Vlad_Empalador
Será en Octubre
Jajajaja, votantes gente de izquierdas me gusta la fruta, vais a pasar frío en invierno y pagar las cosas a precio de fruta porque vuestro líder tenía prono o similar en su iPhone...a jorobarse.
ANÁLISIS
Opinión
Una oscura y desastrosa operación ¿diplomática? y sospechas sobre Pegasus
PREMIUM
En el caso de España, a lo más que se aspira es a devolver las relaciones con Rabat al punto en el que se encontraban antes de que el propio Gobierno español cometiera la torpeza «humanitaria» de traer clandestinamente al líder del Polisario Brahim Ghali para tratarlo contra el el bichito en un hospital de La Rioja. Un desaguisado del propio Ejecutivo en el que muchos ven una trampa tendida por Argel para encabronar las siempre delicadas relaciones entre España y jovenlandia.
Trampa o no, resultaba ingenuo pensar que los marroquíes, dueños de una diplomacia y unos servicios secretos muy eficaces, no se enterarían de la presencia de Ghali , un personaje al que dan la consideración de enemigo público, en España. Y así fue. Y más infantil era creer que Rabat no respondería de inmediato, primero retirando a su embajadora y, después, activando el arma más potente que poseen y que saben utilizar bien desde que la estrenaron con la Marcha Verde: el lanzamiento de seres humanos contra las fronteras.
Iba para un año la tensión diplomática con Rabat cuando Sánchez decidió arreglar la enemistad de una tacada. Lo consultó consigo mismo y quizá, sólo quizá, con su ministro de Exteriores, Albares. Una carta chapucera sin medir la trascendencia de las expresiones -no es lo mismo «el más» que «muy»- venía de facto a reconocer sin género de dudas el plan anexionista de Mohamed VI sobre el territorio del Sáhara. Bien que lo percibió el monarca aluí que no desaprovechó la ocasión de hacer pública la misiva el pasado 18 de marzo para que constara y dar así el hecho por consumado.
PARA SABER MÁS
Sáhara Occidental. Los saharauis de España, tras el giro de Sánchez: "Nos han vuelto a vender"
De nuevo fue ingenuo esperar que Argelia, en guerra técnica desde hace décadas con jovenlandia, precisamente por el Sáhara, fuera a quedarse de brazos cruzados. Retirada del embajador, cierre del gasoducto que llega a España pasando por territorio jovenlandés, anuncio de revisión al alza de los precios del gas y, ahora, suspensión del Tratado Bilateral de Amistad y Cooperación, y bloqueo de los intercambios comerciales.
Albares y Sánchez aseguraban que la sangre no llegaría al río. De momento, se aproxima, y ni uno ni otro aciertan a explicar a los ciudadanos los porqués del disparate. Empieza así a calar la sospecha, y no parece infundada, de que el sorprendente giro respecto al Sáhara es el fruto de un chantaje llamado Pegasus. El propio Gobierno español ha puesto en bandeja esta suposición desde el mismo momento en el que decidió anunciar públicamente que el teléfono móvil del presidente y varios ministros habían sido hackeados con ese programa espía, sustrayéndoles una cantidad ingente de información, justo en el momento de máxima tensión en las relaciones hispano marroquíes. Nadie confirma ni desmiente, pero viene a la memoria eso de que «quien calla otorga».
Esta teoría supuesta es mala, muy mala, pero no lo es menos la segunda que se baraja, y que pretende sugerir el Gobierno, al deslizar que el plan hace seguidismo de la posición adoptada por EEUU -durante el mandato de Trump-, Francia y Alemania, sin tener en cuenta que ninguno de estos países tiene la responsabilidad histórica que sí tiene España respecto a la población saharaui, y que no es lo mismo considerar el plan anexionista de jovenlandia como «muy realista, serio y creíble» a optar abiertamente por él como «el más realista, serio y creíble».
La penúltima ingenuidad sorprendente es la de creer, o intentar hacer creer, que el proyecto de Rabat dibuja sinceramente un futuro «autonómico» para el Sáhara Occidental. Resulta poco menos que fantasioso imaginar que el régimen jovenlandés, no ya centralista, sino sencillamente dirigido en exclusiva desde palacio, asumiría, más allá del nombre, un territorio mínimamente autónomo dentro de sus dominios. Que se lo pregunten a los sufridores rifeños.
Es cierto, no obstante, que el problema del Sáhara lleva demasiado tiempo enquistado y son pocos los que ya confían en la celebración de un referéndum limpio de autodeterminación. La legalidad internacional sigue contemplándolo y quizá sea el momento de propiciar una mesa de negociación «seria, realista y creíble» entre las partes, en la que debería sentarse España, para buscar, como repiten las resoluciones de Naciones Unidas, «una solución mutuamente aceptable». Sería muy difícil pero es cuestión de justicia.
ANÁLISIS
Opinión
Una oscura y desastrosa operación ¿diplomática? y sospechas sobre Pegasus
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- MARISA CRUZ
@oruezabala2002
Madrid
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- Exteriores El presidente de Argelia reafirma "el derecho de autodeterminación del Sáhara" y Maduro le felicita "con admiración"
- UE Bruselas llama al diálogo y reclama a Argelia que restablezca el comercio con España
En el caso de España, a lo más que se aspira es a devolver las relaciones con Rabat al punto en el que se encontraban antes de que el propio Gobierno español cometiera la torpeza «humanitaria» de traer clandestinamente al líder del Polisario Brahim Ghali para tratarlo contra el el bichito en un hospital de La Rioja. Un desaguisado del propio Ejecutivo en el que muchos ven una trampa tendida por Argel para encabronar las siempre delicadas relaciones entre España y jovenlandia.
Trampa o no, resultaba ingenuo pensar que los marroquíes, dueños de una diplomacia y unos servicios secretos muy eficaces, no se enterarían de la presencia de Ghali , un personaje al que dan la consideración de enemigo público, en España. Y así fue. Y más infantil era creer que Rabat no respondería de inmediato, primero retirando a su embajadora y, después, activando el arma más potente que poseen y que saben utilizar bien desde que la estrenaron con la Marcha Verde: el lanzamiento de seres humanos contra las fronteras.
Iba para un año la tensión diplomática con Rabat cuando Sánchez decidió arreglar la enemistad de una tacada. Lo consultó consigo mismo y quizá, sólo quizá, con su ministro de Exteriores, Albares. Una carta chapucera sin medir la trascendencia de las expresiones -no es lo mismo «el más» que «muy»- venía de facto a reconocer sin género de dudas el plan anexionista de Mohamed VI sobre el territorio del Sáhara. Bien que lo percibió el monarca aluí que no desaprovechó la ocasión de hacer pública la misiva el pasado 18 de marzo para que constara y dar así el hecho por consumado.
PARA SABER MÁS
Sáhara Occidental. Los saharauis de España, tras el giro de Sánchez: "Nos han vuelto a vender"
- REDACCIÓN: ROSA MENESES Madrid
De nuevo fue ingenuo esperar que Argelia, en guerra técnica desde hace décadas con jovenlandia, precisamente por el Sáhara, fuera a quedarse de brazos cruzados. Retirada del embajador, cierre del gasoducto que llega a España pasando por territorio jovenlandés, anuncio de revisión al alza de los precios del gas y, ahora, suspensión del Tratado Bilateral de Amistad y Cooperación, y bloqueo de los intercambios comerciales.
Albares y Sánchez aseguraban que la sangre no llegaría al río. De momento, se aproxima, y ni uno ni otro aciertan a explicar a los ciudadanos los porqués del disparate. Empieza así a calar la sospecha, y no parece infundada, de que el sorprendente giro respecto al Sáhara es el fruto de un chantaje llamado Pegasus. El propio Gobierno español ha puesto en bandeja esta suposición desde el mismo momento en el que decidió anunciar públicamente que el teléfono móvil del presidente y varios ministros habían sido hackeados con ese programa espía, sustrayéndoles una cantidad ingente de información, justo en el momento de máxima tensión en las relaciones hispano marroquíes. Nadie confirma ni desmiente, pero viene a la memoria eso de que «quien calla otorga».
Esta teoría supuesta es mala, muy mala, pero no lo es menos la segunda que se baraja, y que pretende sugerir el Gobierno, al deslizar que el plan hace seguidismo de la posición adoptada por EEUU -durante el mandato de Trump-, Francia y Alemania, sin tener en cuenta que ninguno de estos países tiene la responsabilidad histórica que sí tiene España respecto a la población saharaui, y que no es lo mismo considerar el plan anexionista de jovenlandia como «muy realista, serio y creíble» a optar abiertamente por él como «el más realista, serio y creíble».
La penúltima ingenuidad sorprendente es la de creer, o intentar hacer creer, que el proyecto de Rabat dibuja sinceramente un futuro «autonómico» para el Sáhara Occidental. Resulta poco menos que fantasioso imaginar que el régimen jovenlandés, no ya centralista, sino sencillamente dirigido en exclusiva desde palacio, asumiría, más allá del nombre, un territorio mínimamente autónomo dentro de sus dominios. Que se lo pregunten a los sufridores rifeños.
Es cierto, no obstante, que el problema del Sáhara lleva demasiado tiempo enquistado y son pocos los que ya confían en la celebración de un referéndum limpio de autodeterminación. La legalidad internacional sigue contemplándolo y quizá sea el momento de propiciar una mesa de negociación «seria, realista y creíble» entre las partes, en la que debería sentarse España, para buscar, como repiten las resoluciones de Naciones Unidas, «una solución mutuamente aceptable». Sería muy difícil pero es cuestión de justicia.