Quienes se presentan como rebeldes, antisistema, alternativos y contestatarios son los aficionados al rock, una música que siempre ha gravidado en torno a todos los movimientos izquierdistas. El rock no conoce fronteras, nos han dicho siempre. Eso es lo que quiero poner de relieve y encima de la mesa. Pero además, la diferencia fundamental con la música clásica, es la degeneración y corrupción que va implícita a ese tipo de música, donde la droja, el alcohol, las ambiguedades sensuales, el fetichismo, la violencia y otras conductas antisociales están presentes desde su mismo nacimiento. Por lo que ya tenemos dos hechos que denunciar, que esa música está promocionada y monopolizada por el mercado, y que su función no es otra que alimentar la maquinaria de la "revolución permanente" orquestada desde las instancias del poder con una función además claramente corruptora.