Retomando la Psy-op
12/01/2018
Pablo Iglesias madura su relevo al frente de Podemos. Y tiene claro quién será su relevo natural: la ahora portavoz en el Congreso, Irene Montero.
La idea se asume ya en el entorno del líder podemita, donde se refieren a ella como la ‘operación Kirchner’: un apellido, el del matrimonio ‘expresidencial’ argentino, con el que ambos se autodenominan entre sus colaboradores, pese a su ruptura sentimental.
Hasta ahora, y aunque siempre había admitido que la política para él es algo temporal, el secretario general no se había puesto una fecha de caducidad. Pero los últimos acontecimientos, y muy especialmente el fracaso en las elecciones catalanas, han supuesto un mazazo difícil de digerir para Iglesias, en uno de sus momentos anímicos más bajos. De ahí que en los últimos días cobre fuerza la idea de una sucesión precipitada.
Montero es la persona llamada a suceder naturalmente a Iglesias, a pesar de que medie un congreso de renovación con primarias. En el último, celebrado en febrero pasado, éste arrasó sobre la candidatura de Íñigo Errejón, con casi el 90 por ciento de apoyos, y es previsible que en el caso de Montero suceda lo mismo. Los aspirantes avalados por la dirección siempre, o casi, se han impuesto en las votaciones que ha ido celebrando el partido.
De un tiempo a esta parte, la portavoz parlamentaria ha ganado un peso indiscutible dentro de Podemos, hasta el punto de que, en apenas un año, se ha convertido en la persona con más poder interno, después de Iglesias.
Su ascenso se coronó con su designación como sustituta de Íñigo Errejón, en el Congreso, un puesto de enorme trascendencia desde el que interpela directamente a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Entonces, Iglesias ya destacó que veía a Montero como una de las dirigentes llamadas a “aumentar su peso” en el partido. Desde el escaño, la diputada ha aprovechado para aumentar su visibilidad, hasta el punto de que no son pocas las ocasiones que ha hecho sombra a Iglesias.
Iglesias, desaparecido
Entre tanto, las críticas internas arrecian contra el líder de Podemos, desaparecido desde hace semanas. Su último acto fue el pasado 20 de diciembre, en Valencia. Desde entonces, no se le ha visto en ninguna comparecencia pública. Ni siquiera para valorar los resultados de las catalanas o el tradicional balance de final de año del presidente del Gobierno. Su reaparición está prevista para este sábado, cuando el Consejo Ciudadano Estatal se reúne para analizar los aciertos y errores de los últimos meses. El resumen es muy pesimista.
En la dirección tratan, sin éxito, de aplacar las críticas argumentando que el proyecto de Podemos es “colectivo” y el equipo, “coral”. La propia Montero defendió estos días que Iglesias “no ha dejado de aparecer en ningún momento” y que el partido desarrolla su trabajo “con normalidad”.
Pero lo cierto es que los resultados del 21-D son de difícil digestión: Catalunya en Comú Podem, la marca de Colau en la que participaba Podemos, sacó 8 escaños, tres menos de los que tenía y quedó desplazada al quinto lugar en el hemiciclo. Desde su irrupción, la formación atesora derrotas en Cataluña, ya que solo ICV-uno de los partidos que concurren en la lista-contaba hasta 2015 con 13 diputados.
El secretario de Organización, Pablo Echenique, admitió este martes, en la primera reunión del año de la Ejecutiva, que los resultados no fueron los esperados. “Nosotros salimos siempre a ganar, un escenario en el que no se dé no cumple nuestras expectativas”, concluyó. Aunque, hasta ahora, la autocrítica ha brillado por su ausencia.
En una de sus últimas intervenciones en el programa ‘Fort Apache’, Iglesias hacía su particular balance del año pasado, con un análisis realista: “Nos las prometíamos muy felices y así estamos ahora terminando 2017 con una situación muy complicada”.
Lo cierto es que desde hace tiempo, Podemos encadena fracasos. Junto a los últimos resultados electorales, el más evidente fue el fiasco de la moción de censura contra Mariano Rajoy, que lejos de conseguir su propósito, demostró la absoluta soledad parlamentaria del partido.
12/01/2018
Pablo Iglesias madura su relevo al frente de Podemos. Y tiene claro quién será su relevo natural: la ahora portavoz en el Congreso, Irene Montero.
La idea se asume ya en el entorno del líder podemita, donde se refieren a ella como la ‘operación Kirchner’: un apellido, el del matrimonio ‘expresidencial’ argentino, con el que ambos se autodenominan entre sus colaboradores, pese a su ruptura sentimental.
Hasta ahora, y aunque siempre había admitido que la política para él es algo temporal, el secretario general no se había puesto una fecha de caducidad. Pero los últimos acontecimientos, y muy especialmente el fracaso en las elecciones catalanas, han supuesto un mazazo difícil de digerir para Iglesias, en uno de sus momentos anímicos más bajos. De ahí que en los últimos días cobre fuerza la idea de una sucesión precipitada.
Montero es la persona llamada a suceder naturalmente a Iglesias, a pesar de que medie un congreso de renovación con primarias. En el último, celebrado en febrero pasado, éste arrasó sobre la candidatura de Íñigo Errejón, con casi el 90 por ciento de apoyos, y es previsible que en el caso de Montero suceda lo mismo. Los aspirantes avalados por la dirección siempre, o casi, se han impuesto en las votaciones que ha ido celebrando el partido.
De un tiempo a esta parte, la portavoz parlamentaria ha ganado un peso indiscutible dentro de Podemos, hasta el punto de que, en apenas un año, se ha convertido en la persona con más poder interno, después de Iglesias.
Su ascenso se coronó con su designación como sustituta de Íñigo Errejón, en el Congreso, un puesto de enorme trascendencia desde el que interpela directamente a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Entonces, Iglesias ya destacó que veía a Montero como una de las dirigentes llamadas a “aumentar su peso” en el partido. Desde el escaño, la diputada ha aprovechado para aumentar su visibilidad, hasta el punto de que no son pocas las ocasiones que ha hecho sombra a Iglesias.
Iglesias, desaparecido
Entre tanto, las críticas internas arrecian contra el líder de Podemos, desaparecido desde hace semanas. Su último acto fue el pasado 20 de diciembre, en Valencia. Desde entonces, no se le ha visto en ninguna comparecencia pública. Ni siquiera para valorar los resultados de las catalanas o el tradicional balance de final de año del presidente del Gobierno. Su reaparición está prevista para este sábado, cuando el Consejo Ciudadano Estatal se reúne para analizar los aciertos y errores de los últimos meses. El resumen es muy pesimista.
En la dirección tratan, sin éxito, de aplacar las críticas argumentando que el proyecto de Podemos es “colectivo” y el equipo, “coral”. La propia Montero defendió estos días que Iglesias “no ha dejado de aparecer en ningún momento” y que el partido desarrolla su trabajo “con normalidad”.
Pero lo cierto es que los resultados del 21-D son de difícil digestión: Catalunya en Comú Podem, la marca de Colau en la que participaba Podemos, sacó 8 escaños, tres menos de los que tenía y quedó desplazada al quinto lugar en el hemiciclo. Desde su irrupción, la formación atesora derrotas en Cataluña, ya que solo ICV-uno de los partidos que concurren en la lista-contaba hasta 2015 con 13 diputados.
El secretario de Organización, Pablo Echenique, admitió este martes, en la primera reunión del año de la Ejecutiva, que los resultados no fueron los esperados. “Nosotros salimos siempre a ganar, un escenario en el que no se dé no cumple nuestras expectativas”, concluyó. Aunque, hasta ahora, la autocrítica ha brillado por su ausencia.
En una de sus últimas intervenciones en el programa ‘Fort Apache’, Iglesias hacía su particular balance del año pasado, con un análisis realista: “Nos las prometíamos muy felices y así estamos ahora terminando 2017 con una situación muy complicada”.
Lo cierto es que desde hace tiempo, Podemos encadena fracasos. Junto a los últimos resultados electorales, el más evidente fue el fiasco de la moción de censura contra Mariano Rajoy, que lejos de conseguir su propósito, demostró la absoluta soledad parlamentaria del partido.