Traducción hecha con Google:
Pese a la existencia de bandas organizadas de chicos magrebíes que se dedican a cometer robos con extrema violencia de manera sistemática en Barcelona, la charmil en Cataluña, a diferencia de jovenlandia, todavía no constituye una banda delictiva organizada y jerarquizada, como si lo hicieron las madres centroamericanas a mediados de la pasada década o la segunda ola de los 'Skin Head' a finales de siglo.
El movimiento charmil, aunque extremadamente violento, se encuadra dentro de una subcultura juvenil, donde sus miembros, paradójicamente chicos desarraigados que provienen de entornos marginales, desestructurados y centros de menores, exhiben una estética ostentosa y construyen su identidad subversiva en torno a los valores consumistas, el tráfico y el consumo de drojas, la violencia física y psicológica y un machismo exacerbado, donde el poder físico, el acoso y la masculinidad malentendida son celebrados e incluso venerados.
Esta subcultura delictiva, que se inserta esencialmente en el ámbito de las llamadas tribus urbanas, está estrechamente relacionada, junto con otros muchos factores y grupos delictivos, con el aumento de la delincuencia en Barcelona, la percepción de la inseguridad en la calle y la tensión de la convivencia en diferentes puntos del país, constituyendo una amenaza de presente y futuro para la seguridad y el orden público.
Este fenómeno, que podemos contemplar construyéndose ahora mismo haciendo uso del ojo de halcón que nos ofrecen las redes sociales, lo hace paralelamente con la peor crisis de seguridad en la ciudad desde el año 1986, cuando heroína golpeaba con violencia a tantos barrios de la ciudad, y el 26% de barceloneses afirmaban haber sido víctimas de un delito. Hoy, treinta y cuatro años después, es el 31,8% de la población de Barcelona quien afirma haber sufrido algún delito, y donde la inseguridad, por segundo año consecutivo según el barómetro municipal, encabeza el ranking de preocupación de los barceloneses, incluso todo por frente a la esa época en el 2020 de la que yo le hablo del cobi19 o la recesión económica. Este aumento de seis puntos de victimización y el ranking del barómetro municipal representa el mayor retroceso en materia de seguridad de las tres últimas décadas, y desgraciadamente comparte tiempo y espacio con una crisis económica, aún de dimensiones desconocidas, donde los turistas, las principales víctimas hasta ahora, han desaparecido de las calles, y donde las personas de más de sesenta y cinco años, hasta hace poco el colectivo que menos robos sufría, se convierte en botín principal por su vulnerabilidad física.
Estética y códigos propios: lujo, consumismo y violencia
Esta joven subcultura violenta y consumista ha desarrollado sus propios códigos de vestimenta, donde predomina la abrumadora presencia de marcas y el deseo omnipresente de obtener productos de alto valor: zapatillas deportivas de alta gama, accesorios y gorras, camisetas de fútbol , teléfonos móviles de última generación... Es por esta razón que podemos ver cientos de chicos jóvenes, en situación de exclusión social, más preocupados por hacer ostentación de formar parte de un capitalismo occidental idealizado a través de las redes sociales, que aprovechar la oportunidad brindada por el sistema de bienestar catalán.
Redes sociales
El papel de las redes sociales, principalmente Instagram y Facebook, sirve a los jóvenes para ostentar una falsa vida de éxito y lujo, mostrándose a los amigos y familiares como los ganadores del éxodo juvenil que sufre jovenlandia, azotado por el fracaso escolar , el paro juvenil (24,1%), la exclusión social (49%) y un tejido social, educativo y sanitario defectuoso. Al mismo tiempo, les proporciona la posibilidad de articular nuevas identidades e imaginarios colectivos, haciendo apología a la delincuencia y la criminalidad al ritmo de música rap propia, que narra este estilo de vida delictivo.
Desde BCN Helpers hemos detectado y analizado una cincuentena de perfiles en las redes, hemos podido constatar la exhibición pública de armas, la difusión de objetos y vehículos sustraídos, e incluso alardear del acoso sensual y la vejación de chicas, que no dudan de exhibir como trofeos de caza con sus contactos. Hemos analizado cientos de vídeos y fotografías, encontrando similitudes con los códigos y comportamientos característicos de las charmilas magrebíes, donde se pueden ver peleas multitudinarias con cuchillos de grandes dimensiones -la palabra txarmil, atribuida al movimiento, hace referencia a un plato típico de jovenlandia que se prepara con este tipo de cuchillos- y vídeos de cacerías coordinadas en grupo, haciendo uso extremo de la violencia, al igual que la txarmil hace en las estrechas callejuelas de Casablanca. Estas mismas sospechas y comportamientos han quedado confirmadas por educadores sociales y miembros de la comunidad joven consultadas por BCN Helpers.
Podemos afirmar de forma objetiva que la subcultura txarmil está asentada en territorio catalán, y que en un futuro próximo podría ser un factor clave para acabar de romper definitivamente la convivencia en los barrios y devorar el frágil futuro de una generación de menores tutelados, que según datos policiales en 2019 sumaba un 20% de detenidos entre los llegados durante 2016, es decir, un total de 1.011 menores habían sido detenidos al menos una vez. A pesar de encontrarse en una situación extremadamente compleja -a pesar de no tener referentes familiares tienen mejores expectativas de futuro que en sus sociedades de origen, donde la cobertura de las necesidades más básicas es absolutamente precaria- podrían desperdiciar la oportunidad que ofrece una sociedad abierta y tolerante, con una red de protección y acogida que, a pesar de tener muchos defectos estructurales, podría ofrecer la mayor oportunidad de éxito que ha tenido antes ningún joven viajero.