henryadolfo
Madmaxista
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Pues si, ya circulamos por el mundo como "corruptus reconocitus", al mismo nivel que la camara de los comunes inglesa....
'Corruption' parlamentaria
La última vez que un presidente de la Cámara de los Comunes del Reino Unido se vio obligado a renunciar por asuntos de corrupción fue a fines del siglo XVII. El martes pasado, 314 años después de que un soborno de mil libras esterlinas causó aquella histórica caída, dejó al mismo cargo Michael Martin, víctima del escándalo que cubre a la clase política británica por abuso de las prebendas que se conceden a los integrantes del parlamento.
Las denuncias sobre la sonrojante actitud de quienes aparecen ante el mundo como unos tipos bastante tiesos pero normalmente probos llueven desde el 8 de mayo, cuando el diario conservador The Daily Telegraph obtuvo -pagando medio millón de dólares- unos CD con cifras contables de los gastos de los parlamentarios y empezó a desgranarlas en informes cotidianos. Lo publicado ensucia en general a la clase política británica y en particular a muchas de sus figuras más prominentes. En principio, se trata de gastos permitidos por la ley, en especial a quienes proceden de la provincia. Pero, a partir de la tolerancia legal, muchos representantes han abusado hasta extremos que revelan escasa ética en su conducta, falta de miramientos con los dineros del Estado y bochornosa indiferencia ante la opinión pública.
Por ejemplo: el primer ministro relleniton Brown pagó del erario, a través de su hermano, el equivalente a 15.000 dólares por servicios de limpieza en su apartamento; su antecesor, Tony Blair, cargó al Tesoro Público 675.000 dólares por una hipoteca de una casa que no habita; el dignatario renunciante se cayó por haber considerado que las publicaciones eran una oleada turística de la intimidad de los legisladores. Algunos de los casos más embarazosos corresponden a expensas pequeñas pero descaradas, como las de un jefe conservador que se hizo reembolsar 8.000 dólares por el arreglo de un grifo en su cancha de tenis, otro que le cobró al Estado 90 dólares por un cambio de bombillo, una parlamentaria que pasó factura por tampones y pañales y una colega suya que costeó a su marido un video prono con plata de los contribuyentes. Hay también en juego sofás, mesas y camas.
Varios analistas han intentado apagar el fuego diciendo que los políticos británicos son mucho menos corruptos que lo que parece y que sus emolumentos son bajos. Cierto es que los escándalos de una parte de la Cámara ocultan el comportamiento comedido de muchos de sus miembros y que Gran Bretaña aparece en el puesto 16 de los países más tras*parentes del mundo, por encima de Estados Unidos, Japón, Francia y 161 más (Colombia ocupa el 70). Pero numerosos parlamentarios aceptan, como el liberal Norman Baker, que "este catálogo de comportamientos constituye materia de vergüenza nacional".
Al episodio de esta corruptela se suman los estragos que causa en la nación la recesión económica. Si la crisis ha provocado cambios en los gobiernos de Hungría e Islandia, en Inglaterra naufraga sin remedio el precario buque laborista, que venía haciendo agua desde hace meses. Así las cosas, y con elecciones europeas ad portas, es posible que las urnas reflejen una elevada abstención. Era antes del 39 por ciento y podría ahora acercarse a la mitad. Pocos creen, además, que el laborismo se sostenga cuando lleguen nuevas elecciones parlamentarias en los próximos trece meses.
Mientras tanto, España (puesto 28) vela su propio escándalo, que salpica a políticos del Partido Popular. El más egregio es el elegantísimo Francisco Camps, presidente de la Comunidad Valenciana, a quien se acusa de haber recibido trajes que costaban miles de euros obsequiados por contratistas de su gobierno. La tangibilidad de los casos -vestidos, jabones, tampones, sofás- ha disparado el interés de los ciudadanos. Y su lógica indignación.:
'Corruption' parlamentaria
La última vez que un presidente de la Cámara de los Comunes del Reino Unido se vio obligado a renunciar por asuntos de corrupción fue a fines del siglo XVII. El martes pasado, 314 años después de que un soborno de mil libras esterlinas causó aquella histórica caída, dejó al mismo cargo Michael Martin, víctima del escándalo que cubre a la clase política británica por abuso de las prebendas que se conceden a los integrantes del parlamento.
Las denuncias sobre la sonrojante actitud de quienes aparecen ante el mundo como unos tipos bastante tiesos pero normalmente probos llueven desde el 8 de mayo, cuando el diario conservador The Daily Telegraph obtuvo -pagando medio millón de dólares- unos CD con cifras contables de los gastos de los parlamentarios y empezó a desgranarlas en informes cotidianos. Lo publicado ensucia en general a la clase política británica y en particular a muchas de sus figuras más prominentes. En principio, se trata de gastos permitidos por la ley, en especial a quienes proceden de la provincia. Pero, a partir de la tolerancia legal, muchos representantes han abusado hasta extremos que revelan escasa ética en su conducta, falta de miramientos con los dineros del Estado y bochornosa indiferencia ante la opinión pública.
Por ejemplo: el primer ministro relleniton Brown pagó del erario, a través de su hermano, el equivalente a 15.000 dólares por servicios de limpieza en su apartamento; su antecesor, Tony Blair, cargó al Tesoro Público 675.000 dólares por una hipoteca de una casa que no habita; el dignatario renunciante se cayó por haber considerado que las publicaciones eran una oleada turística de la intimidad de los legisladores. Algunos de los casos más embarazosos corresponden a expensas pequeñas pero descaradas, como las de un jefe conservador que se hizo reembolsar 8.000 dólares por el arreglo de un grifo en su cancha de tenis, otro que le cobró al Estado 90 dólares por un cambio de bombillo, una parlamentaria que pasó factura por tampones y pañales y una colega suya que costeó a su marido un video prono con plata de los contribuyentes. Hay también en juego sofás, mesas y camas.
Varios analistas han intentado apagar el fuego diciendo que los políticos británicos son mucho menos corruptos que lo que parece y que sus emolumentos son bajos. Cierto es que los escándalos de una parte de la Cámara ocultan el comportamiento comedido de muchos de sus miembros y que Gran Bretaña aparece en el puesto 16 de los países más tras*parentes del mundo, por encima de Estados Unidos, Japón, Francia y 161 más (Colombia ocupa el 70). Pero numerosos parlamentarios aceptan, como el liberal Norman Baker, que "este catálogo de comportamientos constituye materia de vergüenza nacional".
Al episodio de esta corruptela se suman los estragos que causa en la nación la recesión económica. Si la crisis ha provocado cambios en los gobiernos de Hungría e Islandia, en Inglaterra naufraga sin remedio el precario buque laborista, que venía haciendo agua desde hace meses. Así las cosas, y con elecciones europeas ad portas, es posible que las urnas reflejen una elevada abstención. Era antes del 39 por ciento y podría ahora acercarse a la mitad. Pocos creen, además, que el laborismo se sostenga cuando lleguen nuevas elecciones parlamentarias en los próximos trece meses.
Mientras tanto, España (puesto 28) vela su propio escándalo, que salpica a políticos del Partido Popular. El más egregio es el elegantísimo Francisco Camps, presidente de la Comunidad Valenciana, a quien se acusa de haber recibido trajes que costaban miles de euros obsequiados por contratistas de su gobierno. La tangibilidad de los casos -vestidos, jabones, tampones, sofás- ha disparado el interés de los ciudadanos. Y su lógica indignación.: