¡DEATH METAL O MUERTE!
Himbersor
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Buenas,
Como todos sabréis ya a estas alturas, soy preparador físico y trabajo a domicilio. No es raro que alguna clienta intente que le arrimes la cebolleta pero jamás me había ocurrido algo tan surrealista como lo que procedo a detallar:
La semana pasada por la mañana acudí por primera vez a un chalecito situado a las afueras de la capital del protectorado español. Se trataba de una cliente muy exclusiva. He de reconocer que llamé al timbre con cierto miedo. No sólo porque tras de mí sonaba una estridente sirena de la benemérita sino porque era consciente de la misandría de mi clienta y desde que mi profesora de ciencias sociales de primero de la ESO trató literalmente de arrancarme la platano tras pillarme meando en un tarro de flores me persigue la extraña paranoia de que una feminista radical terminará amputándome el miembro. Me estremezco sólo de escribir estas líneas. Por cierto, no voy a desvelar la identidad de la susodicha política, pues me amenazó con encarcelarme si lo hacía, sólo os diré que no es quien pensáis que es.
Pues bien, me abre la sirvienta y cuando entro en la mansión, me encuentro a la forzadora espatarrada en el suelo, mirando al cielo con los brazos en alto, intentando realizar una suerte de magufa invocación espiritual ciertamente lamentable, con total probabilidad sacada de un canal new age de youtube. Me sentí mal, olía fatal, ¿sería el aroma charil de la estancia? Resulta más racional, y prosaico, pensar que se trataba de su sobaquera. En fin, que la saludé, se levantó y empezamos a charlar sobre tonterías post-estructuralistas que ni recuerdo. Yo le tiraba del hilo porque cobro por hora.
La tía iba en mallas y pondré fin al debate asegurándoos que la TV no engorda. No es que yo tenga problema alguno con la obesidad, ojo, de hecho trabajo con ella, incluso se podría decirque vivo de ella. Pues, como iba a comenzar a decir, nos pusismos manos a la obra y comenzamos a hacer estiramientos y la tía comenzó a arrimarse demasiado, aunque no me sorprendió. Bueno, seré breve, que lo bueno si breve dos veces bueno, y lo traumático todavía mejor. El asunto es que al llegar el tiempo de los ejercicios, ahí si cruzó la linea y empezó a tocarme disimuladamente el ojo ciego, algo que me tocó los huevones considerablemente. No voy a entrar en detalles, pero la cosa fue subiendo de temperatura y uno no es de piedra, así que me levanté y le dije educada pero firmemente que no estaba dispuesto a recibir esa clase de trato. Eso parece que la encendió todavía más y se lanzó sobre mí. Intenté zafarme pero al final terminó doblegando mi voluntad, pues caí en la cuenta de que esa tipa podría sacarme del circuito profesional con una simple llamada.
Me ahorraré los detalles de cama, excepto aquellos sin los cuales semejante escabrosa y da repelúsnte historia, incluso digna del oximorónico apelativo de inenarrable, no se entendería. Se negó a usar protección y me coaccionó a penetrarla. Ante el desgaste emocional, el miedo a perder mi trabajo y una rigidez* bastante potente, terminé accediendo. Me montó cual potro salvaje y procedí a perforarla con furia porciona. La narración se torna si cabe más trágica aquí, cuando estando yo a punto de alcanzar el clímax, me vi incapaz de expulsar mi bomba. En efecto, me había hecho la pinza haitiana, estaba atrapado, buscaba un hijo con buena carga genética. ¿Recordáis la escena de El Gran Lebowski donde la pintora engaña al parguelas del Nota para hacerle un hijo? Pues si ya entonces sentisteis terror, imagináos lo que es vivirlo en carne propia, y no después sino en el mismo instante, con el miembro preso, sabiendo el destino al que te enfrentas. Fue ciertamente aberrante, incluso diría que rozó lo diabólico.
Sin embargo, eso no fue lo peor. Cuando mi fornido soldado, cautivo, comenzaba a relajarse, me liberó sólo para atraparme de nuevo, esta vez con su boca. En efecto, existe el mito new age de que se doblan las posibilidades de embarazo si el leche se filtra al útero a través los chakras estomacales, formando una unión universal y repleta de luz con el mismo poco agradable mejunje depositado en lo más profundo de los abismo vaginales, atravesando así las trompas de Falopio mediante la fórmula detallada por Drúnvalo Melquisiadec en su obscuro título "Spiritual awareness is the driver of spiritual awareness". En fin, que me tenía agarrado por los bemoles. Pasó lo que ella demandó que pasara, en contra de mi voluntad y mejor juicio, y entonces me dijo que estaba obligado a "devolverle el favor". A partir de aquí mis recuerdos comienzan a nublarse, tal era la ansiedad que se apoderó de mi mente. Sólo sé que traté de levantarme pero ella parecía poseída por el espíritu de Xena o alguna estupidez del estilo, o quizás yo había sido drenado de mi energía, yo qué shishi sé. El caso es que se abalanzó sobre mí y posó su poco agradable alien en mi cara, intentándose frotar contra ésta. Yo lancé un alarido y entonces escuché abrirse la puerta. Era la sirvienta, preocupada por los gritos. Aproveché ese momento, como aquel escritor que trata de huir de su fanática y oligofrénica lectora y eché a correr como alma lleva el diablo, en pelotas, mientras los miembros de la Guardia Civil se cachondeában (espero) lanzándome piropos.
Como he dicho, no voy a revelar el nombre de semejante monstruo, activo en la política de este Estado fallido. Para evitar cualquier acusación de difamación hacia mi noble persona, repetiré lo anteriormente dicho: no es quien estáis pensando. De hecho, ya estoy incluso olvidando quién es, sólo quiero olvidar esta pesadilla y volver a ser quien era. Pero no puedo, por lo siguiente:
Hace tres días comencé a notar que alrededor mío, o más bien en mi interior, sucedían fenómenos de una naturaleza ciertamente ikerjimeneziana, incluso diría más: JLsiana. Mientras estaba en la ducha escuchaba "el forzador eres tú" o algo así. Abría el grifo y regresaba el silencio pero al cerrar para enjabonarme, allí estaba de nuevo la maldita melodía. Sé que existe una canción con ese título, pero jamás la había escuchado. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Acaso estaba perdiendo mi cordura?
No fue hasta la noche siguiente que, aterrorizado, descubrí de dónde venían esos gritos. Había pedido cita para el deontólogo el 6 de marzo y por fin iban a atenderme a la mañana siguiente, así que me había acercado al espejo a dar un último vistazo a esa cavidad en la muela que últimamente me molestaba más que de costumbre. ¡Dios Santo lo que allí había! Era poco agradable, da repelúsnte, quasiluciferino. Una masa de una tonalidad verduzcomarrónida (tonalidad de las tortugas mutantes) ocupaba el vacío donde antes se eregía, fardando de su potencial destructivo, mi incipiente carie. No, no... lo que ahora había allí no estaba antes. Maldije a los cuatro continentes no haberme lavado los dientes esa mañana.
Corrí a por el móvil y usé la aplicación de la lupa, la misma que uso para falsificar la moneda en curso, arriesgándome al destierro, y petrificado como un pompeyo fui testigo del horror más absoluto: La vida. ¿Recordáis aquel capítulo donde Lisa Simpson crea una civilización en miniatura? Pues esto era igual sólo que con un estilo más a lo favelas. Miles de sobacos peludos me gritaban, me insultaban, me amenazaban con cortarme el miembro. Había creado vida, sabía que aquel alien pondría bemoles, lo sabía. Maldije el día en que decidí estudiar INEF, maldije los porros y las brasileñas.
Esa noche no pude dormir. Intenté destrozar esa asquerosidad verduzcomarrónida con todo tipo de artilugios, pero fue en vano. Es como si Dios, en su versión del Antiguo Testamento, se hubiera pasado al post-estructuralismo. Jamás había visto mi miembro viril más pequeño, tal era el miedo que los espíritus animales desplazan por los nervios sensoriales y motores de todo mi cuerpo. Estaba acojonado: Las diminutas criaturas postmodernas estaban intentando construir una suerte de nave espacial capadora que despegaría en lo más profundo de mi sueño y mediante una sierra rebarbadora seccionaría mi preciado apéndice. Iba a ser castrado. Si no me libraba de esa muela, claro.
Ayer por la mañana acudí a mi cita y la doctora, con la que había practicado el sexy time en anteriores citas, puso una mueca de ardor de estomago que me desconcertó. "No, no eres tú, es tu muela". Luego vieno el silencio. Las interminables llamadas. Los investigadores. El ejército. Los trajes aeroespaciales confeccionados con bolsas del mercadona. Luego el juez y unos minutos más tarde, sudorosos, los abogados. Se había determinado que la muela estaba okupada y sus habitantes no podían ser desahuciadas. Pero la cosa no quedaba ahí: No se podía extraer la muela, pues como propietario yo era el responsable de que la comunidad contara con todo lo necesario para sobrevivir, prosperar y llevar a cabo su proyecto vital. De lo contrario recibiría la fin, o en su defecto una condena por genocidio o feminicidio en masa.
Y tras otra noche sin dormir, hasta los huevones de los berridos y blast beats de Napalm Death y Agoraphobic Nosebleed para tapar ese "el forzador eres tú" que cada vez retumba más en mi cavidad bucal, acudo a vosotros. Y que quede bien claro que acudo a vosotros porque las instituciones me han abandonado. Me siento como Sócrates, embriagado pero cansado. Por eso imploro, grito:
¡AYUDA!! !!AYUDA, POR EL AMOR DE CRISTO!!
Como todos sabréis ya a estas alturas, soy preparador físico y trabajo a domicilio. No es raro que alguna clienta intente que le arrimes la cebolleta pero jamás me había ocurrido algo tan surrealista como lo que procedo a detallar:
La semana pasada por la mañana acudí por primera vez a un chalecito situado a las afueras de la capital del protectorado español. Se trataba de una cliente muy exclusiva. He de reconocer que llamé al timbre con cierto miedo. No sólo porque tras de mí sonaba una estridente sirena de la benemérita sino porque era consciente de la misandría de mi clienta y desde que mi profesora de ciencias sociales de primero de la ESO trató literalmente de arrancarme la platano tras pillarme meando en un tarro de flores me persigue la extraña paranoia de que una feminista radical terminará amputándome el miembro. Me estremezco sólo de escribir estas líneas. Por cierto, no voy a desvelar la identidad de la susodicha política, pues me amenazó con encarcelarme si lo hacía, sólo os diré que no es quien pensáis que es.
Pues bien, me abre la sirvienta y cuando entro en la mansión, me encuentro a la forzadora espatarrada en el suelo, mirando al cielo con los brazos en alto, intentando realizar una suerte de magufa invocación espiritual ciertamente lamentable, con total probabilidad sacada de un canal new age de youtube. Me sentí mal, olía fatal, ¿sería el aroma charil de la estancia? Resulta más racional, y prosaico, pensar que se trataba de su sobaquera. En fin, que la saludé, se levantó y empezamos a charlar sobre tonterías post-estructuralistas que ni recuerdo. Yo le tiraba del hilo porque cobro por hora.
La tía iba en mallas y pondré fin al debate asegurándoos que la TV no engorda. No es que yo tenga problema alguno con la obesidad, ojo, de hecho trabajo con ella, incluso se podría decirque vivo de ella. Pues, como iba a comenzar a decir, nos pusismos manos a la obra y comenzamos a hacer estiramientos y la tía comenzó a arrimarse demasiado, aunque no me sorprendió. Bueno, seré breve, que lo bueno si breve dos veces bueno, y lo traumático todavía mejor. El asunto es que al llegar el tiempo de los ejercicios, ahí si cruzó la linea y empezó a tocarme disimuladamente el ojo ciego, algo que me tocó los huevones considerablemente. No voy a entrar en detalles, pero la cosa fue subiendo de temperatura y uno no es de piedra, así que me levanté y le dije educada pero firmemente que no estaba dispuesto a recibir esa clase de trato. Eso parece que la encendió todavía más y se lanzó sobre mí. Intenté zafarme pero al final terminó doblegando mi voluntad, pues caí en la cuenta de que esa tipa podría sacarme del circuito profesional con una simple llamada.
Me ahorraré los detalles de cama, excepto aquellos sin los cuales semejante escabrosa y da repelúsnte historia, incluso digna del oximorónico apelativo de inenarrable, no se entendería. Se negó a usar protección y me coaccionó a penetrarla. Ante el desgaste emocional, el miedo a perder mi trabajo y una rigidez* bastante potente, terminé accediendo. Me montó cual potro salvaje y procedí a perforarla con furia porciona. La narración se torna si cabe más trágica aquí, cuando estando yo a punto de alcanzar el clímax, me vi incapaz de expulsar mi bomba. En efecto, me había hecho la pinza haitiana, estaba atrapado, buscaba un hijo con buena carga genética. ¿Recordáis la escena de El Gran Lebowski donde la pintora engaña al parguelas del Nota para hacerle un hijo? Pues si ya entonces sentisteis terror, imagináos lo que es vivirlo en carne propia, y no después sino en el mismo instante, con el miembro preso, sabiendo el destino al que te enfrentas. Fue ciertamente aberrante, incluso diría que rozó lo diabólico.
Sin embargo, eso no fue lo peor. Cuando mi fornido soldado, cautivo, comenzaba a relajarse, me liberó sólo para atraparme de nuevo, esta vez con su boca. En efecto, existe el mito new age de que se doblan las posibilidades de embarazo si el leche se filtra al útero a través los chakras estomacales, formando una unión universal y repleta de luz con el mismo poco agradable mejunje depositado en lo más profundo de los abismo vaginales, atravesando así las trompas de Falopio mediante la fórmula detallada por Drúnvalo Melquisiadec en su obscuro título "Spiritual awareness is the driver of spiritual awareness". En fin, que me tenía agarrado por los bemoles. Pasó lo que ella demandó que pasara, en contra de mi voluntad y mejor juicio, y entonces me dijo que estaba obligado a "devolverle el favor". A partir de aquí mis recuerdos comienzan a nublarse, tal era la ansiedad que se apoderó de mi mente. Sólo sé que traté de levantarme pero ella parecía poseída por el espíritu de Xena o alguna estupidez del estilo, o quizás yo había sido drenado de mi energía, yo qué shishi sé. El caso es que se abalanzó sobre mí y posó su poco agradable alien en mi cara, intentándose frotar contra ésta. Yo lancé un alarido y entonces escuché abrirse la puerta. Era la sirvienta, preocupada por los gritos. Aproveché ese momento, como aquel escritor que trata de huir de su fanática y oligofrénica lectora y eché a correr como alma lleva el diablo, en pelotas, mientras los miembros de la Guardia Civil se cachondeában (espero) lanzándome piropos.
Como he dicho, no voy a revelar el nombre de semejante monstruo, activo en la política de este Estado fallido. Para evitar cualquier acusación de difamación hacia mi noble persona, repetiré lo anteriormente dicho: no es quien estáis pensando. De hecho, ya estoy incluso olvidando quién es, sólo quiero olvidar esta pesadilla y volver a ser quien era. Pero no puedo, por lo siguiente:
Hace tres días comencé a notar que alrededor mío, o más bien en mi interior, sucedían fenómenos de una naturaleza ciertamente ikerjimeneziana, incluso diría más: JLsiana. Mientras estaba en la ducha escuchaba "el forzador eres tú" o algo así. Abría el grifo y regresaba el silencio pero al cerrar para enjabonarme, allí estaba de nuevo la maldita melodía. Sé que existe una canción con ese título, pero jamás la había escuchado. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Acaso estaba perdiendo mi cordura?
No fue hasta la noche siguiente que, aterrorizado, descubrí de dónde venían esos gritos. Había pedido cita para el deontólogo el 6 de marzo y por fin iban a atenderme a la mañana siguiente, así que me había acercado al espejo a dar un último vistazo a esa cavidad en la muela que últimamente me molestaba más que de costumbre. ¡Dios Santo lo que allí había! Era poco agradable, da repelúsnte, quasiluciferino. Una masa de una tonalidad verduzcomarrónida (tonalidad de las tortugas mutantes) ocupaba el vacío donde antes se eregía, fardando de su potencial destructivo, mi incipiente carie. No, no... lo que ahora había allí no estaba antes. Maldije a los cuatro continentes no haberme lavado los dientes esa mañana.
Corrí a por el móvil y usé la aplicación de la lupa, la misma que uso para falsificar la moneda en curso, arriesgándome al destierro, y petrificado como un pompeyo fui testigo del horror más absoluto: La vida. ¿Recordáis aquel capítulo donde Lisa Simpson crea una civilización en miniatura? Pues esto era igual sólo que con un estilo más a lo favelas. Miles de sobacos peludos me gritaban, me insultaban, me amenazaban con cortarme el miembro. Había creado vida, sabía que aquel alien pondría bemoles, lo sabía. Maldije el día en que decidí estudiar INEF, maldije los porros y las brasileñas.
Esa noche no pude dormir. Intenté destrozar esa asquerosidad verduzcomarrónida con todo tipo de artilugios, pero fue en vano. Es como si Dios, en su versión del Antiguo Testamento, se hubiera pasado al post-estructuralismo. Jamás había visto mi miembro viril más pequeño, tal era el miedo que los espíritus animales desplazan por los nervios sensoriales y motores de todo mi cuerpo. Estaba acojonado: Las diminutas criaturas postmodernas estaban intentando construir una suerte de nave espacial capadora que despegaría en lo más profundo de mi sueño y mediante una sierra rebarbadora seccionaría mi preciado apéndice. Iba a ser castrado. Si no me libraba de esa muela, claro.
Ayer por la mañana acudí a mi cita y la doctora, con la que había practicado el sexy time en anteriores citas, puso una mueca de ardor de estomago que me desconcertó. "No, no eres tú, es tu muela". Luego vieno el silencio. Las interminables llamadas. Los investigadores. El ejército. Los trajes aeroespaciales confeccionados con bolsas del mercadona. Luego el juez y unos minutos más tarde, sudorosos, los abogados. Se había determinado que la muela estaba okupada y sus habitantes no podían ser desahuciadas. Pero la cosa no quedaba ahí: No se podía extraer la muela, pues como propietario yo era el responsable de que la comunidad contara con todo lo necesario para sobrevivir, prosperar y llevar a cabo su proyecto vital. De lo contrario recibiría la fin, o en su defecto una condena por genocidio o feminicidio en masa.
Y tras otra noche sin dormir, hasta los huevones de los berridos y blast beats de Napalm Death y Agoraphobic Nosebleed para tapar ese "el forzador eres tú" que cada vez retumba más en mi cavidad bucal, acudo a vosotros. Y que quede bien claro que acudo a vosotros porque las instituciones me han abandonado. Me siento como Sócrates, embriagado pero cansado. Por eso imploro, grito:
¡AYUDA!! !!AYUDA, POR EL AMOR DE CRISTO!!
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