128 aniversario
El padre de la 'patria' andaluza quiso dar Andalucía a jovenlandia
FERNANDO PAZ
El Parlamento andaluz homenajea a Blas Infante, contemporáneo de los nacionalismos catalán y vasco, quien decía querer separarse de España y reivindicaba Al-Andalus.
<a href="http://imgur.com/Ley43JR"><img src="http://i.imgur.com/Ley43JR.jpg" title="Hosted by imgur.com" /></a>
El Parlamento andaluz celebró el sábado el acto conmemorativo por el 128 aniversario del nacimiento de Blas Infante. Abogado malagueño de clase acomodada, Blas Infante es considerado como el padre del nacionalismo andaluz, mercancía política que –añadiéndole unas gotas de conciencia social– envolvió bajo la etiqueta de andalucismo. Contemporáneo del orto de los nacionalismos catalán y vasco, Infante debe ser interpretado como un producto de aquel país sin aliento, de esa España que para Cánovas apenas suscitaba la adhesión de quienes no podían ser otra cosa.
La tumba de Al-Mutamid
Lo cierto es que el nacionalismo de Blas Infante estaba construido sobre la antítesis de España. En eso era similar al vasco. Infante reinterpretaba la historia de España y, especialmente la de Andalucía, en clave de derrota. Su proyecto andalucista se identificaba con el islam hasta el punto de convertirse él mismo a esa religión, algo negado durante cierto tiempo pero de lo que hay testimonios suficientes; hoy, cuando la corrección política admite sin inconvenientes tal adscripción, la conversión de Blas Infante es reivindicada sin tapujos por los creyentes fiel a la religión del amores. No sólo eso: los islamistas que ahora pretenden Al Andalus, reconocen que los textos en los que Infante reclama “tolerancia y libertad” para el islam, tienen por único objetivo el de equiparar por razones tácticas, y no por convicción, a este con el cristianismo. Hoy, parece haber pocas dudas acerca de la conversión de Blas Infante a la fe de Mahoma.
Como todos los nacionalistas, buscó destruir eso que él denominaba despectivamente “la vieja España”, de la que decía querer separarse y cuya unidad consideraba “resguardo de perversoss intereses”. Así, estableció contactos en 1928 con los nacionalistas gallegos, con quienes llegó a cooperar asiduamente, y en 1934 visitó a Companys en su encierro en el penal del Puerto de Santa María, donde se encontraba condenado por su tentativa secesionista de ese año.
Blas Infante aspiraba a unir Andalucía con jovenlandia. Aunque afirmaba que sólo habían existido tres realidades en las que reconocer a la Andalucía histórica (Tartessos, la Bética romana y Al Andalus) se trataba de una excusa argumental: al Infante no le interesaba en lo más mínimo sino la etapa andalusí. Y en búsqueda de tal identidad, llegó a imaginar la existencia de un idioma propio, porque “el lenguaje andaluz tiene sonidos los cuales no pueden ser expresados en letras castellanas. Al alifato, mejor que al español, hay necesidad de acudir para poder encontrar una más exacta representación gráfica de aquellos sonidos”.
El día 15 de septiembre de 1924, durante una estancia en jovenlandia, Blas Infante pronunció la profesión de fe que se exige a todo converso al Islam: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su enviado.”
Pero Blas Infante no se limitó a recitar la Shahada, sino que muy significativamente lo hizo en la mezquita de Agmat, sita cerca de Marrakech –lugar del cual Infante llegó a afirmar no sentirse forastero–, y ante la tumba de Al-Mutamid, último rey de la religión del amor de la taifa de Sevilla que había acudido allí para solicitar la ayuda almorávide. Notable poeta, Al- Mutamid siempre ha concitado las simpatías de los admiradores de la presencia fiel a la religión del amora en España, y Blas Infante quiso rendirle el correspondiente homenaje. Como colofón a su conversión cambió su nombre cristiano por el de Ahmed, ceremonia de la que fue testigo Omar Dukali, descendiente de Al-Mutamid.
Fracaso en las urnas
Ya en 1921, Blas Infante había escrito un drama teatral, Mutamid, último rey de Sevilla. Desde entonces, dedicaba una hora al día a estudiar el islam, y los dos ejemplares del Corán de su biblioteca están llenos de sus anotaciones manuales en los márgenes. Como posteriormente admitió su propia hija, Infante puso un particular empeño en aprender el árabe, que aprendió con gran perfección.
Proclamada la II República, Infante ya no se cuidaba de disimular, como había venido haciendo hasta entonces. Se edificó una casa en Coria de Río inspirada en la arquitectura andalusí a la que bautizó en árabe como “la Casa de la Alegría” (Dar al-Farah). Sin embargo, sus tentativas de obtener un acta de diputado se estrellaron contra la voluntad popular, tanto en 1931 como en 1933. Los sucesivos fracasos le fueron radicalizando progresivamente; en el verano de 1936 rumiaba su posible candidatura honoraria para la futura autonomía andaluza pero la Guerra Civil, al poco de estallar, terminaría no sólo con su proyecto, sino con su vida.
---------- Post added 06-jul-2013 at 20:17 ----------
El padre de la patria andaluza quiso dar Andalucía a jovenlandia | Intereconomía | 1039527
El padre de la 'patria' andaluza quiso dar Andalucía a jovenlandia
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El Parlamento andaluz homenajea a Blas Infante, contemporáneo de los nacionalismos catalán y vasco, quien decía querer separarse de España y reivindicaba Al-Andalus.
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El Parlamento andaluz celebró el sábado el acto conmemorativo por el 128 aniversario del nacimiento de Blas Infante. Abogado malagueño de clase acomodada, Blas Infante es considerado como el padre del nacionalismo andaluz, mercancía política que –añadiéndole unas gotas de conciencia social– envolvió bajo la etiqueta de andalucismo. Contemporáneo del orto de los nacionalismos catalán y vasco, Infante debe ser interpretado como un producto de aquel país sin aliento, de esa España que para Cánovas apenas suscitaba la adhesión de quienes no podían ser otra cosa.
La tumba de Al-Mutamid
Lo cierto es que el nacionalismo de Blas Infante estaba construido sobre la antítesis de España. En eso era similar al vasco. Infante reinterpretaba la historia de España y, especialmente la de Andalucía, en clave de derrota. Su proyecto andalucista se identificaba con el islam hasta el punto de convertirse él mismo a esa religión, algo negado durante cierto tiempo pero de lo que hay testimonios suficientes; hoy, cuando la corrección política admite sin inconvenientes tal adscripción, la conversión de Blas Infante es reivindicada sin tapujos por los creyentes fiel a la religión del amores. No sólo eso: los islamistas que ahora pretenden Al Andalus, reconocen que los textos en los que Infante reclama “tolerancia y libertad” para el islam, tienen por único objetivo el de equiparar por razones tácticas, y no por convicción, a este con el cristianismo. Hoy, parece haber pocas dudas acerca de la conversión de Blas Infante a la fe de Mahoma.
Como todos los nacionalistas, buscó destruir eso que él denominaba despectivamente “la vieja España”, de la que decía querer separarse y cuya unidad consideraba “resguardo de perversoss intereses”. Así, estableció contactos en 1928 con los nacionalistas gallegos, con quienes llegó a cooperar asiduamente, y en 1934 visitó a Companys en su encierro en el penal del Puerto de Santa María, donde se encontraba condenado por su tentativa secesionista de ese año.
Blas Infante aspiraba a unir Andalucía con jovenlandia. Aunque afirmaba que sólo habían existido tres realidades en las que reconocer a la Andalucía histórica (Tartessos, la Bética romana y Al Andalus) se trataba de una excusa argumental: al Infante no le interesaba en lo más mínimo sino la etapa andalusí. Y en búsqueda de tal identidad, llegó a imaginar la existencia de un idioma propio, porque “el lenguaje andaluz tiene sonidos los cuales no pueden ser expresados en letras castellanas. Al alifato, mejor que al español, hay necesidad de acudir para poder encontrar una más exacta representación gráfica de aquellos sonidos”.
El día 15 de septiembre de 1924, durante una estancia en jovenlandia, Blas Infante pronunció la profesión de fe que se exige a todo converso al Islam: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su enviado.”
Pero Blas Infante no se limitó a recitar la Shahada, sino que muy significativamente lo hizo en la mezquita de Agmat, sita cerca de Marrakech –lugar del cual Infante llegó a afirmar no sentirse forastero–, y ante la tumba de Al-Mutamid, último rey de la religión del amor de la taifa de Sevilla que había acudido allí para solicitar la ayuda almorávide. Notable poeta, Al- Mutamid siempre ha concitado las simpatías de los admiradores de la presencia fiel a la religión del amora en España, y Blas Infante quiso rendirle el correspondiente homenaje. Como colofón a su conversión cambió su nombre cristiano por el de Ahmed, ceremonia de la que fue testigo Omar Dukali, descendiente de Al-Mutamid.
Fracaso en las urnas
Ya en 1921, Blas Infante había escrito un drama teatral, Mutamid, último rey de Sevilla. Desde entonces, dedicaba una hora al día a estudiar el islam, y los dos ejemplares del Corán de su biblioteca están llenos de sus anotaciones manuales en los márgenes. Como posteriormente admitió su propia hija, Infante puso un particular empeño en aprender el árabe, que aprendió con gran perfección.
Proclamada la II República, Infante ya no se cuidaba de disimular, como había venido haciendo hasta entonces. Se edificó una casa en Coria de Río inspirada en la arquitectura andalusí a la que bautizó en árabe como “la Casa de la Alegría” (Dar al-Farah). Sin embargo, sus tentativas de obtener un acta de diputado se estrellaron contra la voluntad popular, tanto en 1931 como en 1933. Los sucesivos fracasos le fueron radicalizando progresivamente; en el verano de 1936 rumiaba su posible candidatura honoraria para la futura autonomía andaluza pero la Guerra Civil, al poco de estallar, terminaría no sólo con su proyecto, sino con su vida.
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