Hace unos años le recriminé a una patrulla de GC de Tráfico el lugar dónde habían puesto el control: cambio de rasante y curva. Y eran de tráfico.
El tipo me denunció, pero le salió mal la jugada. Me pidió el seguro y ya no era obligatorio llevarlo. Lo pude haber denunciado por prevariación, pero lo dejé pasar.
Conocí de primerísima mano a Guardias Civiles de Tráfico de los años 80. No tenían los coches de ahora ni las tonterías de ahora. No iban tatuados, ni eran cachas. Pero eran unos superprofesionales. Evitar cualquier peligro era la primera norma, más allá de poner multas o no. Carretera despejada, todo fuera de peligro. Siempre lo primero. Claro, en aquellos tiempos no había pluses por multas.
Ahora la prioridad es multar y por tanto la seguridad queda en un segundo plano.
Y esos que he descrito antes no son los primeros Guardias Civiles a los que les he tenido que llamar la atención por poner en peligro la circulación por el lugar dónde habían puesto el control y por la forma tan chapucera y fuera de toda profesionalidad de llevarlo a cabo. Parece que la formación o las actitudes basadas en la profesionalidad y la salvaguarda de las vidas de todos guardias y civiles han pasado a un segundo plano.