El absurdo mito de que sin Franco en España no se habría hecho nada en 40 años: El plan hidraúlico de Franco lo proyectó en realidad la 2ª República
Buena parte de la opinión todavía cree que la política hidráulica es en gran medida una herencia del franquismo. Nada más lejos de la realidad.
Por un lado, la política hidráulica, iniciada en los tiempos de Costa e imperfectamente diseñada en los sucesivos planes de 1902, de 1909, de 1916 -el Plan Gasset- y el extraordinario de 1919, por primera vez cobra entidad de cuerpo de doctrina racional con el de 1933, desarrollado sobre bases científicas, que Indalecio Prieto, como ministro de Obras Públicas, encargó a Manuel Lorenzo Pardo, director del Centro de Estudios Hidrográficos, organismo creado durante la República. Este plan fue cuidadosamente retirado de los despachos oficiales en 1939 a fin de que el programa de obras incluido en él -e iniciado ya en 1934- pudiera presentarse como una conquista social del .nuevo régimen; de suerte que quienes se atienen a la lectura ,de la nueva redacción del palimpsesto e insisten en la paternidad franquista de la política hidráulica por ignorancia o por mala voluntad, no hacen sino proseguir los esfuerzos propagandísticos de aquel régimen corsario que borró el original republicano.
El Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933, elaborado por Lorenzo Pardo, supone otro significativo avance en la tendencia hacia el aprovechamiento integral del agua. Se dispone ya entonces de muchos más datos y estudios hidrológicos, geológicos, geográficos, climáticos y económicos que a principios del siglo. Este plan ponía en duda la conveniencia de algunas de las infraestructuras de los planes precedentes, al considerarlas inconexas y en algunos casos inviables, lo que explicaba que únicamente se hubieran ejecutado el 10% de las actuaciones previstas en el plan de 1902. El plan de 1933 se basaba en el desequilibrio hidrológico entre los volúmenes de agua disponibles en las zonas atlántica y mediterránea, y en el hecho de que la zona mediterránea es la que ofrece mejores posibilidades para el regadío, principal objetivo económico que subyacía en sus consideraciones. Así, el uso de las aguas superficiales para riego –mediante obras planificadas y ejecutadas por el Estado como máximo representante del interés general– seguía teniendo carácter prioritario como forma de estímulo al aumento de la producción, aunque los aprovechamientos para producción eléctrica adquirían ya un segundo y muy importante papel. El Plan de 1933 no fue finalmente llevado a cabo como tal, aunque sus propuestas fueron, en general, incorporándose y ejecutándose en Planes posteriores.
Después de la Guerra Civil se aprobó el Plan General de Obras Públicas (1940), de Peña Boeuf. En él se cita explícitamente, en lo que a obras hidráulicas se refiere, lo previsto y estudiado en el Plan de Lorenzo Pardo.
Este es el Plan Nacional de Obras Hidraúlicas de la Segunda República:
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