La teoría que sostiene que la cloración del agua incrementa el riesgo de cáncer no se basa en que el Cloro sea cancerígeno sino en que los productos de la cloración lo son.
El agua potable que se suministra a los hogares, en principio, no debería contener Cloro aunque se le haya añadido Cloro. El método que emplean viene a ser el siguiente: un análisis del contenido de materia orgánica en el agua les dice que hay que añadir (imaginemos) 70 unidades de Cloro. Lo que hacen es añadir 80. El Cloro oxida esa materia orgánica y se consume en el proceso. Como había un exceso de Cloro, queda un excedente de 10 unidades de Cloro disuelto y toda la materia orgánica se ha oxidado con las 70 unidades de Cloro consumidas. Entonces, una vez ya esterilizada el agua, liberal el remanente de Cloro añadiendo un compuesto químico al agua.
El resultado es agua esterilizada pero sin Cloro disuelto. Si el sistema de almacenamiento o de distribución puede dar lugar a nuevas contaminaciones de materia orgánica, pueden dejar un excedente de Cloro muy pequeño.
El problema es que durante el proceso de oxidación de la materia orgánica ocurren miles de reacciones diferentes no controladas. Los patógenos mueren pero la materia orgánica inicial contiene millones de tipos diferentes de compuestos que son clorados. A los que les preocupa los efectos que la cloración pueda tener sobre la salud, lo que les preocupan son los efectos de estos miles de sustancias orgánicas cloradas generadas al azar.
Lo ideal es partir de agua sin materia orgánica. Como solo es para la bebida y para cocinar, las cantidades no son muy grandes y a veces es posible ir con el coche y unos bidones a un manantial cercano.
