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En el año 1942, 3.500 hombres, bajo el mando del general francés Koenig, se atrincheraron en Bir-Hakeim dispuestos a frenar, con su sacrificio, el avance del Afrika Korps, de Rommel, y del Cuerpo Expedicionario italiano por el desierto libio, con el Canal de Suez como primer objetivo.
Cerca de 1.000 de ellos eran españoles -ex soldados del Ejército Popular republicano- y constituyeron la fuerza de choque del campo atrincherado durante las dos semanas que duró el asedio. El testimonio del primer general francés, Béthouart, que mandó españoles, fue éste:
"La 13 Semi-Brigada de la Legión Extranjera estaba integrada, en particular, por unos 900 españoles, morenos, alborotadores, difíciles de mandar, pero de una valentía extraordinaria". Otro, no menos valioso, el del joven capitán -hoy general-, Jacques París de la Bollardiére, que luchó al lado de los españoles de la citada unidad Noruega, en África y en Italia, nos dice en una de sus cartas: "... (los españoles) eran altivos y humildes a la vez, valientes..., uno de ellos, el joven Zapico, un vasco, murió a mi lado -al volante de nuestro jeep- en plena batalla de Bir-Hakeim, en la que yo también fui gravemente herido".
Aunque en determinadas "memorias" se insiste en lo difíciles que eran de mandar -no de manejar- los españoles, y pese a que todos ellos habían pasado por la piedra de molino de Siddi-Bel-Abbés, no se hace la menor alusión a repercusiones negativas, en el plano militar, de esa peculiaridad al parecer tan ibérica. En cambio, por su eficacia sobre el terreno, a menudo en trances delicadísimos, se les puede considerar soldados fuera de serie. ¿Porque venían fogueados de nuestra guerra civil? Algo de eso hubo, pero el "quid" de la cuestión estaba en la conciencia adquirida, a través de esos años de lucha, de que estaban defendiendo algo importante y que esta defensa requería una acción sostenida contra enemigos bien definidos, con los que ya se habían enfrentado por tierras de España: la Alemania nancy y la Italia fascista. Es lo que forzará la admiración ajena, ya sea en los fiordos noruegos, en la Unión Soviética, en Europa o por el continente africano: con estos españoles no hay quien pueda, "¡Son indestructibles", dirá el general Koenig al capitán de la Bollardiére, durante los combates para abrir una brecha y evacuar el campo atrincherado de Bir-Hakeim. Recordemos el incidente que se produjo en Noruega, cuando un oficial francés mandó a un español que rematase a un alemán malherido, tras haber ocupado el arma blanca la famosa cota 220: "¡Hala, dale fuerte y véngate de lo que os hicieron en España!" Entonces, el español se enfrentó, como loco, con el oficial, gritándole: "Pero ¿usted qué se ha creído que somos los españoles? ¿Unos asesinos?" Si no interviene el sargento Gayoso, el joven legionario ensarta al francés de un bayonetazo". El Cuerpo Expedicionario francés destinado a Noruega -que acababa de ser ocupada por los alemanes- comprendía la 13 SemiBrigada de la Legión Extranjera (Batallones 1° y 2°), unos 2.000 hombres, de los cuales casi la mitad eran republicanos españoles. Se formó en el campo militar de la Vallbonne, al pie de los Alpes. Allí se crearían también otras unidades legionarias que serían destinadas a la Línea Maginot. Antes de entrar en combate en el campo atrincherado de Bir-Hakeim -mayo de 1942- los españoles de la 13 Semi-Brigada realizarán una larga marcha que los llevará desde Noruega, pasando por Francia e Inglaterra, hasta el africano Camerún.
Al comenzar el año 1942, sobre los escenarios de guerra norteafricanos se alineaban dos brigadas pertenecientes al ejército de la Francia Libre: la 1ª, al mando del general Koening, y la 2ª, comandada por el general Cazaud. Los efectivos de ambas unidades sumaban doce mil hombres de los que, al menos tres mil, eran de nacionalidad española. Junto a ellos, desperdigados en otras fuerzas aliadas, se batían contra italianos y alemanes otros muchos compatriotas nuestros. Esta aportación hispana a la campaña del desierto constituye uno de los capítulos más desconocidos de la Segunda Guerra Mundial.
Múltiples fueron los caminos seguidos por los españoles desde que dejaron su país, como soldados en fuga del derrotado ejército republicano, hasta que se enfrentaron a las divisiones del Eje entre El Alamein y Túnez. Allí estaban como voluntarios de la 13 Semi Brigada de la Legión, numerosos españoles veteranos en Noruega, Eritrea y Siria, así como los que, militando en otras unidades de la Legión, habían seguido un itinerario parecido para acabar integrándose en la 1º División francesa libre. Allí estaban también, los veteranos de los Batallones de Marcha Extranjeros que más tarde, al producirse el desembarco aliado, se incorporaron a las fuerzas norteamericanas tras ser armados y reorganizados por éstas; los que acompañaron a Leclerc en su epopéyica marcha desde el Chad al Mediterráneo, a lo largo del desierto del Fezzan; los que, prisioneros en los infernales campos de trabajo del Sahara, fueron liberados para entrar en las filas del ejército de Giraud; los que se alistaron en el Cuerpo Franco, creación del internacionalista comandante Putz quien, desde Begoña, dirigió una parte de la última batalla por Bilbao; los que militaban en la 361ª Compañía de Pioneros británicos y los que, seleccionados por el OSS americano, fueron especialmente entrenados con vistas a misiones de un carácter harto particular (la hipotética oleada turística de España por los aliados.
Por desgracia, si bien es cierto que los historiadores británicos menosprecian o simplemente se olvidan de reseñar en sus escritos el papel desempeñado por las unidades de la Francia Libre en el Norte de África, no lo es menos que los historiadores galos suelen dejarse también en el tintero toda mención a la contribución hispana. Sin embargo, los españoles actuaron de forma destacada y con buena parte de su sangre está escrita, precisamente, la más brillante página de la actuación francesa en la guerra del desierto: Bir-Hakeim. Quien llega hasta Tobruk, vía Bengasi y Derna, para dirigirse luego al "cementerio francés" de Bir-Hakeim, encuentra allí unas cruces espartanas en las que abundan los nombres y apellidos ibéricos: Muñoz, Castaño, Treviño, Ruiz, Mollet, García. Y, en casi todas esas cruces figura la nomenclatura de la 13 Semi Brigada de la Legión.
La batalla de Bir-Hakeim, considerada por el general De Gaulle, como el hecho de armas que proclamó la mayoría de edad de la Francia Libre, comenzó realmente en el momento mismo en el que empuje alemán situó la línea de resistencia aliada en un arco comprendido entre Ain el Gazala y Bir-Hakeim. Por aquel entonces Bir-Hakeim era un sólido fortín ("box") anclado, como un acorazado, en medio de un paisaje desabrido. Se hallaba en una aguada que servía de cruce a varias pistas del desierto y donde la simple supervivencia era ya de por sí difícil, en razón de las condiciones del terreno y del enorme calor reinante. El campo fortificado, de forma triangular, contaba con 16 Km cuadrados de superficie y ante la imposibilidad de aprovechar defensa natural alguna, por ser un terreno prácticamente llano, se enterraron desde los depósitos de vituallas al puesto de mando y equipo quirúrgico. Estos dos últimos funcionaban, por cierto, a bordo de sendos camiones hundidos hasta las ventanillas en la arena. El improvisado dispositivo de resistencia se veía apoyado por un extenso campo de minas, densas redes de alambradas y mil doscientos nidos de tirador y ametralladoras. Los abastecimientos llegaban desde Bir el Gobi, en camiones generalmente tripulados por españoles.
Al iniciarse la ofensiva contra Bir-Hakeim, eran las nueve horas del 27 de mayo de 1942. El primer ataque estuvo encomendado a la división italiana Trieste, y a la también italiana Ariete, apoyadas por las divisiones alemanas 15ª, 21ª y 90ª. Los carros de la Ariete, pese a las minas y a la férrea reacción de los defensores, consiguieron introducirse en la posición con lo que, ya en el primer momento, todo estuvo a punto de irse al traste. Salvó la situación un legionario español apellidado Artola quien, después de ser rebasado por los carros enemigos, le dio la vuelta a su cañón de 60 mm, y, disparando a cero, consiguió destruir a los blindados que iban en cabeza y a la cola. Esto desorientó a los tanguistas desatando el entusiasmo de los legionarios quienes, abandonando sus posiciones, pasaron al ataque personal con botellas de gasolina y bombas de mano. Según se afirma en la crónica de ese día el grito fue, "¡Cómo en Madrid!", recordando que fue precisamente durante la batalla por la capital de España, en el otoño de 1936, cuando se acreditó este original y arriesgado método de combate. Treinta y dos carros calcinados, fueron el resultado de la intentona italiana.
El 30 de mayo, de nuevo son detectados frente a Bir-Hakeim importantes concentraciones enemigas. Se trata de la división Trieste y de la 90ª ligera alemana a las que, más tarde, se uniría la 15ª División Panzer. Al mediodía del 2 de junio, después de rechazar el general Koening una oferta de capitulación, se inició el ataque dirigido, personalmente, por el mariscal Rommel. A lo largo de días enteros, Bir-Hakeim se convirtió en un infierno. La aviación martilleaba de continuo las posiciones, la artillería no se daba descanso, los blindados y la infantería probaban fortuna una y otra vez. Escondidos en sus pozos de tirador y en sus trincheras, o en los cráteres abiertos por las explosiones, rodeados de cadáveres que se sepultaban, y a los que una explosión volvía a desenterrar, enceguecidos por el brillo del sol, ensordecidos por el tronar de las piezas propias y el explotar de los proyectiles contrarios, muertos de sed, los defensores de Bir-Hakeim seguían resistiendo. Resistían porque no ignoraban que, manteniéndose allí, comprometían todo el despliegue estratégico de Rommel y amenazaban seriamente el usufructo de sus últimos éxitos. Resistían también, porque tenían el orgullo de haber sobrevivido al primer ataque alemán que, sin embargo, destruyó a la 3ª Brigada India y obligó a retirarse, seriamente diezmadas, a las brigadas británicas 7ª Motorizada y 4ª Acorazada.
El 11 de junio, después de haber sufrido un demoledor ataque por parte de 200 Stuka de bombardeo en picado, los defensores de Bir-Hakeim se retiraron dejándole el campo libre a la 90ª División Ligera alemana. Gran número de legionarios, la mayor parte de ellos españoles, murieron mientras cubrían la retirada de sus compañeros y 500 combatientes de los que muchos estaban heridos, cayeron en manos enemigas. Por cierto, el barco en el que viajaban desde Bizerta a los campos de concentración de Italia, fue torpedeado por un submarino y, en el naufragio, perecieron todos. Casi 200 eran españoles.
Bir-Hakeim fue todo un hito. Costó a los alemanes muchas bajas, así como la pérdida de un tiempo precioso, y el propio mariscal Rommel, tras elogiar en su cuaderno de guerra la irreductibilidad y el arrojo de sus defensores, escribió: "Con frecuencia tomé personalmente el mando de las fuerzas atacantes y he de reconocer que rara vez tuvimos en África unas jornadas más activas."
Cerca de 1.000 de ellos eran españoles -ex soldados del Ejército Popular republicano- y constituyeron la fuerza de choque del campo atrincherado durante las dos semanas que duró el asedio. El testimonio del primer general francés, Béthouart, que mandó españoles, fue éste:
"La 13 Semi-Brigada de la Legión Extranjera estaba integrada, en particular, por unos 900 españoles, morenos, alborotadores, difíciles de mandar, pero de una valentía extraordinaria". Otro, no menos valioso, el del joven capitán -hoy general-, Jacques París de la Bollardiére, que luchó al lado de los españoles de la citada unidad Noruega, en África y en Italia, nos dice en una de sus cartas: "... (los españoles) eran altivos y humildes a la vez, valientes..., uno de ellos, el joven Zapico, un vasco, murió a mi lado -al volante de nuestro jeep- en plena batalla de Bir-Hakeim, en la que yo también fui gravemente herido".
Aunque en determinadas "memorias" se insiste en lo difíciles que eran de mandar -no de manejar- los españoles, y pese a que todos ellos habían pasado por la piedra de molino de Siddi-Bel-Abbés, no se hace la menor alusión a repercusiones negativas, en el plano militar, de esa peculiaridad al parecer tan ibérica. En cambio, por su eficacia sobre el terreno, a menudo en trances delicadísimos, se les puede considerar soldados fuera de serie. ¿Porque venían fogueados de nuestra guerra civil? Algo de eso hubo, pero el "quid" de la cuestión estaba en la conciencia adquirida, a través de esos años de lucha, de que estaban defendiendo algo importante y que esta defensa requería una acción sostenida contra enemigos bien definidos, con los que ya se habían enfrentado por tierras de España: la Alemania nancy y la Italia fascista. Es lo que forzará la admiración ajena, ya sea en los fiordos noruegos, en la Unión Soviética, en Europa o por el continente africano: con estos españoles no hay quien pueda, "¡Son indestructibles", dirá el general Koenig al capitán de la Bollardiére, durante los combates para abrir una brecha y evacuar el campo atrincherado de Bir-Hakeim. Recordemos el incidente que se produjo en Noruega, cuando un oficial francés mandó a un español que rematase a un alemán malherido, tras haber ocupado el arma blanca la famosa cota 220: "¡Hala, dale fuerte y véngate de lo que os hicieron en España!" Entonces, el español se enfrentó, como loco, con el oficial, gritándole: "Pero ¿usted qué se ha creído que somos los españoles? ¿Unos asesinos?" Si no interviene el sargento Gayoso, el joven legionario ensarta al francés de un bayonetazo". El Cuerpo Expedicionario francés destinado a Noruega -que acababa de ser ocupada por los alemanes- comprendía la 13 SemiBrigada de la Legión Extranjera (Batallones 1° y 2°), unos 2.000 hombres, de los cuales casi la mitad eran republicanos españoles. Se formó en el campo militar de la Vallbonne, al pie de los Alpes. Allí se crearían también otras unidades legionarias que serían destinadas a la Línea Maginot. Antes de entrar en combate en el campo atrincherado de Bir-Hakeim -mayo de 1942- los españoles de la 13 Semi-Brigada realizarán una larga marcha que los llevará desde Noruega, pasando por Francia e Inglaterra, hasta el africano Camerún.
Al comenzar el año 1942, sobre los escenarios de guerra norteafricanos se alineaban dos brigadas pertenecientes al ejército de la Francia Libre: la 1ª, al mando del general Koening, y la 2ª, comandada por el general Cazaud. Los efectivos de ambas unidades sumaban doce mil hombres de los que, al menos tres mil, eran de nacionalidad española. Junto a ellos, desperdigados en otras fuerzas aliadas, se batían contra italianos y alemanes otros muchos compatriotas nuestros. Esta aportación hispana a la campaña del desierto constituye uno de los capítulos más desconocidos de la Segunda Guerra Mundial.
Múltiples fueron los caminos seguidos por los españoles desde que dejaron su país, como soldados en fuga del derrotado ejército republicano, hasta que se enfrentaron a las divisiones del Eje entre El Alamein y Túnez. Allí estaban como voluntarios de la 13 Semi Brigada de la Legión, numerosos españoles veteranos en Noruega, Eritrea y Siria, así como los que, militando en otras unidades de la Legión, habían seguido un itinerario parecido para acabar integrándose en la 1º División francesa libre. Allí estaban también, los veteranos de los Batallones de Marcha Extranjeros que más tarde, al producirse el desembarco aliado, se incorporaron a las fuerzas norteamericanas tras ser armados y reorganizados por éstas; los que acompañaron a Leclerc en su epopéyica marcha desde el Chad al Mediterráneo, a lo largo del desierto del Fezzan; los que, prisioneros en los infernales campos de trabajo del Sahara, fueron liberados para entrar en las filas del ejército de Giraud; los que se alistaron en el Cuerpo Franco, creación del internacionalista comandante Putz quien, desde Begoña, dirigió una parte de la última batalla por Bilbao; los que militaban en la 361ª Compañía de Pioneros británicos y los que, seleccionados por el OSS americano, fueron especialmente entrenados con vistas a misiones de un carácter harto particular (la hipotética oleada turística de España por los aliados.
Por desgracia, si bien es cierto que los historiadores británicos menosprecian o simplemente se olvidan de reseñar en sus escritos el papel desempeñado por las unidades de la Francia Libre en el Norte de África, no lo es menos que los historiadores galos suelen dejarse también en el tintero toda mención a la contribución hispana. Sin embargo, los españoles actuaron de forma destacada y con buena parte de su sangre está escrita, precisamente, la más brillante página de la actuación francesa en la guerra del desierto: Bir-Hakeim. Quien llega hasta Tobruk, vía Bengasi y Derna, para dirigirse luego al "cementerio francés" de Bir-Hakeim, encuentra allí unas cruces espartanas en las que abundan los nombres y apellidos ibéricos: Muñoz, Castaño, Treviño, Ruiz, Mollet, García. Y, en casi todas esas cruces figura la nomenclatura de la 13 Semi Brigada de la Legión.
La batalla de Bir-Hakeim, considerada por el general De Gaulle, como el hecho de armas que proclamó la mayoría de edad de la Francia Libre, comenzó realmente en el momento mismo en el que empuje alemán situó la línea de resistencia aliada en un arco comprendido entre Ain el Gazala y Bir-Hakeim. Por aquel entonces Bir-Hakeim era un sólido fortín ("box") anclado, como un acorazado, en medio de un paisaje desabrido. Se hallaba en una aguada que servía de cruce a varias pistas del desierto y donde la simple supervivencia era ya de por sí difícil, en razón de las condiciones del terreno y del enorme calor reinante. El campo fortificado, de forma triangular, contaba con 16 Km cuadrados de superficie y ante la imposibilidad de aprovechar defensa natural alguna, por ser un terreno prácticamente llano, se enterraron desde los depósitos de vituallas al puesto de mando y equipo quirúrgico. Estos dos últimos funcionaban, por cierto, a bordo de sendos camiones hundidos hasta las ventanillas en la arena. El improvisado dispositivo de resistencia se veía apoyado por un extenso campo de minas, densas redes de alambradas y mil doscientos nidos de tirador y ametralladoras. Los abastecimientos llegaban desde Bir el Gobi, en camiones generalmente tripulados por españoles.
Al iniciarse la ofensiva contra Bir-Hakeim, eran las nueve horas del 27 de mayo de 1942. El primer ataque estuvo encomendado a la división italiana Trieste, y a la también italiana Ariete, apoyadas por las divisiones alemanas 15ª, 21ª y 90ª. Los carros de la Ariete, pese a las minas y a la férrea reacción de los defensores, consiguieron introducirse en la posición con lo que, ya en el primer momento, todo estuvo a punto de irse al traste. Salvó la situación un legionario español apellidado Artola quien, después de ser rebasado por los carros enemigos, le dio la vuelta a su cañón de 60 mm, y, disparando a cero, consiguió destruir a los blindados que iban en cabeza y a la cola. Esto desorientó a los tanguistas desatando el entusiasmo de los legionarios quienes, abandonando sus posiciones, pasaron al ataque personal con botellas de gasolina y bombas de mano. Según se afirma en la crónica de ese día el grito fue, "¡Cómo en Madrid!", recordando que fue precisamente durante la batalla por la capital de España, en el otoño de 1936, cuando se acreditó este original y arriesgado método de combate. Treinta y dos carros calcinados, fueron el resultado de la intentona italiana.
El 30 de mayo, de nuevo son detectados frente a Bir-Hakeim importantes concentraciones enemigas. Se trata de la división Trieste y de la 90ª ligera alemana a las que, más tarde, se uniría la 15ª División Panzer. Al mediodía del 2 de junio, después de rechazar el general Koening una oferta de capitulación, se inició el ataque dirigido, personalmente, por el mariscal Rommel. A lo largo de días enteros, Bir-Hakeim se convirtió en un infierno. La aviación martilleaba de continuo las posiciones, la artillería no se daba descanso, los blindados y la infantería probaban fortuna una y otra vez. Escondidos en sus pozos de tirador y en sus trincheras, o en los cráteres abiertos por las explosiones, rodeados de cadáveres que se sepultaban, y a los que una explosión volvía a desenterrar, enceguecidos por el brillo del sol, ensordecidos por el tronar de las piezas propias y el explotar de los proyectiles contrarios, muertos de sed, los defensores de Bir-Hakeim seguían resistiendo. Resistían porque no ignoraban que, manteniéndose allí, comprometían todo el despliegue estratégico de Rommel y amenazaban seriamente el usufructo de sus últimos éxitos. Resistían también, porque tenían el orgullo de haber sobrevivido al primer ataque alemán que, sin embargo, destruyó a la 3ª Brigada India y obligó a retirarse, seriamente diezmadas, a las brigadas británicas 7ª Motorizada y 4ª Acorazada.
El 11 de junio, después de haber sufrido un demoledor ataque por parte de 200 Stuka de bombardeo en picado, los defensores de Bir-Hakeim se retiraron dejándole el campo libre a la 90ª División Ligera alemana. Gran número de legionarios, la mayor parte de ellos españoles, murieron mientras cubrían la retirada de sus compañeros y 500 combatientes de los que muchos estaban heridos, cayeron en manos enemigas. Por cierto, el barco en el que viajaban desde Bizerta a los campos de concentración de Italia, fue torpedeado por un submarino y, en el naufragio, perecieron todos. Casi 200 eran españoles.
Bir-Hakeim fue todo un hito. Costó a los alemanes muchas bajas, así como la pérdida de un tiempo precioso, y el propio mariscal Rommel, tras elogiar en su cuaderno de guerra la irreductibilidad y el arrojo de sus defensores, escribió: "Con frecuencia tomé personalmente el mando de las fuerzas atacantes y he de reconocer que rara vez tuvimos en África unas jornadas más activas."
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