid siempre vuelve, carajo.
 
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