Da Grappla Reloaded
Madmaxista
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El milagro de Empel
Los Países Bajos son un lodazal infecto donde los niños grandes de Europa van a darse de tortas. Waterloo está en Bélgica (Países Bajos ex-católicos), como también lo están las Ardenas y hoy día el Parlamento Europeo (donde de vez en cuando aún se ve un memorable tortazo de un católico a un hereje, como está mandado).
Lo que celebramos hoy en España tiene su origen en el dogma católico y en una más de las refriegas que se dieron por esos lares. Primero un poco de explicación para los que no hayan dado catequesis (los que la hayan dado se la pueden saltar) y luego vamos a las tortas que es lo que nos gusta.
La Inmaculada Concepción de María es una creencia católica que va más allá de creer que María fue virgen al concebir a Jesucristo. Establece que Jesucristo, siendo Dios, no podía haber sido concebido en un vientre manchado por el pecado original. Por tanto por una gracia divina María nació sin mácula, sine labe concepta que suena mejor como todo en latín. Y sin bautizarse ni nada. Esto en nuestro mundo moderno descreído nos parece de chiste, pero tiene su importancia y más para los españoles, porque es un dogma que la Iglesia Católica proclama ya en el siglo XIX, con Pío IX.
Murillo ni había nacido cuando pasó lo de Empel, pero si este cuadro era lo bastante bueno para el fanfarrón Soult, lo es para nosotros
Pero en España empezaba a defenderse en el siglo XIV. Y concretamente lo hacía en la Corona de Aragón. Hay muchas composiciones en catalán dedicadas a la Inmaculada, entre ellas una de Cinto Verdaguer. El fervor concepcionista arraigó en el Sur de España, como muestra la obra de Murillo, que pintó varias veces esa misma advocación. Y como demuestra que los granadinos, en agradecimiento por proclamar el dogma en el que ya creían, pusieron el nombre de "pionono" a un dulce. Y bueno, los españoles podemos batirnos en duelo por la causa de la Purísima sin ser excomulgados, único supuesto bajo el que los duelos de honor no resultan en excomunión. Si alguna vez ven la Madrugá de la Semana Santa sevillana, en la procesión del Silencio el primer nazareno lleva una espada. ¿La causa? Esa misma, poder defender el dogma concepcionista con ella sin miedo a incurrir en pecado mortal.
Fin de la introducción. Vamos a por qué se celebra hoy.
Año del Señor de 1585. Los holandeses se han levantado en rebelión abierta contra el rey Felipe II. Los holandeses son en su mayoría calvinistas, y los comanda el estatúder (Stadhoulder, lugarteniente) Guillermo de Orange, que paga el nombramiento que le hizo Felipe II con la traición sediciosa y la deslealtad. Más tarde encontraría su merecido. Y allá que van los Tercios españoles, a darse de leches por su rey y por su fe en un barrizal gélido y hereje.
Imaginen la situación. En Holanda en diciembre hace frío. Pero no frío de ponte una rebequita, frío de "me falta beberme a pelo una botella de Soberano en llamas y aun así tirito". Y un puñado de tropas españolas, unos 5000 hombres al mando del maestre de campo Francisco de Arias y Bobadilla, avanzan por la isla de Bommel, entre los ríos Mosa y Waal el 7 de diciembre. La flota holandesa los bloquea. El comandante, unos lo llaman Hohenlohe-Neuenstein, otros Holak, conocedor del terreno, sabe que los sucios sureños papistas están en pólder, tierra ganada al mar mediante diques y que si éstos se rompen queda anegada. Y manda lo lógico. Romperlos a ver si se ahogan. Y si no, tenerlos rodeados y aislados para cargárselos a placer desde sus barcos.
Se manda una oferta de rendición a Arias y Bobadilla. Éste responde con la bravuconería entonces típica de los españoles (hay hasta un libro sobre ello):
Que suena muy bien pero supone condenar a todos los hombres a su mando. Hay que estar muy seguro de que piensan eso para dar esa respuesta y que no se amotinen.
Y lo peor de todo es que lo pensaban.
Se preparan para lo peor. Saben que la posibilidad de rescate es nula. El enemigo los tiene copados. Así que se preparan para atrincherarse en el cerro de Empel, única parte de la isla que sobresale del agua, vender el pellejo bien caro y si es posible mandar al Infierno a unos pocos de herejes antes de hacer lo propio. Y en estas que un infante español, cavando una trinchera más por servirle de tumba que de parapeto, topa con algo duro. Una tabla. Concretamente una tabla de Flandes con la imagen de la Inmaculada Concepción, manto azul y todo.
Cunde el desconcierto, la ilusión y la fe. En un improvisado altar oran todos ante esa tabla.
Cuadro de Ferrer Dalmau sobre Empel. Se puede sentir la humedad pegada a los huesos.
Cae la noche. Y el frío es atroz. Tanto que el agua se hiela. El medio que antes inmovilizaba a los españoles y por el que se movían los holandeses ahora es todo lo contrario. Los barcos están atrapados. Y los españoles hacen lo único que pueden hacer: atacan sobre el hielo. Temiendo a cada momento que no fuera lo bastante grueso para sostenerlos y caer a una fin segura.
Y ganaron.
Por eso se celebra la Inmaculada Concepción en este día. Por eso es patrona del Arma de Infantería, y también de España.
Y a quien le pique, que se rasque.
Los Países Bajos son un lodazal infecto donde los niños grandes de Europa van a darse de tortas. Waterloo está en Bélgica (Países Bajos ex-católicos), como también lo están las Ardenas y hoy día el Parlamento Europeo (donde de vez en cuando aún se ve un memorable tortazo de un católico a un hereje, como está mandado).
Lo que celebramos hoy en España tiene su origen en el dogma católico y en una más de las refriegas que se dieron por esos lares. Primero un poco de explicación para los que no hayan dado catequesis (los que la hayan dado se la pueden saltar) y luego vamos a las tortas que es lo que nos gusta.
La Inmaculada Concepción de María es una creencia católica que va más allá de creer que María fue virgen al concebir a Jesucristo. Establece que Jesucristo, siendo Dios, no podía haber sido concebido en un vientre manchado por el pecado original. Por tanto por una gracia divina María nació sin mácula, sine labe concepta que suena mejor como todo en latín. Y sin bautizarse ni nada. Esto en nuestro mundo moderno descreído nos parece de chiste, pero tiene su importancia y más para los españoles, porque es un dogma que la Iglesia Católica proclama ya en el siglo XIX, con Pío IX.
Murillo ni había nacido cuando pasó lo de Empel, pero si este cuadro era lo bastante bueno para el fanfarrón Soult, lo es para nosotros
Pero en España empezaba a defenderse en el siglo XIV. Y concretamente lo hacía en la Corona de Aragón. Hay muchas composiciones en catalán dedicadas a la Inmaculada, entre ellas una de Cinto Verdaguer. El fervor concepcionista arraigó en el Sur de España, como muestra la obra de Murillo, que pintó varias veces esa misma advocación. Y como demuestra que los granadinos, en agradecimiento por proclamar el dogma en el que ya creían, pusieron el nombre de "pionono" a un dulce. Y bueno, los españoles podemos batirnos en duelo por la causa de la Purísima sin ser excomulgados, único supuesto bajo el que los duelos de honor no resultan en excomunión. Si alguna vez ven la Madrugá de la Semana Santa sevillana, en la procesión del Silencio el primer nazareno lleva una espada. ¿La causa? Esa misma, poder defender el dogma concepcionista con ella sin miedo a incurrir en pecado mortal.
Fin de la introducción. Vamos a por qué se celebra hoy.
Año del Señor de 1585. Los holandeses se han levantado en rebelión abierta contra el rey Felipe II. Los holandeses son en su mayoría calvinistas, y los comanda el estatúder (Stadhoulder, lugarteniente) Guillermo de Orange, que paga el nombramiento que le hizo Felipe II con la traición sediciosa y la deslealtad. Más tarde encontraría su merecido. Y allá que van los Tercios españoles, a darse de leches por su rey y por su fe en un barrizal gélido y hereje.
Imaginen la situación. En Holanda en diciembre hace frío. Pero no frío de ponte una rebequita, frío de "me falta beberme a pelo una botella de Soberano en llamas y aun así tirito". Y un puñado de tropas españolas, unos 5000 hombres al mando del maestre de campo Francisco de Arias y Bobadilla, avanzan por la isla de Bommel, entre los ríos Mosa y Waal el 7 de diciembre. La flota holandesa los bloquea. El comandante, unos lo llaman Hohenlohe-Neuenstein, otros Holak, conocedor del terreno, sabe que los sucios sureños papistas están en pólder, tierra ganada al mar mediante diques y que si éstos se rompen queda anegada. Y manda lo lógico. Romperlos a ver si se ahogan. Y si no, tenerlos rodeados y aislados para cargárselos a placer desde sus barcos.
Se manda una oferta de rendición a Arias y Bobadilla. Éste responde con la bravuconería entonces típica de los españoles (hay hasta un libro sobre ello):
Que suena muy bien pero supone condenar a todos los hombres a su mando. Hay que estar muy seguro de que piensan eso para dar esa respuesta y que no se amotinen.
Y lo peor de todo es que lo pensaban.
Se preparan para lo peor. Saben que la posibilidad de rescate es nula. El enemigo los tiene copados. Así que se preparan para atrincherarse en el cerro de Empel, única parte de la isla que sobresale del agua, vender el pellejo bien caro y si es posible mandar al Infierno a unos pocos de herejes antes de hacer lo propio. Y en estas que un infante español, cavando una trinchera más por servirle de tumba que de parapeto, topa con algo duro. Una tabla. Concretamente una tabla de Flandes con la imagen de la Inmaculada Concepción, manto azul y todo.
Cunde el desconcierto, la ilusión y la fe. En un improvisado altar oran todos ante esa tabla.
Cuadro de Ferrer Dalmau sobre Empel. Se puede sentir la humedad pegada a los huesos.
Cae la noche. Y el frío es atroz. Tanto que el agua se hiela. El medio que antes inmovilizaba a los españoles y por el que se movían los holandeses ahora es todo lo contrario. Los barcos están atrapados. Y los españoles hacen lo único que pueden hacer: atacan sobre el hielo. Temiendo a cada momento que no fuera lo bastante grueso para sostenerlos y caer a una fin segura.
Y ganaron.
Por eso se celebra la Inmaculada Concepción en este día. Por eso es patrona del Arma de Infantería, y también de España.
Y a quien le pique, que se rasque.
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