La creencia en una deidad no es algo imprescindible para dar sentido a tu vida ni de tener valores jovenlandesales.
En realidad sí lo es. Dostoievsky decía: "Si no hay Dios, todo está permitido".
Y es así. ¿Qué freno jovenlandesal va a tener alguien que niega la existencia de Dios? ¿En base a qué?
Lo que sucede aquí es lo siguiente: NO EXISTE APENAS EL ATEÍSMO.
El ateísmo es puro postureo, en la mayor parte de los casos.
Todo hombre, de un modo u otro, intenta elevar su voz a los sacerdotes del universo, o a las esferas infinitas. Cuando a un ateo le diagnostican cáncer, o se encuentra en una avión a punto de estrellarse, ¿con quién habla? ¿Con la nada todoproductora?
Lo que le sucede a los FALSOS ATEOS es que, o bien no han sabido reconocer esta mecánica interior, o bien no se atreven a confesársela a sí mismos o bien no se atreven a confesarla públicamente.
Negar la existencia de Dios, si se es consecuente, pasa por negar la existencia de tu propio espíritu.
Un ateo consecuente debería, en primer lugar, declarar: "NO TENGO ALMA, NI ESPÍRITU, SÓLO SOY POLVO CÓSMICO, SÓLO SOY UN BISTEC PARLANTE, POLVO". Y eso no son capaces de hacerlo. Ningún hombre puede vivir sin la consciencia de sí mismo. Puede que lo hagan, con afán trangresor, o por dar la nota, pero en su diálogo interno no son capaces de decírselo a sí mismos, seguramente porque intuyen las consecuencias que eso tiene.
¿Qué ateo se atreve a decirse a sí mismo que él mismo no existe, que sólo es un trocito de asteroide?
¿Qué ateo se atreve a considerar que, bueno, una partícula choca contra otra partícula, y esa contra otra partícula y, por casualidad, de ahí salí yo?
Ninguno. Saben que no es verdad.
Alguien tiene que decirlo: un ateo es, en primera instancia, un mentiroso. Un ateo es alguien que se miente a sí mismo.