Esto pasaba en la televisión española, a nadie le sorprendía y millones de personas lo veíamos.

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Michel Houellebecq dice que la literatura no sirve para nada, que de lo contrario nunca habría existido “esa gente izquierdista que ha monopolizado el debate intelectual durante todo el siglo XX”, porque Dostoyevski ya la había desenmascarado al escribir Los demonios en 1872.

En el último tercio del siglo XIX gran parte de la alta y menos alta sociedad rusa, idiotizada por el liberalismo (occidentales), empezó a arrobarse con los revolucionarios (nihilistas), en una suerte de esnobismo suicida. Es lo que cuenta Dostoyevski en Los demonios.

Así se expresaba Dostoyevski en carta dirigida a su editor el 8 de abril de 1870, cuando estaba redactando Los demonios:

“Lo que escribo ahora es tendencioso. Quiero expresarme con fuego. ¡Ah, los nihilistas y occidentales vociferarán contra mí! ¡Me llamarán retrógrado! Pero, ¡que el diablo se los lleve, expresaré todo mi pensamiento!”

Efectivamente, cuando apareció la novela, fue atacado con saña por la prensa de izquierdas y por la liberal, “que en la época era mayoría y contaba con el fervor del pueblo” (Carlos de Arce).

En un pasaje de la novela, el joven nihilista Verkhovenski, cabecilla de la célula terrorista, dice:

“Tengo la cuenta de todos: el maestro que se ríe con los niños de su Dios y de su cuna, es de los nuestros. El abogado que defiende a un malo culto porque es más instruido que sus víctimas, a las que se ha visto obligado a apiolar para robarlas, es de los nuestros. Los jurados que absuelven criminales por un soborno, son de los nuestros. Los escolares que asesinan a un campesino para experimentar sensaciones extraordinarias, son de los nuestros. El procurador que tiembla de miedo ante el pensamiento de no parecer muy liberal, es de los nuestros. Añada a estos, los funcionarios, los escritores: muchos de ellos están con nosotros y no se dan cuenta. Por otra parte, la docilidad de los estudiantes y de los necios es absoluta; en cuanto a los profesores, están cargados de bilis.”


Que la literatura no sirve para nada también puede decirse respecto a la gente de demagogos que mienten sin parar, como los magufos oficiales que han engañado a la plebe con la falsa esa época en el 2020 de la que yo le hablo y las falsas banderillas (y con los pagapensiones, la justicia viogen, el apocalipsis climático, las niñas con miembro viril...), porque Don Juan Manuel ya la había desenmascarado al escribir Los burladores que ficieron paño al rey en el siglo XIV; Cervantes, El retablo de las maravillas, en el XVII; Andersen, que se enteren hasta los niños, en el XIX.

Es que así es.

Antiguamente todo era muy fácilmente censurable y sólo se publicaba aquello que los de arriba permitían.

La "cultura" siempre ha estado dominada por los del pensamiento único que tienen el poder de entregar los carnets de la jovenlandesalidad, y en consecuencia es otra forma más de lavar cerebros.


Hoy en día, por muy frívolo que suene, se consigue mucho más viendo un vídeo de YouTube en el que seguidamente puedes ver los comentarios, comprobar si la información es cierta o no e intercambiar opiniones que tragándote una biblioteca entera en la que te entregan la información como una verdad absoluta sin posibilidad de réplica.

Aún hay mucha gente que considera los libros como la fuente de la sabiduría incuestionable cuando gran parte de la literatura e incluso los libros de temáticas concretas no son más que opiniones o directamente majaradas que alguien tuvo a bien publicar en un momento dado, muchas veces motivados por un complejo de inferioridad y de necesidad de sentirse importantes. Y esto último lo digo porque conozco a un escritor de novelas de ficción que es el tío más menso, acomplejado y analfabeto sobre la faz de la tierra, concretamente el "autor" de esta saga (lo pongo entre comillas porque sin la inestimable ayuda de su novia habría salido un bodrio sin sentido e infumable)


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