1982, cuando ETA Político Militar se disolvió y entregó las armas
Rueda de prensa de ETA político militar, el 30 de septiembre de 1982, en la que anuncian su disolución como banda armada.
Hace 30 años la negociación entre el Gobierno de la UCD y los "polimilis", que logró disolver la banda, incluyó también la reinserción de presos. Recordamos las claves del proceso histórico.
Había ambiente de fiesta en la cena entre los miembros de Euzkadiko Ezquerra (EE) y ETA político-militar. Era el 1 de octubre de 1982 en el Jai Alai de Biarritz y por los altavoces se escuchaba Bienvenidos de Miguel Ríos. En mitad de la cena varios encapachudados irrumpieron en la sala portando una pancarta que rezaba: “no nos arrepentimos…de estar en EE”. La celebración no sólo servía para ratificar la integración de los polimilis en la organización política Euskadiko Ezquerra, sino para constatar el abandono de las armas, el fin de la violencia como vía para la solución del conflicto vasco.
Tan sólo un día antes, el 30 de septiembre, los miembros de la llamada ETA político-militar VII Asamblea habian hecho público un comunicado -a cara descubierta-, en el que anunciaban su disolución como banda armada y la renuncia al terrorismo:
“Pensamos que la violencia armada era necesaria en un momento determinado, pero hoy estamos convencidos de que son los valores y la lucha democrática los que en un avance de conciencia y organización del pueblo pueden dar soluciones verdaderas a los problemas de Euskadi. El proyecto de resolución sobre medidas de gracia presentado por EE y PNV en el Parlamento de Euskadi hace que en estos momentos presentemos nuestra disolución oficial. Queremos que la decisión organizativa tomada por nosotros y el haber conseguido una salida honrosa al tema de los presos y exiliados sea tomada en cuenta por el resto de organizaciones armadas. La lucha armada y ETA ya han cumplido su papel“.
Pero la violencia distaba mucho de haberse acabado. No sólo la otra rama de ETA (ETA militar) seguía matando y extorsionando, sino que de los propios polimilis, un sector que se había denominado ETA político-militar VIII Asamblea, continuaba la lucha armada y se especializaría en secuestros, como los del industrial Satrurnino Orbegozo o el del militar Alberto Martín Barrios, al que acabarían asesinado al año siguiente.
Juan María Bandrés en 1996 junto a la viuda de la Carlos García de Goena, víctima del GAL, a la que representaba como abogado.
En realidad, las negociaciones entre el Gobierno de UCD y los polimilis, que darían lugar a la disolución, afectaban sólo a un sector concreto de la banda, que de la mano del partido EE, liderado por Juan María Bandrés y el ex etarra amnistiado en 1977, Mario Onaindía, habían resuelto que la violencia era un problema para el País Vasco. En 1982 murieron 36 personas a manos de ETA militar -entre ellas el general Victor Lago, jefe de la División Acorazada Brunete- y otras ocho fueron secuestradas.
El proceso que llevó a la disolución de ETA pm VII Asamblea había comenzado tras el 23-F, cuando los polimilis anunciaron una tregua unilateral con el Estado español, convencidos de que la involución golpista podría dar al traste con la democracia y los logros conseguidos.
La aprobación del Estatuto de Autonomía de Euskadi en 1979 y la vuelta a la violencia, que incluyó asesinatos como los de los políticos dela UCD, José Ignacio Ustarán y Juan de Dios Doval, a finales de 1980, o los atentados de Atocha y Chamartín en el 79, en los que murieron cinco personas, convencieron a EE de que el único objetivo posible era el abandono de la lucha armada, cuya máxima contrapartida debía ser la reinserción de presos y el desarrollo de dicho estauto.
Los primeros contactos entre EE y el Gobierno se produjeron en 1980 y su origen fue fortuito: un hermano del ministro del Interior, Juan José Rosón, era amigo de un matrimonio pasaba temoporadas en la localidad vizcaína de Bérriz, donde solía reunirse Mario Onaindía con sus amigos de la infancia. En una ocasión, la pareja coincidió con el ex etarra y, tras escuchar sus planteamientos, le propusieron una cita con el hermano de Rosón, que haría de intermediario con el ministro.
El ministro del Interior de la UCD, Juan José Rosón
Las conversaciones comenzaron a finales de 1980, después de la visita del entonces jefe del Gobierno, Adolfo Suárez, al País Vasco, que tuvo también la ocasión de hablar con Onaindía y Bandrés sobre las posibles negociaciones. El lugar elegido para el encuentro entre Rosón y Onaindía fue el restaurante Los Arándanos. Según el segundo así tras*currió la cita:
“Llegamos antes del mediodía y fuimos directamente al restaurante (…) Cuando miré con disimulo quienes podrían ser, porque por el rabillo del ojo se me hacían caras conocidas, estaban Fernando Jaúregui, Pilar Cernuda, Miguel Ángel Aguilar…en fin, todos periodistas famosos de la época (…) Sin duda tenían que haber visto pasar a Rosón (…) en la mesa estábamos él y yo solos:
-En el País Vasco hace falta mucha paciencia. Los problemas son muy graves, pero otras veces también lo han sido y se han acabado resolviendo (…) Intentó ponerse en la piel de un vasco, me pareció que tenía un sentido de defender por encima de todon el sistema democrático antes que las posturas propias de un partido:
-Permitir el regreso de los exiliados es fácil porque no están juzgados. Luego se podrian tomar medidas de gracia a algunos presos, lo que equivaldría a una amnistía de hecho (…)
-Estaría bien sería fantástico. Pero deberiá estara claro el aspecto político de la cuestión. Me refiero a que el pueblo viera la relación que tiene con el logro de autonomía (…) y que fuera toda la organización la que tomara la decisión y no sólo algunos militantes”.
A esta reunión la siguieron muchas otras, desarrolladas principalemtne a partir de la tregua de febrero de 1981, y siempre tuvieron como protagonistas a los dos citados, además de a Juan Bandrés, figura clave, por su condición de abogado, para negociar las medidas de gracia que ofrecería Rosón a los presos.
En el verano de 1982 se hicieron públicas las negociaciones, y aunque el Gobierno siempre negó los contactos con ETA pm, afirmando que “las conversaciones se han mantenido exclusivamente con EE y han tenido como objetivo examinar las circunstancias de personas integradas en ETA pm VII Asamblea, que abandonaron la lucha armada en 1981″, lo cierto era que las negociaciones se celebraban en dos niveles: mientras Onaindía y Bandrés se entrevistaban con Rosón en Madrid, el jefe del mando unificado antiterrorista, Manuel Ballesteros, y el director general de la Policía, José Luis Fernández Dopico, se reunían en París con parte de la dirección polimili encabezada por Juan Miguel Goiburu, Goieri.
EE discutía la reinserción y los polimilis la entrega de armas y la localización de escondites y zulos. Poco después se añadieron el Ministerio de Justicia, la Fiscalía General del Estado y la Audiencia Nacional. Sin embargo, cuando se cumplía un año de la tregua anunciada por los polimilis -en realidad rota tras el secuestro del doctor Julio Iglesias Puga en diciembre de 1981- no todos los miembros decidieron seguir la estela que impulsaban Bandrés y Onaindía.
En frebrero de 1982 se celebró la VIII Asamablea de los terroristas para discutir la continuación de la Tregua. Casi un 70 % optó por retomar la lucha armada frente al sector influido por EE. Como resultado se produjo la enésima escisión de la banda, que quedaba a partir de entonces dividida en político-militar VII Asamblea (séptimos) y ETA político militar VIII Asamblea (octavos)
Y ni siquiera sería la última. Los octavos, entre los que se encontraba Arnaldo Otegui -que acabaría como portavoz de Batasuna, órgano político de ETA militar- acabaron divididos a su vez, y una rama de ellos, los llamadaso milikis, se pasaron a ETA m a partir de 1984.
Mario Onaindía charla con Alfredo Pérez-Rubalcaba
Onaindía, incluso reconocía tras ver, tras ver la película La Vida de Brian del grupo cómico Monthy Python, que encontraba similitudes entre la broma que los humoristas hacían sobre terroristas palestinos y sus disputas y divisiones (el Frente Palestino para la Liberación, el Frente para la Liberación de Palestina…) y la situación de ETA m. “Realmente la película habría sido mucho más eficaz que cualquiera de las ponencias que habíamos redactado para explicar la inutilidad de la lucha armada”.
Según se publicó en el diario El País poco después de la tregua, los acuerdos en torno a la liberación de presos fueron propuestos por Bandrés, que estableció una pauta escalonada de posibles actuaciones aplicables a cada caso particular: garantías de regreso para los exiliados no procesados; aplicación de libertad provisional para detenidos en espera de juicio; libertad condicional para condenados que hubieran cumplido tres cuartas partes de la condena; régimen abierto para ciertos presos con situaciones familiares o personales especiales; indulto para los que no pudieran ser incluidos en los apartados anteriores…
Sobre esta base, Interior elaboró una lista de 100 personas: 70 exiliados y 30 presos. Como consecuencia de los acuerdos, antes de finalizar el año regresaron 24 de los 70 exiliados incluidos en la lista, sin más trámite que el de presentarse ante la Audiencia Nacional. Simultáneamente, 12 presos fueron liberados antes de terminar el año por la aplicación de libertades provisionales.
Los acuerdos se cumplieron con la llegada de los socialistas, y durantre los años siguientes, hasta 1985, se reinsertaron presos y retornaron exiliados. Los octavos respondieron al poco tiempo condenando a fin a los miembros de ETA pm que habían abandonado las armas -acusándolos de haber conseguido las reinserciones a cambio de chivatazos- y ETA recibiría al Gobierno del PSOE con el primer coche-bomba de su historia, siniestro precedente de lo que depararaían los años siguientes.
Julio MARTÍN ALARCÓN
julio.martin@elmundo.es