El papa Francisco cuasi-elimina la Misa tradicional

Hace 13 años, el Papa Benedicto XVI eliminó todas las restricciones legales para la celebración de la misa anterior a la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II por parte tanto de sacerdotes diocesanos como de religiosos. Este levantamiento tenía como objetivo un acercamiento con la Fraternidad Sacerdotal de San Pio X (los lefebvristas, para entendernos) pero también como reconocimiento que "lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado" y por tanto, la licitud de todos los fieles a asistir a esta misa. Desde entonces, habían surgido un vergel de nuevas comunidades que celebraban tanto el rito antiguo como el antiguo y el nuevo por todo el mundo con numerosas vocaciones y una gran asistencia de fieles, sobre todo jóvenes frente al panorama desolador de las parroquias "normales".

Sin embargo, con la elección de Francisco que nunca tuvo particular aprecio por la liturgia inmemorial se ha consumado lo que todos temían: Una nueva prohibición de la misma, en clara contradicción, con los deseos del anterior pontífice, que aún sigue con vida. El nuevo decreto "Traditionis Custodes", básicamente obliga a todos los sacerdotes a solicitar autorización para celebrar conforme a este rito (lo cual en la práctica ya pasaba) pero, lo sangrante, es que impide que se celebre en parroquias y que se formen nuevos grupos tradicionales. O lo que es lo mismo, se trata de un decreto liquidador que busca contener su crecimiento cuando los obispos son favorables y permite su eliminación cuando los obispos no lo son, dejando a la misa tradicional en una situación peor que en 1988 (cuando se excomulgó a Lefebvre)

Dios no se lo tenga en cuenta.