Nefersen
Nuncio Apostólico
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ORIGEN E HISTORIA DEL AJO
El origen del ajo se remonta a varios siglos atrás en la Asia Central. La especie que conocemos hoy en día (Allium Sativum) procede de una variedad de esta zona, el Allium Longicuspic, que dio lugar al que hoy conocemos como el ajo común. Éste se extendió rápidamente por la India y por el mar mediterráneo hasta llegar a Grecia donde se utilizaba para prevenir multitud de enfermedades.
Los primeros indicios que se tienen de la utilización del ajo con fines medicinales se remontan al Antiguo Egipto. Sus capacidades curativas le otorgaban poderes mágicos, pues se dice que los faraones daban ajos a sus esclavos para que estuvieran sanos y fuertes y según los papiros se cree que este alimento llegó a considerarse como un icono sagrado, tanto que, cuando hacían juramentos invocaban al ajo como una divinidad y se han llegado a encontrar cabezas de ajos verdaderas en tumbas para, según se cree, mantener alejados a los espíritus malignos.
El ajo para los egipcios representaba el mundo: las capas exteriores simbolizan los estados del cielo y el infierno y los dientes el sistema solar; comerlos simbolizaba la unión del hombre con el universo.
En Grecia se consumía para evitar el tifus y la cólera. Antiguamente los atletas griegos solían masticar dientes de ajo antes de competir en los juegos olímpicos.
En la época del Imperio Romano el ajo comenzó a formar parte de la dieta cotidiana. Pues descubrieron su alto poder antiséptico y energético por lo que lo utilizaban para las tropas de asalto. De hecho soldados griegos y romanos solían referirse a él como “rosa maloliente”. Fue en la época romana cuando se empezó a cultivar y a extender por Europa hasta formar parte de la dieta cotidiana.
Su uso continuó durante el Imperio Bizantino y la Edad Media, en la que se seguía utilizando para tratar úlceras, dolores y neutralizar venenos. De hecho, en el siglo VII la Escuela de Salermo lo incluyó como medicamento respetado.
EL AJO EN EUROPA
Pese a que la expansión del ajo desde sus principios hasta la actualidad ha sido bastante acelerada, también ha sufrido dificultades y vetos debido principalmente a su fuerte sabor y al aliento que deja tras haberlo ingerido.
En España, donde hoy en día es uno de los alimentos principales en nuestra dieta, hace unos siglos era un alimento a evitar. Isabel La Católica prohibió que lo sirvieran en la Corte. En el siglo XIV el rey Alfonso de Castilla no podía soportar su olor y ordenó que ningún caballero se le acercara en un mes a la corte si consumía ajo.
En la literatura también lo comprobamos cuando el mismo Don Quijote aconseja a Sancho no consumirlo.
No solo en España se mostraba desprecio por este alimento, franceses y portugueses también lo mostraban aunque cierto es que la Provenza francesa y Portugal supieron aprovechar el ajo y reconocerlo tanto en la gastronomía como por sus capacidades curativas.
En Gran Bretaña el ajo fue introducido por los normandos y se empezó a cultivar en 1540 y se le conocía como “la medicina del pobre”.
Llegó a América de la mano de los españoles y tal es su uso en la actualidad que en Estados Unidos se celebra cada año el Festival del Ajo en Gilroy, California y existe un periódico especialmente dedicado a noticias relativas al ajo en California, su nombre es The Garlic Times.
El origen del ajo se remonta a varios siglos atrás en la Asia Central. La especie que conocemos hoy en día (Allium Sativum) procede de una variedad de esta zona, el Allium Longicuspic, que dio lugar al que hoy conocemos como el ajo común. Éste se extendió rápidamente por la India y por el mar mediterráneo hasta llegar a Grecia donde se utilizaba para prevenir multitud de enfermedades.
Los primeros indicios que se tienen de la utilización del ajo con fines medicinales se remontan al Antiguo Egipto. Sus capacidades curativas le otorgaban poderes mágicos, pues se dice que los faraones daban ajos a sus esclavos para que estuvieran sanos y fuertes y según los papiros se cree que este alimento llegó a considerarse como un icono sagrado, tanto que, cuando hacían juramentos invocaban al ajo como una divinidad y se han llegado a encontrar cabezas de ajos verdaderas en tumbas para, según se cree, mantener alejados a los espíritus malignos.
El ajo para los egipcios representaba el mundo: las capas exteriores simbolizan los estados del cielo y el infierno y los dientes el sistema solar; comerlos simbolizaba la unión del hombre con el universo.
En Grecia se consumía para evitar el tifus y la cólera. Antiguamente los atletas griegos solían masticar dientes de ajo antes de competir en los juegos olímpicos.
En la época del Imperio Romano el ajo comenzó a formar parte de la dieta cotidiana. Pues descubrieron su alto poder antiséptico y energético por lo que lo utilizaban para las tropas de asalto. De hecho soldados griegos y romanos solían referirse a él como “rosa maloliente”. Fue en la época romana cuando se empezó a cultivar y a extender por Europa hasta formar parte de la dieta cotidiana.
Su uso continuó durante el Imperio Bizantino y la Edad Media, en la que se seguía utilizando para tratar úlceras, dolores y neutralizar venenos. De hecho, en el siglo VII la Escuela de Salermo lo incluyó como medicamento respetado.
EL AJO EN EUROPA
Pese a que la expansión del ajo desde sus principios hasta la actualidad ha sido bastante acelerada, también ha sufrido dificultades y vetos debido principalmente a su fuerte sabor y al aliento que deja tras haberlo ingerido.
En España, donde hoy en día es uno de los alimentos principales en nuestra dieta, hace unos siglos era un alimento a evitar. Isabel La Católica prohibió que lo sirvieran en la Corte. En el siglo XIV el rey Alfonso de Castilla no podía soportar su olor y ordenó que ningún caballero se le acercara en un mes a la corte si consumía ajo.
España es el primer productor de ajo en Europa y cuarto a nivel mundial, siendo China el primer país productor de ajo. |
En la literatura también lo comprobamos cuando el mismo Don Quijote aconseja a Sancho no consumirlo.
No solo en España se mostraba desprecio por este alimento, franceses y portugueses también lo mostraban aunque cierto es que la Provenza francesa y Portugal supieron aprovechar el ajo y reconocerlo tanto en la gastronomía como por sus capacidades curativas.
En Gran Bretaña el ajo fue introducido por los normandos y se empezó a cultivar en 1540 y se le conocía como “la medicina del pobre”.
Llegó a América de la mano de los españoles y tal es su uso en la actualidad que en Estados Unidos se celebra cada año el Festival del Ajo en Gilroy, California y existe un periódico especialmente dedicado a noticias relativas al ajo en California, su nombre es The Garlic Times.