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Madmaxista
EE UU nombra ciudadano honorario al militar Bernardo de Gálvez, que ayudó con las armas a los rebeldes norteamericanos, mientras el vasco Diego de Gardoqui les enviaba armas y dinero
Javier Muñoz
Batallitas
28 diciembre 201401:05
1
8
4
La Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos han aprobado el nombramiento como ciudadano honorario del militar malagueño del siglo XVIII Bernardo de Gálvez, que fue gobernador de la Luisiana española entre 1776 y 1783. Los historiadores coinciden en que sus campañas contra los británicos en la Florida fueron decisivas para la independencia de las Trece Colonias. Sólo ocho extranjeros han merecido un reconocimiento similar. Personajes de la talla del marqués de Lafayette, que fue otro héroe de la revolución norteamericana; Winston Churchill y Teresa de Calcuta.
Ahora queda el refrendo del presidente Barack Obama para que un retrato de Gálvez sea rescatado y colgado en la Cámara de Representantes en Washington. Muchos han olvidado que en los años setenta del siglo pasado ya se erigió en Filadelfia una estatua en recuerdo de un bilbaíno que contribuyó al nacimiento de EE UU. Es el comerciante, naviero y diplomático Diego de Gardoqui y Arriquibar (1735-1798), que organizó el apoyo encubierto de la Corona española a las tropas de George Washington.
Desde la Luisiana española, por el río Misisipí, los rebeldes recibieron clandestinamente suministros procedentes de Europa. Una de las redes de tras*porte partía del puerto de Bilbao, donde Diego de Gardoqui tenía una compañía familiar, Joseph de Gardoqui e Hixos, que se dedicaba al comercio de bacalao, salmón, vino y azúcar. El conde Floridablanca decidió que podía ayudar a los rebeldes norteamericanos porque había aprendido inglés en su juventud, cuando su familia lo envió a Londres para formarse como comerciante. Era el hombre ideal, ya que conocía el mundo anglosajón (sus barcos navegaban al Reino Unido y Massachussetts) y tenía experiencia en el Consulado de Bilbao y en el Ayuntamiento.
Pero sobre todo Diego de Gardoqui estaba bien relacionado, ya que su empresa tenía contactos por toda Europa. Su primera intervención se produjo el 4 marzo de 1777 cuando hizo de traductor en una entrevista secreta que celebraron en Burgos el conde de Floridablanca y un enviado de los rebeldes. Se trataba de Arthur Lee, que había viajado a Europa con Benjamin Franklin y Silas Deane para pedir a París y a Madrid que les ayudaran contra el Reino Unido. El rey Carlos III decidió respaldarlos, pero con discreción, debido a que aquellos revolucionarios no eran un buen ejemplo para los dominios hispanoamericanos. Fue Gardoqui el encargado de enviarles 120.000 reales de a ocho a través de su empresa bilbaína. Esas monedas de plata eran los 'spanish dollars' que sirvieron de inspiración al dólar actual.
Un retrato de Gardoqui y una estatua con su figura en Filadelfia.Un retrato de Gardoqui y una estatua con su figura en Filadelfia.
Un retrato de Gardoqui y una estatua con su figura en Filadelfia.
Lo Más
Héroe (bilbaíno) de la independencia norteamericana . El Correo
El dinero y los créditos concedidos por España, Francia y Holanda permitieron emitir papel moneda para financiar la secesión de las colonias. Eran los famosos 'continentales', un medio de pago que enseguida dejó de tener valor y provocó hiperinflación. Aquella fue la primera crisis financiera de EE UU, y eso que la república todavía no había nacido. "Esta moneda, tal y como la manejamos es una máquina maravillosa", escribió Benjamín Franklin con ironía. "Cumple su oficio cuando la emitimos; paga y viste a las tropas, y proporciona vituallas y municiones; y cuando nos vemos obligados a emitir una cantidad excesiva, se liquida ella misma con la depreciación".
Diego de Gardoqui no sólo proporcionó dinero a la revolución norteamericana. Montó una sociedad para aprovisionar a sus combatientes. El primer cargamento fueron 8.000 mantas de Palencia y de Béjar. "Aunque toda la comarca (de Salamanca) sabía que se fabricaban para los 'rebeldes de América', parece que la noticia nunca llegó a los británicos", escribe Franciso A. Marín en el libro 'Martínez se va a la guerra' (Ed. Inédita), un libro sobre las intervenciones militares de España en el extranjero.
La empresa de Gardoqui también compró en Holanda barcos y mercancías que se enviaban a Nueva Orleans y desde allí llegaban a los rebeldes.
En 1784, un año después de la paz de París sellara la independencia de EE UU, Diego de Gardoqui se estableció en Nueva York como encargado de negocios de España. Igual que Bernardo de Gálvez, el bilbaíno tenía estrechas relaciones con los líderes de la revolución. En 1789 marchó junto a John Jay, uno de los padres de la patria norteamericana, en el desfile que se organizó tras la elección de George Washington como primer presidente estadounidense. El segundo presidente, John Adams, también era amigo suyo.
Gardoqui fundó la iglesia de San Pedro, primer templo católico de Nueva York, en presencia de George Washington. El diplomático vasco volvió a España en 1793 para ejercer como secretario de Hacienda.
Posteriormente presidió la Diputación de Vizcaya y en 1798 murió en Turín, cuando era embajador ante Cerdeña. En aquella misión conoció a Napoleón Bonaparte.
En la actualidad, delante del palacio foral de Bilbao, los peatones pasan junto a una estatua de John Adams. Otra estatua recuerda en Filadelfia a Diego de Gardoqui. Un regalo del rey Juan Carlos I para celebrar el bicentenario de EE UU.
Javier Muñoz
Batallitas
28 diciembre 201401:05
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La Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos han aprobado el nombramiento como ciudadano honorario del militar malagueño del siglo XVIII Bernardo de Gálvez, que fue gobernador de la Luisiana española entre 1776 y 1783. Los historiadores coinciden en que sus campañas contra los británicos en la Florida fueron decisivas para la independencia de las Trece Colonias. Sólo ocho extranjeros han merecido un reconocimiento similar. Personajes de la talla del marqués de Lafayette, que fue otro héroe de la revolución norteamericana; Winston Churchill y Teresa de Calcuta.
Ahora queda el refrendo del presidente Barack Obama para que un retrato de Gálvez sea rescatado y colgado en la Cámara de Representantes en Washington. Muchos han olvidado que en los años setenta del siglo pasado ya se erigió en Filadelfia una estatua en recuerdo de un bilbaíno que contribuyó al nacimiento de EE UU. Es el comerciante, naviero y diplomático Diego de Gardoqui y Arriquibar (1735-1798), que organizó el apoyo encubierto de la Corona española a las tropas de George Washington.
Desde la Luisiana española, por el río Misisipí, los rebeldes recibieron clandestinamente suministros procedentes de Europa. Una de las redes de tras*porte partía del puerto de Bilbao, donde Diego de Gardoqui tenía una compañía familiar, Joseph de Gardoqui e Hixos, que se dedicaba al comercio de bacalao, salmón, vino y azúcar. El conde Floridablanca decidió que podía ayudar a los rebeldes norteamericanos porque había aprendido inglés en su juventud, cuando su familia lo envió a Londres para formarse como comerciante. Era el hombre ideal, ya que conocía el mundo anglosajón (sus barcos navegaban al Reino Unido y Massachussetts) y tenía experiencia en el Consulado de Bilbao y en el Ayuntamiento.
Pero sobre todo Diego de Gardoqui estaba bien relacionado, ya que su empresa tenía contactos por toda Europa. Su primera intervención se produjo el 4 marzo de 1777 cuando hizo de traductor en una entrevista secreta que celebraron en Burgos el conde de Floridablanca y un enviado de los rebeldes. Se trataba de Arthur Lee, que había viajado a Europa con Benjamin Franklin y Silas Deane para pedir a París y a Madrid que les ayudaran contra el Reino Unido. El rey Carlos III decidió respaldarlos, pero con discreción, debido a que aquellos revolucionarios no eran un buen ejemplo para los dominios hispanoamericanos. Fue Gardoqui el encargado de enviarles 120.000 reales de a ocho a través de su empresa bilbaína. Esas monedas de plata eran los 'spanish dollars' que sirvieron de inspiración al dólar actual.
Un retrato de Gardoqui y una estatua con su figura en Filadelfia.Un retrato de Gardoqui y una estatua con su figura en Filadelfia.
Un retrato de Gardoqui y una estatua con su figura en Filadelfia.
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Héroe (bilbaíno) de la independencia norteamericana . El Correo
El dinero y los créditos concedidos por España, Francia y Holanda permitieron emitir papel moneda para financiar la secesión de las colonias. Eran los famosos 'continentales', un medio de pago que enseguida dejó de tener valor y provocó hiperinflación. Aquella fue la primera crisis financiera de EE UU, y eso que la república todavía no había nacido. "Esta moneda, tal y como la manejamos es una máquina maravillosa", escribió Benjamín Franklin con ironía. "Cumple su oficio cuando la emitimos; paga y viste a las tropas, y proporciona vituallas y municiones; y cuando nos vemos obligados a emitir una cantidad excesiva, se liquida ella misma con la depreciación".
Diego de Gardoqui no sólo proporcionó dinero a la revolución norteamericana. Montó una sociedad para aprovisionar a sus combatientes. El primer cargamento fueron 8.000 mantas de Palencia y de Béjar. "Aunque toda la comarca (de Salamanca) sabía que se fabricaban para los 'rebeldes de América', parece que la noticia nunca llegó a los británicos", escribe Franciso A. Marín en el libro 'Martínez se va a la guerra' (Ed. Inédita), un libro sobre las intervenciones militares de España en el extranjero.
La empresa de Gardoqui también compró en Holanda barcos y mercancías que se enviaban a Nueva Orleans y desde allí llegaban a los rebeldes.
En 1784, un año después de la paz de París sellara la independencia de EE UU, Diego de Gardoqui se estableció en Nueva York como encargado de negocios de España. Igual que Bernardo de Gálvez, el bilbaíno tenía estrechas relaciones con los líderes de la revolución. En 1789 marchó junto a John Jay, uno de los padres de la patria norteamericana, en el desfile que se organizó tras la elección de George Washington como primer presidente estadounidense. El segundo presidente, John Adams, también era amigo suyo.
Gardoqui fundó la iglesia de San Pedro, primer templo católico de Nueva York, en presencia de George Washington. El diplomático vasco volvió a España en 1793 para ejercer como secretario de Hacienda.
Posteriormente presidió la Diputación de Vizcaya y en 1798 murió en Turín, cuando era embajador ante Cerdeña. En aquella misión conoció a Napoleón Bonaparte.
En la actualidad, delante del palacio foral de Bilbao, los peatones pasan junto a una estatua de John Adams. Otra estatua recuerda en Filadelfia a Diego de Gardoqui. Un regalo del rey Juan Carlos I para celebrar el bicentenario de EE UU.