Hay que tener mucho estómago para estar deglutiendo la poronga flácida y canosa de Cela. Imagínatelo en una noche tórrida de pasión y, solo por reforzar mi argumento, vamos a imaginar que realmente estaba henamorrada.
Estás ahí dale que te pego, que si lengua para un lado, lengua para otro, como si tal trozo de pellejo arrugao fuera un garbanzo de pushero que se ha quedado duro. Pues resulta que, en un alarde de romanticismo al más puro estilo VHS neցro, con triple X en rojo en la carátula, decides mirar hacia arriba...
Para ver un monte orondo que actúa de depósito de cosa, del cual arrepellan pelos canosos como cal en un muro de piera ostionera. "Uy, no veo a mi amorcito" -pensará la pequeña Venus. Por lo que, manteniendo su cuello de ganso con papada full tunning a 90º, retraerá un poco er gañote para descubrir al monstruo.
Dos aletas que se desprenden a cada lado de una cara fofa, oronda y afeitada. Unas gafas de ojo ciego de botella que esconden unos ojos con crisis osculógira, o quizás es simplemente ella dándole a todo trapo en el frenillo, quien sabe. Una mandíbula que bailotea al ritmo del de ella, no sabemos si por apoplejía, placer o porque "el osito está mayor".
En lo que sientes esas manos temblorosas, no sabemos si de parkinson o por el hecho de que en breve le soltará el engrudo en la boca, agarrarte de la nuca para que no te escapes. me acuerdo de la leche, que ardor de estomago.
Que terrible el destino de una mujer florero, Dios santo.