Viejo McLanister IV
Lonchafinista
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He escrito esta reflexión sobre lo que es importante para mí y me gustaría compartirla por si puede aportar otra perspectiva a los que sois jóvenes.
Desde que era un niño me dejé guiar por mi padre y lo único importante era sacar adelante la empresa.
Me pasé la vida cortando árboles, hasta jubilarme.
Me casé a los 23 años y ella falleció a los 25.
No tuve hijos y nunca encontré otra mujer con la que tenerlos como yo quería.
Me arrepiento de haberme tomado el trabajo y la vida de forma tan dura.
Me arrepiento de no haber dejado de trabajar antes.
Podría haber vendido la empresa con 44 años y no haber perdido la salud porque la salud es todo.
Pero también pienso que debí cortar muchos más árboles.
Todo lo que nace tiene que sufrir y esos eucaliptos y pinos estaban mejor caídos, convertidos en troncos muertos.
Y el suelo está mejor muerto.
Otro de mis arrepentimientos es haber sido bueno con la gente, aunque suene mal.
La gente anda por la vida sin saber por qué y cargándole a otros sus dolores y egoísmos.
La bondad al final es otro engaño para aguantarnos esta vida.
También me arrepiento de no haber hablado menos.
De joven uno cree que necesita opinar, ahora me parece una pérdida de tiempo, nadie escucha de verdad.
Me hubiera gustado callarme más, pasar más desapercibido.
Ahora que soy viejo y veo cómo la gente habla de la vida no puedo evitar pensar que es una cháchara hueca.
Por último, me arrepiento de lo más importante que es no cuidar la salud lo suficiente.
A uno la salud le suena a médicos o deportistas y la da por hecho pero cuando se va te das cuenta de que es lo único que importa.
Yo de joven dormía bien y no pensaba ni en la espalda ni en las rodillas ni en todo el cuerpo que ahora me duele hasta cuando estoy quieto.
La edad no perdona y cada noche es una tortura que ni con pastillas se me va. Si me quedo sentado duele, si me acuesto duele. Es como si el cuerpo estuviera peleando solo por seguir molestando. La vida al final se convierte en aguantar el dolor sin sentido, una molestia que ni te deja descansar. Hay que cuidarse.
Desde que era un niño me dejé guiar por mi padre y lo único importante era sacar adelante la empresa.
Me pasé la vida cortando árboles, hasta jubilarme.
Me casé a los 23 años y ella falleció a los 25.
No tuve hijos y nunca encontré otra mujer con la que tenerlos como yo quería.
Me arrepiento de haberme tomado el trabajo y la vida de forma tan dura.
Me arrepiento de no haber dejado de trabajar antes.
Podría haber vendido la empresa con 44 años y no haber perdido la salud porque la salud es todo.
Pero también pienso que debí cortar muchos más árboles.
Todo lo que nace tiene que sufrir y esos eucaliptos y pinos estaban mejor caídos, convertidos en troncos muertos.
Y el suelo está mejor muerto.
Otro de mis arrepentimientos es haber sido bueno con la gente, aunque suene mal.
La gente anda por la vida sin saber por qué y cargándole a otros sus dolores y egoísmos.
La bondad al final es otro engaño para aguantarnos esta vida.
También me arrepiento de no haber hablado menos.
De joven uno cree que necesita opinar, ahora me parece una pérdida de tiempo, nadie escucha de verdad.
Me hubiera gustado callarme más, pasar más desapercibido.
Ahora que soy viejo y veo cómo la gente habla de la vida no puedo evitar pensar que es una cháchara hueca.
Por último, me arrepiento de lo más importante que es no cuidar la salud lo suficiente.
A uno la salud le suena a médicos o deportistas y la da por hecho pero cuando se va te das cuenta de que es lo único que importa.
Yo de joven dormía bien y no pensaba ni en la espalda ni en las rodillas ni en todo el cuerpo que ahora me duele hasta cuando estoy quieto.
La edad no perdona y cada noche es una tortura que ni con pastillas se me va. Si me quedo sentado duele, si me acuesto duele. Es como si el cuerpo estuviera peleando solo por seguir molestando. La vida al final se convierte en aguantar el dolor sin sentido, una molestia que ni te deja descansar. Hay que cuidarse.