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Así se muere Yernes y Tameza, el municipio asturiano en el que hace 10 años que no nace un niño | España


Viaje al concejo asturiano de Yernes y Tameza, la 'zona cero' demográfica de España en la peor crisis de la natalidad desde 1941

De 900 habitantes a mediados del siglo XX ha pasado a 32 residentes reales hoy, y un único menor de edad: Adrián, de 13 años

•El Principado de Asturias, con la menor natalidad y la mayor mortalidad de España, registró en 2017 tres municipios sin un solo nacimiento

A Adrián le gusta «la Play». Pensarán ustedes: 'Pues nada, a Adrián Beovides, de 13 años, le gusta la Play. Notición'. Pero cuidado, que Occidente puede estar en manos de los adrianes beobvides y de sus plays.

Porque si a Adrián Beovides, el único niño que reside en el municipio asturiano de Yernes y Tameza (repetimos: el único menor de edad que vive aquí), le gusta más la Play que les vaques -las vacas de las que vive Chemari, su padre-, hay más posibilidades de que el guaje, cuando crezca y no quiera ser Chemari, haga como los demás. Y abandone estas montañas, estos pastos, estes vaques. Y se vaya para no volver.

Y entonces Yernes y Tameza, el municipio con menor natalidad de Asturias -la comunidad con menor natalidad de España, el país con menor natalidad del mundo desarrollado-, estará enfilando su fin definitiva. En lo que está ya, en realidad. Muriéndose. De viejo. Yernes, Tameza, Asturias (que ha regresado a los años 60 perdiendo población) y España, que registra su más baja tasa de nacimientos desde 1941.

Los que más rápido lo han entendido son los lobos y los jabalíes. El hombre se bate en retirada de estos preciosos montes a 1.000 metros de altura, a sólo 45 minutos de Oviedo, y los animales van recuperando su sitio. Atacan a les vaques, vandalizan las casas abandonadas, gobiernan las veredas. Mandan. Otra vez.

Como el día sucede a la noche, la naturaleza va recuperando lo que siempre fue suyo en este pequeño conceyu formado por cuatro aldeas en el centro de Asturias (una de las cuales, Vendillés, está ya vacía). El hombre es cada vez más un paréntesis que se desvanece en la niebla. Esta es la noticia, si es que lo es: según el Instituto Nacional de Estadística, el último niño que nació en este municipio vino al mundo hace ya 10 años. Un decenio sin nacimientos.

«Esto muérese. Non fai falta ponerse gafes para verlo», dice Tono Riesgo. «Andamos abandonaos. La maleza se come los caminos y la tenemos que quitar los del pueblo, al Principado ni le importa». Tono tiene 57 años, piel tersa de treintañero y la terca bondad del asturiano noble. La misma mansedumbre que domina el paisaje en Yernes y Tameza: cerca de 900 habitantes desde el siglo XIX hasta mediados del XX. Luego, la pendiente: 600 en 1960, 240 en 1980... Hoy, 140 censados pero 32 habitantes reales. Ni un nacimiento desde 2007, tres en lo que va de siglo XXI. Asturias es la provincia española que más habitantes ha perdido en este siglo: casi 50.000.

Tono pudo «marchar», como se dice lacónicamente en esta tierra. Pero no quiso. «Yo... Gustábenme les vaques», suelta por toda explicación. Les vaques. No precisamente un pasatiempo en Yernes y Tameza. El único sustento y la única industria desde hace siglos. Su carne, no su leche. Pero cada vez menos. «Dígotelo rápido: por los xatos [terneros] dante lo mismo hoy que hace 30 años: 1.000 pesetas por un kilo de carne, seis euros. El tractor cuéstate el doble. El pienso, el doble. La vida, el triple. Cómo va a haber manera de vivir de eso? Ye imposible!».

En Yernes y Tameza la vecina más joven de las 18 mujeres presentes (7 en Yernes, 6 en Villabre, 4 en Fojó y una en Villarruiz) tiene 44 años. Pese a la belleza del entorno, en verdad apabullante, hay una sola casa rural. Cero restaurantes. El médico, que podría protagonizar un Doctor en Alaska a la asturiana, aparece dos veces al mes. «Vino el 18 de diciembre y no vuelve hasta el 14 de enero», dice el alcalde, Carlos Fernández (PSOE), un ingeniero ovetense de 45 años que vive en la capital, no cobra un duro como regidor y se animó a presentarse a las elecciones en el pueblo de su abuelo porque «si no damos la cara, esto va a desaparecer mucho más rápido aún. ¿Cómo puede nadie vivir en un lugar en el que el médico aparece una vez al mes?».

El alcalde, un tipo realista y cercano, ilustra cómo Yernes y Tameza se queja respecto de Asturias de lo mismo de lo que Asturias se queja respecto de España: el abandono. «Pasan de nosotros, no tenemos ayudas, a nadie le importamos.... Tenemos 300.000 euros de presupuesto al año para hacer malabares», dice. Parecida letanía se escucha desde hace años en la región -«La industria se la llevó el País Vasco, a Galicia siempre la ha mimado el PP»-, que lidera en España no sólo la menor natalidad sino también la mayor mortalidad.

Yernes y Tameza, en fin, parece un mini-ensayo de la Asturias futura: un bello geriátrico a cielo abierto, sostenido con fondos de otras regiones: en 2017, Asturias dedicó el doble de dinero a pagar pensiones (4.433 millones) de lo que recaudó en cotizaciones a la Seguridad Social (2.078 millones). El Principado vive y come de otros, pero el gran debate actual en la región es si convertir o no al asturianu en lengua cooficial.

En Yernes no están para fruslerías. Hablan lo que hablan, pero sobre todo necesitan comer. Y cuesta lo suyo. Ni siquiera ha habido manera de concentrar las tierras, casi todo minifundios de montaña, para poder tener explotaciones ganaderas grandes, con el resultado por ejemplo de que Chemari, el padre de Adrián, el niño del principio, acaba de llevarse parte de su ganadería a Extremadura -el último, que cierre-. «Es que esta tierra es muy dura», dice Chemari, «pa trabayar aquí hay que ser muy burro, a veces camino seis o siete horas para ir a buscar les vaques y estamos cobrando ahora la subvención de 2016, imagínate», dice mostrando sus manos, encallecidas.

Chemari tiene 54 años, pero aparenta unos cuantos más. «Esto es muy duro y los críos no lo quieren, prefieren marchar paGrado [9.900 habitantes, a 20 minutos en coche]. El que dijo aquello de 'Asturias Paraíso Natural' no pudo tener más razón. En esta región sólo van a quedar osos, lobos y vaques. Aquí quedamos 10 ganaderos y sin ayuda no vamos a llegar muy lejos». Más quejas: el Principado no les deja quemar maleza para aprovechar los pastos para el ganado: «De 2.001 hectáreas que hay, esti año solo están listas 60», dice Tono Riesgo: "El Principado no nos deja meterle cerilla al monte con la excusa de los incendios... Eso siempre hízose aquí, no hay árboles casi, nada que quemar, pero no te dejan ni invierten en quitar la maleza».

Como vestigio de tiempos mejores, un moderno centro multiusos público y nuevo permanece cerrado y sin uso junto al Ayuntamiento. «No podemos pagar la luz y la calefacción, se nos iría todo el presupuesto, y eso que debió de costar 500.000 euros», dice el alcalde. «Eso sí, no hay manera de conseguir fondos para atraer empresas. ¿Cómo va a traer nadie aquí una casa rural, si no hay ni restaurantes? La gente que se fue ya ni viene los fines de semana con los críos... La vida ha cambiado, todos los chavales juegan en equipos de fútbol, de baloncesto... Los padres ya no les traen al pueblo».

Remata Óscar Salas, el único concejal del PP: «Es un bucle tremendo y no le veo una salida, la verdad. El Principado te pone problemas para todo, intenté abrir un alojamiento rural y no hubo forma, no se incentiva nada, sólo se subvenciona a algunos, sin orden ni concierto». Asturias dedicará cuatro de cada 10 euros del presupuesto regional de 2019 a las nóminas de funcionarios públicos.

Cada vez más, un único habitante en Yernes y Tameza: la soledad. El alcalde enuncia una verdad universal rural: «Va a sonar a boutade, pero la verdad es que lo básico en sitios como este es el bar, el chigre. Eso sí tenía que estar subvencionado. El bar es el Ayuntamiento oficioso. Es lo que vertebra de verdad. Si lo cierran, esta gente ni se ven la cara unos a otros. Y ahí el pueblo se muere rápido, pero rápido». El concejo quedó yermo de bares en 2016, «y eso que en los 90 había siete u ocho».

Tras un año «dramático» de vacío, en mayo pasado apareció Joana López, de 26 años, que con su melena castaña y el chiste picante siempre entre dientes, gobierna a los vecinos con salero desde la barra del bar La Bolera. En un bucle diríase que literario, el local es en realidad la antigua escuela del pueblo, que cerró hace más de 40 años. Es decir: los sexagenarios de Yernes consumen sus pensiones en vinos en el mismo lugar en el que aprendieron a sumar hace más de medio siglo. Y rememoran otros tiempos.

Por ejemplo, Tono Riesgo, el paisano del principio: «Con cinco años yo leía como un malo. La profesora, doña Manolita, dijo a mis padres: 'Esti chaval tien que estudiar'. Mis otros hermanos nada, pero yo... Entonces me mandaron paCangas de Onís. Estuve de los 14 a los 18, pero volví. ¡A mí lo que me tiraba eran les vaques! Luego en la mili, en Sevilla, lo mismo, me decían que me quedara, que haría carrera. Había una fábrica de armas y me podían dar un buen empleo, me pidieron expresamente que me quedara. Pero volví», dice, sintiendo cada palabra como un canto de amor a la tierra.

Tono recuerda cómo «todas las casas estaban llenas de críos, quien menos tenía cuatro o cinco». Y el baile del domingo, «a gramola». Lo «brava» que era Doña Manolita, que le castigaba horas cara a la pared, haciéndole mantener una moneda aprisionada entre su nariz y la pared. Ahora, Tono, Delfín y Ricardo, todos por encima de los 55, se funden los euros en vinos en La Bolera.

El progreso pasa de largo en Yernes y Tameza. Sólo viene por error. El otro día, víctima de un GPS traicionero, un camionero portugués se plantó con un trailer de 20 metros en medio de las callejuelas del pueblo. «Estaba desesperado, no era capaz de sacarlo», dice Tono. «Lo escoltamos hasta abajo del puerto, el hombre no sabía cómo agradecernos».

La Vuelta Ciclista a España 2019 cruzará el conceyo el próximo verano, «y vendrá mucha gente», dice el alcalde, «pero ni siquiera vamos a tener manera de que ese dinero se quede aquí... ¡Aunque al menos arreglarán la carretera!», sonríe, señalando unos bellos montes que llevan aquí siglos y siglos, y que dentro de siglos -ellos sí- aquí seguirán.

España, páramo demográfico

Asturias, tierra sin niños. Asturias tiene el índice más bajo de hijos por mujer de España, con 1,03, por 1,31 de media española. En 2017, en tres municipios asturianos no nació ningún niño: Pesoz, Grandas de Salime y Yernes. En otros cuatro nació un solo niño: Illano, Proaza, Santa Eulalia y Villanueva de Oscos.

El país vuelve a la Posguerra. España registró en la primera mitad de 2018 la menor natalidad desde que existen datos, 1941. Se registró una natalidad un 6% menor que un año antes, con comparativas muy llamativas: hoy nacen la mitad de niños que en los años 70, los del 'boom' demográfico.

Primer hijo a los 32 años. La edad media a la que las españolas se convierten en madres llegó en 2018 por primera vez a la cota de los 32 años, un retraso nunca visto, con la precariedad laboral, la mala conciliación y la dificultad de acceso a la vivienda como causas, según los expertos.
 
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Asturias es una de las provincias con menos municipios que hay en España(78). Este en concreto es el más pequeño, en realidad debería integrarse en Grado , por ejemplo, pero permanece ahí. Hay provincias con muchos menos habitantes que Asturias y el doble de municipios y hasta el cuadruple (Salamanca). España está llena de municipios de menos de 20 habitantes,y de media una provincia española tiene 160


Murcia (45 ayuntamientos) es la provincia con menor fragmentación y aún así se podrían fusionar muchos de los alrededores de la capital en una gran capital de más de 650k habitantes incluso de 800K si se mete Orihuela y su comarca.

En los Estados Unidos , 18 veces más grandes y 7 veces más poblados que España, hay 3000 y pico condados.

Asturias tiene un municipio por cada 13000 personas, Murcia por cada 30.000, Salamanca uno por mil.

Por poco, Burgos gana a Salamanca: 373 municipios, algunos con sólo 4 habitantes y bajando.
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