Al igual que su padre, interpreta que para adentrarse al pueblo no bastará con el peronismo, que no le abre el juego. Se acerca a la Iglesia Católica. Crecerá e irá consolidándose en el trabajo territorial. Intentará dar el paso que su padre no pudo: ser dueño de una parte del poder político. ¿Gobernar?
La Provincia de Buenos Ayres tiene alrededor de 250 pueblos “fantasmas”, unos 350 con menos de mil habitantes que, para la siguiente década, desaparecerán. Tierra extraordinaria, con grandes recursos y espacio para el desarrollo de proyectos agroecológicos. Sin embargo, se optó por ocupar tierras entre Mar del Plata y Miramar, frente a la costa. Con un clima agreste, duro, inclemente. Sin provisión de agua y energía suficiente, sin posibilidad de microemprendimientos granjeros a mediana escala.
Poblando la región surera se evitaría la confrontación con los vecinos de los municipios, es más, potenciaría a los mismos municipios y, lo más importante, dignificar a las familias que trabajan en estos emprendimientos puesto en funcionamiento por profesionales del CONICET.
¿Por qué esa decisión?
Tenemos dos respuestas posibles, primero, en cumplimiento de la Agenda 2030, que busca concentrar a la población en grandes urbes. Segundo, ocupar pueblos fantasmas no generaría atención de los medios de comunicación. Pasaría desapercibido. Con lo de Mar del Plata se genera un hecho político. La provincia tiene 44% de pobres, casi 10% de indigentes y 1935 villas miserias con más de dos millones de compatriotas, sería fácil construir una figura de “Robín Hood” y atraer sus votos. La política vernácula solo pelea por eso: votos y… ¿el pueblo? Bien gracias.