El verdadero vencedor de Waterloo fue Gneisenau no Wellington.

manuelp

Madmaxista
Desde
26 Feb 2014
Mensajes
906
Reputación
1.179
La estrategia de Wellington era muy concreta, dejar que Napoleon destruyese al ejercito prusiano del Bajo Rhin al mando de Blücher sufriendo a su vez grandes pérdidas para a continuación derrotar a los franceses y entrar en solitario en París como vencedor para dictar las condiciones politicas de la paz mas favorables a Inglaterra.

Pero el GeneralStabsChef - general jefe de estado mayor - del ejercito prusiano, August von Gneisenau, que era quien dirigia las operaciones supo ver la jugada del inglés y después de enfrentar a Napoleon en Ligny retrocedió en buen orden sobre Wavre y dejando un Cuerpo en retaguardia para contener al mariscal Grouchy se presentó en el campo de batalla de Waterloo con los otros tres Cuerpos prusianos y cuando comprobó que Wellington estaba a punto de ser derrotado mandó entrar en fuego a los cuerpos de Ziethen y Bülow contra el flanco derecho francés precipitando su derrota total. Su maestría estuvo en retener a las tropas prusianas hasta que Wellington estuvo lo suficientemente desangrado.

Como consecuencia esa noche y los dias siguientes la caballeria prusiana seguida de la infanteria persiguió a los restos del ejercito francés y entró en París antes que las tropas de Wellington que estaban exhaustas asegurándose el primer puesto entre los vencedores.

P.D. La aplicacion practica de la estrategia de Gneisenau a España ahora seria que VOX dejara que el frente socialista-comunista-separatista le zurrara bien al perversos PP -dejando de sostenerle en los diferentes gobiernos - para erigirse en primera fuerza de la oposición.
 
Última edición:

El banquero Nathan Rothschild se había presentado en la Bolsa de Londres tan displicente como cualquier otra mañana. El ambiente no era de los más animados, toda vez que las últimas noticias del continente, referentes a la derrota de los prusianos en Ligny y a las tablas de Wellington en Les Quatre Bras, no invitaban al optimismo, aunque todo empeoró tras mandar a sus agentes vender «por lo mejor» un gran paquete de acciones, las cuales cubrían la virtual totalidad del espectro bursátil. Míster Rothschild pasaba por ser un hombre bien informado, al punto que no tardó en deducirse que sabía lo que aún no sabía nadie, que Bonaparte se había impuesto a Wellington y que las armas británicas estaban en trance de ser echadas al mar. La reacción a partir de ahí fue la ortodoxa: todo el mundo se puso a vender, aunque al no haber liquidez suficiente buena parte de la oferta comenzó a ocupar posiciones «papel», a la espera de que apareciese algún alma buena que la comprase por lo que quisiera pagar, y mientras tanto su valor descendía y descendía. Míster Rothschild, preguntado, ni desmentía ni confirmaba. En realidad hacía lo que todos los días: no decir una palabra.
..............................................................................................................................
Faltaba media hora para que se cerrara la más deprimente sesión que la London Stock Exchange recordaba cuando míster Rothschild lanzó a sus agentes a comprar todo lo que se hallase a la venta. Poco después no tenía mucho más dinero líquido que cuando salió de su casa, pero su cartera poseía bastante más del doble de los títulos con que contaba entonces. Si al llegar al parquet aquella mañana era un hombre riquísimo, al salir lo era mucho más, lo cual le llevó a no realizar comentario alguno.


Ildefonso Arenas. Alava en Waterloo
 
El banquero Nathan Rothschild se había presentado en la Bolsa de Londres tan displicente como cualquier otra mañana. El ambiente no era de los más animados, toda vez que las últimas noticias del continente, referentes a la derrota de los prusianos en Ligny y a las tablas de Wellington en Les Quatre Bras, no invitaban al optimismo, aunque todo empeoró tras mandar a sus agentes vender «por lo mejor» un gran paquete de acciones, las cuales cubrían la virtual totalidad del espectro bursátil. Míster Rothschild pasaba por ser un hombre bien informado, al punto que no tardó en deducirse que sabía lo que aún no sabía nadie, que Bonaparte se había impuesto a Wellington y que las armas británicas estaban en trance de ser echadas al mar. La reacción a partir de ahí fue la ortodoxa: todo el mundo se puso a vender, aunque al no haber liquidez suficiente buena parte de la oferta comenzó a ocupar posiciones «papel», a la espera de que apareciese algún alma buena que la comprase por lo que quisiera pagar, y mientras tanto su valor descendía y descendía. Míster Rothschild, preguntado, ni desmentía ni confirmaba. En realidad hacía lo que todos los días: no decir una palabra.
..............................................................................................................................
Faltaba media hora para que se cerrara la más deprimente sesión que la London Stock Exchange recordaba cuando míster Rothschild lanzó a sus agentes a comprar todo lo que se hallase a la venta. Poco después no tenía mucho más dinero líquido que cuando salió de su casa, pero su cartera poseía bastante más del doble de los títulos con que contaba entonces. Si al llegar al parquet aquella mañana era un hombre riquísimo, al salir lo era mucho más, lo cual le llevó a no realizar comentario alguno.


Ildefonso Arenas. Alava en Waterloo
Palomas mensajeras desde el mismo campo de batalla, dicen, cuentan...
 
si fuera por gneisenau a wellington en waterloo lo hubieran aniquilado por completo, fue blücher, que tenia 73 años, el que le echo huevones para llegar a tiempo de salvar a los hijos de la grandisima fruta britanicos. Lo bonito de waterloo es la historia de Ney, el fulano lanzo 5 cargas de caballeria contra los cuadros del ejercito ingles sin exito, y en la ultima, con todo perdido dijo : "Venid y ved cómo muere un mariscal de Francia. ". Pero no murio, los ingleses lo apresaron y se lo entregaron al gobierno post napoleonico. Ney fue fue juzgado por traición por orden de Luis XVIII. Fue declarado culpable y condenado a fin por la Cámara de los Pares por una abrumadora mayoría. Haber seguido a Napoleón hasta el final le supuso el final al propio Ney. Seun la leyenda ney ordeno fuego a los soldados que los fusilaron:


Soldados, cuando de la orden para disparar, disparen directamente a mi corazón. Esperen la orden. Será la última que les de. Protesto contra mi condena. He combatido en cien batallas por Francia, y en ninguna contra ella. Soldados, ¡fuego!
 
Volver