Visilleras
de Complutum
- Desde
- 25 Jul 2009
- Mensajes
- 52.909
- Reputación
- 222.731
¿Por qué pongo esto?
Porque me parece que, si se aprueba la investidura, vamos a ver de nuevo acampados aunque por un motivo diferente. Yy no en Castellana, sino en el Parque del Oeste.
Al tiempo.
Sintel pone fin a 187 días de acampada
Lucía Abellán, Raul Pérez
Madrid - 04 ago 2001 - 00:00 CEST
5–6 minutos
'Os juro que nunca había firmado un crédito por 2.500 millones de pesetas'. La rúbrica del presidente del comité de empresa con el BBVA permitirá que un año después de quedarse sin empleo ni sueldo, los trabajadores de Sintel cobren un adelanto de los salarios que se les adeudan. El documento que lo garantizaba fue recibido con vítores en la asamblea. Los trabajadores sabían que ese colchón supondrá una inyección de entre 1,2 y 1,3 millones de pesetas en sus cuentas entre entre el lunes y el miércoles próximos, según CC OO. Sólo cinco de los 1.800 empleados que conforman la plantilla de Sintel rechazaron el plan.
Con no menos alegría celebraron los empleados que finalmente fuera el Consejo de Ministros el encargado de aprobar el plan que recolocará a la mitad de la plantilla en empresas del sector y establecerá prejubilaciones y bajas incentivadas para el resto. '¿Qué más podemos pedir?', preguntaba retóricamente Adolfo Jiménez a la audiencia allí congregada. Fuentes de Comisiones Obreras aseguran que la decisión del Consejo de Ministros es mucho más vinculante que un acuerdo entre un ministerio y los sindicatos, en caso de que hubiera que reclamar incumplimientos.
'Esquiroles'
Todos los acampados en la Castellana, unos 1.500, acudieron a la asamblea, a la que también se sumaron algunos de los que no han vivido 187 días en el campamento. Su presencia fue mal recibida por los compañeros, que se referían a ellos como esquiroles y llegaron a pedirles que se abstuvieran de votar.
La asamblea sirvió como recordatorio para quienes han acompañado a los trabajadores en su lucha. El panadero que les ha proporcionado diariamente el pan, sus mujeres, que se encerraron en la catedral de La Almudena durante 80 días, el escritor José Saramago, que 'echó una mano con lo que él sabe, con la palabra'... Un vendedor de cupones, asiduo al campamento, leyó un discurso en el que celebraba los 1.500 amigos que ha ganado desde enero, cuando los trabajadores de Sintel se instalaron en la Castellana.
Tres horas después de que Adolfo Jiménez despidiera la asamblea al grito de 'queda aprobado el acuerdo y levantado el campamento', el ambiente era claramente festivo en el paseo de la Castellana. Numerosos grupos de trabajadores apuraban la sobremesa entre el humo de sus cigarros y brindando con cava. Otros aprovechaban el momento para fotografiarse en grupo por última vez. El jolgorio se incrementaba, además, con los bocinazos de numerosos coches que saludaban el éxito de los trabajadores mientras circulaban por el lateral de la avenida. Los acampados tan sólo esperaban ya la fiesta de la noche, 'a la que todo el pueblo de Madrid está invitado'.
Sin embargo, pese a la promesa de diversión que aquella noche aguardaba a los acampados, unos pocos empezaban ya a recoger sus bultos y a cargar los coches. Eran quienes preferían 'pasar la fiesta con la familia'. Como Fernando Llera, de San Sebastián, que en seis meses de acampada tan sólo se ausentó una semana para visitar a su familia. Para él, ya no tenía sentido permancer más tiempo con sus compañeros. Se marchaba con el buen recuerdo de la camaradería surgida entre los acampados: 'Llegué llorando y me voy llorando', pero muy crítico con aquellos trabajadores de Sintel que no participaron del campamento. 'Ésos', decía, 'no merecen ni el agua que beben'.
Más tiempo acampados
José Manuel Nieto, de Zamora, recogía ayer también sus cosas, aunque decepcionado por no poder participar de la fiesta de anoche: 'Me hacía mucha ilusión quedarme, pero mi compañero quiere regresar hoy mismo'. José Manuel lamentaba además que se hubiera votado el levantamiento del campamento. Según él, hubieran podido conseguir 'el cien por cien' de sus aspiraciones de haber permanecido más tiempo en la Castellana. Quienes sí pensaban quedarse aquella noche eran dos trabajdores de Sintel Madrid: Eduardo Brazales y Fernando González. Se sentían animados por la promesa de 'esta noche hay flamenco', que anunciaba, micro en mano, un trabajador de la sección de Burgos. Frente a ellos, un empleado apuraba su afeitado ante un improvisado lavabo, junto a un cartel en el que se podía leer: '2001, una odisea en la Castellana'. Sin duda, una buena forma de describir la desesperación que llevó a estos hombres a instalarse en plena calle hace seis meses. 'Entonces no teníamos nada', recuerda Juan Carlos, pero bautizaron su aventura con el nombre de 'campamento de la esperanza'. Mañana, en cambio, estarán por fin con sus familias.
Porque me parece que, si se aprueba la investidura, vamos a ver de nuevo acampados aunque por un motivo diferente. Yy no en Castellana, sino en el Parque del Oeste.
Al tiempo.
Sintel pone fin a 187 días de acampada
Lucía Abellán, Raul Pérez
Madrid - 04 ago 2001 - 00:00 CEST
5–6 minutos
'Os juro que nunca había firmado un crédito por 2.500 millones de pesetas'. La rúbrica del presidente del comité de empresa con el BBVA permitirá que un año después de quedarse sin empleo ni sueldo, los trabajadores de Sintel cobren un adelanto de los salarios que se les adeudan. El documento que lo garantizaba fue recibido con vítores en la asamblea. Los trabajadores sabían que ese colchón supondrá una inyección de entre 1,2 y 1,3 millones de pesetas en sus cuentas entre entre el lunes y el miércoles próximos, según CC OO. Sólo cinco de los 1.800 empleados que conforman la plantilla de Sintel rechazaron el plan.
Con no menos alegría celebraron los empleados que finalmente fuera el Consejo de Ministros el encargado de aprobar el plan que recolocará a la mitad de la plantilla en empresas del sector y establecerá prejubilaciones y bajas incentivadas para el resto. '¿Qué más podemos pedir?', preguntaba retóricamente Adolfo Jiménez a la audiencia allí congregada. Fuentes de Comisiones Obreras aseguran que la decisión del Consejo de Ministros es mucho más vinculante que un acuerdo entre un ministerio y los sindicatos, en caso de que hubiera que reclamar incumplimientos.
'Esquiroles'
Todos los acampados en la Castellana, unos 1.500, acudieron a la asamblea, a la que también se sumaron algunos de los que no han vivido 187 días en el campamento. Su presencia fue mal recibida por los compañeros, que se referían a ellos como esquiroles y llegaron a pedirles que se abstuvieran de votar.
La asamblea sirvió como recordatorio para quienes han acompañado a los trabajadores en su lucha. El panadero que les ha proporcionado diariamente el pan, sus mujeres, que se encerraron en la catedral de La Almudena durante 80 días, el escritor José Saramago, que 'echó una mano con lo que él sabe, con la palabra'... Un vendedor de cupones, asiduo al campamento, leyó un discurso en el que celebraba los 1.500 amigos que ha ganado desde enero, cuando los trabajadores de Sintel se instalaron en la Castellana.
Tres horas después de que Adolfo Jiménez despidiera la asamblea al grito de 'queda aprobado el acuerdo y levantado el campamento', el ambiente era claramente festivo en el paseo de la Castellana. Numerosos grupos de trabajadores apuraban la sobremesa entre el humo de sus cigarros y brindando con cava. Otros aprovechaban el momento para fotografiarse en grupo por última vez. El jolgorio se incrementaba, además, con los bocinazos de numerosos coches que saludaban el éxito de los trabajadores mientras circulaban por el lateral de la avenida. Los acampados tan sólo esperaban ya la fiesta de la noche, 'a la que todo el pueblo de Madrid está invitado'.
Sin embargo, pese a la promesa de diversión que aquella noche aguardaba a los acampados, unos pocos empezaban ya a recoger sus bultos y a cargar los coches. Eran quienes preferían 'pasar la fiesta con la familia'. Como Fernando Llera, de San Sebastián, que en seis meses de acampada tan sólo se ausentó una semana para visitar a su familia. Para él, ya no tenía sentido permancer más tiempo con sus compañeros. Se marchaba con el buen recuerdo de la camaradería surgida entre los acampados: 'Llegué llorando y me voy llorando', pero muy crítico con aquellos trabajadores de Sintel que no participaron del campamento. 'Ésos', decía, 'no merecen ni el agua que beben'.
Más tiempo acampados
José Manuel Nieto, de Zamora, recogía ayer también sus cosas, aunque decepcionado por no poder participar de la fiesta de anoche: 'Me hacía mucha ilusión quedarme, pero mi compañero quiere regresar hoy mismo'. José Manuel lamentaba además que se hubiera votado el levantamiento del campamento. Según él, hubieran podido conseguir 'el cien por cien' de sus aspiraciones de haber permanecido más tiempo en la Castellana. Quienes sí pensaban quedarse aquella noche eran dos trabajdores de Sintel Madrid: Eduardo Brazales y Fernando González. Se sentían animados por la promesa de 'esta noche hay flamenco', que anunciaba, micro en mano, un trabajador de la sección de Burgos. Frente a ellos, un empleado apuraba su afeitado ante un improvisado lavabo, junto a un cartel en el que se podía leer: '2001, una odisea en la Castellana'. Sin duda, una buena forma de describir la desesperación que llevó a estos hombres a instalarse en plena calle hace seis meses. 'Entonces no teníamos nada', recuerda Juan Carlos, pero bautizaron su aventura con el nombre de 'campamento de la esperanza'. Mañana, en cambio, estarán por fin con sus familias.