Entrevista laudatoria ( y extensa) a Elvira Roca Barea en la revista ultraprogre Jotdown ¿Que esta pasando?

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Entrevistas, Arte y Letras, Historia
Elvira Roca Barea: «El nacionalismo es una enfermedad que, el que la tiene, solo puede verla en otros»
Publicado por Julio Tovar
Fotografía Begoña Rivas
Elvira Roca Barea

Elvira Roca Barea no deja indiferente a nadie: años de polémicas historiográficas, décadas de investigación mediante, le han dado cierto sarcasmo y humor que hacen su conversación muy estimulante y en bastantes ocasiones divertida. Filóloga apasionada, historiadora heterodoxa, sus libros han sido un necesario acicate en el acomodaticio panorama historiográfico. En la academia, pero sin estarlo, verso libre orgulloso de nuestra historiografía, quizá su máscara más sentenciosa se cae cuando devela su sonrisa al hablar de su querida Málaga natal.
Cánovas decía que las únicas letras que se hacía en Málaga en su juventud eran «las de cambio». ¿Cómo acabas eligiendo filología clásica?
El lugar no tiene nada que ver: Málaga no era el asunto decisivo. Más bien, yo no elegí el asunto; este se me eligió a mí. Tenía claro ya con quince años que iba a clásicas, ya que tuve una educación donde había mucho griego, mucho romano. Cuando empecé a estudiar las lenguas tuve cada vez más claro que para entender el mundo moderno tenía que estudiar a los clásicos. No me he arrepentido de esa decisión nunca: ha sido la mejor cosa intuitiva [risas] que he decidido en mi vida.
¿Fue difícil prosperar en el mundo de las lenguas clásicas siendo mujer? La mayoría de cátedras de lenguas clásicas están dominadas por hombres…
Aparte que la mayoría de cátedras de lenguas clásicas están muriendo, para empezar. Es un mundo en el que no se puede ejercer: es tan ajeno a las reglas del mercado habitual que el que hace esto es un estudiante vocacional. Está dispuesto a torearse un miura. Especialmente luego de desaparecer de la enseñanza media: ya no hay realmente a quién enseñar. La mayoría de gente que ha estudiado clásicas se dedica a otras cosas. Lo sorprendente, especialmente para aquellos ajenos, es que la gente de clásicas la coloques donde la coloques puede abrirse paso en los campos más variados.
Leer sobre Alcibíades son todo ventajas de cara a prosperar laboralmente…
Bueno, es lo que te decía antes: el mundo clásico nos hace adultos. Uno llega a estos textos y se reconoce plenamente en las temáticas de la modernidad. No sé si esto es causa o efecto que en la sociedad infantilizada en la que vivimos se haya abandonado la lectura de Tucídides, Platón o Cicerón.
Volviendo a la pregunta original, ¿te consideras damnificada por la progresiva eliminación de latín y griego de la enseñanza secundaria?
Pues sí, pero no solo yo: la sociedad entera ha sido damnificada por la eliminación de las lenguas clásicas del currículo. Tú antes enfrentabas a un niño de quince o dieciséis con la lectura de Virgilio o de textos fundacionales, les obligabas a una reflexión adulta bastante abstracta, y podía realizarla. El cerebro, nos pongamos como nos pongamos, no piensa con imágenes, lo hace con palabras. Construye pensamientos con palabras y así el conocimiento del latín y el griego era extraordinariamente beneficioso. La catástrofe no es solo para los que estudiamos clásicas.
Decía Luis Alberto de Cuenca que los textos clásicos podían ser muy atractivos para los jóvenes. Se puede juzgar la Anábasis de Jenofonte como una novela de aventuras…
Claro, es una gran novela de aventuras. También La Ilíada y La Odisea, incluso Virgilio también. El mundo clásico en general. Son narrativas aventureras, pero no trivializadas como ahora y están imbricadas con las reflexiones de los problemas fundamentales de la existencia.
Para los cánones actuales de ficción son piezas violentas: la frase de La Ilíada «Yacer en el suelo, habiendo sido atravesado en la lid por el agudo bronce, es decoroso para un joven, y cuanto de él pueda verse todo es bello…» no es políticamente correcta ahora…
Qué quieres que te diga: lo políticamente correcto no me interesa más que como síntoma de la enfermedad de infantilismo que parecemos. Seguramente no tiene solución: la opulencia lleva al narcisismo y este es una forma de infantilismo. No creo que tengamos mucha capacidad de actuar sobre esto: si no eres capaz de imaginar el mundo de una manera distinta a como lo has conocido, como paseo por centros comerciales llenos de productos, y no eres capaz de leer a Homero pues prepárate. Tú te lo pierdes…
Empezaste con los clásicos y la literatura medieval. ¿En qué momento sucede el cambio a los temas hispanos? ¿La actualidad tuvo que ver?
No, ese proceso es natural, aunque raro…
Es muy raro…
Sí, sí lo es. Lo que yo hice después fue estudiar paleografía, la tras*cripción de documentos.
Era de las asignaturas más difíciles de la carrera de Historia. ¿Cuál era la letra más difícil? ¿Cortesana quizá?
No, no, la procesal era la espantosa. De los escribanos, de las covachuelas, y que está hecha para que solo la entienda el que la escribe, el que sea un profesional. También para ocupar la mayor cantidad de papel posible, ya que existía poco…
El papel en el medievo era muy escaso
También es horrorosa la letra que precede a Carlomagno. Este último recupera con la carolina la capital romana. Existió un peligro de perder la tradición antigua por los distintos tipos de lengua que se utilizaban en la romania. Te enfrentas a esas letras y si te dicen que es de Vietnam te lo crees: era una letra espantosa. Se ha entontecido su enseñanza, por eso es tan difícil ahora. Se han perdido también aquellas asignaturas de fonética griega o latina…
Las polémicas entre filólogos italianos y españoles sobre la pronunciación de la c en latín…
No, no hay polémica: se sabe cómo se pronunciaba en latín clásico, pero luego hubo la pronunciación eclesiástica, que sería la italianizada.
Volviendo a tu «tournée» a temas hispanos…
Del estudio de documentos fui pasando cada vez más y más a la historia. Luego, en Estados Unidos, se produjo una conjunción astral [risas]: yo estaba leyendo el libro de Philip Wayne Powell Árbol del repruebo, que Enrique Iranzo cónsul de España en Boston me regaló, y estaba pensando en cómo los estadounidenses estaban digiriendo su culpa como imperio. No me pareció un tema ajeno, ya que lo comparaba con lo que había pasado con España en la etapa donde empieza a declinar. Es la «hibris», desmesura del orgullo, porque nunca te explican cómo se había formado esa opinión del Imperio español en los otros, sino que lees a través de la «interiorización» de esa culpa: «es que nosotros…». Además, había estudiado bien el fenómeno de la propaganda mitridática del reino helenístico del Ponto contra los romanos y se juntaron todos los hilos. Yo me encontraba editando un texto de Frontino, de tácticas militares, y que había sido encontrado en la biblioteca del conde de Haro (Pedro Fernández de Velasco) y empecé a recopilar textos en una carpeta. Allí estaban las notas que iba tomando, lecturas y cosas, y cómo no sabía que nombre ponerle al final acabó con el término «Imperiofobia».

Elvira Roca Barea

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Padece de "Estatolatría, Mercadofobia y leyenda de color".

No descartaría que pedro Sánchez la fichara electoralmente como al astronauta o al presentador de telecinco.
 
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