Hulagu
¿Como ye lo tuyo, gallu?
- Desde
- 16 Dic 2016
- Mensajes
- 6.945
- Reputación
- 6.823
7 - Correr monte abajo en Igueriben con dos pesetas en los bolsillos.
Igueriben..el primer desastre (en realidad el segundo, tras Abarrán).
Incapacidad de un ejército, desastre de armamento, envalentonamiento de los jovenlandeses cuando vieron que se podía derrotar a los españoles.
El gran espolón que protegía la llanura de annual por el sur. Una colina desertica, sin sombra ni agua. De frente, la llanura de Annual, donde estaban el grueso de las tropas. Al fondo el mar, con las posiciones de los fuertes, a ambos lados, de Sidi-Dris y Afrau.
En la foto, restos de fortificación.
A la izquierda, la "loma de los árboles" (hoy no existen) donde tomaron posiciones los jovenlandeses.
El 7 de Junio Silvestre decide tomarla, para protegerse por detrás en su avance hacia el mar. Pero no pueden mantenerse en la "loma de los árboles", hostigados.
El 9 de Julio los jovenlandeses empiezan a construir arpilleras y a medio-fortificar la loma de los árboles. Llegan noticias de Sidi-Dris y los puestos de que se encienden hogueras llamando a la lucha a la Harka del Amesauro. El 17 de Julio llega el primer ataque...diecisiete muertos. Antes se ha hecho con el mando el Comandante Benítez, procedente de Sidi-Dris.
Un veterano. Lleva años en Africa y está "quemado", por lo que se lee en las cartas que le envia a su mujer. Es ya derrotista. Pero ni por un momento piensa en rendirse. Manda sobre unos 244 hombres, incluyendo una veintena de artilleros.
Se cortan las comunicaciones con Annual. Se les ve, pero no se puede llegar a ellos. Distintos convoyes lo intentan, fracasando. En el mes de Junio Silvestre ha licenciado a los veteranos del 18 y 19. Son sustituidos por el 20...bisoños, con pavor a los jovenlandeses y mal entrenados. Flojean.
Una columna de artilleros mandados por el teniente Nougués logra meter proyectiles de artillería, con la mitad de muertos y heridos, arrastrando los proyectiles a mano, con los mulos muertos. Al llegar la tarde ardiente — temperaturas de 55° al sol—, sus cuerpos muertos estallan. Convertidos en monstruosos globos de carne y excrementos, expiden oleadas pestíferas que hacen vomitar a los defensores. Pero lo peor es
que forman una escalera de putrefacción adosada a la rampa de entrada. Por ella subirán los rifeños.
Nougués quedará dentro, con sus artilleros supervivientes para morir.
Se suceden intentos. Los regulares, cargados de cantimploras llegan casi a las alambradas y mueren. Los defensores ven desesperados perderse el agua. Alguno salta para intentar recuperar alguna.
Los asaltos tienen lugar sobre todo de noche. Se rechazan a granadazos, a bayoneta...Durante el día, tiroteos constantes, infiltraciones..que obligan a los hombres a estar en las posiciones, sin sombra, bajo un sol bestial..sin agua.
Silvestre de desespera. El 15 de Julio se corta todo contacto con Igueriben. Otro intento de convoy..y otro. Fracaso.
Igueriben desde annual
El 21 de julio amanece sobre Igueriben. La posición es un revoltijo inextricable de cuerpos extenuados, de heridos faltos de cuidados —no hay medicinas, se han acabado las vendas—, y de muertos cubiertos con sus propias guerreras empapadas en sangre. Los defensores han soportado la
noche como han podido: masajeando la pulpa de las pocas patatas que aún les quedaban; bebiéndose la colonia (los heridos), y hasta la tinta de escritorio; y engañando a la horrible sed con los consabidos orines mezclados con azúcar.
Las alambradas están deshechas, y las tiendas yacen en el suelo, desventradas por los tiros, las bombas de mano y los cañonazos. Los rifeños han emplazado dos piezas, de las tomadas en Abarran, en la loma denominada Amar U-Said, a 1.300 metros. Sus primeros tiros ni llegaban ni
explotaban. Pero el rifeño aprende rápido. Y al poco sus granadas entraban en Igueriben y explotaban todas. De los 244 hombres que formaban en los inicios del asedio; apenas queda un centenar capaz de sostener un arma. Ni quieren rendirse, ni lo piensan.
El más fuerte convoy. Lo manda el general Navarro. Se abre en dos,..pero los jovenlandeses cada vez son más, cada vez más osados. Se paran...Benitez, desesperado, tras*mite por el heliógrafo. «Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros.»
Silvestre enloquece. Ordena formar para hacer una carga "suicida" monte arriba. Consiguen convencerlo de que no llegará nadie y no servirá de nada.
Y manda a Benítez su autorización para parlamentar con el enemigo. Es un error, pues el que se enrabieta ahora es Benítez, que replica: «Los oficiales de Igueriben mueren pero no se rinden.»
Las avanzadillas del convoy está a un kilómetro y no pueden seguir. La última opción: Llegar a ellas a la carrera.
Maqueita del campamento de Igueriben
Se organizan tres columnas. Benitez queda con la retaguardia y los heridos, pero tenía que saber que no llegaría a ningún lado. La rapidez era lo único que podía salvarlos,
Se distribuyen las municiones: veinte cartuchos por cabeza. También se reparte el dinero de la caja: quince mil pesetas, que Benítez distribuye entre la estupefacta tropa «con el encargo de reintegrarlas en el regimiento si se abren camino.
Foto de Igueriben, en años posteriores al desastre.
Lanza el último mensaje: Sólo quedan doce cargas de cañón, que empezaremos a disparar para rechazar el asalto. Contadlas, y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros, pues jovenlandeses y españoles estaremos envueltos en la posición.»
Los jovenlandeses les tienen controlados y apenas empiezan a salir, les cercan. Se acabó..es una carrera a fin. Benitez forma grupo con otros oficiales y se queda en la posición, intentado proteger la huida. Hay constancia de varios suicidios. El capitán de Paz, artillero, tras disparar los últimos proyectiles, se queda para inutilizar los cañones y se vuela la cabeza.
A Annual llegan, en un esfuerzo supremo, los escapados de los espantos de Igueriben, corriendo, enloquecidos, pidiendo agua. No son hombres, son espectros. Y son doce o dieciséis —. No parecen seres humanos: ojos desorbitados, rostros terrosos, muecas dementes. Cuatro mueren, entre
violentísimos espasmos, tras atracarse de agua, desoyendo los consejos que reciben.
La guarnición a la vista del cuadro, enmudece. Algunos se indignan; los más, abaten su ánimo. En el espolón quedan dos supervivientes: un soldado (cuyo nombre ignoramos) y el teniente Casado. Heridos ambos e inconscientes, los rifeños les dan por muertos. Quedarán cautivos.
El desastre había comenzado.
Igueriben..el primer desastre (en realidad el segundo, tras Abarrán).
Incapacidad de un ejército, desastre de armamento, envalentonamiento de los jovenlandeses cuando vieron que se podía derrotar a los españoles.
El gran espolón que protegía la llanura de annual por el sur. Una colina desertica, sin sombra ni agua. De frente, la llanura de Annual, donde estaban el grueso de las tropas. Al fondo el mar, con las posiciones de los fuertes, a ambos lados, de Sidi-Dris y Afrau.
En la foto, restos de fortificación.
A la izquierda, la "loma de los árboles" (hoy no existen) donde tomaron posiciones los jovenlandeses.
El 7 de Junio Silvestre decide tomarla, para protegerse por detrás en su avance hacia el mar. Pero no pueden mantenerse en la "loma de los árboles", hostigados.
El 9 de Julio los jovenlandeses empiezan a construir arpilleras y a medio-fortificar la loma de los árboles. Llegan noticias de Sidi-Dris y los puestos de que se encienden hogueras llamando a la lucha a la Harka del Amesauro. El 17 de Julio llega el primer ataque...diecisiete muertos. Antes se ha hecho con el mando el Comandante Benítez, procedente de Sidi-Dris.
Un veterano. Lleva años en Africa y está "quemado", por lo que se lee en las cartas que le envia a su mujer. Es ya derrotista. Pero ni por un momento piensa en rendirse. Manda sobre unos 244 hombres, incluyendo una veintena de artilleros.
Se cortan las comunicaciones con Annual. Se les ve, pero no se puede llegar a ellos. Distintos convoyes lo intentan, fracasando. En el mes de Junio Silvestre ha licenciado a los veteranos del 18 y 19. Son sustituidos por el 20...bisoños, con pavor a los jovenlandeses y mal entrenados. Flojean.
Una columna de artilleros mandados por el teniente Nougués logra meter proyectiles de artillería, con la mitad de muertos y heridos, arrastrando los proyectiles a mano, con los mulos muertos. Al llegar la tarde ardiente — temperaturas de 55° al sol—, sus cuerpos muertos estallan. Convertidos en monstruosos globos de carne y excrementos, expiden oleadas pestíferas que hacen vomitar a los defensores. Pero lo peor es
que forman una escalera de putrefacción adosada a la rampa de entrada. Por ella subirán los rifeños.
Nougués quedará dentro, con sus artilleros supervivientes para morir.
Se suceden intentos. Los regulares, cargados de cantimploras llegan casi a las alambradas y mueren. Los defensores ven desesperados perderse el agua. Alguno salta para intentar recuperar alguna.
Los asaltos tienen lugar sobre todo de noche. Se rechazan a granadazos, a bayoneta...Durante el día, tiroteos constantes, infiltraciones..que obligan a los hombres a estar en las posiciones, sin sombra, bajo un sol bestial..sin agua.
Silvestre de desespera. El 15 de Julio se corta todo contacto con Igueriben. Otro intento de convoy..y otro. Fracaso.
Igueriben desde annual
El 21 de julio amanece sobre Igueriben. La posición es un revoltijo inextricable de cuerpos extenuados, de heridos faltos de cuidados —no hay medicinas, se han acabado las vendas—, y de muertos cubiertos con sus propias guerreras empapadas en sangre. Los defensores han soportado la
noche como han podido: masajeando la pulpa de las pocas patatas que aún les quedaban; bebiéndose la colonia (los heridos), y hasta la tinta de escritorio; y engañando a la horrible sed con los consabidos orines mezclados con azúcar.
Las alambradas están deshechas, y las tiendas yacen en el suelo, desventradas por los tiros, las bombas de mano y los cañonazos. Los rifeños han emplazado dos piezas, de las tomadas en Abarran, en la loma denominada Amar U-Said, a 1.300 metros. Sus primeros tiros ni llegaban ni
explotaban. Pero el rifeño aprende rápido. Y al poco sus granadas entraban en Igueriben y explotaban todas. De los 244 hombres que formaban en los inicios del asedio; apenas queda un centenar capaz de sostener un arma. Ni quieren rendirse, ni lo piensan.
El más fuerte convoy. Lo manda el general Navarro. Se abre en dos,..pero los jovenlandeses cada vez son más, cada vez más osados. Se paran...Benitez, desesperado, tras*mite por el heliógrafo. «Parece mentira que dejéis morir a vuestros hermanos, a un puñado de españoles que han sabido sacrificarse delante de vosotros.»
Silvestre enloquece. Ordena formar para hacer una carga "suicida" monte arriba. Consiguen convencerlo de que no llegará nadie y no servirá de nada.
Y manda a Benítez su autorización para parlamentar con el enemigo. Es un error, pues el que se enrabieta ahora es Benítez, que replica: «Los oficiales de Igueriben mueren pero no se rinden.»
Las avanzadillas del convoy está a un kilómetro y no pueden seguir. La última opción: Llegar a ellas a la carrera.
Maqueita del campamento de Igueriben
Se organizan tres columnas. Benitez queda con la retaguardia y los heridos, pero tenía que saber que no llegaría a ningún lado. La rapidez era lo único que podía salvarlos,
Se distribuyen las municiones: veinte cartuchos por cabeza. También se reparte el dinero de la caja: quince mil pesetas, que Benítez distribuye entre la estupefacta tropa «con el encargo de reintegrarlas en el regimiento si se abren camino.
Foto de Igueriben, en años posteriores al desastre.
Lanza el último mensaje: Sólo quedan doce cargas de cañón, que empezaremos a disparar para rechazar el asalto. Contadlas, y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros, pues jovenlandeses y españoles estaremos envueltos en la posición.»
Los jovenlandeses les tienen controlados y apenas empiezan a salir, les cercan. Se acabó..es una carrera a fin. Benitez forma grupo con otros oficiales y se queda en la posición, intentado proteger la huida. Hay constancia de varios suicidios. El capitán de Paz, artillero, tras disparar los últimos proyectiles, se queda para inutilizar los cañones y se vuela la cabeza.
A Annual llegan, en un esfuerzo supremo, los escapados de los espantos de Igueriben, corriendo, enloquecidos, pidiendo agua. No son hombres, son espectros. Y son doce o dieciséis —. No parecen seres humanos: ojos desorbitados, rostros terrosos, muecas dementes. Cuatro mueren, entre
violentísimos espasmos, tras atracarse de agua, desoyendo los consejos que reciben.
La guarnición a la vista del cuadro, enmudece. Algunos se indignan; los más, abaten su ánimo. En el espolón quedan dos supervivientes: un soldado (cuyo nombre ignoramos) y el teniente Casado. Heridos ambos e inconscientes, los rifeños les dan por muertos. Quedarán cautivos.
El desastre había comenzado.