Gloria y miserias de los conquistadores españoles: "El Nuevo Mundo los depredó antes a ellos"

david53

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El catedrático Antonio Espino recoge en una vívida obra las tremendas aventuras protagonizadas por un intrépido grupo de exploradores en busca de riquezas.

La exploración del Amazonas conjuga a juicio de Antonio Espino, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, todos los componentes que definieron el descubrimiento del Nuevo Mundo. El pionero en adentrarse en sus aguas y recorrer más de 5.000 kilómetros fue el intrépido Francisco de Orellana, veterano de la conquista de Nicaragua, las guerras civiles del Perú y organizador de la colonia hispana del actual Ecuador. Tras anunciar al emperador el hallazgo del inmenso río que nunca llevaría su nombre, regresó y murió tratando de remontarlo desde la desembocadura. En este ciclo también aparecen el mito de las amazonas, las mujeres guerreras, equiparable al de El Dorado, y la cara más oscura de las asombrosas epopeyas: la locura y el exceso, la crueldad y la fin, personificada en el traidor y maligno Lope de Aguirre.

Espino, especialista en la conquista hispana de América, publica ahora Exploradores del Nuevo Mundo (Arpa), un ensayo de alta divulgación, académica pero de notable pulso literario, que se centra en exclusiva en los primeros contactos de los aventureros europeos con aquellas tierras y los nativos, una tarea tan hercúlea como la de la propia dominación del continente americano. "He procurado no tratar de modo singular o específico a ninguno de los protagonistas principales, ni tampoco me he referido en concreto a alguna exploración por encima de otra, sino que he procurado interesarme por el asunto en su conjunto, con una cronología in mente, que sería de 1492 a 1570, aproximadamente", explica el historiador a este periódico.


El autor de Vencer o morir (Desperta Ferro) presta atención a cuestiones relacionadas con el medio en el que se hubieron de mover los exploradores y a otras más técnicas, como la referida a la comunicación (intérpretes) y la búsqueda de guías. También vincula en todo momento las experiencias que hubieron de generar semejantes viajes con las actitudes, muchas de ellas crueles y violentas, que más tarde se exhibieron ante los indios por parte de muchos de los conquistadores.


Descubrimiento del río Misisipi por Hernando de Soto. Un lienzo de William H. Power.
Descubrimiento del río Misisipi por Hernando de Soto. Un lienzo de William H. Power.

El tema principal del ensayo es el análisis de la violencia que el medio natural, o la geografía del Nuevo Mundo, en todas sus dimensiones, infligió a los grupos de exploradores: "Antes de pasar a depredar parte de las sociedades aborígenes, el medio geográfico americano los depredó a ellos en parte". Es decir, víctimas antes de ser los verdugos de La oleada turística de América (Arpa), como tituló Espino su anterior y afilada obra.

Hubo una serie de desafíos comunes en todas las exploraciones. El hambre y la escasez de suministros básicos, como el agua, aparecen en todas. El desgaste de los cuerpos, subraya el historiador, producto de la falta de proteínas y los terribles sobreesfuerzos de las largas marchas, causó también muchas bajas. Otra tortura la provocaron las enfermedades, desde fiebres a las agotadoras molestias causadas por los mosquitos. "Pero junto a estos elementos también se podrían destacar los aspectos psicológicos, que estarían representados por las tremendas decepciones y frustraciones que padecieron, en el sentido de no encontrar fuentes de oro, de riquezas, al tiempo que, sin duda, no debemos pasar por alto los miedos, terrores, intranquilidades y desasosiegos varios que eran el pan de cada día de una expedición".



[La gran odisea de los españoles para conquistar EEUU: épica y fracaso de las primeras expediciones]


La codicia, la "fiebre del oro", defiende Espino, fue motor que impulsó las expediciones. ¿Entonces qué peso real cabe atribuir a la expansión del cristianismo? "En mi opinión, cuando te adentras en la lectura de las diversas crónicas, una de las cuestiones que percibes es que la cuestión de la misión evangelizadora se utiliza o se expresa a posteriori, es decir, cuando se ha descubierto algo interesante y entonces hay que terminar de negociar los permisos oportunos para poder desarrollar la labor de oleada turística y conquista", responde el catedrático.




Un lienzo que recrea la conquista de México por Hernán Cortés.
Un lienzo que recrea la conquista de México por Hernán Cortés.
Algunos cronistas como Pedro Cieza de León no escondieron comportamientos singulares de los hombres de Dios: "Y si [h]avía algunos religiosos [en las expediciones] también tenían codiçia como los seglares, procurando de callada de henchir las bolças". Cuando la expedición de Francisco Pizarro, en 1531, se acercó a la ciudad de Túmbez, la puerta de entrada del Imperio inca, dos frailes franciscanos, "como no viesen tan presto las tinajas y doblones de oro pidieron licencia para se volver a Nicaragua", una actitud horrible por codiciosa a juicio del autor de Crónica del Perú.

¿Y qué decir de la búsqueda de gloria personal? "Sin duda existió, pero como complemento al gran éxito que siempre era la riqueza, el botín", analiza Espino. "En estas expediciones la gloria era sobrevivir a las mismas para tener la opción de participar en una conquista y obtener riquezas, mercedes reales en forma de cargos públicos, tierras y encomiendas de indios, además de prestigio. En realidad, más que 'gloria personal', lo que se obtenía en estas expediciones era prestigio que, junto con el botín, te permitía armar más tarde una operación de conquista (u otra exploración)".

Curiosidad, compañerismo y arrojo
Antonio Espino recuerda que en Estados Unidos la compañía Chrysler comercializaba en las décadas de 1940 y 1950 un modelo de coche que se llamaba "De Soto", por Hernando de Soto, quien desde la costa de Florida fue el primer europeo que comandó un grupo que alcanzó las riberas del Misisipi entre 1541-1543. "La (triste) realidad es que en España fuera de Cristóbal Colón, Pizarro y Hernán Cortés, y quizá Núñez de Balboa, no se conoce a nadie, o a muy pocos más", lamenta el historiador. "Si he escrito el libro ha sido, en buena medida, por procurar que el público lector conozca estas gestas, no solo las heroico-militares, pues merecen mucho la pena".

Pero también recuerda que de la biografía de Pizarro se desconocen las penurias que pasó durante más de cinco años hasta que consiguió encontrar el Imperio inca, y en la de Cortés su terrible viaje de dos años a Honduras, entre 1524 y 1526, saldado con unos pésimos resultados.

Portada de 'Exploradores del Nuevo Mundo'.
Portada de 'Exploradores del Nuevo Mundo'. Arpa

"Creo que merecen ser más conocidos el alemán Nicolás Federmann, quien exploró el interior de Venezuela, solo por comprobar cómo todos los europeos de la época, trasladados al Nuevo Mundo, se comportan de modo parecido; o el caso de la exploración de las márgenes de los ríos Paraná y Paraguay con otro alemán, Ulrich Schmidel, además de Juan de Ayolas y Martínez de Irala, quienes se movieron en el mismo territorio", enuncia el investigador. "También Diego de Ordás y sus andanzas en el río Orinoco. O bien el caso de Gil González Dávila y su exploración de la costa del Pacífico, de Panamá hasta la actual Nicaragua. Tampoco me olvidaría de los exploradores del Pacífico posteriores al gran viaje de Magallanes-Elcano, como la expedición de Jofre de Loaísa a las islas Molucas o el viaje de Álvaro de Saavedra".

Pregunta. ¿Se pueden/deben 'heroificar' y ensalzar estas peripecias? ¿Qué lugar deberían ocupar en el relato histórico nacional?

Respuesta. Habría que tener algunas prevenciones, puesto que estas expediciones acabaron sirviendo para contactar con los territorios que, más adelante, serían invadidos y conquistados con las consecuencias que ya sabemos. Pero también es cierto que muchas de estas expediciones cabría verlas como lo que son: enormes viajes exploratorios que están a la altura de la exploración de África en los siglos XVIII y, sobre todo XIX, o de partes de Asia. Es injusto que no se tenga en mayor consideración las enormes dificultades arrostradas por estas gentes, pues se enfrentaron a enormes penalidades para conseguir sus objetivos. Sin duda, cabe distinguir el fenómeno exploratorio de las acciones posteriores que tuvieron lugar. Y cabe admirar los elementos positivos, que sin duda hubo: la constancia, el tesón, la fuerza de voluntad, la valentía, etc. Eso sí, sin ocultarle al lector que también hubo locura, perversidad, engaño y disputas entre exploradores.

P. Siendo todas estas aventuras una historia fascinante, con sus glorias y sus miserias, ¿cuál que es la parábola, la enseñanza sobre la experiencia humana, que trasciende a todas ellas?
R. El deseo por conocer, la curiosidad por saber, por indagar, por inquirir qué hay más allá me parece una experiencia/enseñanza muy útil. Y unido a ello: valores como el compañerismo (la gente se peleó y se mató, sin duda, pero hay más ejemplos de compañerismo, de solidaridad, que no al contrario), la perseverancia, el arrojo ante las dificultades, la fortaleza mental, son todos ellos valores que nunca están de más poseer. Y las andanzas que se explican en este libro demuestran que hasta de las peores circunstancias se puede salir.
Ciudades de oro

Una cuestión llamativa de la exploración de América es que muchas supuestas ciudades desbordantes de riqueza (El Dorado, Cíbola, Quivira) se buscaban porque los indios habían hablado de ellas ¿Qué interés podían tener en hacer estas exageraciones? "Los indios reafirman lo que les han comentado los españoles porque perciben que es lo que quieren oír. Y ellos desean complacer a aquellos extranjeros, que pueden ser gentes peligrosas en un momento dado", resume Antonio Espino. Eran muy listos y señalaban que el oro se encontraba en otro lado. El propio Colón explicaba que los nativos de las Antillas mencionaban como islas del oro otras que no eran las suyas, o bien se hallaba en comarcas alejadas del interior, como ocurría en Santo Domingo.

"El caso de Cíbola y Quivira son ejemplos de otra cosa", matiza el historiador. Fray Marcos de Niza fue el primero en inventarse esos fantasiosos lugares por miedo a perder ascendente en la sociedad del momento y con el virrey. "Antes que regresar y reconocer que en el Gran Norte no existen ciudades como México-Tenochtitlan, pues lo más fácil es mentir. Es significativo que cuando la expedición de Vázquez de Coronado certifica que Cíbola es un fracaso, fray Marcos de Niza se marchó muy deprisa de vuelta a Ciudad de México. Y una vez se alcanza Cíbola y no resulta ser lo que se había prometido, sino un villorrio pobre, una noticia y/o afirmación de un indio, una noticia mínima, cazada al azar, se tras*forma en Quivira, es decir, en otro objetivo. Y mientras no se encuentre, pues la esperanza de poder descubrirla no se pierde. Y vuelta a empezar".


 
Muy mal, muy mal. Dice que lps conquistadores buscaban antes el beneficio personal que evangelizar. Eso es Leyenda de color Anglo Satanista. Todos sabemos que iban allí inspirados por la mismísima Virgen Maria que se les aparecía individual y personalmente a todos y cada uno de ellos encomendandoles la misión de ir a evangelizar y crear un imperio generador, y ellos eran todos fieles muy devotos y muy misericordiosos que iban a bautizar y casarse con indias. Lo de las espadas y los mosquetes era solo por si se cruzaban con un jaguar.
 
Lo que hicieron aquellos hombres no tiene parangón en la Historia de la humanidad. En poco más de cincuenta años, entre 1492 y 1545, España descubrió, exploró, conquistó y en buena parte pobló un territorio veinte veces mayor que la Península Ibérica. En poco más de medio siglo, España abrió al conocimiento occidental un continente nuevo y dos océanos, hasta las islas del Pacífico. En poco más de cincuenta años, un país de en torno a 7 millones de habitantes, que además mantenía una guerra en Europa y otra en las costas africanas, había derrotado a dos poderosos imperios autóctonos en América. En poco más de cincuenta años, España creó el más longevo de los imperios ultramarinos y lo mantuvo durante casi tres siglos frente al permanente acoso de Francia e Inglaterra. Si esto lo hubieran hecho otros, nos parecería una hazaña extraordinaria. Como lo hemos hecho nosotros, españoles, todos los días echamos sarama encima. Pero no: fue, objetivamente, una hazaña extraordinaria. Y la hicieron españoles. La conquista española de América es una de las mayores gestas jamás escritas por pueblo alguno.




El día a día de un conquistador español en América

Lejos de toda imagen de romanticismo, la del conquistador español en el Nuevo Mundo se caracterizó por ser una vida dura, difícil y, sobre todo, fugaz. A las inclemencias del tiempo y de la selva, aquellos hombres aguerridos tuvieron que enfrentarse a la enfermedad, los mosquitos, el hambre, la sed, las emboscadas de los indígenas… y a la avaricia de sus propios compañeros.

Desde que el 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón descubriera un nuevo continente, fueron miles los españoles que embarcaron rumbo a las Américas buscando fortuna. Las historias sobre grandes riquezas y ciudades construidas en oro eran demasiado tentadoras como para obviarlas y a su consecución se entregaron vidas y haciendas.

Hoy, aquellas proezas son vistas con un cierto halo de nostalgia y hasta de romanticismo. Y, sin embargo, si supiésemos cómo era realmente el día a día de un conquistador español, jamás volveríamos a hablar, ni de nostalgia, ni mucho menos de romanticismo.

Todo comenzaba con los preparativos del viaje, que podían muy bien realizarse en España o en suelo americano, ya que durante el siglo XVI bastaba con adentrarse algunos kilómetros selva adentro desde cualquier asentamiento ya establecido, para tener la sensación de estar pisando tierra nunca antes vista.

Para asegurar el buen provecho de la aventura, todo aventurero español debía recibir antes de su partida un permiso de la Corona mencionando sus obligaciones y derechos como conquistador. Ningún monarca deseaba repetir el gran error cometido por los Reyes Católicos, cuando concedieron a Colón valiosísimas prerrogativas que luego se vieron forzados a revocar, en cuanto percibieron la enorme riqueza de las tierras por él descubiertas.

El documento donde se recogían estas obligaciones y derechos recibía el nombre de capitulaciones, mezcla de contrato y de carta de merced. Hasta el año 1542, las capitulaciones solo podían ser autorizadas por el rey, pero con las Leyes Nuevas se dispuso que también las audiencias tuvieran esa potestad y desde 1572 se hizo obligatoria la consulta previa al Consejo de Indias.

Se trataba de un método bastante cómodo de dirigir el modelo conquistador con mínimo riesgo para la Corona, ya que dejaba en manos del particular la tarea de buscar el capital, el material y los hombres, quedando al Estado la única obligación de prometer determinadas concesiones y siempre según los resultados obtenidos por la empresa.

Desde luego, este modelo no fue del agrado de los capitanes, conscientes del tremendo desequilibrio existente entre riesgos y beneficios, pero ello no impidió que hombres como Hernán Cortés, Francisco de Pizarro, Pedro de Valdivia, Diego de Almagro, Alvar Núñez Cabeza de Vaca o Juan Vázquez de Coronado se hicieran al mando de cientos de hombres en busca de su particular El Dorado.

Las expediciones se organizaban siguiendo un modelo militar, aunque no siempre sus líderes tuvieran experiencia en las armas. El grueso de la comitiva la conformaban los soldados, pero en ella no podían faltar carpinteros, herreros, porqueros, mozos de caballerizas y, sobretodo, médicos o, en su defecto, un boticario o barbero instruido en el arte de curar.

Milagrosamente, durante el primer viaje de Colón solo se registró un enfermo. Al parecer un viejo aquejado por el mal de piedra, pero fue un caso aislado. La norma era que la enfermedad y las heridas estuvieran siempre a la orden del día. Uno de los capitanes más previsores fue Hernán Cortés, quien siempre llevaba en su corte a cirujanos, boticarios, curanderos y ensalmadores. Nombres como el del bachiller Escobar, que murió loco o el del doctor Cristóbal de Ojeda, quien certificaría la fin de Ponce de León.

Ninguno de ellos cobraba sueldo fijo, sino que se les pagaba por herido atendido, lo que provocó abusos en sus honorarios, amparándose en la necesidad de sus servicios y en la nula competencia
. A veces, como hizo Cortés con un cirujano maestre que desembarcó con las tropas de Narváez, los capitanes generales les daban un toque de atención, pero la mayor de las ocasiones se salían con la suya y volvían a España más enriquecidos que los propios expedicionarios.

Cada uno de estos profesionales tenía sus trucos propios, heredados de la experiencia y de sus estudios, si los tenían, claro, que de todo siempre hubo
. Para remediar la carestía de profesionales médicos, los expedicionarios contaban con el libro Milicia y descripción de las Indias, una especie de manual del conquistador escrito por el maestre de campo y caudillo general, Bernardo de Vargas Machuca, a finales del siglo XVI.

En el capítulo dedicado a los males más comunes del Nuevo Mundo, Vargas Machuca cita las picaduras de animales, empeines, dolor de hijada, mal de ojos, dolor de oídos y heridas por armas emponzoñadas. Sobre todos ellos aportaba remedios y consejos muy valiosos. Por ejemplo, para curar las heridas por armas emponzoñadas recomienda cortar toda la carne afectada y levantarla con un anzuelo sin tocar los nervios. Luego, rascar la herida con una uña y rellenarla con una pasta hecha de harina de maíz tostado, pólvora, sal, ceniza y carbón. El herido no debería beber agua, administrándole en su lugar mazamorras de harina de maíz.

Pero si este remedio nos parece doloroso, peor era no contar con nadie que supiese de medicina. En esos casos solo restaba atajar los problemas de raíz y con los medios al alcance. Así lo hizo Alonso de Ojeda, quien, herido durante una refriega con los indios, optó por cauterizarse las heridas con un hierro al rojo vivo y luego envolverlas en mantas empapadas en vinagre por si las flechas estuvieran envenenadas.

Entre los males más comunes destacaban las niguas, suerte de insectos cuya hembra penetra en la piel para depositar sus larvas que, al crecer, se van alimentando de la carne del huésped
. “Está aposentada entre el cuero y la carne e comienza a comer de la forma de un arador e harto más; y después, cuando más allá está, más come”, escribió una de sus víctimas, un tal Gonzalo Fernández de Oviedo. La única forma de extraerlas era con un alfiler o una aguja y siempre antes de que abandonasen el estadio larvario. Después era muy difícil eliminarlas de la piel y su evolución solía conllevar la pérdida de los dedos o de los pies.

Junto a las niguas, la sífilis y la modorra. De la sífilis poco hay que decir, al tratarse de un mal muy conocido en Europa. No así en América, donde diezmó a la población indígena. En cuanto a la modorra, esta sí fue una enfermedad novedosa para los españoles. Los síntomas incluían apatía generalizada, somnolencia acompañada por fiebres, falta de apetito… y al final, la fin.

Además de estas enfermedades, todos los conquistadores sufrieron períodos más o menos intensos de hambruna y de sed
. Pese a lo bien planificadas de las expediciones, lo largo de las caminatas y los continuos percances menguaban las provisiones, obligando a los hombres a ingerir alimentos podridos, cortezas de árboles y hasta restos de sus compañeros muertos para sobrevivir.

Famoso es ese episodio descrito por el expedicionario Ulrico Schmidel, relatando, cómo en el poblado de Santa María de los Buenos Aires, unos españoles aprovecharon la noche para rebanar los muslos y otras partes de tres compañeros suyos que yacían ahorcados por haberse comido un caballo para saciar su hambre.

Leyendo lo descrito hasta el momento, no costará imaginarse lo sufrido que fue en verdad la conquista de América. “Los enfermos vivían muriendo; y los que estaban sanos aborrecían la vida, deseaban la fin por no verse como se veían”, escribió Pedro de Cieza de León en su Descubrimiento y conquista del Perú.

Entonces, ¿por qué continuaban avanzando? Primero, por sus deseos de mejorar socialmente. Dar la vuelta podía significar salvar la vida, pero también regresar a su vida de pobreza y miseria. Segundo, porque muchas veces se cruzaba el llamado punto de no retorno, tras el cual era más seguro proseguir que recular. Y tercero, porque ningún expedicionario abandonaba jamás a un compañero, ni le permitía dirigirse solo a la fin una vez se emprendía la aventura.
 
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Menudo iluso.

Al pobre le entristece lo que "vino después" de la exploración, porque claro la conquista y sumisión de unos pueblos a otros es algo que nunca ha pasado en la historia pero al parecer solo se le critica a los españoles.

Me gustaría ver a los historiadores griegos hablando así de las conquistas de Alejandro, o a este espantapájaros haciendo una lectura crítica de la conquista fiel a la religión del amora de la península. Por no hablar de los romanos. Seguro que Italia está a rebosar de historiadores que ven con ojo crítico y algo de tristeza los miles de abusos cometidos por los romanos por toda Europa o el mediterráneo.

Pero no, parece que se coloca la venda antes de la herida. Y claro para que no le llamen de derechas o españolista ya que se dedica a reconocer las gestas de los grandes exploradores españoles, tiene que ponerse estupendo con esas referencias ridículas a no se sabe que ¿A las guerras y conquistas de los territorios indígenas? Pues que cosa más rara, humanos guerreando entre ellos, lo nunca visto.

Por esta clase de mamarrachos estamos como estamos.
 
Lo que más buscaban era la gloria, la fama que era un gran tema de honor desde el renacimiento.
Obviamente si te vas a un lugar en aquel entonces tan lejano y desconocido (como era considerada América entonces) no te vas a parar en delicadezas ni con los nativos ni con tus subordinados.
Y la recompensa por tus esfuerzos vas a intentar que sea la mayor posible, esto es riqueza y fama.
La gente no suele trabajar gratis en ningún país.

Claro que hoy un progre te dirá que tendrían que haber fundado ciudades ecológicas de casitas bajas y haberse dedicado solamente a arar la tierra respetando a los indios y mezcándose con ellos al punto de adoptar sus costumbres.
 
Lo que más buscaban era la gloria, la fama que era un gran tema de honor desde el renacimiento.
Obviamente si te vas a un lugar en aquel entonces tan lejano y desconocido (como era considerada América entonces) no te vas a parar en delicadezas ni con los nativos ni con tus subordinados.
Y la recompensa por tus esfuerzos vas a intentar que sea la mayor posible, esto es riqueza y fama.
La gente no suele trabajar gratis en ningún país.

Claro que hoy un progre te dirá que tendrían que haber fundado ciudades ecológicas de casitas bajas y haberse dedicado solamente a arar la tierra respetando a los indios y mezcándose con ellos al punto de adoptar sus costumbres.
Pues los capillitas del Amperio Generador sostienen que es lo que querían hacer, pero evangelizando a los indios instantaneamente por intercesión divina al leerles el cuento ese del brujo judío.
 
Pues los capillitas del Amperio Generador sostienen que es lo que querían hacer, pero evangelizando a los indios instantaneamente por intercesión divina al leerles el cuento ese del brujo judío.
Hay que distinguir entre la motivación personal de los conquistadores y la política de castilla que efectivamente se preocupó desde el minuto uno del tema espiritual y la salvación de las almas de los indios.

Obvio que la cuestión material funciona por delante de la espiritual.
 
Esta frase.... " "Antes de pasar a depredar parte de las sociedades aborígenes, el medio geográfico americano los depredó a ellos en parte"

Claro, y para depredar, resulta que los responsables españoles sobre el terreno decidieron que una buena estrategia era, por ejemplo, construir la gramática del quechua, del náhuatl (con gramática antes que el Francés), del aimara, el chaima, el guaraní, el totonaca, el otomí, el purépecha, el zapoteca, el mixteca, las lenguas maya, el mapuche....y a crear diccionarios.

Por eso Felipe II ordenó convertir de hecho al náhuatl como lengua oficial de Nueva España, lo que llevo a extender su uso hasta el actual El Salvador. Y se crearon Cátedras en Universidades dedicadas al estudio de las lenguas más usada en los diferentes virreinatos.

Dado que Antonio Espino conoce sin duda este trabajo sistemático de preservación, estudio y fomento de las lenguas indigenas por parte de la Corona Española, ¿qué explicación podría darnos a lechejante despliegue de tras*ferencia de conocimientos por parte de los españoles? Pues no cabe otra explicación que la suponer que todo ese trabajo gigantesco no eran más que una TAPADERA, una estratagema para someter mejor al indio. No cabe otra explicación. Ridicula e inverosimil, sin duda, pero es que este es el esquema mental en el que se mueven los neցrolegendarios. No cabe en ellos resquicio para la hospitalidad y la buena intención, o para las relaciones (simétricas) entre iguales... Se niegan como sea, retorciendo la razón obvia que explica los hechos.

Porque si España no hubiera actuado así, Espino nos acusaría igualmente de no haber hecho lo que en realidad hicimos, nos acusaría de haber impuesto nuestro idioma con el fin de erradicar las lenguas locales. Porque da igual lo que hubieran hecho nuestros antepasados. Para Espino, España es culpable de antemano, hubiera hecho lo que hubiera hecho, porque de lo que se trata aquí es de tras*mitir que España es culpable.
 
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Lo que más buscaban era la gloria, la fama que era un gran tema de honor desde el renacimiento.
Obviamente si te vas a un lugar en aquel entonces tan lejano y desconocido (como era considerada América entonces) no te vas a parar en delicadezas ni con los nativos ni con tus subordinados.
Y la recompensa por tus esfuerzos vas a intentar que sea la mayor posible, esto es riqueza y fama.
La gente no suele trabajar gratis en ningún país.

Claro que hoy un progre te dirá que tendrían que haber fundado ciudades ecológicas de casitas bajas y haberse dedicado solamente a arar la tierra respetando a los indios y mezcándose con ellos al punto de adoptar sus costumbres.

Sobre las motivaciones de los conquistadores no tenemos mucho que imaginar , ya que tuvieron a bien dejarnos su testimonio. Bernal Díaz del Castillo lo dejó claro:

"Vinimos aquí por servir a Dios y a su majestad, y también por haber riquezas"
 
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s motivaciones de los conquistadores no tenemos mucho que imaginar , ya que tuvieron a bien dejarnos su testimonio. Bernal Díaz del Castillo lo dejó claro:

"Vinimos aquí por servir a Dios y a su majestad, y también por haber riquezas"

Fueron, POR LO MISMO que cualquier humano a día de hoy se embarcaría a las estrellas. Para MEDRAR, prosperar, conseguir lo que no tiene aquí en la Tierra. Desde una nueva vida, a fama y fortuna, simplemente aventura, o incluso cohabitar con las indias porque habrían escuchado que iban en pelotas por el mundo y acogían con entusiasmo y sin pudor alguno los requerimientos de los extranjeros. Anda que si en Burbuja se publicara que las alienígenas cachondas de alfa centauri, macizas y complacientes, buscan macho que las cubra, aquí en el foro iba a quedar ni el alopécico. Que se dejaba de inventos y cerraba el foro sobre la marcha, sin dilaciones, y se embarcaba en el primer crucero interestelar.

Dificilísimo de comprender para cualquier "historiador". Pero claro, hay que dejar bien claro que uno no es un "nacionalista español leyendarrosista" y que en cualquier escrito que pueda ennoblecer o ensalzar la gesta de los castellanos en América, son plenamente conscientes de los desafueros o injusticias propagadas por la izquierda o la leyenda de color. A los que no les molesta los millones de muertos de por ejemplo la revolución rusa o china hace menos de 100 años, pero les entristece muchísimo los muertos de hace cinco siglos. Como si en esa época los abusos o los crímenes fuesen algo patrimonial y exclusivo de esa zona del mundo. Como si en Europa, Asia o Oriente Medio no se matase gente, no se esclavizasen cristianos o se cometiesen todo tipo de salvajadas....

Pero claro a los que hay que recordárselo constantemente, que son humanos y pecadores, es a los españoles. El resto, pues ya se sabe, hay que poner las cosas en su contexto.

Esta ralea HIEDE a la legua. Anda y que se vayan a tomar por ojo ciego y que este augusto se meta por el idem su libro. Que se lo compren los progres.
 
Pues los capillitas del Amperio Generador sostienen que es lo que querían hacer, pero evangelizando a los indios instantaneamente por intercesión divina al leerles el cuento ese del brujo judío.

Evangelizarlos era la mejor estrategía puesto que España estaba rodeada por el Islam en el Sur.Y esto no es una lectura hecha retrospectivamente, sino un Plan diseñado y ejecutado desde que los monarcas españoles liberan Granada y se expanden hacia Africa. En esa España surgida a partir del conflicto con el Islam siempre se trató de contener y enfrentar al Islam. Evangelizar América era pues un movimiento de geoestrategia. No podían permitirse la islamización de los nuevos territorios. Y de paso posibilitaba abrir nuevas rutas por Occidente para conectar con los reinos cristanos de Oriente que habían quedado aislados (de nuevo, para contener al Islam).

Pero a los germanófilos, como funcionais a base de categorias idealistas, es decir, simples, para explicar realidades complejas, pues todo esto se os escapa, y solo os queda recurrir a las caricaturas.
 
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Si España no hubiese caido en desgracia estos ultimos 200 años el hombre habría pisado ya saturno lo menos

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https://www.abc.es/historia/abci-op...oran-reina-meretriz-201807162322_noticia.html

A pesar de que admiraba a los combatientes de la División Azul por su valentía
 
Entonces, ¿por qué continuaban avanzando? Primero, por sus deseos de mejorar socialmente. Dar la vuelta podía significar salvar la vida, pero también regresar a su vida de pobreza y miseria. Segundo, porque muchas veces se cruzaba el llamado punto de no retorno, tras el cual era más seguro proseguir que recular. Y tercero, porque ningún expedicionario abandonaba jamás a un compañero, ni le permitía dirigirse solo a la fin una vez se emprendía la aventura.
así hasta yo lo hago. No era pa tanto amigos roto2
 
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