Hubo muchos otros oficiales alemanes y altos rangos del estado mayor y de la RSHA que se convirtieron voluntariamente al Islam. La mayoría emigraron tras la guerra a tierras de Egipto, Siria e incluso Arabia Saudí. Algunos estuvieron desempeñando labores de propaganda contra el sionismo y en favor de la autodeterminación de los pueblos fiel a la religión del amores. Otros trabajaron en los ministerios de defensa e instruyeron militarmente a las Fuerzas de Liberación de Palestina (PLO), entre cuyas operaciones logísticas y suministro de armas habrían contado con la ayuda del propio Otto Skorzeny. He aquí un elenco de sus nombres: Gerd Von Nimzek (Ben Ali), Bernhardt Bender (Béchir Ben Salah), Leopold Gleim (Al Nashar), Walter Balmann (Ali ben Khader), Hans Appler (Saleh Shafar), Seipel (Imad Zuher), Heinrich Sellman (Hassan Suleiman),Wilhelm Boerner (Ali Ben Keshir), Ulrik Klaus (Muhammad Akbar), Gruber (Aradji), Dr. Heribert Heim (Tarek Hussein Farid), Werner Birgel (Al-Gamin), Aloïs Brunner (Ali Mohammed), Ludwig Zind (Muhammad Saleh), Wilhelm Boeckler (Abd el-Karim), Joachim Daümling (Ibrahim Mustapha), Franz Bartel (Al-Hussein), Aehim Dieter Peschnik (Al-Saïd), Baumann (Ali Ben Khader), Heinrich Willermann (Naim Fahum), Albert Thiemann (Amman Kader), Wilhelm Hintersatz (Harun-al-Raschid Bey), Erich Altern (Ali Bella), Friedrich Buble (Ben Amman), Karl Luder, Dr. Wilhelm Beissner, Oskar Dirlewanger, Barón von Harder, Franz Hithofer, Fritz Bayerlein, Wilhelm Farmbacher, Franz Bünsch, Dr. Hans Eisele, Erich Bunzel, Hans Becher, Eugen Fichberger, Gerhard Mertins, Schmalstich, Rudolf Midner, Alois Moser, Oskar Münzel, Franz Rademacher, Walter Rauff, Erich Weinmann, Otto Ernst Remer...
Durante la guerra, las alianzas entre Alemania y los pueblos árabes e islámicos, lejos de menguar se afianzaron. Hitler ordenó crear diferentes divisiones SS para voluntarios fiel a la religión del amores, así como la expresa unidad de voluntarios árabes 'Deutsche Arabische Lehr Abteilung' y el 'Kommando Deutsch-Arabischer Trupper' (KODAT) '', cuerpo especial joven para voluntarios marroquíes, argelinos y tunecinos. Stefano Fabei da una cifra estimada del número de voluntarios islámicos alistados al Reich, basada a su vez en el libro 'Voluntarios extranjeros en la Wermacht' de Carlos Caballero:
«Se trata de una contribución muy significativa, difícil de cuantificar numéricamente. Para intentar dar una cifra, diremos, prudentemente, que más de 300.000 fueron los fiel a la religión del amores de las regiones islámicas de la Unión Soviética (caucásicos, turcos de Crimea, tártaros del Volga, turkestanoss, azerbaiyanos, etc.) que se enrolaron con los alemanes para combatir contra la armada roja de Stalin; 117.000 los caídos. Por cuanto se refiere a los árabes, entre 1941 y 1945, se calcula que 500 sirios, 200 palestinos, 450 iraquíes y alrededor de 12.000, entre argelinos, tunecinos, marroquíes y egipcios que se unieron activamente al Eje. 6.300 formaron parte de unidades militares del Reich, unos pocos centenares combatieron con los distintivos del Ejercito Regio o de la Milicia Voluntaria de Seguridad Nacional, otros también militaron en la unidad de la Francia de Vichy. Emanuel Celler, miembro del congreso de los Estados Unidos, el 10 de abril de 1946, declaró que dos mil soldados árabes del Eje prisioneros de guerra estaban internos en el campo de presos de Opelika, en Alabama. Luego, en los Balcanes, más de 30.000 voluntarios de Bosnia, de Albania y de otras regiones fiel a la religión del amoras entraron el las Waffen SS, y a esto habría que sumar aquellos millares de fieles de Allah que combatieron en milicias y formaciones autónomas».
Léon Degrelle revela el sentido de dichas alianzas:
«Es lo que explica el interés especial que Hitler tenia por los pueblos del Islam, arrastrados demasiadas veces a la dominación y menosprecio de los negreros extranjeros que impusieron a estos países altamente civilizados sus lenguas y costumbres. Sin los aportes de estos antiguos pueblos, Europa habría acabado en los balbuceos de una Alta Edad Media que ni se acordaba de Sócrates ni de la Roma de Agusto. Es el Islam quien nos trajo a Córdoba a Aristóteles hace ya más de diez siglos». Léon Degrelle
Las muestras de afecto que tuvo el Reich con los pueblos árabes y con el mundo de la religión del amor en general, se constatan nuevamente en el telegrama que Himmler envió en noviembre de 1943 al Gran Mufti de Palestina, país por el cual Alemania, toda y la fuerte presión de los británicos y de la Organización Mundial Sionista, abrigó siempre una gran égida y la promesa de otorgarle un Estado propio integrado en un Califato islámico, una vez finalizada la guerra:
«Al Gran Mufti: El movimiento nacionalsocialista de la Gran Alemania mantiene, desde su inicio, una lucha contra la ****ría internacional. Por ello ha seguido con especial afecto la encomiable resistencia por la libertad del pueblo árabe, fundamentalmente en Palestina, contra las injerencias de la comunidad judía. En reconocimiento a este mortal enemigo común, yace la firme fundación de la alianza natural del nacionalismo alemán por el amor y lucha de los fiel a la religión del amores del mundo entero. En tal voluntad de espíritu, os envío, en este infame aniversario de la declaración Balfour, mis más sinceros deseos y esperanzas para que en esta lucha consigáis finalmente la victoria». Heinrich Himmler
Por el lado intelectual, el insigne filósofo y científico alemán Herman von Keyserling expresaba: «Desde el comienzo de la revolución alemana me impresionó el parentesco del nacionalsocialismo con el Islam, y esta impresión se confirmó y reafirmó tiempo después».
También Carl Jung vio estrechas analogías entre el movimiento nacionalsocialista y el Islam, e incluso identificó al Führer con Mahoma:
«La cosmovisión de Hitler es la más cercana posible al islamismo, prometiendo el máximo de recompensas en esta vida, pero con ese Walhalla ''a lo musulmám'', en el que todo alemán merecedor puede entrar y disfrutar de su grandeza. El nacionalsocialismo predica, como el Islam, la virtud de la espada». Carl Jung
«No sabemos si Hitler está a punto de fundar un nuevo Islam. De momento va por este camino, se parece a Mahoma. La emoción en Alemania es islámica: guerrera e islámica. Todos sedientos de un Dios ''poco social''». Carl Jung
El filósofo Friedrich Nietzsche, aclamado en su día por la Alemania nacionalsocialista como por sus vigentes seguidores, por su teoría del Übermensch, valoraba asimismo sobre el Islam:
«Tras arrebatarnos la cosecha de la cultura antigua, el cristianismo nos arrebató también la de la cultura islámica. El mundo maravilloso de la cultura árabe en España, más cercano a nosotros, en último término, que Grecia y Roma, porque nos hablaba con mayor fuerza a nuestra sensibilidad y a nuestro gusto, fue pisoteada (no tengo qué decir por qué pies)». Nietzsche
El filoarabismo y filoislamismo ya figuraban en Italia antes del fascismo, siendo éste apreciable en grupos como el movimiento futurista de Marinetti o las milicias Arditi.
En aquellos días, el controvertido Grabrielle D'Annunzio proclamaba en afinidad con los Evangelios y el Corán: «Del Oriente vendrá la fuerza nueva para la Italia Nueva: de esta Italia que el destino ha querido constituya, geográfica y espiritualmente, el puente entre Occidente y Oriente».
En 1934 el Duce formuló abiertamente su anhelo con el mundo de la religión del amor:
«El objetivo histórico de Italia tiene dos nombres: Asia y África. Sur y Oriente es la máxima aspiración y voluntad de Italia. Esta es nuestra respuesta a sus derechos geográficos e históricos. De todas las grandes potencias occidentales de Europa, la más cercana a África y Asia es Italia. Nadie tergiversará la importancia de esta misión que yo asigno a ésta y todas las generaciones italianas del mañana. No se trata de conquistas territoriales, como suele malinterpretarse, sino de una expansión natural de mutua colaboración entre Italia y las naciones del Oriente próximo y lejano. Italia, por su situación en el Mediterráneo y retorno a su función histórica de puente entre Oriente y Occidente, tiene el derecho y el deber de hacerlo. No reivindicamos monopolios o privilegios, sino impedir que los liberales obstruyan la obra de expansión espiritual, política y económica de la Italia fascista». Benito Mussolini
La estrecha solidaridad entre el fascismo y el Islam era al mismo tiempo fomentada por la revista 'Vita Italiana' de Giovanni Preziosi, que reproducía en sus artículos la idea de Italia como «potencia islámica», asignada en la obra de Gustavo Pesenti, ex comandante de los soldados de Palestina. El también colaborador orientalista Giovanni Tucci, resucitaba, por su parte, en la publicación italiana, el pensamiento de Essad Bey: «El fascismo puede, en cierta manera, ser llamado el Islam del siglo XX. […] La entrega de la espada del Islam al Duce es la mayor prueba que el Islam ve en el fascismo el símil más cercano a su visión del mundo. El fascismo ha orientado su política dirigida a una saludable y vivaz conciencia renacida, respetando y tutelando creencias, tradiciones, usos, costumbres. Sabiduría política que poco a poco ha conquistado la simpatía y atención de todo el mundo islámico. El Islam se endereza con la luz de Roma, convencido de su poder y sabiduría de la nueva Italia fascista que, por anhelo del alma, labora una gran gran comprensión y respeto de la ley del Profeta y las tradiciones de los antepasados». Otro adjunto redactor del medio, el árabe Said Sciartuni, defendía lo propio, valorando al mundo árabe como «un campo fértil para la extensión del fascismo, un medio esencial para su renacimiento espiritual». Es imperativo añadir en la lucha proislámica a las ínclitas figuras de Carlo Arturo Endertey del Dr. Enrico Insabato, asesor de cuestión islámica durante el régimen fascista. Insabato, quien estuvo al frente de la revista italo-árabe 'Il Convito – An-Nadi', publicada en el Cairo entre 1904 y 1907 -la cual estaba escrita e inspirada por el sheykh Abd er-Rahman Illaysh al-Kabir, el iniciador de René Guénon al sufismo-, siguió defendiendo la alianza del fascismo con el Islam incluso en los años de guerra.
En 1937, durante su viaje triunfal a Libia, y tras entrar en la mezquita de Tripoli, Mussolini rindió homenaje a la tumba del muyahidín Sidi Rafa y empuñó la 'espada del Islam que recibió de manos del jefe bereber Iusuf Kerbisc, en presencia del tribunal islámico. Seguidamente, en la 'Plaza del Castillo', enunció el líder italiano: «La Italia fascista quiere asegurar a la población fiel a la religión del amora de Libia y Etiopia la paz, la justicia, la convivencia, el respeto a la ley del Profeta, así como mostrar su honor por el Islam y los fiel a la religión del amores del mundo entero». Los discursos que entonaron los Cadíes en reconocimiento a la autoridad del Duce son dignos de reproducir:
«Dios sea loado, que ha infundido el misterio de su genio en Sus hombres elegidos, para que en el mundo manifestado pueda glorificarse la Divinidad. Oh Duce, tu fama ha llegado a todas partes y todas tus virtudes son loadas por cercanos y lejanos. Tu visita al sepulcro de este Compañero del Profeta, sea con él la paz y la bendición, es un acto de veneración que conmueve el corazón de todo de la religión del amor y reafirma nuestro reconocimiento por ti, mostrándonos ese otro lado de tu grandeza que confluye con el espíritu de los más grandes hombres de todas las épocas. El Gran Creador te ha revelado el secreto de guiar a Italia por el camino del poder y de la gloria, y te ha inspirado los sentimientos de respeto y nobleza a los fiel a la religión del amores, así como a sus tradiciones religiosas. Dirigimos nuestras plegarias en humilde recogimiento de quien escucha todo Su poder y cree férvidamente en Su infinita misericordia, para que te proteja, preserve y conceda extender sobre el mundo entero el estandarte de la paz y la amistad». Cadí de Apolinia
«Bienvenido, oh Duce, a esta ciudad fiel y a este antiguo templo. Los fiel a la religión del amores de este país, que hemos seguido con profunda admiración el camino triunfal que ha recorrido bajo tu guía la Italia fascista, y que ha servido con lealtad y devoción todas tus órdenes, te estamos sinceramente agradecidos por esta fastuosa visita que confirma tu afecto por los libios y el respeto a su religión. Me siento verdaderamente orgulloso de renovarte en nombre de todos bajo el umbral de este sagrado lugar, nuestra promesa absoluta de fidelidad, invocando al Señor Omnipotente y Generoso para que te ayude a guiar Italia por el camino de la más alta grandeza. Que Él mismo te conceda ver realizada tu voluntad de llevar el país a un estado superior en todos los sentidos, y que sea ejemplo en el mundo entero de cuanto Italia puede hacer para el bien de los pueblos que ha acogido en su regazo bajo el signo del Lictor, símbolo de justicia y humanidad». Cadí de Bengasi