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Madmaxista
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El auge ultra en Suecia, a punto de arrebatar el poder a los socialdemócratas
El partido antiinmigración de Jimmie Åkesson se convierte en la segunda fuerza política y da la mayoría provisional a la derecha tras unas ajustadas elecciones cuyo resultado no se confirmará hasta el miércoles
12 septiembre 2022
El histórico ascenso del partido antiinmigración Demócratas de Suecia (SD), una formación a la que sus enemigos políticos no dudan en calificar de racista, está a punto de arrebatar el poder a Magdalena Andersson, la primer ministra socialdemócrata, y de servírselo en bandeja a la alianza de centroderecha que forman moderados, cristianodemócratas y liberales. El resultado, sin embargo, es tan extraordinariamente apretado, con una diferencia provisional entre bloques de un punto y tres escaños, que no podrá confirmarse hasta el miércoles, cuando se hayan contabilizado los votos por correo de los suecos residentes en el extranjero.
El SD, dirigido por Jimmie Åkesson desde 2005, se ha convertido en la segunda fuerza política del país con un 20,7% del voto, superando por primera vez a los moderados de Ulf Kristersson (19,1%), quien pese al sorpasso será probablemente el nuevo jefe de Gobierno. Aunque los socialdemócratas han sido el partido más votado con un 30,5%, el incremento de 2,2 puntos con respecto a 2018 habrá resultado insuficiente para mantener una mayoría parlamentaria con el apoyo de centristas, verdes y la extrema izquierda. Finalmente, parece que el radical cambio de postura socialdemócrata respecto a los graves problemas que plantea la inmi gración no servirá para prorrogar el mandato de Andersson. El giro de la primera ministra hacia las estrictas posiciones de Mette Frederiksen, su homóloga y correligionaria danesa, debía contrarrestar el auge del SD y confirmar que los suecos se dirigen ahora por los mismos derroteros que la vecina Dinamarca, que desde 2002 se ha distinguido por tener una de las políticas de extranjería más duras de Europa.
Mucho más que la economía, la crisis energética o el ingreso en la OTAN, el gran tema de la campaña electoral ha sido sin duda la violencia de las bandas de origen extranjero (Balcanes, Oriente Medio, Magreb y el este de África). Suecia es el país europeo donde se producen más muertes por armas de fuego y el único donde este tipo de crimen ha aumentado en las últimas dos décadas. El año pasado ocupaba el segundo puesto tras Croacia, pero en 2022 ha superado a la nación balcánica al registrar más asesinatos en lo que se lleva de año, 48, que en todo 2021.
En el debate final entre los líderes de los partidos, el moderado Kristersson declaró que "la mera pertenencia a una banda debe declararse ilegal y equipararse con el terrorismo". Andersson insistió en que elevaría las penas de guandoca, así como en que aumentaría los recursos de la Policía, pero recordó también la importancia de combatir la creación de sociedades paralelas en los barrios de pagapensiones mediante una mayor inversión en servicios sociales y educación.
En cualquier caso, el aumento de la violencia, impensable hace pocos años, explica en gran medida el crecimiento del SD y la gran paradoja que encierra la Suecia actual. Por un lado, la historia de éxito del país que se sitúa a la cabeza o cerca de ella en multitud de índices internacionales relativos a la igualdad, la sostenibilidad, la tecnología o el emprendimiento empresarial. Por otro, el supuesto deterioro del estado de bienestar, lastrado por las bandas, los guetos o las enormes colas en la asistencia sanitaria.
En este contexto, el auge del SD resulta clave para entender el confuso presente parlamentario sueco. Tras las elecciones de 2018, los centristas y los liberales, que en teoría respaldaban a Kristersson, se negaron a colaborar con el SD pese a que era el único camino que habría permitido al centroderecha acceder al poder. De ese modo permitieron que Stefan Löfven, predecesor de Andersson al frente de los socialdemócratas, permaneciera como primer ministro.
Los centristas persisten en su rechazo absoluto al SD, de ahí su atípico apoyo a Andersson, pero los liberales han vuelto al redil de Kristersson y, junto al líder moderado, aceptan ahora a los antiinmigración como aliados parlamentarios, incluso permitiéndoles colocar asesores del partido en los distintos ministerios. Eso sí, insisten en que no dejarán que formen parte de un eventual Gobierno debido a las profundas diferencias que aún les siguen separando.
El partido antiinmigración de Jimmie Åkesson se convierte en la segunda fuerza política y da la mayoría provisional a la derecha tras unas ajustadas elecciones cuyo resultado no se confirmará hasta el miércoles
12 septiembre 2022
El histórico ascenso del partido antiinmigración Demócratas de Suecia (SD), una formación a la que sus enemigos políticos no dudan en calificar de racista, está a punto de arrebatar el poder a Magdalena Andersson, la primer ministra socialdemócrata, y de servírselo en bandeja a la alianza de centroderecha que forman moderados, cristianodemócratas y liberales. El resultado, sin embargo, es tan extraordinariamente apretado, con una diferencia provisional entre bloques de un punto y tres escaños, que no podrá confirmarse hasta el miércoles, cuando se hayan contabilizado los votos por correo de los suecos residentes en el extranjero.
El SD, dirigido por Jimmie Åkesson desde 2005, se ha convertido en la segunda fuerza política del país con un 20,7% del voto, superando por primera vez a los moderados de Ulf Kristersson (19,1%), quien pese al sorpasso será probablemente el nuevo jefe de Gobierno. Aunque los socialdemócratas han sido el partido más votado con un 30,5%, el incremento de 2,2 puntos con respecto a 2018 habrá resultado insuficiente para mantener una mayoría parlamentaria con el apoyo de centristas, verdes y la extrema izquierda. Finalmente, parece que el radical cambio de postura socialdemócrata respecto a los graves problemas que plantea la inmi gración no servirá para prorrogar el mandato de Andersson. El giro de la primera ministra hacia las estrictas posiciones de Mette Frederiksen, su homóloga y correligionaria danesa, debía contrarrestar el auge del SD y confirmar que los suecos se dirigen ahora por los mismos derroteros que la vecina Dinamarca, que desde 2002 se ha distinguido por tener una de las políticas de extranjería más duras de Europa.
Mucho más que la economía, la crisis energética o el ingreso en la OTAN, el gran tema de la campaña electoral ha sido sin duda la violencia de las bandas de origen extranjero (Balcanes, Oriente Medio, Magreb y el este de África). Suecia es el país europeo donde se producen más muertes por armas de fuego y el único donde este tipo de crimen ha aumentado en las últimas dos décadas. El año pasado ocupaba el segundo puesto tras Croacia, pero en 2022 ha superado a la nación balcánica al registrar más asesinatos en lo que se lleva de año, 48, que en todo 2021.
En el debate final entre los líderes de los partidos, el moderado Kristersson declaró que "la mera pertenencia a una banda debe declararse ilegal y equipararse con el terrorismo". Andersson insistió en que elevaría las penas de guandoca, así como en que aumentaría los recursos de la Policía, pero recordó también la importancia de combatir la creación de sociedades paralelas en los barrios de pagapensiones mediante una mayor inversión en servicios sociales y educación.
En cualquier caso, el aumento de la violencia, impensable hace pocos años, explica en gran medida el crecimiento del SD y la gran paradoja que encierra la Suecia actual. Por un lado, la historia de éxito del país que se sitúa a la cabeza o cerca de ella en multitud de índices internacionales relativos a la igualdad, la sostenibilidad, la tecnología o el emprendimiento empresarial. Por otro, el supuesto deterioro del estado de bienestar, lastrado por las bandas, los guetos o las enormes colas en la asistencia sanitaria.
En este contexto, el auge del SD resulta clave para entender el confuso presente parlamentario sueco. Tras las elecciones de 2018, los centristas y los liberales, que en teoría respaldaban a Kristersson, se negaron a colaborar con el SD pese a que era el único camino que habría permitido al centroderecha acceder al poder. De ese modo permitieron que Stefan Löfven, predecesor de Andersson al frente de los socialdemócratas, permaneciera como primer ministro.
Los centristas persisten en su rechazo absoluto al SD, de ahí su atípico apoyo a Andersson, pero los liberales han vuelto al redil de Kristersson y, junto al líder moderado, aceptan ahora a los antiinmigración como aliados parlamentarios, incluso permitiéndoles colocar asesores del partido en los distintos ministerios. Eso sí, insisten en que no dejarán que formen parte de un eventual Gobierno debido a las profundas diferencias que aún les siguen separando.
El auge ultra en las elecciones en Suecia, a punto de arrebatar el poder a los socialdemócratas
El histórico ascenso del partido antiinmigración Demócratas de Suecia (SD), una formación a la que sus enemigos políticos no dudan en calificar de racista, está a punto de...
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