Esto no sé si debería ir aquí o en el hilo de los "hechos reales que te provocan vergüenza", pero ya que este pobrecito tiene pocas aportaciones, lo coloco aquí en forma de "crossover" y hago algo antes de dormirme:
(AVISO: Post en forma de relato, basado en hechos reales. Ante la posibilidad de que salga un tocho infumable, abstenerse de leerlo quien espere la salida del DVD)
Recién nacido mi niño mi ex y yo nos mudamos de casa. Justo el segundo día de pasarlo en la nueva casa (es decir, sin conocer prácticamente nada del vecindario, que además estaba fuera en su mayor parte porque era agosto) y estando sola con el bebé, oigo un ***ón en la escalera... carreras para arriba... para abajo, gente que grita... como no soy curiosa ni nada (anda que no, pues no he dicho ya veces que todo lo que me pasa es por cotilla) me asomo por la mirilla... y claro está, no veo nada, así que me quedo pegada a la puerta... (he de decir, que para más narices, eramos los únicos vecinos en la planta y yo lo sabía). Como un par de minutos después, y ya abandonado mi puesto de vigilancia, llaman a la puerta. Me asomo otra vez por la mirilla antes de abrir... y al otro lado de la puerta veo un tipo joven, alto, con un llamativo chaleco naranja... y que levanta una porra en dirección a mi puerta, con la clara intención de arrear con ella al que abriera...
(Tal que así, pero con chaleco naranja y ceñudo)
¡¡¡Una ocre de vaca iba yo a abrir entonces!!! Acojonadita perdida, me aparto de la puerta y me voy al lado del teléfono, por si acaso, hasta que oigo que se aleja y allí me quedo, pensando que "el loco de la porra" se iba a lanzar a porrazos -nunca mejor dicho- contra la puerta y que aquello iba a acabar peor que El Resplandor...
Cinco minutos después llaman a la puerta de nuevo. Reuniendo mi poca presencia de animo, vuelvo a la conocida mirilla ya y veo esta vez a dos uniformados pertenecientes a la Guardia Civil... desde dentro hago con un hilo de voz la pregunta del día:
- ¿Quieeennnn? – Corcho, qué corta. Estaba claro que una de dos, a) o son guardias civiles por todo el aspecto que tienen y me van a decir “la Guardia Civil” o b) no lo son y no me van a decir “unos atracadores vestidos de Guardia Civil”. Por eso supongo yo respondieron lo que se esperaba de ellos y yo les abrí la puerta como tres centímetros, pareciendo seguro la loca de los gatos. Saludo ritual (mira que me gusta a mí cuando los cuerpos de seguridad hacen el gesto ese tocándose la visera) y me preguntan algo como:
- Señora... ¿ha visto algo extraño en la escalera en la ultima media hora?
- Pues si, primero alguien corriendo escaleras arriba y abajo... unos gritos... y después un hombre joven ha llamado a mi puerta y lo he visto por la mirilla esperando al otro lado sujetando una porra...
- Hummm... ¿Podría describirnos al sujeto?
- Era alto, moreno y llevaba un chaleco naranja -vale, como descripción una cosa, pero a ellos les basta, porque se miran, uno asiente y le dice al otro:
- Ese es Eugenio...
- Si, Eugenio... Muchas gracias, señora...
Y pretenden irse sin más, así que les pregunto -si hay que morir, se muere, pero morir en la ignorancia...:
- ¿Qué ha pasado?
- Bueno, pues creemos que hay un merodeador suelto por aquí, así que tenga cuidado a quien le abre... de todas formas, vamos a dar una vuelta hasta que lo veamos todo correcto, no se preocupe –y se van...
¡¡Que no me preocupe!!! ¿¿¿Qué no me preocupe??? Amos a ver... un ladrón roba... un forzador, viola... ¿pero que co... narices hace un merodeador? ¿Merodea alegremente? ¿Asusta a la gente que pasa? ¿los vigila? ¿Les hace “¡buh!”?... Reconozco que ahí me dio la vena sicotica y pensando que yo estaba sola en el ultimo piso sin vecinos, y que el merodeador podía estar en la terraza (de hecho, se oían carreras preocupantes en mi techo) y descolgarse por el hasta mi ventana (demasiadas películas de SWAT vistas... vamos, todo el mundo sabe que los merodeadores acorralados se tiran con cuerdas hacia balcones ajenos como si fueran Bruce Willis), me dediqué a cerrar todas las ventanas y persianas... y casi perecemos mi bebé y yo de un recalentón. Cuarenta grados de calor allí dentro y ni un mal aire acondicionado.
Unas horas después, y con todo más calmado, las vecinas de abajo me informaron que habían atracado a una vecina en el patio de edificio... al soltarla, ella empezó a gritar y salió a la calle donde se encontró al famoso Eugenio, que era un Guardia Civil que iba a hacer el relevo a la caserna que teníamos cerca de casa... al oír que el ladrón había huido escaleras arriba y que en el cuarto piso no vivía nadie, el chico volvió al coche, sacó su porra reglamentaria... y se acojonó (tanto como yo, espero), al oír pasos dentro de mi casa, cuando se suponía que allí no vivía nadie... (de todas formas, lo de llamar a la puerta a ver si el ladrón te abre es todo un detallazo). El ladrón mientras tanto, efectivamente, huyó por la terraza...
Y el epilogo... después de comentar la historia con toda la familia (y sí, entonces me reí) estaba al día siguiente sola en casa otra vez cuando oigo que hurgan en la puerta... vuelven a hurgar... me acerco de puntillas a la mirilla y dado que no hay luz en el descansillo (bombilla fundida) veo a la luz del ascensor una sombra que hurga en mi puerta... a punto de dar la voz de alarma o de desmayarme (lo que llegara antes, entendedme, ¡el merodeador había vuelto!), oigo un juramento por lo bajo y reconozco la voz: ¡es mi padre! Le abro la puerta y después de echarle el puro por el susto, me explica, muy a la defensiva que no quería llamar para no despertar al niño, pero que no contaba con no ver la cerradura al no tener luz...
Si he sobrevivido a los dos sustos, auguro que tengo un corazón fuerte que me llevará hasta los cien años