La cuestión es que independientemente de la probabilidad de que el país emisor de esa promesa cumpla la promesa, la promesa de recibir en el futuro un barril de petróleo tiene un valor económico de cero.
No es posible vender en un mercado esa promesa. En los mercados de futuros de crudo, donde cualquier agente puede comprar un futuro y obtener esa promesa de entrega futura de petróleo, el precio del futuro es estrictamente cero. Aunque hay que depositar unas garantías, que son invertidas bonos del Gobierno americano y generan esa rentabilidad para el inversor, el coste del futuro de petróleo es cero.
Naturalmente, existen instrumentos financieros que se emiten para poner en explotación un campo petrolero y que equivalen a la entrega futura de petróleo al inversor que compra esos instrumentos.
Sin embargo estos instrumentos no son dinero (con un tipo de interés cero) sino bonos de diferente tipo (con un tipo de interés positivo)
El Estado venezolano podría emitir estos instrumentos financieros respaldados por las reservas del petróleo del país si no fuera porque ya lo ha hecho, lleva 40 años haciéndolo.
Existen los bonos emitidos por la petrolera nacional venezolana PDVSA, denominados en dólares americanos y respaldados por las reservas petroleras del país que, a diferencia el Petro, proporcionan un interés, un dividendo al inversor. Un tipo de interés que para estos bonos concretos es astronómico.