EUROPA SOBERANA : Homo carnivorus, o revolución carnívora —la caza, la carne y el fuego comoaceleradores evolutivos

Camilo José Cela

Petando culos, desfaciendo entuertos
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5 Oct 2021
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En los tiempos más tempranos, los hombres vivían en la oscuridad y no
tenían animales que cazar. Eran personas pobres, ignorantes, muy
inferiores a las que viven hoy en día. Se desplazaban en busca de domida,
vivían viajando como nosotros, pero de un modo diferente. Cuando
paraban y acampaban, trabajaban el suelo con picos de un tipo que ya no
conocemos. Obtenían su comida de la tierra. Nada sabían de toda la caza
que tenemos ahora.


(Aua, chamán de la etnia esquimal iglulik).

El hombre, cuando se desgajó de la rama de los primates hace cuatro
millones de años, a nivel de australipiteco, lo hizo porque dejó de ser un
primate vegetariano y frugívoro para tras*formarse en un primate
cazador.


(Félix Rodríguez de la Fuente).

Considero oportuno dedicar una serie de artículos al asunto de la
paleoantropología evolutiva nutricional, ya que en el mundo hispanohablante es
sumamente escasa la información al respecto —y en medios mal informados,
pueden y suelen prosperar todo tipo de falacias. Los truños nutricionales son
particularmente graves, ya que atentan contra nuestra salud, contra nuestra
reproducción y contra nuestro código genético. Por tanto, afectan a toda la especie
y es de interés que se extirpen para garantizar el futuro evolutivo de la
humanidad.
Actualmente es increíble la mala fama que tiene el colesterol y los alimentos
animales, mientras que otros alimentos sumamente perniciosos acaparan las
estanterías de los supermercados y llenan los estómagos de países enteros. Sin
embargo, la caza fue la principal directora de nuestra evolución, ya que seleccionó
cualidades como la inteligencia, la rapidez de reflejos, los sentidos más afinados,
el instinto territorial, la mejor comunicación en el seno del grupo, el "espíritu de
equipo", un espacio vital más amplio, la belleza y la ferocidad. Como veremos
pronto, la carne, la sangre, la grasa, el tuétano, la médula, los sesos y las
vísceras, presidieron y alimentaron el desarrollo de nuestra inteligencia, y
contribuyeron a su vez a hacer de nosotros depredadores cada vez más eficaces.
Literalmente, el aumento de alimentos animales nos alejó de los monos y nos
acercó a los ángeles.
Los antiguos homínidos, desde su origen simiesco y predominantemente frugívoro,
fueron ascendiendo peldaños hasta colocarse en lo alto de la pirámide trófica el
momento en el que dejaron de ser presa de otros depredadores. La base de la
pirámide, la carne de cañón, son seres vivos vegetales que producen su propia
energía a partir del suelo o mar (minerales, materia orgánica, agua) y el cielo (luz
solar, aire). El escalón siguiente de la pirámide, más reducido, ve la aparición de
seres con mayor conciencia (los herbívoros) que se alimentan del escalón anterior.
El escalón superior, aun más aristocrático, ve aparecer un mayor nivel de
conciencia: se trata de los carnívoros y omnívoros, que se alimentan de todos los
escalones anteriores. Este artículo estará dedicado a la larga odisea de ascensión
de la pirámide, escalón por escalón, hasta llegar a las formas de vida más
perfectas que han existido. (En otro artículo futuro veremos cómo el hombre cayó
desde lo alto de la pirámide con la aparición de la agricultura).
La carne y la caza, junto con otros factores (como los rítmicos vaivenes del frente
glacial, el uso de herramientas y fuego, la necesidad de cuidar a crías muy
indefensas y la aparición de la vida social), explican la aceleración evolutiva sin
precedentes que experimentaron los homínidos, llevando al cabo "saltos
genéticos" sin parangón en el mundo animal. A los primeros primates (que
vivieron en China hace 30 millones de años y no eran más grandes que un pulgar)
les llevó más de 25 millones de años llegar al Australopithecus. A éste le llevó más
de 2 millones de años llegar al Erectus. Este impresionante progreso palidece ante
el enorme salto que supuso pasar, en tiempo récord (menos de dos millones de
años), de los 1.000 cc de capacidad craneal (Erectus) a superar los 1.700
(Cromagnon). Las fuerzas de la evolución parecen haberse personificado de una
manera muy clara en el tronco de primates al que pertenecemos (en unas ramas
más que en otras), mientras que otras especies animales (como los tiburones, los
cocodrilos o las cucarachas) prácticamente no han cambiado nada en docenas y
hasta centenares de millones de años. Esta aceleración evolutiva, difícil de ser
explicada únicamente por el darwinismo, no ha terminado. Aun no está completa
la creación del tipo humano que heredará la Tierra definitivamente. Del mismo
modo que los antiguos constructores de catedrales trabajaban en su labor
sabiendo que nunca llegarían a ver la obra completada, nosotros tenemos el deber
de proseguir esa evolución alcanzando formas de vida cada vez más superiores y
conscientes, aunque no las presenciemos en vida. Incluso ahora, en una época de
mestizaje, carente de selección natural, contaminada y llena de factores
perniciosos para el genoma humano, las fuerzas invencibles y eternas de la
evolución siguen obrando en silencio mientras fraguan el siguiente salto evolutivo.
La meta ha de ser la constitución de una forma de vida incorruptible, recipiente
perfecto para la llama del espíritu en estado puro, trozos de ser en el mundo del
devenir. Los mejores elementos genéticos de la Civilización Occidental, que
superaron con éxito la prueba del hielo hace mucho tiempo y que aun deben
superar los descomunales retos del futuro cercano, están llamados a ser las manos
de Dios.

LA CAZA EN LA GENEALOGÍA DEL HOMBRE
En un sentido muy real, nuestro intelecto, nuestros intereses, nuestras
emociones y nuestra vida social básica —son todos productos del éxito de
la adaptación cazadora.

(John Reader, "Man on Earth", 1988).
Valga decir antes que nada que en los círculos científicos paleoantropológicos no
hay ningún tipo de duda acerca de la dieta del hombre primitivo; las dudas sólo
surgen en personas desinformadas o en vegetarianos militantes, si es que no son
la misma cosa. Para poder comprender el importantísimo papel de la carne en
nuestra evolución, es necesario comprender primero la historia del consumo de
carne entre nuestros lejanos antepasados, ya que ellos forjaron nuestra genética
actual a lo largo de millones de años, y pueden decirnos mucho acerca de cuáles
son nuestras verdaderas necesidades nutricionales predeterminadas
biológicamente. Es importante desmarcarse en lo que al respecto tienen que decir
la TV y los dictócratas de la "nutrición políticamente correcta" (a ellos no les
mueve la ciencia, la genética o la evolución, sino la economía y el falso
jovenlandesalismo), y volver nuestras miradas hacia la dieta ancestral para la cual
estamos diseñados. Comenzaremos este apartado examinando a los primates más
cercanos a nosotros evolutivamente, antes de ascender en la pirámide.

• Los chimpancés, con quienes compartimos las mayores similitudes genéticas
fuera del género Homo, ejercen la carroña e incluso la depredación; hasta llegan a
fabricar primitivas lanzas de caza, afilando palos con sus dientes [1]. La
primatóloga inglesa Jane Goodall ya observó a principios de los años 60
actividades de caza entre los chimpancés del Parque Nacional Gombe de Tanzania.
Actualmente en este parque, la depredación de los grupos de chimpancés macho
se cobra entre 60 y 70 mamíferos al año —incluyendo otros primates. También se
ha encontrado que comen serpientes, ratones y crías de ave y de reptil.
Generalmente, los chimpancés aprovechan casi todas las partes del animal,
incluyendo los sesos [2]. A pesar de que el chimpancé es el gran personaje más dado
al carnivorismo y de que la carne de caza es un alimento muy apreciado entre
ellos, no llega a constituir más del 2% de su dieta. Otro 6% corresponde a la
consumición de insectos sociales (hormigas, termitas, abejas, larvas), lo cual nos
da un 8% de productos de origen animal en la dieta del chimpancé.

chimp-meat-580x400.jpg


Al público general le es difícil imaginarse a los chimpancés como depredadores y
comedores de carne, pero ya en los años 60, Jane Goodall obervó y documentó
minuciosamente las actividades de caza entre ellos. Hoy se acepta que la carne es un
alimento muy apreciado por los chimpancés, aunque forma sólo el 2% de su dieta,
debido a unas aptitudes predatorias poco desarrolladas aun. El mono colobo rojo (inserto
en la fila central a la derecha) parece ser una presa predilecta. Arriba a la izquierda,
Sagu, un chimpancé macho del Parque Nacional Tai (Costa de Marfil). En este parque, se
ha observado que las hembras valoran tanto la carne que se prostituyen por ella. Abajo,
una hembra con una cría, pidiendo carne a un grupo de machos. Cuando están
embarazadas, las hembras aumentan muchísimo el consumo de productos animales en la
dieta.


• Los gorilas, algo más alejados genéticamente de nosotros, sí son bastante más
herbívoros que los chimpancés. Su consumo de frutas es bajo (de hecho, el más
bajo de todos los grandes personajes), y su consumo de hojas alto, estando su aparato
digestivo mucho mejor adaptado a procesar celulosa. Sin embargo, comen
hormigas, y además se ha encontrado ADN de monos pequeños y antílopes en las
heces de algunos gorilas del Parque Nacional de Loango, Gabón, cosa que sugiere
de una manera bastante clara que, ocasionalmente, estos gorilas se dedican a la
carroña o a la caza [3]. En los zoológicos, pronto se observó que los gorilas
sufrían de deficiencias proteínicas, y debían ser alimentados con carne. Luego se
supo que la causa estaba en la comida desnaturalizada con la que estaban siendo
alimentados: los productos vegetales del menú del zoo, totalmente limpios,
carecían de pequeños insectos y trazas de otros seres vivos.

• Metiéndonos ya en nuestro árbol genealógico, sabemos que
los Australopithecus (África, hace unos 4 millones de años) se dedicaron sin
duda a la carroña, ya que en sus yacimientos se han encontrado huesos animales
que tienen marcas de utensilios y dientes por encima de las marcas de otros
depredadores. Esto implica que acudían al cadáver de un animal ya muerto y
medio devorado, y utilizaban primitivos utensilios pétreos para cortarle los
tendones y la piel, arrancarle la carne, la grasa y los órganos, y quebrar sus
huesos para sorber el tuétano y los sesos [4], órganos altos en colesterol y otras
grasas saturadas, que pasaban a alimentar el cerebro de estos homínidos.
Además, los análisis de los esqueletos de Australopithecus muestran proporciones
de estroncio/calcio propias de animales que tienen un importante aporte cárnico
en la dieta [5]. Otra pista arqueológica la constituyen los estudios del
microdesgaste dental de los Australopithecus: los escaneos con microscopios
electrónicos muestran patrones propios del consumo de carne, además de grandes
cantidades de productos vegetales [6]. No existen aun evidencias sólidas que
demuestren que los Australopithecus cazaban. Sin embargo, que los chimpancés
actuales sí cacen, es consistente con que los Australopithecus, "más
evolucionados" que ellos, más cercanos a nosotros, lo hiciesen en mayor medida
aun, aunque limitándose a presas de tamaño modesto, y ejerciendo la carroña
sobre las de tamaño mayor.

habilis.jpg


Hace 2,5 millones de años, parece claro que el Australopithecus se dividió por un
lado hacia el género Homo y por otro hacia las diversas variedades de
Paranthropus —a veces consideradas simplemente tipos de Australopithecus. El
género Homo estaba destinado a la encefalización (desarrollo del cerebro), la
aceleración evolutiva, la depredación y un aumento del consumo de carne. Los
Paranthropus, principalmente herbívoros como evidencian sus dentaduras y
configuraciones craneofaciales, desaparecieron del registro fósil.

Hace 2,5 millones de años, parece claro que el Australopithecus se dividió por un
lado hacia el género Homo y por otro hacia las diversas variedades de
Paranthropus —a veces consideradas simplemente tipos de Australopithecus. El
género Homo estaba destinado a la encefalización (desarrollo del cerebro), la
aceleración evolutiva, la depredación y un aumento del consumo de carne. Los
Paranthropus, principalmente herbívoros como evidencian sus dentaduras y
configuraciones craneofaciales, desaparecieron del registro fósil.
• El Homo habilis, primer representante del género Homo, parece claro que llegó
a cazar, que se alimentó de jirafas, hipopótamos y rinocerontes, y que hasta en
ocasiones comió ciertas variedades de Australopithecus. Su consumo de carne está
confirmado por los análisis de coprolitos (heces fosilizadas). Asimismo, nació la
industria lítica olduvayense (o Modo 1), consistente principalmente
en choppersy chopping tools (especie de hachas y machetes muy primitivos), para
desollar a los animales muertos, descuartizarlos y romper sus huesos. Resulta
muy indicativo que, en los yacimientos Habilis, las herramientas pétreas casi
siempre van acompañadas de huesos de animales quebrados, cráneos
machacados y esqueletos con señales de haber sido raspados para separar la
carne y la grasa del hueso. Puesto que se considera que la presencia de una
industria pétrea amplia es una de las cosas que distingue al Habilis del
Australopithecus, es seguro que el consumo de carne había aumentado
drásticamente.
A pesar de estas innovaciones, el Homo habilis —relativamente orate (600 cm3),
de constitución muy grácil, brazos largos aun bastante adaptados a estar
suspensos en ramas, y una estatura de aproximadamente 1 metro— era todavía
una criatura bastante débil e indefensa, a merced de los grandes depredadores
que aun lo superaban en la pirámide alimenticia. Por ejemplo, sabemos que el
Homo habilis era una presa predilecta del Dinofelis ("gato terrible"), un felino
dientes de sable que vivió en África durante la época y que, al parecer, también se
puso jovenlandesado de Australopithecus, babuinos y otros herbívoros. Este tipo de
depredadores ejerció una importante labor seleccionadora y en cierto modo fueron
nuestros aliados evolutivos; otro hubiese sido nuestro camino de no haber existido
gatos como el Dinofelis.

• El Homo erectus (hace 1,9 millones de años), probablemente descendiente de
alguna rama Habilis, salió de África difundiendo el género Homo por Eurasia,
fabricando la industria pétrea achelense (o Modo 2, principalmente bifaces y
similares) y utilizando ya el fuego, aunque no queda claro si para cocinar. Su
esqueleto era de proporciones similares a los humanos actuales, salvo en lo que
respecta a la configuración craneofacial, y es posible que realmente perteneciese
ya a nuestra mismas especie (como se ha descubierto recientemente con el
Neandertal). Fue el primer cazador-recolector nómada, y parece que sus
desplazamientos estaban sujetos a los movimientos migratorios de los grupos de
grandes mamíferos. Prueba de ello es que salió de África a la vez que muchas
otras especies animales (como los elefantes antepasados de los posteriores
mamuts), cosa que sugiere de una forma bastante rotunda que dependían de
estas manadas para su sustento. El yacimiento de Olorgesailie (Kenia, hace 900-
650.000 años) tiene una gran abundancia de fósiles de hipopótamos, zebras,
elefantes, jirafas y babuinos que fueron descuartizados utilizando hachas de mano,
en enclaves concretos establecidos por el Erectus a tal fin. Hace 412.000 años
como poco, ya había una raza Erectus cazando elefantes, bisontes y rinocerontes
en la actual Alemania [8]. En los yacimientos de Torralba y Ambrona (Soria,
España, 330.000 años) podemos comprobar que los Erectus se las ingeniaban
para provocar estampidas y conducirlas hacia un precipicio. Entre estos restos
animales, se han encontrado instrumentos pétreos de tipo achelense, utilizados
para desmembrar los cuerpos caídos.
El Erectus tuvo una expansión sin precedentes, que lo llevó a adaptarse a
numerosos tipos de terreno y condiciones climatológicas, diversificándose en
varias ramas, desde el Homo ergaster (África) hasta el Homo pekinensis (China),
pasando por el Homo georgicus (Cáucaso) y otros. Fue también el homínido que
duró más tiempo: alrededor de 1,6 millones de años, hasta su "extinción" (más
bien evolución) hace 300.000 años. Sin embargo, algunos indicios apuntan a que
subsistieron razas Erectus en núcleos aislados (por ejemplo, en Indonesia) hasta
hace tan sólo 50-30.000 años.
• El Homo antecessor (hace 1,2 millones de años) podría considerarse
simplemente una raza europea de Erectus, quizás descendiente del Homo ergaster,
y en tras*ición hacia formas homínidas más pesadas y árticas, más europeas. Por
huesos sometidos a análisis forense, sabemos que utilizaba herramientas de tipo
achelense para descuartizar ciervos, caballos y rinocerontes. Se han encontrado
marcas idénticas en huesos de Antecessor, cosa que implica que hace 800.000
años estos individuos practicaban el canibalismo de forma habitual, probablemente
con presas de otras tribus Antecessor. Este individuo es el probable antepasado de
los habitantes de los yacimientos sorianos ya mencionados.
 
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