Guerra en ucrania xxiv


Guerra, gas y petróleo


04/01/2025


A medida que se aproxima la toma de posesión de Donald Trump, y con ella el cambio de guardia y de encargados de gestionar la política internacional, aumenta el nerviosismo ucraniano, la ansiedad europea y la distancia entre la realidad y el discurso. Ucrania tiene la necesidad de mostrar sus victorias, jactarse de sus éxitos, sean reales o imaginarios, y hacerse útil para quienes van a tomar las riendas del país sin el que Kiev sabe que no podrá lograr su objetivo principal de adherirse de forma rápida y privilegiada a la OTAN o de conseguir un acuerdo bilateral que obligue a Washington a enviar soldados, boots on the ground, en su defensa en caso de ataque ruso. Convencer a Trump de que Ucrania es un conflicto en el que será beneficioso y lucrativo invertir es la principal tarea de las próximas semanas y ha de realizarse a base de narrativa, ya que la realidad sobre el terreno hace imposible alegar seriamente que las tropas de Kiev se encuentran a las puertas de la victoria y solo precisan de algo más de ayuda para lograr el objetivo común de derrotar militarmente al viejo enemigo de la Guerra Fría, un objetivo apetecible para gran parte del Partido Republicano.

Esta semana, Kiev se ha apuntado el tanto del final del tránsito de gas, que ha logrado desestabilizar el mercado energético europeo, aislar a Eslovaquia y Hungría, que tendrán que adquirir un gas más caro pero de las que Ucrania sigue exigiendo que continúen apoyándole y exportando energía, y dejar a Moldavia, uno de los países más pobres de Europa sin acceso al único gas que podía permitirse no pagar. En este último caso, Chisinau puede alegrarse de que será tras*nistria, ya sin calefacción ni agua caliente y totalmente aislada del único país que en tres décadas se ha preocupado por su población, quien sufra las consecuencias más severas.

Antes de que su nombre fuera propuesto para el cargo de Asesor de Seguridad Nacional del presidente electo, Mike Waltz afirmó en una entrevista concedida a NPR que era preciso endurecer las sanciones al sector energético ruso como herramienta para privar a Moscú de los ingresos con los que financiar la guerra. Waltz se refería concretamente a la “necesidad” de prohibir el gas licuado ruso en la Unión Europea, casualmente el mercado del que trata de apropiarse Estados Unidos, de la misma manera que se ha vetado la venta de gas distribuido por gasoductos. Sobre la cresta de la ola de la reciente victoria sobre el tránsito de gas a cuatro de sus amigos y aliados, Mijailo Podolyak ofrece ya el siguiente paso a dar, un nuevo veto a la energía rusa a base de sanciones secundarias para impedir que aquellos países que no se han adherido a las sanciones unilaterales de Occidente se vean obligadas a renunciar a ese comercio.

“Habiendo quitado la herramienta del gas de las manos de pilinguin, es absurdo dejar la herramienta del petróleo a su disposición”, escribió ayer dando a entender que el final del tránsito de gas ruso a la Unión Europea o a Moldavia implicaba control político de esos países. “Las restricciones impuestas anteriormente, incluido el «techo de precios», han dejado de funcionar. Aunque durante algún tiempo fue posible mantener el precio de venta por debajo de 60 dólares por barril, la Federación Rusa supo adaptarse. Ahora, su petróleo se exporta eludiendo las sanciones: mediante una flota oscura de petroleros con seguros ficticios”, continúa para añadir claramente el blanco de las futuras sanciones que exige. Los ataques a las refinerías rusas no son suficientes y Ucrania necesita ayuda de sus aliados también para minar la industria petrolífera rusa.

“El mayor inconveniente de las restricciones actuales es la impunidad de los compradores que sobrepasan el límite de precios. Los productores de varios países asiáticos se enriquecen refinando las materias primas rusas en productos petrolíferos que venden legalmente a Estados Unidos y la Unión Europea. Un mayor control del tras*porte de petróleo, de los seguros de los buques y de la financiación de las operaciones comerciales puede cambiar las tornas. La tarea más urgente y difícil recae en los diplomáticos para persuadir a China e India de que abandonen los esquemas grises”, añade Podolyak. Ucrania lleva años tratando de acercar a esos dos países a sus posturas, aunque no se priva de amenazarles con sanciones.

Esta semana, la empresa rusa Gazprom ha acusado a Ucrania de actuar para beneficiar a Estados Unidos, unas alegaciones de una parte directamente implicada y afectada por la actual guerra económica, pero que no se alejan de la realidad. Ucrania es consciente de que su supervivencia depende de los países occidentales, por lo que, pese a los constantes intentos de apelar al Sur Global, ha de trabajar de tal manera que beneficie a sus aliados. Un ejemplo claro es la imaginativa afirmación de Zelensky en su última entrevista, en la que el presidente ucraniano añadió que los países del Sur Global están positivamente impresionados por la operación ucraniana en Kursk. Las llamadas ucranianas al apoyo a su causa chocan con el intento de hacer desaparecer del mercado al petróleo ruso, que esos países están obteniendo con descuentos y cuya ausencia desestabilizaría de tal manera al mercado global que ellos serían los principales perjudicados. Al igual que con la desaparición del Nord Stream, destruido por un atentado, y con el final del tránsito de gas ruso a la Unión Europea, el principal beneficiado sería Estados Unidos. El petróleo es un tema importante para una parte relevante de los donantes y partidarios de Donald Trump, que ya ha afirmado que la energía y su exportación será una de las bases de la política económica del país en su segunda legislatura. Ucrania, que incluyó en su Plan de Victoria un punto que prevé poner al servicio de los aliados las riquezas naturales del país y que aspira a atraer inversiones occidentales, demuestra al futuro presidente que es también capaz de proponer vías para obtener más beneficios y favorecer el aumento del peso de Estados Unidos en el lucrativo mercado energético europeo y pone de su parte para hacer que Washington consiga lo que lleva años buscando: eliminar del mercado europeo a su principal competidor.


Pero no todo es gas y petróleo ni ayudar a Estados Unidos a conseguir posicionarse de forma privilegiada en Europa. Ucrania aspira a ganarse el favor de sus aliados mostrándose como un país fuerte e independiente. La situación actual es propicia para refutar cualquier intento en este sentido, aunque la realidad no es un argumento suficiente para que Kiev cese en ese intento de presentarse como el país indispensable. Es posible que Ucrania dependa completamente de los países de la Unión Europea para mantener el Estado y pagar pensiones y salarios públicos y de Estados Unidos para continuar luchando, pero eso no supone ningún obstáculo para que la narrativa de Kiev se limite a ser un proxy más. De la misma forma que Ucrania considera que su causa debe ser uno de los centros principales de la agenda de las relaciones internacionales, el país ha de ser considerado también imprescindible en el futuro. Así lo planteó Zelensky en su Plan de Victoria, en el que incluyó un punto en el que ofrecía tropas ucranianas para sustituir a las estadounidenses desplegadas en Europa para que Washington pudiera centrarse en Asia-Pacífico, es decir, en el enfrentamiento con China. El presidente ucraniano aspiraba a liberar tropas estadounidenses que se encuentran en un contexto de guerra fría, es decir, que no son de combate.

El plan fue presentado en un momento en el que existía aún la posibilidad de una victoria Demócrata en las elecciones de Estados Unidos, una opción política de continuidad que habría garantizado el statu quo del régimen de guerra. La situación se ha complicado para Ucrania tanto en el frente militar como el político, con la llegada al poder de una persona que ha hecho de conseguir la paz uno de sus objetivos -posiblemente por cuestiones más personalistas que pacifistas o aislacionistas-, lo que ha obligado a Kiev a aceptar la opción de la negociación o a elevar la apuesta. La insistencia de los países europeos y de la OTAN en la posibilidad de una guerra con Rusia o la tan temida oleada turística rusa de países de la Alianza, una opción suicida para Moscú y de ahí que sea impensable, ayuda a Kiev a sacar pecho. Como único país europeo -Europa acaba para Kiev en la frontera entre Járkov y Kursk- actualmente en las trincheras, Ucrania se siente legitimada para erigirse en cabecilla en un conflicto global.

“Lo que más me sorprende aquí es la total, de hecho, falta de preparación psicológica de los países de la OTAN para la guerra como tal. Es decir, tienen bastantes armas, son mucho más eficaces, pero no están preparados para utilizarlas. Y, en consecuencia, si dentro de 5 años Rusia mantiene el ritmo de militarización y autoritarismo en el que se encuentra actualmente, la OTAN no tendrá ninguna posibilidad”, sentenció ayer Mijailo Podolyak. La idea de un conflicto militar con Rusia no es nueva. En sus años de mano derecha de Zelensky, Oleksiy Arestovich ya afirmó que el precio que tendría que pagar Ucrania por su adhesión a la OTAN sería una guerra contra Rusia. Ahora, en línea con la exageración de las amenazas, la apuesta es aún más elevada. Dando por hecha la posibilidad de una guerra continental que aparentemente no hace falta prevenir, sino para la que hay que prepararse para luchar, el asesor de la Oficina del Presidente da, como suele hacer, una respuesta sencilla a un problema tremendamente complejo. Los países occidentales no tienen ninguna opción de derrotar a Rusia, si no es gracias a Ucrania, el país que depende de sus aliados para continuar luchando, pero del que Occidente aparentemente depende para evitar una derrota colectiva a manos de Moscú. “La única forma de derrotar a Rusia es hacerlo a través de Ucrania”, insistió. Rusia, el país del que acostumbra a afirmar que se encuentra al borde del colapso, está también a punto de acabar con los países de la OTAN.

Las peticiones desesperadas de ayuda y las ofertas del país como ancla de Occidente se retroalimentan para ser utilizadas indistintamente, o incluso a la vez, dependiendo de las necesidades.
 
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