castguer
Madmaxista
No hay estilo, en nuestros días domina o se impone el cinismo, la superficialidad y la falta de sensibilidad, la grosería mental y, lo peor, la acatación general. De forma que se debe desconfiar por completo de acciones y comportamientos que se jacten de cualidades positivas al demostrar cómo, en la mayoría de los casos, aquello que los motiva depende de forma oculta de pulsiones de signo completamente contrario. Como ejemplo particular, el filisteísmo de la canalla rica y ociosa que lleva a los altares como democracía no que no es, lo que se convierte en snobismo político que dura ya más de treinta años.Constituyéndose en manifestación de vulgaridad y ordinariez, de ostentación, que evidencia su procedencia fascista y que de hecho se encuentra en las antípodas de la simplicidad y la pureza de la verdad política.
Un pueblo abandonado a sí mismo,puesto en manos de advenedizos, no puede por menos que ser una rruina por las discordias de los partidos que excitan la sed del mando, honores y por los desórdenes que de esto se originan. ¿Pueden por ventura las turbas populares razonar serenamente, sin rivalidades intestinas y dirigir los asuntos del Estado, que no pueden ni deben confundirse con los intereses personales? ¿Pueden defenderse contra los enemigos de dentro?. Deberían tener en cuenta que la grandeza de espíritu no es compatible con las virtudes amables. Se requiere una suerte de responsabilidad colectiva que haga que la conducta de cada uno implique automáticamente las de todos los demás, lo que implica, por necesidad, una anulación de las particularidades individuales, un sentido profundo de la disciplina y una da repelúsncia respecto de una naturaleza desordenada y caótica propia y, por supuesto,de los usurpadores. ¿Se adapta esto al modo de ser de los españoles?. Esta es la cuestión.
Demos
Un pueblo abandonado a sí mismo,puesto en manos de advenedizos, no puede por menos que ser una rruina por las discordias de los partidos que excitan la sed del mando, honores y por los desórdenes que de esto se originan. ¿Pueden por ventura las turbas populares razonar serenamente, sin rivalidades intestinas y dirigir los asuntos del Estado, que no pueden ni deben confundirse con los intereses personales? ¿Pueden defenderse contra los enemigos de dentro?. Deberían tener en cuenta que la grandeza de espíritu no es compatible con las virtudes amables. Se requiere una suerte de responsabilidad colectiva que haga que la conducta de cada uno implique automáticamente las de todos los demás, lo que implica, por necesidad, una anulación de las particularidades individuales, un sentido profundo de la disciplina y una da repelúsncia respecto de una naturaleza desordenada y caótica propia y, por supuesto,de los usurpadores. ¿Se adapta esto al modo de ser de los españoles?. Esta es la cuestión.
Demos